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sábado, 29 de enero de 2011

IV Domingo del T.O. (Mt 5,1-12a) - Ciclo A: LA SABIDURÍA DE JESÚS



Lucas sitúa las Bienaventuranzas en un llano. Mateo las coloca en un monte. Estas pequeñas señales nos indican muy bien la mentalidad de los evangelistas. Dónde, cuándo y cómo se dijo esto, no les importa demasiado, y más bien utilizan todo esto para ambientar, para dejar más claro el significado.

Sabemos también que todo "El Sermón del Monte" de Mateo y "el Sermón del llano" de Lucas, son colecciones de dichos de Jesús, que fueron usadas como catequesis en las comunidades y reunidas en un solo tiempo y lugar por los autores de cada evangelio.

Para Mateo, desde "el monte" se proclama la Nueva Ley, como desde el Sinaí se proclamó la antigua. La Nueva Ley es "la mentalidad de Jesús", la sabiduría de Jesús. Esta mentalidad es la que "convierte" la vida del hombre en otra cosa, la que salva la vida del hombre.

"Convertíos" era el mensaje del domingo anterior. Hoy se nos dice en qué consiste la conversión: "cambiad vuestra mente, vuestros criterios, por los de Jesús".

Y sin embargo, la expresión “Nueva Ley” es peligrosa: las bienaventuranzas no son un Código de Leyes. No han faltado autores que les han dado interpretaciones legales. Algunos quisieron ver en estas expresiones un código increíblemente exigente: si la Antigua Ley pedía pureza, la Nueva, mil veces más. Con ello, el seguimiento de Jesús se convertía en patrimonio de reducidos núcleos de santos, capaces de una perfección impensable para la mayoría.

Una interpretación de inspiración luterana ha sido la llamada de “el precepto imposible”. Jesús sabe bien que estos mandatos están por encima de nuestras fuerzas. Los proclama para que tengamos conciencia de nuestra condición de pecadores, para que comprendamos que nada hay en nosotros más que miseria y debilidad.

Ninguna de estas interpretaciones es coherente con el mensaje global de Jesús. Nunca proclamó Jesús la buena Noticia a grupitos de élite, sino al pueblo, a la gente. Nunca la Buena Noticia fue un fardo de preceptos para humillar a sus seguidores. Todas estas interpretaciones son una buena muestra de cómo algunos llevan el evangelio a donde ellos quieren, y lo utilizan como arma de demostración de sus propias ideas, prescindiendo de todo contexto, forzando los textos a su conveniencia.

Las Bienaventuranzas no son un código de Leyes; no se trata de que haya que cumplir esto. Se trata de una revelación. Jesús ha exclamado:

"¡Cuánto más felices seríais si no estuvierais apegados al dinero ni al placer, si aprendierais a sufrir y a perdonar, si fuerais más limpios de corazón, si trabajarais por la paz y la justicia!... Y si todo eso os lleva a ser mal mirados o perseguidos, más felices todavía!".

Jesús piensa que poseer es peligroso, porque nos posee. Jesús piensa que ante Dios somos pobres, y nos llama dichosos si nos damos cuenta de estas dos cosas.

Jesús piensa que la mansedumbre, (¿la no-violencia, diríamos hoy?) es la verdadera fuerza.

Jesús piensa que el placer, la felicidad del mundo puede ser un engaño, y sabe que el dolor tiene fin, que el final es el consuelo.

Jesús piensa que los satisfechos de la vida, los que no se rebelan ante el mal y la injusticia, son unos desgraciados, mientras que son dichosos los que tienen sensibilidad para rebelarse ante el mal.

Jesús sabe que lo humano es el perdón, porque sabe que así es Dios.
Jesús piensa que los limpios de corazón, los que no piensan mal, son dichosos, tienen los ojos de Dios, saben que el bien es más fuerte que el mal.

Jesús piensa que es bueno trabajar por la paz, e incluso sufrir y ser perseguidos por trabajar por la justicia, porque esa ha sido siempre la "señal de los profetas", porque el Reino de Dios suele ser rechazado.

Esta es la mente de Jesús. Todo lo que tenemos que hacer es examinar nuestra mente, ver si pensamos lo mismo que El… para ser más felices. Y El no se equivoca.


