Por Dominicos.org
"Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el hijo del hombre".
El pórtico de un Nuevo Año Litúrgico
Introducción al Adviento
"Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el hijo del hombre".
El pórtico de un Nuevo Año Litúrgico
Introducción al Adviento
El comienzo del algo nuevo suele provocar expectación, abre al futuro, aunque se sitúe en continuidad con lo que ya se conoce. Un nuevo año sugiere iniciativas, despierta esperanzas dormidas, promete mejoras. Algo semejante sucede, en el ámbito cristiano, cuando va a iniciarse un nuevo año litúrgico. Deseamos experimentar un progreso en la fe, nos proponemos aprovechar mejor el tiempo que Dios nos vuelve a dar, queremos vivir más a fondo nuestro compromiso fraterno con los demás.
La estructura del año litúrgico responde a dos motivaciones: una, nuestra condición temporal, marcada por el paso de los días, de las semanas, de las estaciones, ritmos distintos dentro de un mismo proceso de desarrollo humano; otra, el misterio de Cristo, único, pero rico en contenidos múltiples que piden ser vividos de manera paulatina. Poder asimilar el mensaje y la vida de Jesús a lo largo del año, descubriendo sus resonancias en los diversos momentos y circunstancias que jalonan nuestra existencia cotidiana: he ahí el propósito de esta vivencia litúrgica recurrente, con su indudable valor pedagógico y su eficacia catequética.
Dentro de este marco del año litúrgico, el Adviento se presenta como un preludio introductorio del misterio de la venida del Hijo de Dios a nuestra historia humana, un preludio de la Navidad. Estamos tan acostumbrados a celebrarlo que ya no nos sorprende. Y, sin embargo, ese misterio ha supuesto una novedad tan radical que sólo podremos vivirlo con provecho si nos preparamos cuidadosamente para esa celebración. Es decir, si, por un lado, nos vemos necesitados de esa venida, si aceptamos que sólo gracias a ella podemos encontrar un camino cierto de felicidad; y si, por otro, nos dejamos enseñar por la Palabra de Dios, que nos instruye para que sepamos acoger la liberación que nos había prometido.
Este año seguiremos las lecturas bíblicas del ciclo A. El primer domingo nos exhorta a prepararnos, a no estar desprevenidos; el segundo, a convertirnos, a poner nuestra vida en sintonía con lo que se avecina; el tercero, a reconocer en ciertos acontecimientos los rasgos del reino de Dios; el cuarto, a recibir al Salvador que va a nacer. Y, ya en seguida, la Navidad: el cielo se reviste de pobreza, renace desde dentro la esperanza y el asombro se torna gratitud y compromiso.
Llega el Adviento, tiempo para revitalizar la esperanza. Este primer domingo el apóstol Pablo nos regala una clave para esa revitalización: la consciencia. “Daos cuenta del momento en que vivís. Ya es hora de espabilarse, porque nuestra salvación está más cerca”. ¿Caemos en la cuenta de lo que vivimos con una mirada positiva y esperanzadora?
Eduquemos una mirada que confirma y fortalece internamente. Una mirada a través de los ojos de Cristo que es luz, paz y discernimiento. Si permanecemos despiertos sabremos reconocer y leer el paso de Dios por la historia y por nuestras vidas.
Primera lectura: (Isaías 2,1-5)
Marco: Este fragmento se enmarca en un conjunto en el que se recogen oráculos sobre Judá e Israel (1,1-12,6). Corresponde a unos años difíciles para el reino de Judá, incluida la amenaza de invasión del reino y deposición del heredero de David. Contiene dos bloques más importantes: Denuncias y esperanzas (1,1-6,13); y el libro sobre el Enmanuel (7,1-12,6). El fragmento que proclamamos hoy es una vibrante y esperanzadora visión sobre Jerusalén centrada en esta afirmación: "Hacia El afluirán todas las naciones, vendrán pueblos numerosos...Venid subamos al monte del Señor". Todo está inspirado por la futura paz mesiánica. Seguramente está redactado en poesía que es la clave de lectura adecuada. Isaías es el profeta del Adviento.
Reflexiones:
1ª) ¡En las situaciones extremas Dios se hace solícitamente presente!
Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes. La expresión "al final de los días" es frecuente en la Escritura. En un clima de discurso de despedida leemos en el libro del Génesis: Jacob llamó a sus hijos y les dijo: Reuníos, que quiero deciros lo que será de vosotros en los días venideros (Gn 49,1); y en el libro del Deuteronomio: En medio de tu angustia, cuando te hayan sucedido estas cosas en los últimos días, te volverás al Señor tu Dios y escucharás su voz (Dt 4,30); y en el libro del profeta Jeremías: La ira del Señor no se retirará hasta que haya cumplido y realizado lo que el Señor había planeado. En aquellos días lo comprenderéis (Jr 30,24). No tiene necesariamente un sentido escatológico-mesiánico. Se refiere al final de un período futuro, cuya extensión es determinada frecuentemente por el contexto. Es evidente, no obstante, que es fraseología enfática es muy apropiada para aludir a la lejana época mesiánica e incluso a la escatológica. A partir de la situación extremadamente grave en que se encuentra el reino de Judá tanto por la falta de fe y de respuesta moral como por la amenaza de invasión por obra de Siria y del reino del norte, el profeta-poeta dirige la mirada a un futuro glorioso del reino. En momentos difíciles se hace más urgente reavivar la esperanza y el compromiso ético. La imagen de Jerusalén en la cima de los montes invita a creer en la seguridad y firmeza del proyecto de Dios sobre su pueblo y sobre el mundo. La esperanza cristiana tiene algunos rasgos específicos: que mira siempre hacia un bien, futuro, difícil pero posible porque se apoya en el poder de Dios. Este acontecimiento subraya el último aspecto de nuestra esperanza. Nunca fallará.
2ª) Jerusalén-Iglesia lugar de encuentro de todos los hombres porque poseen la Palabra de Dios que ilumina
Hacia él afluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. De Jerusalén saldrá la palabra del Señor. Para manifestar de manera tangible la gloria del templo de Jerusalén se deja a la imaginación de lector la composición del lugar: Jerusalén es situada sobre un vértice altísimo, obtenido gracias a la superposición de los diversos montes. Jerusalén y su templo (lugar de la presencia protectora de Dios) se convertirán en centro de la humanidad. Se trata de una idea universalista muy querida al libro de Isaías y otros profetas. En el así llamado apocalipsis de Isaías podemos leer algunos pensamientos: Se sonrojará la luna, se avergonzará el sol, porque el Señor todopoderoso reinará en Jerusalén, en el monte Sión, glorioso ante sus ancianos (24,23); con imágenes de gran valor evocador y narrativo afirma: El Señor todopoderoso preparará en este monte para todos los pueblos un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera, manjares exquisitos, vinos refinados (25,6). En el Segundo Isaías afirma el poeta profeta: No gritará, no alzará la voz, no voceará por las calles; no romperá la caña cascada ni apagará la mecha que se extingue. Proclamará fielmente la salvación, y no desfallecerá ni desmayará hasta implantarla en la tierra. Los pueblos lejanos anhelan su enseñanza (40,2ss). En el Tercer Isaías: Como el cielo nuevo y la tierra nueva que voy a crear, subsisten ante mí, oráculo del Señor, así subsistirán vuestra estirpe y vuestro nombre (66,22s). También en el libro de Jeremías en una sección dedicada a describir el nuevo pueblo de Dios se puede leer: Entonces llamarán a Jerusalén “Trono del Señor”; todas las naciones se reunirán en ella, en el nombre del Señor, y abandonarán los proyectos de su corazón obstinado (Jr 3,17). Finalmente, en el libro de Zacarías, obra posexílica de especial relieve e importancia, en un oráculo mesiánico se lee: Así dice el Señor todopoderoso. Todavía han de venir gentes y habitantes de ciudades populosas. Los habitantes de una ciudad irán a decir a los de la otra: “Vamos a invocar al Señor todopoderoso y a pedir su protección. Yo también voy contigo”. Y muchos pueblos y naciones poderosas vendrán a adorar al Señor todopoderoso en Jerusalén y a pedir su protección (Zac 8,20-22). Se dirige la mirada en doble dirección: hacia la promesa hecha a Abrahán (en ti serán benditas todas las naciones) y hacia la realidad de la humanidad: necesitada de la luz de la palabra de Dios. Con el Adviento se nos invita a dirigir la mirada a la Vuelta gloriosa del Señor. Toda la humanidad ha de participar en la esperanza de Israel y de la Iglesia. Todas la naciones buscan "los caminos y los senderos" del Señor, es decir, su Palabra que los ilumina, como lo indica el propio profeta. Esta Palabra es la manifestación de la voluntad salvífica de Dios. Afirma San Jerónimo: "la Iglesia, fundada originalmente en Jerusalén, dio origen a las iglesias de todo el mundo".
