1.- Jesús hace un resumen muy gráfico para el aprovechamiento de toda la enseñanza que ha ido mostrando en el Sermón de la Montaña y que el Evangelio de Mateo nos ha ofrecido en los domingos precedentes. Si la casa está construida sobre roca, aguantará; si se edificó sobre arena, obviamente no. Es necedad emplear tiempo, trabajo y dinero en construir una casa sin cimientos que la aseguren contra las inclemencias del tiempo y de la naturaleza. Es necedad, sin duda, haber ocupado nuestro tiempo en escuchar a Jesús de Nazaret, y luego olvidar todo lo que Él nos ha dicho. Pero, ciertamente, ¿no ocurre con frecuencia ese escuchar y no oír? ¿Cuántas veces, a cualquiera de nosotros, nos ha emocionado la escucha de la Palabra de Dios, pero al salir a la calle, con sus ruidos, luces y provocaciones, la hemos olvidado?
2.- Hoy tendríamos que reflexionar con honradez si todo lo que Jesús de Nazaret nos ha ido diciendo en estos domingos nos ha llegado, nos ha convencido, o, por el contrario, lo hemos dejado pasar como algo muy lejano o muy difícil. Porque lo de amar y rezar por los enemigos no fácil. O cuando nos pide no valorar el dinero. O, incluso, tenerlo como simiente muy peligrosa porque, cuando sus brillos de oro sucio se apoderan de nosotros, podemos llegar a adorarlo. A algunos –yo lo he oído— esta especie de advertencia, de prevención de Jesús por el dinero, les desconcierta hasta llegar a alejarse de Él. Ya recordareis el encuentro del Maestro con el joven rico que quiere seguirle, pero no perder sus riquezas. Y la reflexión nos tendría que llevar al convencimiento de que somos necios y que seríamos capaces de construir nuestra casa en el cauce seco y arenoso de un río. La idea de Jesús sobre la fortaleza de la construcción en roca incluye la evidente dificultad que contienen sus palabras, toda su enseñanza. No es para gente que se deje llevar por la corriente de los hechos fáciles y que prefiera rodear la montaña a escalarla.
3.- Pero, a mi juicio, lo principal del evangelio de hoy es cuando Jesús advierte a alguna de su gente cercana que no la reconocerá. Dice que no es suficiente decir, “Señor, Señor,” o haber comido con Él alguna vez. Está claro que el Maestro se estaba refiriendo a gente próxima, a los que se habían acercado a Él por la novedad que entrañaba su figura y su obra, o por el posible beneficio que podría traer en el futuro el poder enorme demostrado por sus milagros. La condición “sine qua non” es cumplir la voluntad del Padre de todos que está en el cielo. Y, por supuesto, no buscar el éxito en la tierra. "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados”. Duras palabras para cualquiera que se sienta seguidor de Jesús. Terrible reproche para quienes se encuentren frente a frente con Él y oigan tales palabras. Es claro que sus coetáneos podrían escucharlas en clave de cercanía en el tiempo. Pero para nosotros suenan a palabras a escuchar en el Juicio, cuando nos presentemos ante Él tras dejar nuestra andadura por este mundo. No pretendo añadir tremendismo a mis palabras, pero este "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados” se parece mucho a las palabra de Jesús en la escena evangélica del Juicio final.
4.- De hecho, además, vienen muy bien ahora que tenemos la Cuaresma a tres días vista –el día 9 es el Miércoles de Ceniza—y que es un tiempo de reflexión, de purificación, de conversión. La cercanía de este texto de Mateo con la Cuaresma es un tanto accidental, no coordinada. En pocas ocasiones hemos llegado, en el Ciclo A, al Domingo Noveno del Tiempo ordinario como preámbulo al Tiempo de Cuaresma. Ya sabéis que esas diferencias que existen en el calendario civil sobre las fechas de celebración de Cuaresma y Semana Santa se deben al cálculo astronómico –heredado de los judíos—para determinar la fecha de la Pascua. Pero esta vez es así y la enseñanza evangélica se plantea como extraordinariamente oportuna. Debemos prepararnos para la Cuaresma y, sobre todo, que no dejemos pasar este tiempo sin frutos de conversión, sin utilizar sus enseñanzas litúrgicas y devocionales para transformar nuestras vidas, para convertirnos a Jesús de manera definitiva, no vaya a ser que un día tengamos que escucharle lo de "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados”.