Conectando con la lectura de todo el texto de Corintios, no predicamos la "sabiduría de este mundo". Los griegos presumen de su filosofía; los judíos piden milagros. Nosotros ofrecemos sólo la sabiduría de Jesús, la que le llevó a la cruz.

La Sabiduría de Jesús es saber para qué se vive.

La Sabiduría de Jesús es conocer a Dios, Abbá.

La Sabiduría de Jesús consiste en cambiar de criterios sobre Dios, cambiar de valores en la vida, vivir para salvar, no esperar felicidad más que al final y con todos...

La Sabiduría de Jesús es conocerse: saber que nos atrae el mal y nos deslumbran cosas sin valor, que necesitamos de Dios para saber qué es el Bien y el Mal y para tener fuerza para elegir correctamente. La Sabiduría de Jesús es preferir la vida dura, austera, trabajando por la justicia, no juzgando a nadie, aceptando el sufrimiento del camino....

La Sabiduría de Jesús es hacer la voluntad del que le envió. La Sabiduría del cristiano es ponerse a ser salvador, porque esa es la voluntad del Padre.

Y salvando se salva uno. Buscando la vida la pierdes; entregándola a salvar, la salvas. La Sabiduría de Jesús sabe que la vida se realiza entregándola, no cultivándola para uno mismo.

Esta Sabiduría se oculta muchas veces a los sabios y los poderosos. Y Dios se la regala a los sencillos, a los pobres. Jesús sospecha del poder y del dinero: impiden la Sabiduría. Jesús prefiere la dificultad y la pobreza, sabe que todo esto lo entienden los limpios de corazón, los que están hambrientos de justicia, los que pelean por la paz y son perseguidos por "la otra sabiduría", la del bienestar y el poder.

Esta es la sabiduría de "el resto de Israel", de los pobres de Yahvé, de los sencillos, de los que esperan todo de Dios.

La aplicación de esto a la Iglesia es evidente. Desde luego, la noción de pobreza y servicio contrapuesta a la noción de poder triunfal. La presencia de Dios en la iglesia no es deslumbrante, para que todos los pueblos queden sometidos a ese poder y lo veneren. Es discreta, destinada a servir, a ser una fuerza liberadora del mal.

Y no es la Iglesia oficial la que representa "el resto de Israel". Hay en la Iglesia de todo, como en Israel. Hay un "pueblo interior", atento a la Palabra, deseoso de servir y ser liberado, que aborrece el esplendor externo y las pretensiones de poder, y que no tiene influencia ni brillo alguno incluso dentro de la misma Iglesia. Este "resto de Israel" puede estar fuera de Israel, en todos los hombres y mujeres de buena voluntad en los que alienta El Espíritu, y son así.

Esta Sabiduría no es obra de ricos, de poderosos, de sabios. Jesús se alegra de corazón de que esta Sabiduría sea cosa de gente sencilla, que entiende a Dios mejor, que es capaz de más austeridad, de más solidaridad, capaz de con-padecer y de con-partir. El Resto de Israel ha estado siempre fuera de la élite del poder y del saber. Quizá por esto repite tantas veces Jesús que los primeros son los últimos y los últimos los primeros.

Así, las Bienaventuranzas se convierten en un Juicio. Dichosos los que son así, porque juzgan bien, son sabios, están en la Verdad, van por el buen camino. Dichosos los que son así, porque Jesús era así.

"Convertirse" por tanto significa ir cambiando, "volverse así, poco a poco", ir valorando, entendiendo la vida... como Jesús. Porque Él es nuestra Sabiduría, que para muchos puede ser escándalo o locura. No predicamos la "sabiduría de este mundo". Los griegos presumen de su filosofía; los judíos piden milagros. Nosotros ofrecemos sólo la sabiduría de Jesús, la que le llevó a la cruz.




Traducción libre y actualizada de las Bienaventuranzas


Cuánto más felices seríais si no necesitarais tantas cosas

Cuánto más felices seríais si vuestro corazón no fuera violento

Cuánto más felices seríais si aprendierais a sufrir

Cuánto más felices seríais si vuestro corazón fuera transparente

Cuánto más felices serías si fueseis sembradores de paz

Cuánto más felices serías si trabajarais por un mundo justo

Y si os persiguen y tenéis que sufrir por todo eso,
¡más felices todavía!”




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