3ª) Es necesario experimentar y proclamar que el Dios cristiano es de todos y para todos
Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. Dios aparece y es reconocido como el árbitro inapelable para todos los pueblos. El proyecto de Dios es universal. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Por caminos diversos quiere conducir la historia de su pueblo y la historia de la humanidad porque sólo en el encuentro con El está la salvación. Por caminos diversos pero hacia la misma meta. En la paz mesiánica todo armamento será inútil. Es necesario que los creyentes proclamemos ante el mundo esta carácter universal de proyecto de Dios y el carácter liberador de su proyecto. Adviento es una gran oportunidad para la renovación en la Iglesia de su conciencia universal a todos los niveles: geográfico, étnico, cultural, social, económico y religioso. La Iglesia es un signo de salvación para los hombres: No te ruego solamente por ellos, sino también por todos los que, creerán en mí por medio de su palabra. Te pido que todos sean uno. Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado... Para que lleguen a la unión perfecta, y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado (Jn 17,20-22). El Adviento es, a la vez, esperanza y compromiso. El fragmento de Isaías abre muy adecuadamente el comienzo de la celebración litúrgica del Adviento porque recoge muy bien la honda significación teológica del mismo. Nos invita a dirigir la mirada hacia el futuro con el compromiso de reconducir el presente. El futuro es contemplado como una realidad a la que todos tenemos acceso y podremos participar en él. El profeta recurre reiteradamente a la imagen del "camino" y del "caminar". Porque el Adviento, tiempo abierto, pone en marcha a la Iglesia y ofrece al mundo un futuro que responde a las urgencias más profundas de la humanidad.
Segunda lectura: (Rm 13,11-14)
Marco: El fragmento de la carta a los Romanos corresponde a la parte parenética de la carta. Es costumbre que Pablo en sus cartas trate dos grandes temas: uno en el que el acento recae más bien en lo doctrinal y otro en el compromiso práctico. Este segundo tema suele ser deducción del primero y fundado en el primero. El fundamento del compromiso cristiano siempre es de carácter cristológico. Pablo ha afrontado en los capítulos 1-11 de la carta el grave y fundamen¬tal problema de la justificación por fe que se recibe como don absolutamente gratuito de parte de Dios. Situación de los judíos y de los paganos ante Dios y ante la salvación. En la carta a los Romanos lo expone de manera magistral y más completo que en ninguna otra carta. Precisamente en ese conjunto doctrinal aborda el tema de la esperanza fundada en la eficacia del amor gratuito de Dios que es sellado con el don escatológico del Espíritu.
Reflexiones
1ª) ¡El cristiano ha de estar siempre despierto!
Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de espabi¬larse, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. Pablo deduce una de sus consecuencias fundamentales: si las cosas han sucedido así es necesario que tomemos en serio la respuesta a la esperanza cristiana. Esta es exigente en cuanto a la respuesta se refiere. El cristiano está siempre "en camino" y debe adoptar una actitud de exigente vigilancia. El creyente no es ciudadano de este mundo y es ciudadano de este mundo. Se le advierte que ha de vivir intensamente la realidad presenta, con plena responsabilidad, pero no debe olvidar su carácter de peregrino hacia otra patria definitiva. Este equilibrio que imprime la auténtica y madura fe cristianan hay que conservarlo siempre vigilante. El creyente no puede entretenerse en la ciudad terrena, pero debe asumir la tarea de la construcción de l reino con todas fuerzas. La esencia de la esperanza requiere esta actitud, pero siempre abierta a un futuro glorioso y seguro. El Maestro nos aconsejó: sed astutos como las serpientes y sencillos como las palomas.
2ª) ¡En marcha solo con lo imprescindible porque al camino es difícil, largo, costoso, pero admirable!
La noche está avanzada, el día se echa encima...pertrechémonos con las armas de la luz. En una visión escatológica que subyace a estos textos, afirmar que la noche está avanzada quiere decir que la realidad salvadora está presente para siempre y que la meta es firme y segura. El hombre ya no camina a tientas y como en la noche, porque con la venida de Jesús se ha abierto el definitivo camino que conduce con toda seguridad a la meta deseada. La noche es símbolo de precariedad, de inseguridad, de debilidad y de riesgo. Por otra parte, en la escritura simboliza el alejamiento de Dios que es luz y, como consecuencia, se convierte en símbolo de inmoralidad y discomunión. El día, por el contrario, según la escritura es símbolo, por estar guiada por la luz, de certeza, seguridad, credibilidad. Aunque el camino sigue siendo largo y vosotros, ya es posible realizar ese itinerario bien pertrechados con las armas de la luz. Cristo camina en medio de los discípulos que le siguen: Os aseguro que si dos de vosotros se pone de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, la obtendrán de mi Padre celestial. Porque donde están dos o tres reunidos en nombre, allí estoy en medio de ellos (Mt 18,19s). Acaso el pensamiento central pudiera sintetizarse en estas expresiones paulinas: El creyente ha de actuar de tal manera como si todo dependiera de su esfuerzo (plena responsabilidad temporal que urge una fe y una esperanza madura) y como si todo dependiera exclusivamente del poder de Dios, es necesario vivir intensamente el hoy de Dios.
Evangelio: (Mt 24,37-44)
Marco: El fragmento elegido para este domingo forma parte del así llamado discurso escatológico. Este discurso está construido conforme a un género literario peculiar. Sabemos que la apocalíptica había sido desarrollada fuertemente en una corriente del judaísmo más bien periférico. Tenían su propia comprensión de la esperanza mesiánica centrada, sobre todo, en la figura daniélica del Hijo del hombre que viene sobre las nubes del cielo para juzgar a la humanidad. La apocalíptica surge en momentos difíciles, que requieren la máxima atención, disponibilidad, esfuerzo y esperanza. En momentos de persecución.
Reflexiones
1ª) La pedagogía de la historia para enseñar y apuntalar la esperanza
Lo que pasó en tiempos de Moisés, pasará cuando venga el Hijo del hombre. Sobre el esquema apocalíptico, Jesús y los evangelistas intentaron hablar del futuro. Pero no interpretaríamos correctamente este capítulo si nos dejamos guiar excesivamente por la imaginación y por el montaje representativo que lo acompaña. Son sólo imágenes propias de ese género literario. El fondo de la cuestión no está en el temor sobrecogedor de tales signos y acontecimientos. Todo el discurso escatológico orienta nuestra mente a la vigilancia, a la esperanza, a la tarea cotidiana vivida y mantenida en la perseverancia y realizada con la orientación de esta esperanza. El centro es la esperanza en un fin glorioso que Dios tiene preparado para los hombres y que se realizará a pesar de todas las oposiciones, persecuciones y dificultades. El mejor desarrollo de este discurso sería el Libro del Apocalipsis que es fundamentalmente un testimonio en favor del Cristo glorioso que, pasando por la muerte, ha resucitado y está sentado a la derecha del Padre. Se proclama con fuerza que Jesús es la esperanza de su Iglesia envuelta en la relajación y en las persecuciones. Siempre es posible seguir adelante. Nuestro mundo clama y anhela, incluso sin ser consciente de ello, de personas convencidas y coherentes con su esperanza y sus convicciones. El mundo actual en lo cotidiano y en las grandes empresas sigue necesitando de Jesús y de sus discípulos animados por una gran esperanza.
