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lunes, 31 de enero de 2011

Nadie es dueño de nadie

Bajo ningún pretexto nadie puede proclamarse dueño de otra persona. Ni por su saber, ni por su posición social, ni por tener mucho dinero. En ocasiones, las personas se ha visto obligadas por su situación de pobreza material o espiritual a ponerse a disposición de aquellos que los esclavizan, pero Dios nos ha creado libres y nos quiere libres. Liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, que gemía bajo el yugo de la opresión. Cristo nos liberó del pecado y de la muerte con su muerte y resurrección.
¿Con qué derecho uno puede declararse superior a otro por ser más listo, más rico que su semejante? Dios es Padre de todos y se inclina hacia los más desfavorecidos, hacia aquellos que no tienen quien los defienda. La Escritura lo dice claramente: “Si alguno de tus compatriotas hebreos, sea hombre o mujer, se vende a ti como esclavo, sólo te servirá seis años; al séptimo año lo dejarás en libertad” (Dt 15,12).
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y a dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Is 61, 1). Estas palabras del profeta Isaías, Jesús las recogió en su discurso programático de la sinagoga de Nazaret. Él venia para liberar al hombre de toda esclavitud.
San Pablo en la carta a Filemón, todo y que se siente libre para mandar a este discípulo suyo, que acepte al esclavo que huyó de su poder, no se impone sino que le ruega en nombre de la caridad que lo vuelva a aceptar, pero no ya como esclavo sino, como si lo recibiera a él mismo.
Solamente Dios se puede levantar como dueño y Señor del hombre y de toda la creación. El salmo 8, de una gran belleza, exalta la grandeza del hombre y a Dios como dueño y Señor de todo: “Señor dueño nuestro que admirable es tu nombre por toda la tierra. ¿Qué es el hombre para que tu te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Lo hiciste un poco inferior a los ángeles lo coronaste de gloria y dignidad”.
Sí, con razón, el salmista puede declarar al Señor dueño nuestro, porque lo es, y al hombre un poco inferior a los ángeles.

Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Publicado por Mi Vocación

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