Por José María Maruri, SJ
1.- Cuenta una leyenda que Dios bajó a la tierra cargado con un inmenso saco de oro, y en cada aldea iba extrayendo las monedas y dejándolas caer una a una sobre el polvo del camino. Algunos hombres se precipitaban a tomar algunas, otros no se movieron temerosos a comprometerse, otros se indignaron por lo que consideraban una afrenta a su dignidad.
Por último, cuando se disponía Dios a abandonar una de aquellas aldeas fue asaltado por un ladrón que le exigió la totalidad del tesoro. Dios dudó pero ante la actitud amenazante del bandido cedió entregándole el saco. Y cuentan las crónicas que el peso del oro aplastó al codicioso individuo. Este cuentecillo o parábola, que leí ya hace años, procedía del libro “La Otra Orilla”, de JJ. Benítez, autor de “El Caballo de Troya”.
2.- Jesús, en el evangelio clama contra ese individuo que se apodera de lo que estaba destinado a todos y clama como celoso defensor de la honra y del servicio que se debe tan solo a Dios y que hombre da al dinero y al poder, y clama también con misericordia viendo que el hombre codicioso, como el del cuentecillo, queda atrapado por el peso del oro.
3.- Rico no es sólo el que tiene mucho, rico es el que tiene cubiertas todas sus necesidades y caprichos y no se encuentra plenamente satisfecho, o el que vive con sola obsesión de tener mas.
Para una persona así, Dios no es el Padre de todos cuya voluntad se pregunta y se indaga para cumplirla, un ser que nos exige preocupación por los demás. Dios es más bien un adorno necesario para el cuadro de sus satisfacciones quede completo. Es una obra de arte con que honramos un salón, no honramos a Dios y le servimos, nos servimos nosotros de un Dios para aparentar más ante los hombres. Un Dios que se esté quietecito, que no nos inquiete, que no se meta en nuestras cuentas corrientes ni en nuestros negocios, que no nos recuerde a los que tienen hambre, ¡que no sea molesto, vamos!
4.- Yo diría más, que ricos somos todos, mientras que haya alguien que no tiene donde cobijarse, que tiene hambre, mientras yo viva satisfecho. Sin duda, por el egoísmo humano, egoísmos nacionales, egoísmos de de grupos, y a medida que crecen todos los egoísmos y los recursos para cubrir las necesidades de todos van siendo mas escasos, y ha llegado el momento en que la manta es pequeña… y tirando todos de la misma manta, mientras los más fuertes se cubren y están calientes, los más débiles se meren de frío. No es una cuestión de cifras, es una cuestión comparativa con el que no tiene lo necesario. Y si así servimos al dinero, no estamos sirviendo a Dios.
Por último, cuando se disponía Dios a abandonar una de aquellas aldeas fue asaltado por un ladrón que le exigió la totalidad del tesoro. Dios dudó pero ante la actitud amenazante del bandido cedió entregándole el saco. Y cuentan las crónicas que el peso del oro aplastó al codicioso individuo. Este cuentecillo o parábola, que leí ya hace años, procedía del libro “La Otra Orilla”, de JJ. Benítez, autor de “El Caballo de Troya”.
2.- Jesús, en el evangelio clama contra ese individuo que se apodera de lo que estaba destinado a todos y clama como celoso defensor de la honra y del servicio que se debe tan solo a Dios y que hombre da al dinero y al poder, y clama también con misericordia viendo que el hombre codicioso, como el del cuentecillo, queda atrapado por el peso del oro.
3.- Rico no es sólo el que tiene mucho, rico es el que tiene cubiertas todas sus necesidades y caprichos y no se encuentra plenamente satisfecho, o el que vive con sola obsesión de tener mas.
Para una persona así, Dios no es el Padre de todos cuya voluntad se pregunta y se indaga para cumplirla, un ser que nos exige preocupación por los demás. Dios es más bien un adorno necesario para el cuadro de sus satisfacciones quede completo. Es una obra de arte con que honramos un salón, no honramos a Dios y le servimos, nos servimos nosotros de un Dios para aparentar más ante los hombres. Un Dios que se esté quietecito, que no nos inquiete, que no se meta en nuestras cuentas corrientes ni en nuestros negocios, que no nos recuerde a los que tienen hambre, ¡que no sea molesto, vamos!
4.- Yo diría más, que ricos somos todos, mientras que haya alguien que no tiene donde cobijarse, que tiene hambre, mientras yo viva satisfecho. Sin duda, por el egoísmo humano, egoísmos nacionales, egoísmos de de grupos, y a medida que crecen todos los egoísmos y los recursos para cubrir las necesidades de todos van siendo mas escasos, y ha llegado el momento en que la manta es pequeña… y tirando todos de la misma manta, mientras los más fuertes se cubren y están calientes, los más débiles se meren de frío. No es una cuestión de cifras, es una cuestión comparativa con el que no tiene lo necesario. Y si así servimos al dinero, no estamos sirviendo a Dios.
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