2ª) ¡Estad despiertos en todo momento pero sin ansiedad ni angustia!
Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Se trata de tomar en serio el "hoy" de Dios, el presente salvífico que Dios ofrece a los hombres. Abierto ciertamente a un futuro que llegará con toda seguridad, pero que será más tarde. En el entretanto es imprescindible la vigilancia. La esperanza cristiana no nos exime del compromiso diario al lado de los hombres nuestros hermanos. Precisamente por la confianza en la certeza del fin glorioso el cristiano toma con toda seriedad el presente de que dispone. Pero no debe dejarse arrastrar por la ansiedad. Estamos viviendo una etapa de la historia singular. Por todas partes surgen brotes escatologistas, milenaristas que amenazan con cataclismos. estos movimientos son el polo opuesto a la esperanza cristiana porque atenazan, mutilan los anhelos de la construcción del reino de Dios ya en este mundo por preparación, etapa previa, primicia. No os dejéis arrastrar por esos mensajes catastrofistas. Los cristianos no podemos ni debemos hacer cábalas y combinaciones numéricas. El Señor volverá con toda seguridad. Pero ya nos advirtió que no sabemos ni el día ni la hora. Este espacio de tiempo es para la vigilancia y para el compromiso por establecer, reino de Dios en Cristo Jesús con todos los hermanos los hombres.
Estad también vosotros preparados para cuando venga el Hijo del hombre. Hay que reconocer que la pedagogía de Jesús era excelente, creadora de personas recias. Una y otra verdad nos advierte de que no debemos perder el tiempo en asuntos marginales. Nos ha conducido al corazón humano en su más limpia profundidad. Sabe muy bien qué es lo que el hombre necesita en su íntima profundidad: el encuentro de la realización plena en una felicidad inmarcesible en una comunión entrañable. Para ello hay que estar preparados siempre y en camino. La mirada fija en el objetivo central. Esa tensión robustece el camino; poda lo accesorio; explota los dones recibidos para la realización de la tarea. La tensa espera de algo importante aviva la vigilancia. Es necesario descubrir que la vuelta del Hijo del hombre es la respuesta definitiva a los anhelos de la humanidad. Es necesario anunciar al mundo que Jesús da sentido definitivo a la existencia humana.
Fray Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo de Torrent (Valencia)
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Este comentario está incluido en el libro: La Palabra fuente de vida. Ciclo A. Editorial San Esteban, Salamanca 2004.
Comentario de fr. Miguel de Burgos O.P.
Iª Lectura. Isaías (2,1-5): De las espadas, arados; de las lanzas, podaderas
I.1. En este Primer Domingo de Adviento, todo impresiona; no obstante, esta lectura del Profeta Isaías es uno de los oráculos más característicos del gran maestro del siglo VIII a. C. Isaías era un hombre de Jerusalén, de familia acomodada, sacerdotal quizás, de cultura refinada. Su pasión por Jerusalén es, en el fondo, una pasión por Dios; el Dios que se adora en el templo. Cuando el profeta habla del templo, de los sacrificios, de las ofrendas. entiende que eso ante Dios no vale apenas nada.¡Y eso que no era un irreverente, y su vocación la describe en el templo (Is 6)!. Pero Isaías no está convencido que sus paisanos hayan entendido adecuadamente la presencia de Dios en Sión. Su oráculo es muy parecido al de su contemporáneo Miqueas (cf. 4,1-3). Para el profeta, Jerusalén debe ser la ciudad de la paz, de la justicia. De esa forma sí acontece una presencia viva de Dios en Sión y en cualquier parte del mundo. De sus resortes culturales hará una profecía crítica contra Jerusalén y contra los dirigentes políticos y los responsables religiosos. Y por eso nos habla (sueña más bien) de una Jerusalén que debe ser sabia: la que se atreva a hacer de las espadas arados y de las lanzas podaderas. Esta opción por la paz y no por la guerra es, para el profeta, una opción divina ¡no hay duda!
I.2. Probablemente éste era un cántico que circulaba en ambientes de la escuela de Isaías (o de algún círculo profético desconocido ahora para nosotros) y que ha venido a ser santo y seña de este hombre que representa la edad de oro del profetismo. Jerusalén no será la ciudad de Dios y de su presencia, sin justicia y paz, los bienes más anhelados de la humanidad. Y éste sigue siendo el reto de la Jerusalén actual. Esta lectura, pues, de Isaías, es una portada extraordinaria, la más adecuada sin duda, para comenzar este Adviento: porque en el mundo de hoy, nacionalismos, fundamentalismos religiosos, xenofobias y rencores, anidan y reverdecen en los corazones de los hombres, ¡y eso que estamos en el tercer milenio! No es posible que dejemos de sentir y de anhelar que necesitamos rehacer esta "historia" de aquí, como algo nuevo y profético. Es eso lo que cambiará el mundo ya no de espadas y lanzas, sino de cañones y tecnología maldita a punto para aniquilar a los pueblos y a la misma humanidad.
IIª Lectura: Romanos (13,11-14): Llenarse del evangelio, llenarse de Cristo
II.1. Dentro de la sección parenética o exhortativa de la carta a los Romanos (12,1-15,13) no podía faltar un apunte sustancial a la dimensión escatológica de la vida cristiana, poniendo en guardia sobre la espera del día del Señor que fue algo imprescindible en la experiencia de la salvación de Dios. El apóstol describe en antítesis lo que se vive en este mundo y lo que debe ser el anhelo y la esperanza de los que, sintiendo la salvación de Dios en Cristo, todavía deben hacer historia en este mundo. Con las metáforas de contraste entre la noche y el día o entre la luz y las tinieblas, se expresan esas radicalidades escatológicas. ¿Qué hay que hacer? El apóstol lo expresa con una imagen sin precedentes: "revestirse del Señor Jesús" (13,14). No es algo insustancial o externo como pudiera parecer. Más bien es colmar nuestra interioridad de la vida del Señor Jesús. Así se debe vivir en la historia.
II.2. El texto, pues, es una llamada de Pablo a salir de la vida sin sentido que vivimos tantas veces. Diríamos que las armas de la luz, en este caso, son la justicia y la paz. Y revestirse del Señor Jesús es vivir en el proyecto del evangelio. La carta más importante de Pablo, por muchos motivos, nos ofrece los elementos éticos de la vida cristiana. Pero no es solamente una exhortación moralizante, sino una invitación a una vida más radicalmente cristiana (revestirse de Cristo es toda una expresión teológica): cambiar de rumbo en la existencia, de planteamientos. Pablo pretende que los más fuertes de la comunidad busquen un tipo de experiencia que solamente encuentra su razón de ser en Jesús, es decir, en su evangelio. No olvidemos que éstas fueron las palabras que leyó San Agustín, cuando tomó el libro que había en la casa, en el que se había fijado Ponticiano, el narrador de la vida eremítica de Antonio en el desierto; pero Agustín y Alipio todavía seguían planteándose muchas cosas y buscaban.; el libro en cuestión no versaba sobre retórica o gramática. Finalmente Agustín escuchó esas voces misteriosas que decían "toma y lee". Era exactamente el texto de nuestra carta con las palabras de Pablo "revestíos del Señor Jesús". Son palabras que bien merecen una conversión. Ni la retórica ni los cultos mistéricos pudieron llenar su corazón. Fue Cristo Jesús, en esa experiencia de "interioridad", quien cambió una vida sin sentido.