2.- Hoy tendríamos que reflexionar con honradez si todo lo que Jesús de Nazaret nos ha ido diciendo en estos domingos nos ha llegado, nos ha convencido, o, por el contrario, lo hemos dejado pasar como algo muy lejano o muy difícil. Porque lo de amar y rezar por los enemigos no fácil. O cuando nos pide no valorar el dinero. O, incluso, tenerlo como simiente muy peligrosa porque, cuando sus brillos de oro sucio se apoderan de nosotros, podemos llegar a adorarlo. A algunos –yo lo he oído— esta especie de advertencia, de prevención de Jesús por el dinero, les desconcierta hasta llegar a alejarse de Él. Ya recordareis el encuentro del Maestro con el joven rico que quiere seguirle, pero no perder sus riquezas. Y la reflexión nos tendría que llevar al convencimiento de que somos necios y que seríamos capaces de construir nuestra casa en el cauce seco y arenoso de un río. La idea de Jesús sobre la fortaleza de la construcción en roca incluye la evidente dificultad que contienen sus palabras, toda su enseñanza. No es para gente que se deje llevar por la corriente de los hechos fáciles y que prefiera rodear la montaña a escalarla.
3.- Pero, a mi juicio, lo principal del evangelio de hoy es cuando Jesús advierte a alguna de su gente cercana que no la reconocerá. Dice que no es suficiente decir, “Señor, Señor,” o haber comido con Él alguna vez. Está claro que el Maestro se estaba refiriendo a gente próxima, a los que se habían acercado a Él por la novedad que entrañaba su figura y su obra, o por el posible beneficio que podría traer en el futuro el poder enorme demostrado por sus milagros. La condición “sine qua non” es cumplir la voluntad del Padre de todos que está en el cielo. Y, por supuesto, no buscar el éxito en la tierra. "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados”. Duras palabras para cualquiera que se sienta seguidor de Jesús. Terrible reproche para quienes se encuentren frente a frente con Él y oigan tales palabras. Es claro que sus coetáneos podrían escucharlas en clave de cercanía en el tiempo. Pero para nosotros suenan a palabras a escuchar en el Juicio, cuando nos presentemos ante Él tras dejar nuestra andadura por este mundo. No pretendo añadir tremendismo a mis palabras, pero este "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados” se parece mucho a las palabra de Jesús en la escena evangélica del Juicio final.
4.- De hecho, además, vienen muy bien ahora que tenemos la Cuaresma a tres días vista –el día 9 es el Miércoles de Ceniza—y que es un tiempo de reflexión, de purificación, de conversión. La cercanía de este texto de Mateo con la Cuaresma es un tanto accidental, no coordinada. En pocas ocasiones hemos llegado, en el Ciclo A, al Domingo Noveno del Tiempo ordinario como preámbulo al Tiempo de Cuaresma. Ya sabéis que esas diferencias que existen en el calendario civil sobre las fechas de celebración de Cuaresma y Semana Santa se deben al cálculo astronómico –heredado de los judíos—para determinar la fecha de la Pascua. Pero esta vez es así y la enseñanza evangélica se plantea como extraordinariamente oportuna. Debemos prepararnos para la Cuaresma y, sobre todo, que no dejemos pasar este tiempo sin frutos de conversión, sin utilizar sus enseñanzas litúrgicas y devocionales para transformar nuestras vidas, para convertirnos a Jesús de manera definitiva, no vaya a ser que un día tengamos que escucharle lo de "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados”.
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