Es fácil resumir el mensaje de Jesús: Dios no es un ser indiferente y lejano, que se mueve en su mundo desconocido, interesado sólo por su honor y sus derechos. Es alguien que busca para todos lo mejor. Su fuerza salvadora está actuando en lo más hondo de la vida. Sólo quiere la colaboración de sus criaturas para conducir el mundo a su plenitud: «El reino de Dios está cerca. Cambiad».
Pero, ¿qué es colaborar en el proyecto de Dios?, ¿en qué hay que cambiar? La llamada de Jesús no se dirige sólo a los «pecadores» para que abandonen su conducta y se parezcan un poco más a los que ya observan la Ley de Dios. No es lo que le preocupa. Jesús se dirige a todos, pues todos tienen que aprender a mirar la vida y a actuar de manera diferente. Su objetivo no es que en Israel se viva una religión más fiel a Dios, sino que sus seguidores introduzcan en el mundo una nueva dinámica: la que responde al proyecto de Dios. Señalaré los puntos clave.
Primero. La compasión ha de ser siempre el principio de actuación. Hay que introducir en el mundo compasión hacia los que sufren: «Sed compasivos como es vuestro Padre». Sobran las grandes palabras que hablan de justicia, igualdad o democracia. Sin compasión hacia los últimos no son nada. Sin ayuda práctica a los desgraciados de la tierra no hay progreso humano.
Segundo. La dignidad de los últimos ha de ser la primera meta. «Los últimos serán los primeros». Hay que imprimir a la historia una nueva dirección. Hay que poner a la cultura, a la economía, a las democracias y a las iglesias mirando hacia los que no pueden vivir de manera digna.
Tercero. Hay que impulsar un proceso de curación que libere a la humanidad de todo lo que la destruye y degrada. «Id y curad». Jesús no encontró un lenguaje mejor. Lo decisivo es curar, aliviar el sufrimiento, sanear la vida, construir una convivencia orientada hacia el máximo de felicidad para todos.
Esta es la herencia de Jesús. Nunca en ninguna parte se construirá la vida tal como la quiere Dios, si no es liberando a los últimos de su humillación y sufrimiento. Nunca será bendecida por Dios ninguna religión si no busca justicia para ellos.
Pero, ¿qué es colaborar en el proyecto de Dios?, ¿en qué hay que cambiar? La llamada de Jesús no se dirige sólo a los «pecadores» para que abandonen su conducta y se parezcan un poco más a los que ya observan la Ley de Dios. No es lo que le preocupa. Jesús se dirige a todos, pues todos tienen que aprender a mirar la vida y a actuar de manera diferente. Su objetivo no es que en Israel se viva una religión más fiel a Dios, sino que sus seguidores introduzcan en el mundo una nueva dinámica: la que responde al proyecto de Dios. Señalaré los puntos clave.
Primero. La compasión ha de ser siempre el principio de actuación. Hay que introducir en el mundo compasión hacia los que sufren: «Sed compasivos como es vuestro Padre». Sobran las grandes palabras que hablan de justicia, igualdad o democracia. Sin compasión hacia los últimos no son nada. Sin ayuda práctica a los desgraciados de la tierra no hay progreso humano.
Segundo. La dignidad de los últimos ha de ser la primera meta. «Los últimos serán los primeros». Hay que imprimir a la historia una nueva dirección. Hay que poner a la cultura, a la economía, a las democracias y a las iglesias mirando hacia los que no pueden vivir de manera digna.
Tercero. Hay que impulsar un proceso de curación que libere a la humanidad de todo lo que la destruye y degrada. «Id y curad». Jesús no encontró un lenguaje mejor. Lo decisivo es curar, aliviar el sufrimiento, sanear la vida, construir una convivencia orientada hacia el máximo de felicidad para todos.
Esta es la herencia de Jesús. Nunca en ninguna parte se construirá la vida tal como la quiere Dios, si no es liberando a los últimos de su humillación y sufrimiento. Nunca será bendecida por Dios ninguna religión si no busca justicia para ellos.
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