Evangelio: Mateo (24,37-44): Vigilancia y discernimiento
III.1. El evangelio del día (en el ciclo de Mateo que comienza hoy) nos ofrece un pasaje del último discurso de este evangelista, de los cinco que estructuran su obra (5-7; 10; 13; 18; 24-25), que en realidad es el equivalente de Mc 13, conocido como discurso apocalíptico. De alguna manera se quiere hacer una unión con el penúltimo domingo del año litúrgico. Y es que el Adviento parte de la experiencia de una historia gastada, agotada, y apunta a una esperanza nueva e inaudita: la esperanza de un salvador que traiga luz, justicia y paz a los hombres. Un juicio sobre nuestras acciones, un discernimiento más bien, es algo que está presente en la proclamación profética y que cobra tintes más dramáticos en los profetas de tendencia apocalíptica. Este mundo, piensan, no puede seguir así y Dios tiene que tomar las riendas de la historia humana, como en el tiempo de Noé y el diluvio. Sobre esta comparación está montada la parte del discurso que quiere trasmitir a los cristianos, en nombre de palabras de Jesús, la necesidad de la "vigilancia".
III.2. En la prehistoria de Israel, el diluvio universal es todo un mito simbólico que prepara adecuadamente la aparición de un tiempo nuevo: la llamada de Abrahán, el padre del pueblo, el creyente que confía en Dios. Los once primeros capítulos del Génesis narran cómo la humanidad busca su identidad al margen de su creador y está a punto de perderse por la maldad y la arrogancia. Parece como si la obra que había salido de las manos de Dios hubiera perdido su sentido. Los hermanos no se respetan, se matan y la humanidad se pervierte perdiendo su chispa divina. La "historia" o narración del diluvio, no obstante, pone como símbolo un "resto" que pueda garantizar un futuro mejor. Es evidente que la historia, nuestra historia, necesita ser siempre renovada. Eso es lo que buscan los hombres de todas las religiones y tendencias. Y eso es lo que se propone también con este tipo de discurso, producto de una mentalidad apocalíptica, que no es lo más característico de Jesús, sino más bien de una comunidad, como la de Mateo, en la que permanecen muchas concepciones del judaísmo.
III.3. Llamada, pues, a convertirse; llamada de recomenzar, porque siempre es posible "recomenzar" para el ser humano. Los animales u otros seres vivientes no pueden nunca "recomenzar", les es imposible, pero el ser humano sí. Esa es nuestra grandeza y nuestro reto. Es algo que Dios ha puesto en la entraña misma del ser humano que sacó de la nada, o de la tierra, si queremos usar el símil bíblico de Gn 2. Así sucedió en tiempos de Noé después del diluvio; así sucedió también en tiempos de Abrahán tras lo de la torre de Babel. Esto será todo lo mítico que queramos, pero es muy elocuente para desentrañar el sentido de estas palabras "escatológicas" del discurso que inaugura el Adviento. "Estad preparados", en el lenguaje apocalíptico, puede sonar a algo poco agradable; pero desde la lectura profética de la acción y las palabras de Jesús es una llamada exhortativa a vivir en concordia, en paz, en justicia. y en alegría. Es verdad que estas palabras no están presentes en esta parte del discurso mateano, pero si en el "espíritu" del Adviento. No se pueden cambiar, tienen que sonar como están escritas, pero debemos interiorizarlas con el talante de que podemos comenzar una etapa nueva, un momento nuevo, una actitud nueva. por la llegada del "Hijo del Hombre". El Hijo del hombre, en la interpretación cristiana es Jesús de Nazaret, el Señor, quien comenzó, de parte de Dios, una "historia" radicalmente nueva para que podamos vivir con dignidad en el temor o la confianza en Dios, sin miedo a ser destruidos, sino con discernimiento. Discernimiento de lo que no tiene sentido y de lo que hay que arrancar, si fuera posible de raíz; pero aún no siendo posible, siempre es maravilloso que se nos de la ocasión o la oportunidad, si queremos la terapia, para que nuestra historia personal no tenga por qué estar envejecida para siempre. Dios, el Dios de Jesús, siempre tendrá un proyecto de salvación con la humanidad.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
El Adviento coincide con un tiempo en que la Naturaleza se detiene y prepara desde lo oculto y lo interior para revitalizarse desde lo profundo. Progresivamente, bosques, campos y parques irán mostrando la belleza de la desnudez. Lo que aparenta estar inerte, está dormido y alentando en silencio una primavera. Adviento es tiempo de fortalecer y cuidar nuestras raíces.
Nuestra salvación está más cerca
Estrenamos Adviento, tiempo para “desatascarnos” de los agobios de la vida. Esto no significa desentendernos de los desafíos y problemas. Significa recordar la verdad de lo que somos y el sentido de lo que hacemos. Los problemas están ahí, pero mientras los gestionamos, podemos crecer y hacernos grandes frente a ellos. Podemos identificar los “boquetes abiertos” en la casa de nuestro espíritu y comportamiento para repararlos, evitando que nos roben el horizonte de futuro que alienta nuestras luchas: la fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu que conduce la historia. ¿Permanecemos atentos a lo que debilita nuestra confianza en Dios?
En la vida cotidiana, existe una inercia que no tiene porqué ser aburrida ni agobiante. Al ritmo de la liturgia propia del Adviento, podemos ir releyendo nuestra realidad y concretar en qué o en quién estamos poniendo realmente nuestra esperanza para que no se vea defraudada. La esperanza puesta en Jesucristo es tierra de donde extraer motivaciones profundas y fortaleza. Pero no siempre acertamos a poner la esperanza y a construir sobre esa roca que es el Señor. No está de más recordar que según aprendemos del Adviento, “la fuerza se realiza en la debilidad”, los cambios importantes nacen de lo profundo y desde “abajo”.
Vestíos del Señor Jesucristo
Al comienzo del Adviento la liturgia nos retrotrae a los tiempos de Noé, cuando las maldades de los hombres clamaban por sí solas al cielo y la mayor parte de la humanidad consumía sus días de espaldas a Dios. Los tiempos de Noé supusieron una especie de “segunda oportunidad”, de “nueva creación” y de “Alianza entre Dios y la humanidad”. Al estrenar año litúrgico la Iglesia nos devuelve a la imagen de las aguas que cubriendo la tierra borraban las maldades e injusticias. Es una imagen de las aguas del bautismo en las que fuimos revestidos de Cristo, puestos a salvo.
El día se echa encima
Adviento nos trae al presente los beneficios del futuro. Beneficios contagiosos y retroactivos. La paz mesiánica que esperamos en el futuro como don es una tarea en el presente. Al final de los días “de las espadas se forjarán arados y de las lanzas podaderas” pero no por arte de magia, sino con la implicación y el sacrifico de muchos para bien de todos. Y lo que no alcancemos el Señor lo pondrá gratis.
Con las armas de la luz
Podemos hacer mucho más de lo que pensamos “cada día” para fortalecer vidas y revitalizar esperanzas. Hay muchos nombres propios, cerca o lejos que cuentan con nuestra capacidad para contagiar fortaleza, mirar de frente la rutina y no desdeñar la esperanza. La luz que brilla en las tinieblas alumbra todo el tiempo de espera y esperanza que anuncia el Adviento. Cuando se encienda este domingo la primera vela de la corona de Adviento recordemos esta frase de Tolstoi: “Como una vela enciende otra vela y así se encuentran encendidas millares de velas, así un corazón enciende otro y así se encienden miles de corazones”.
Fray Xabier Gómez García
Real Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)
La estructura del año litúrgico responde a dos motivaciones: una, nuestra condición temporal, marcada por el paso de los días, de las semanas, de las estaciones, ritmos distintos dentro de un mismo proceso de desarrollo humano; otra, el misterio de Cristo, único, pero rico en contenidos múltiples que piden ser vividos de manera paulatina. Poder asimilar el mensaje y la vida de Jesús a lo largo del año, descubriendo sus resonancias en los diversos momentos y circunstancias que jalonan nuestra existencia cotidiana: he ahí el propósito de esta vivencia litúrgica recurrente, con su indudable valor pedagógico y su eficacia catequética.
Dentro de este marco del año litúrgico, el Adviento se presenta como un preludio introductorio del misterio de la venida del Hijo de Dios a nuestra historia humana, un preludio de la Navidad. Estamos tan acostumbrados a celebrarlo que ya no nos sorprende. Y, sin embargo, ese misterio ha supuesto una novedad tan radical que sólo podremos vivirlo con provecho si nos preparamos cuidadosamente para esa celebración. Es decir, si, por un lado, nos vemos necesitados de esa venida, si aceptamos que sólo gracias a ella podemos encontrar un camino cierto de felicidad; y si, por otro, nos dejamos enseñar por la Palabra de Dios, que nos instruye para que sepamos acoger la liberación que nos había prometido.
Este año seguiremos las lecturas bíblicas del ciclo A. El primer domingo nos exhorta a prepararnos, a no estar desprevenidos; el segundo, a convertirnos, a poner nuestra vida en sintonía con lo que se avecina; el tercero, a reconocer en ciertos acontecimientos los rasgos del reino de Dios; el cuarto, a recibir al Salvador que va a nacer. Y, ya en seguida, la Navidad: el cielo se reviste de pobreza, renace desde dentro la esperanza y el asombro se torna gratitud y compromiso.
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo de Caleruega
Convento de Santo Domingo de Caleruega
Introducción al primer Domingo de Adviento
Llega el Adviento, tiempo para revitalizar la esperanza. Este primer domingo el apóstol Pablo nos regala una clave para esa revitalización: la consciencia. “Daos cuenta del momento en que vivís. Ya es hora de espabilarse, porque nuestra salvación está más cerca”. ¿Caemos en la cuenta de lo que vivimos con una mirada positiva y esperanzadora?
Eduquemos una mirada que confirma y fortalece internamente. Una mirada a través de los ojos de Cristo que es luz, paz y discernimiento. Si permanecemos despiertos sabremos reconocer y leer el paso de Dios por la historia y por nuestras vidas.
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COMENTARIOS BÍBLICOS
Primera lectura: (Isaías 2,1-5)
Marco: Este fragmento se enmarca en un conjunto en el que se recogen oráculos sobre Judá e Israel (1,1-12,6). Corresponde a unos años difíciles para el reino de Judá, incluida la amenaza de invasión del reino y deposición del heredero de David. Contiene dos bloques más importantes: Denuncias y esperanzas (1,1-6,13); y el libro sobre el Enmanuel (7,1-12,6). El fragmento que proclamamos hoy es una vibrante y esperanzadora visión sobre Jerusalén centrada en esta afirmación: "Hacia El afluirán todas las naciones, vendrán pueblos numerosos...Venid subamos al monte del Señor". Todo está inspirado por la futura paz mesiánica. Seguramente está redactado en poesía que es la clave de lectura adecuada. Isaías es el profeta del Adviento.
Reflexiones:
1ª) ¡En las situaciones extremas Dios se hace solícitamente presente!
Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes. La expresión "al final de los días" es frecuente en la Escritura. En un clima de discurso de despedida leemos en el libro del Génesis: Jacob llamó a sus hijos y les dijo: Reuníos, que quiero deciros lo que será de vosotros en los días venideros (Gn 49,1); y en el libro del Deuteronomio: En medio de tu angustia, cuando te hayan sucedido estas cosas en los últimos días, te volverás al Señor tu Dios y escucharás su voz (Dt 4,30); y en el libro del profeta Jeremías: La ira del Señor no se retirará hasta que haya cumplido y realizado lo que el Señor había planeado. En aquellos días lo comprenderéis (Jr 30,24). No tiene necesariamente un sentido escatológico-mesiánico. Se refiere al final de un período futuro, cuya extensión es determinada frecuentemente por el contexto. Es evidente, no obstante, que es fraseología enfática es muy apropiada para aludir a la lejana época mesiánica e incluso a la escatológica. A partir de la situación extremadamente grave en que se encuentra el reino de Judá tanto por la falta de fe y de respuesta moral como por la amenaza de invasión por obra de Siria y del reino del norte, el profeta-poeta dirige la mirada a un futuro glorioso del reino. En momentos difíciles se hace más urgente reavivar la esperanza y el compromiso ético. La imagen de Jerusalén en la cima de los montes invita a creer en la seguridad y firmeza del proyecto de Dios sobre su pueblo y sobre el mundo. La esperanza cristiana tiene algunos rasgos específicos: que mira siempre hacia un bien, futuro, difícil pero posible porque se apoya en el poder de Dios. Este acontecimiento subraya el último aspecto de nuestra esperanza. Nunca fallará.
2ª) Jerusalén-Iglesia lugar de encuentro de todos los hombres porque poseen la Palabra de Dios que ilumina
Hacia él afluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. De Jerusalén saldrá la palabra del Señor. Para manifestar de manera tangible la gloria del templo de Jerusalén se deja a la imaginación de lector la composición del lugar: Jerusalén es situada sobre un vértice altísimo, obtenido gracias a la superposición de los diversos montes. Jerusalén y su templo (lugar de la presencia protectora de Dios) se convertirán en centro de la humanidad. Se trata de una idea universalista muy querida al libro de Isaías y otros profetas. En el así llamado apocalipsis de Isaías podemos leer algunos pensamientos: Se sonrojará la luna, se avergonzará el sol, porque el Señor todopoderoso reinará en Jerusalén, en el monte Sión, glorioso ante sus ancianos (24,23); con imágenes de gran valor evocador y narrativo afirma: El Señor todopoderoso preparará en este monte para todos los pueblos un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera, manjares exquisitos, vinos refinados (25,6). En el Segundo Isaías afirma el poeta profeta: No gritará, no alzará la voz, no voceará por las calles; no romperá la caña cascada ni apagará la mecha que se extingue. Proclamará fielmente la salvación, y no desfallecerá ni desmayará hasta implantarla en la tierra. Los pueblos lejanos anhelan su enseñanza (40,2ss). En el Tercer Isaías: Como el cielo nuevo y la tierra nueva que voy a crear, subsisten ante mí, oráculo del Señor, así subsistirán vuestra estirpe y vuestro nombre (66,22s). También en el libro de Jeremías en una sección dedicada a describir el nuevo pueblo de Dios se puede leer: Entonces llamarán a Jerusalén “Trono del Señor”; todas las naciones se reunirán en ella, en el nombre del Señor, y abandonarán los proyectos de su corazón obstinado (Jr 3,17). Finalmente, en el libro de Zacarías, obra posexílica de especial relieve e importancia, en un oráculo mesiánico se lee: Así dice el Señor todopoderoso. Todavía han de venir gentes y habitantes de ciudades populosas. Los habitantes de una ciudad irán a decir a los de la otra: “Vamos a invocar al Señor todopoderoso y a pedir su protección. Yo también voy contigo”. Y muchos pueblos y naciones poderosas vendrán a adorar al Señor todopoderoso en Jerusalén y a pedir su protección (Zac 8,20-22). Se dirige la mirada en doble dirección: hacia la promesa hecha a Abrahán (en ti serán benditas todas las naciones) y hacia la realidad de la humanidad: necesitada de la luz de la palabra de Dios. Con el Adviento se nos invita a dirigir la mirada a la Vuelta gloriosa del Señor. Toda la humanidad ha de participar en la esperanza de Israel y de la Iglesia. Todas la naciones buscan "los caminos y los senderos" del Señor, es decir, su Palabra que los ilumina, como lo indica el propio profeta. Esta Palabra es la manifestación de la voluntad salvífica de Dios. Afirma San Jerónimo: "la Iglesia, fundada originalmente en Jerusalén, dio origen a las iglesias de todo el mundo".
3ª) Es necesario experimentar y proclamar que el Dios cristiano es de todos y para todos
Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. Dios aparece y es reconocido como el árbitro inapelable para todos los pueblos. El proyecto de Dios es universal. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Por caminos diversos quiere conducir la historia de su pueblo y la historia de la humanidad porque sólo en el encuentro con El está la salvación. Por caminos diversos pero hacia la misma meta. En la paz mesiánica todo armamento será inútil. Es necesario que los creyentes proclamemos ante el mundo esta carácter universal de proyecto de Dios y el carácter liberador de su proyecto. Adviento es una gran oportunidad para la renovación en la Iglesia de su conciencia universal a todos los niveles: geográfico, étnico, cultural, social, económico y religioso. La Iglesia es un signo de salvación para los hombres: No te ruego solamente por ellos, sino también por todos los que, creerán en mí por medio de su palabra. Te pido que todos sean uno. Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado... Para que lleguen a la unión perfecta, y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado (Jn 17,20-22). El Adviento es, a la vez, esperanza y compromiso. El fragmento de Isaías abre muy adecuadamente el comienzo de la celebración litúrgica del Adviento porque recoge muy bien la honda significación teológica del mismo. Nos invita a dirigir la mirada hacia el futuro con el compromiso de reconducir el presente. El futuro es contemplado como una realidad a la que todos tenemos acceso y podremos participar en él. El profeta recurre reiteradamente a la imagen del "camino" y del "caminar". Porque el Adviento, tiempo abierto, pone en marcha a la Iglesia y ofrece al mundo un futuro que responde a las urgencias más profundas de la humanidad.
Segunda lectura: (Rm 13,11-14)
Marco: El fragmento de la carta a los Romanos corresponde a la parte parenética de la carta. Es costumbre que Pablo en sus cartas trate dos grandes temas: uno en el que el acento recae más bien en lo doctrinal y otro en el compromiso práctico. Este segundo tema suele ser deducción del primero y fundado en el primero. El fundamento del compromiso cristiano siempre es de carácter cristológico. Pablo ha afrontado en los capítulos 1-11 de la carta el grave y fundamen¬tal problema de la justificación por fe que se recibe como don absolutamente gratuito de parte de Dios. Situación de los judíos y de los paganos ante Dios y ante la salvación. En la carta a los Romanos lo expone de manera magistral y más completo que en ninguna otra carta. Precisamente en ese conjunto doctrinal aborda el tema de la esperanza fundada en la eficacia del amor gratuito de Dios que es sellado con el don escatológico del Espíritu.
Reflexiones
1ª) ¡El cristiano ha de estar siempre despierto!
Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de espabi¬larse, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. Pablo deduce una de sus consecuencias fundamentales: si las cosas han sucedido así es necesario que tomemos en serio la respuesta a la esperanza cristiana. Esta es exigente en cuanto a la respuesta se refiere. El cristiano está siempre "en camino" y debe adoptar una actitud de exigente vigilancia. El creyente no es ciudadano de este mundo y es ciudadano de este mundo. Se le advierte que ha de vivir intensamente la realidad presenta, con plena responsabilidad, pero no debe olvidar su carácter de peregrino hacia otra patria definitiva. Este equilibrio que imprime la auténtica y madura fe cristianan hay que conservarlo siempre vigilante. El creyente no puede entretenerse en la ciudad terrena, pero debe asumir la tarea de la construcción de l reino con todas fuerzas. La esencia de la esperanza requiere esta actitud, pero siempre abierta a un futuro glorioso y seguro. El Maestro nos aconsejó: sed astutos como las serpientes y sencillos como las palomas.
2ª) ¡En marcha solo con lo imprescindible porque al camino es difícil, largo, costoso, pero admirable!
La noche está avanzada, el día se echa encima...pertrechémonos con las armas de la luz. En una visión escatológica que subyace a estos textos, afirmar que la noche está avanzada quiere decir que la realidad salvadora está presente para siempre y que la meta es firme y segura. El hombre ya no camina a tientas y como en la noche, porque con la venida de Jesús se ha abierto el definitivo camino que conduce con toda seguridad a la meta deseada. La noche es símbolo de precariedad, de inseguridad, de debilidad y de riesgo. Por otra parte, en la escritura simboliza el alejamiento de Dios que es luz y, como consecuencia, se convierte en símbolo de inmoralidad y discomunión. El día, por el contrario, según la escritura es símbolo, por estar guiada por la luz, de certeza, seguridad, credibilidad. Aunque el camino sigue siendo largo y vosotros, ya es posible realizar ese itinerario bien pertrechados con las armas de la luz. Cristo camina en medio de los discípulos que le siguen: Os aseguro que si dos de vosotros se pone de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, la obtendrán de mi Padre celestial. Porque donde están dos o tres reunidos en nombre, allí estoy en medio de ellos (Mt 18,19s). Acaso el pensamiento central pudiera sintetizarse en estas expresiones paulinas: El creyente ha de actuar de tal manera como si todo dependiera de su esfuerzo (plena responsabilidad temporal que urge una fe y una esperanza madura) y como si todo dependiera exclusivamente del poder de Dios, es necesario vivir intensamente el hoy de Dios.
Evangelio: (Mt 24,37-44)
Marco: El fragmento elegido para este domingo forma parte del así llamado discurso escatológico. Este discurso está construido conforme a un género literario peculiar. Sabemos que la apocalíptica había sido desarrollada fuertemente en una corriente del judaísmo más bien periférico. Tenían su propia comprensión de la esperanza mesiánica centrada, sobre todo, en la figura daniélica del Hijo del hombre que viene sobre las nubes del cielo para juzgar a la humanidad. La apocalíptica surge en momentos difíciles, que requieren la máxima atención, disponibilidad, esfuerzo y esperanza. En momentos de persecución.
Reflexiones
1ª) La pedagogía de la historia para enseñar y apuntalar la esperanza
Lo que pasó en tiempos de Moisés, pasará cuando venga el Hijo del hombre. Sobre el esquema apocalíptico, Jesús y los evangelistas intentaron hablar del futuro. Pero no interpretaríamos correctamente este capítulo si nos dejamos guiar excesivamente por la imaginación y por el montaje representativo que lo acompaña. Son sólo imágenes propias de ese género literario. El fondo de la cuestión no está en el temor sobrecogedor de tales signos y acontecimientos. Todo el discurso escatológico orienta nuestra mente a la vigilancia, a la esperanza, a la tarea cotidiana vivida y mantenida en la perseverancia y realizada con la orientación de esta esperanza. El centro es la esperanza en un fin glorioso que Dios tiene preparado para los hombres y que se realizará a pesar de todas las oposiciones, persecuciones y dificultades. El mejor desarrollo de este discurso sería el Libro del Apocalipsis que es fundamentalmente un testimonio en favor del Cristo glorioso que, pasando por la muerte, ha resucitado y está sentado a la derecha del Padre. Se proclama con fuerza que Jesús es la esperanza de su Iglesia envuelta en la relajación y en las persecuciones. Siempre es posible seguir adelante. Nuestro mundo clama y anhela, incluso sin ser consciente de ello, de personas convencidas y coherentes con su esperanza y sus convicciones. El mundo actual en lo cotidiano y en las grandes empresas sigue necesitando de Jesús y de sus discípulos animados por una gran esperanza.
2ª) ¡Estad despiertos en todo momento pero sin ansiedad ni angustia!
Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Se trata de tomar en serio el "hoy" de Dios, el presente salvífico que Dios ofrece a los hombres. Abierto ciertamente a un futuro que llegará con toda seguridad, pero que será más tarde. En el entretanto es imprescindible la vigilancia. La esperanza cristiana no nos exime del compromiso diario al lado de los hombres nuestros hermanos. Precisamente por la confianza en la certeza del fin glorioso el cristiano toma con toda seriedad el presente de que dispone. Pero no debe dejarse arrastrar por la ansiedad. Estamos viviendo una etapa de la historia singular. Por todas partes surgen brotes escatologistas, milenaristas que amenazan con cataclismos. estos movimientos son el polo opuesto a la esperanza cristiana porque atenazan, mutilan los anhelos de la construcción del reino de Dios ya en este mundo por preparación, etapa previa, primicia. No os dejéis arrastrar por esos mensajes catastrofistas. Los cristianos no podemos ni debemos hacer cábalas y combinaciones numéricas. El Señor volverá con toda seguridad. Pero ya nos advirtió que no sabemos ni el día ni la hora. Este espacio de tiempo es para la vigilancia y para el compromiso por establecer, reino de Dios en Cristo Jesús con todos los hermanos los hombres.
Estad también vosotros preparados para cuando venga el Hijo del hombre. Hay que reconocer que la pedagogía de Jesús era excelente, creadora de personas recias. Una y otra verdad nos advierte de que no debemos perder el tiempo en asuntos marginales. Nos ha conducido al corazón humano en su más limpia profundidad. Sabe muy bien qué es lo que el hombre necesita en su íntima profundidad: el encuentro de la realización plena en una felicidad inmarcesible en una comunión entrañable. Para ello hay que estar preparados siempre y en camino. La mirada fija en el objetivo central. Esa tensión robustece el camino; poda lo accesorio; explota los dones recibidos para la realización de la tarea. La tensa espera de algo importante aviva la vigilancia. Es necesario descubrir que la vuelta del Hijo del hombre es la respuesta definitiva a los anhelos de la humanidad. Es necesario anunciar al mundo que Jesús da sentido definitivo a la existencia humana.
Fray Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo de Torrent (Valencia)
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Este comentario está incluido en el libro: La Palabra fuente de vida. Ciclo A. Editorial San Esteban, Salamanca 2004.
Comentario de fr. Miguel de Burgos O.P.
Iª Lectura. Isaías (2,1-5): De las espadas, arados; de las lanzas, podaderas
I.1. En este Primer Domingo de Adviento, todo impresiona; no obstante, esta lectura del Profeta Isaías es uno de los oráculos más característicos del gran maestro del siglo VIII a. C. Isaías era un hombre de Jerusalén, de familia acomodada, sacerdotal quizás, de cultura refinada. Su pasión por Jerusalén es, en el fondo, una pasión por Dios; el Dios que se adora en el templo. Cuando el profeta habla del templo, de los sacrificios, de las ofrendas. entiende que eso ante Dios no vale apenas nada.¡Y eso que no era un irreverente, y su vocación la describe en el templo (Is 6)!. Pero Isaías no está convencido que sus paisanos hayan entendido adecuadamente la presencia de Dios en Sión. Su oráculo es muy parecido al de su contemporáneo Miqueas (cf. 4,1-3). Para el profeta, Jerusalén debe ser la ciudad de la paz, de la justicia. De esa forma sí acontece una presencia viva de Dios en Sión y en cualquier parte del mundo. De sus resortes culturales hará una profecía crítica contra Jerusalén y contra los dirigentes políticos y los responsables religiosos. Y por eso nos habla (sueña más bien) de una Jerusalén que debe ser sabia: la que se atreva a hacer de las espadas arados y de las lanzas podaderas. Esta opción por la paz y no por la guerra es, para el profeta, una opción divina ¡no hay duda!
I.2. Probablemente éste era un cántico que circulaba en ambientes de la escuela de Isaías (o de algún círculo profético desconocido ahora para nosotros) y que ha venido a ser santo y seña de este hombre que representa la edad de oro del profetismo. Jerusalén no será la ciudad de Dios y de su presencia, sin justicia y paz, los bienes más anhelados de la humanidad. Y éste sigue siendo el reto de la Jerusalén actual. Esta lectura, pues, de Isaías, es una portada extraordinaria, la más adecuada sin duda, para comenzar este Adviento: porque en el mundo de hoy, nacionalismos, fundamentalismos religiosos, xenofobias y rencores, anidan y reverdecen en los corazones de los hombres, ¡y eso que estamos en el tercer milenio! No es posible que dejemos de sentir y de anhelar que necesitamos rehacer esta "historia" de aquí, como algo nuevo y profético. Es eso lo que cambiará el mundo ya no de espadas y lanzas, sino de cañones y tecnología maldita a punto para aniquilar a los pueblos y a la misma humanidad.
IIª Lectura: Romanos (13,11-14): Llenarse del evangelio, llenarse de Cristo
II.1. Dentro de la sección parenética o exhortativa de la carta a los Romanos (12,1-15,13) no podía faltar un apunte sustancial a la dimensión escatológica de la vida cristiana, poniendo en guardia sobre la espera del día del Señor que fue algo imprescindible en la experiencia de la salvación de Dios. El apóstol describe en antítesis lo que se vive en este mundo y lo que debe ser el anhelo y la esperanza de los que, sintiendo la salvación de Dios en Cristo, todavía deben hacer historia en este mundo. Con las metáforas de contraste entre la noche y el día o entre la luz y las tinieblas, se expresan esas radicalidades escatológicas. ¿Qué hay que hacer? El apóstol lo expresa con una imagen sin precedentes: "revestirse del Señor Jesús" (13,14). No es algo insustancial o externo como pudiera parecer. Más bien es colmar nuestra interioridad de la vida del Señor Jesús. Así se debe vivir en la historia.
II.2. El texto, pues, es una llamada de Pablo a salir de la vida sin sentido que vivimos tantas veces. Diríamos que las armas de la luz, en este caso, son la justicia y la paz. Y revestirse del Señor Jesús es vivir en el proyecto del evangelio. La carta más importante de Pablo, por muchos motivos, nos ofrece los elementos éticos de la vida cristiana. Pero no es solamente una exhortación moralizante, sino una invitación a una vida más radicalmente cristiana (revestirse de Cristo es toda una expresión teológica): cambiar de rumbo en la existencia, de planteamientos. Pablo pretende que los más fuertes de la comunidad busquen un tipo de experiencia que solamente encuentra su razón de ser en Jesús, es decir, en su evangelio. No olvidemos que éstas fueron las palabras que leyó San Agustín, cuando tomó el libro que había en la casa, en el que se había fijado Ponticiano, el narrador de la vida eremítica de Antonio en el desierto; pero Agustín y Alipio todavía seguían planteándose muchas cosas y buscaban.; el libro en cuestión no versaba sobre retórica o gramática. Finalmente Agustín escuchó esas voces misteriosas que decían "toma y lee". Era exactamente el texto de nuestra carta con las palabras de Pablo "revestíos del Señor Jesús". Son palabras que bien merecen una conversión. Ni la retórica ni los cultos mistéricos pudieron llenar su corazón. Fue Cristo Jesús, en esa experiencia de "interioridad", quien cambió una vida sin sentido.
Evangelio: Mateo (24,37-44): Vigilancia y discernimiento
III.1. El evangelio del día (en el ciclo de Mateo que comienza hoy) nos ofrece un pasaje del último discurso de este evangelista, de los cinco que estructuran su obra (5-7; 10; 13; 18; 24-25), que en realidad es el equivalente de Mc 13, conocido como discurso apocalíptico. De alguna manera se quiere hacer una unión con el penúltimo domingo del año litúrgico. Y es que el Adviento parte de la experiencia de una historia gastada, agotada, y apunta a una esperanza nueva e inaudita: la esperanza de un salvador que traiga luz, justicia y paz a los hombres. Un juicio sobre nuestras acciones, un discernimiento más bien, es algo que está presente en la proclamación profética y que cobra tintes más dramáticos en los profetas de tendencia apocalíptica. Este mundo, piensan, no puede seguir así y Dios tiene que tomar las riendas de la historia humana, como en el tiempo de Noé y el diluvio. Sobre esta comparación está montada la parte del discurso que quiere trasmitir a los cristianos, en nombre de palabras de Jesús, la necesidad de la "vigilancia".
III.2. En la prehistoria de Israel, el diluvio universal es todo un mito simbólico que prepara adecuadamente la aparición de un tiempo nuevo: la llamada de Abrahán, el padre del pueblo, el creyente que confía en Dios. Los once primeros capítulos del Génesis narran cómo la humanidad busca su identidad al margen de su creador y está a punto de perderse por la maldad y la arrogancia. Parece como si la obra que había salido de las manos de Dios hubiera perdido su sentido. Los hermanos no se respetan, se matan y la humanidad se pervierte perdiendo su chispa divina. La "historia" o narración del diluvio, no obstante, pone como símbolo un "resto" que pueda garantizar un futuro mejor. Es evidente que la historia, nuestra historia, necesita ser siempre renovada. Eso es lo que buscan los hombres de todas las religiones y tendencias. Y eso es lo que se propone también con este tipo de discurso, producto de una mentalidad apocalíptica, que no es lo más característico de Jesús, sino más bien de una comunidad, como la de Mateo, en la que permanecen muchas concepciones del judaísmo.
III.3. Llamada, pues, a convertirse; llamada de recomenzar, porque siempre es posible "recomenzar" para el ser humano. Los animales u otros seres vivientes no pueden nunca "recomenzar", les es imposible, pero el ser humano sí. Esa es nuestra grandeza y nuestro reto. Es algo que Dios ha puesto en la entraña misma del ser humano que sacó de la nada, o de la tierra, si queremos usar el símil bíblico de Gn 2. Así sucedió en tiempos de Noé después del diluvio; así sucedió también en tiempos de Abrahán tras lo de la torre de Babel. Esto será todo lo mítico que queramos, pero es muy elocuente para desentrañar el sentido de estas palabras "escatológicas" del discurso que inaugura el Adviento. "Estad preparados", en el lenguaje apocalíptico, puede sonar a algo poco agradable; pero desde la lectura profética de la acción y las palabras de Jesús es una llamada exhortativa a vivir en concordia, en paz, en justicia. y en alegría. Es verdad que estas palabras no están presentes en esta parte del discurso mateano, pero si en el "espíritu" del Adviento. No se pueden cambiar, tienen que sonar como están escritas, pero debemos interiorizarlas con el talante de que podemos comenzar una etapa nueva, un momento nuevo, una actitud nueva. por la llegada del "Hijo del Hombre". El Hijo del hombre, en la interpretación cristiana es Jesús de Nazaret, el Señor, quien comenzó, de parte de Dios, una "historia" radicalmente nueva para que podamos vivir con dignidad en el temor o la confianza en Dios, sin miedo a ser destruidos, sino con discernimiento. Discernimiento de lo que no tiene sentido y de lo que hay que arrancar, si fuera posible de raíz; pero aún no siendo posible, siempre es maravilloso que se nos de la ocasión o la oportunidad, si queremos la terapia, para que nuestra historia personal no tenga por qué estar envejecida para siempre. Dios, el Dios de Jesús, siempre tendrá un proyecto de salvación con la humanidad.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
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PAUTAS PARA LA HOMILÍA
PAUTAS PARA LA HOMILÍA
El Adviento coincide con un tiempo en que la Naturaleza se detiene y prepara desde lo oculto y lo interior para revitalizarse desde lo profundo. Progresivamente, bosques, campos y parques irán mostrando la belleza de la desnudez. Lo que aparenta estar inerte, está dormido y alentando en silencio una primavera. Adviento es tiempo de fortalecer y cuidar nuestras raíces.
Nuestra salvación está más cerca
Estrenamos Adviento, tiempo para “desatascarnos” de los agobios de la vida. Esto no significa desentendernos de los desafíos y problemas. Significa recordar la verdad de lo que somos y el sentido de lo que hacemos. Los problemas están ahí, pero mientras los gestionamos, podemos crecer y hacernos grandes frente a ellos. Podemos identificar los “boquetes abiertos” en la casa de nuestro espíritu y comportamiento para repararlos, evitando que nos roben el horizonte de futuro que alienta nuestras luchas: la fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu que conduce la historia. ¿Permanecemos atentos a lo que debilita nuestra confianza en Dios?
En la vida cotidiana, existe una inercia que no tiene porqué ser aburrida ni agobiante. Al ritmo de la liturgia propia del Adviento, podemos ir releyendo nuestra realidad y concretar en qué o en quién estamos poniendo realmente nuestra esperanza para que no se vea defraudada. La esperanza puesta en Jesucristo es tierra de donde extraer motivaciones profundas y fortaleza. Pero no siempre acertamos a poner la esperanza y a construir sobre esa roca que es el Señor. No está de más recordar que según aprendemos del Adviento, “la fuerza se realiza en la debilidad”, los cambios importantes nacen de lo profundo y desde “abajo”.
Vestíos del Señor Jesucristo
Al comienzo del Adviento la liturgia nos retrotrae a los tiempos de Noé, cuando las maldades de los hombres clamaban por sí solas al cielo y la mayor parte de la humanidad consumía sus días de espaldas a Dios. Los tiempos de Noé supusieron una especie de “segunda oportunidad”, de “nueva creación” y de “Alianza entre Dios y la humanidad”. Al estrenar año litúrgico la Iglesia nos devuelve a la imagen de las aguas que cubriendo la tierra borraban las maldades e injusticias. Es una imagen de las aguas del bautismo en las que fuimos revestidos de Cristo, puestos a salvo.
El día se echa encima
Adviento nos trae al presente los beneficios del futuro. Beneficios contagiosos y retroactivos. La paz mesiánica que esperamos en el futuro como don es una tarea en el presente. Al final de los días “de las espadas se forjarán arados y de las lanzas podaderas” pero no por arte de magia, sino con la implicación y el sacrifico de muchos para bien de todos. Y lo que no alcancemos el Señor lo pondrá gratis.
Con las armas de la luz
Podemos hacer mucho más de lo que pensamos “cada día” para fortalecer vidas y revitalizar esperanzas. Hay muchos nombres propios, cerca o lejos que cuentan con nuestra capacidad para contagiar fortaleza, mirar de frente la rutina y no desdeñar la esperanza. La luz que brilla en las tinieblas alumbra todo el tiempo de espera y esperanza que anuncia el Adviento. Cuando se encienda este domingo la primera vela de la corona de Adviento recordemos esta frase de Tolstoi: “Como una vela enciende otra vela y así se encuentran encendidas millares de velas, así un corazón enciende otro y así se encienden miles de corazones”.
Fray Xabier Gómez García
Real Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)
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