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domingo, 26 de junio de 2011

Eucaristía: La Cena de Jesús

Por José Mª Castillo
Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo – 26 de Junio de 2011

Evangelio: Jn 6, 51-58

La eucaristía es, según el concilio Vaticano II, “fuente y cima de toda evangelización”. Esta fórmula resume el puesto central y culminante que ocupa la eucaristía en la vida de la Iglesia y de los cristianos. De ahí, la importancia determinante que ha tenido la eucaristía en la religiosidad cristiana. La fe en la eucaristía, la experiencia de la presencia de Jesús en ella, y la espiritualidad que estas convicciones han generado en tantos creyentes, han sido, a lo largo de la historia, una fuente de fuerza interior y de generosidad que merece nuestra adhesión y ha de ser una de las convicciones para la vida de los cristianos.

Pero la eucaristía ha sufrido tales cambios, desde Jesús hasta este momento, que resulta sencillamente irreconocible. Porque ha pasado a ser de un “cena que recrea y enamora” (S. Juan de la Cruz) a ser una ceremonia religiosa, que cada día se entiende menos e interesa a menos personas. No se sabe cuándo dejó de ser una cena de intimidad y amor y se convirtió en un ritual sagrado. Lo que sí sabemos es que, en siglo VIII, el ritual se separó de los fieles, se siguió diciendo la misa en latín aunque ya la gente hablaba las lenguas actuales, la “decía” un sacerdote de espaldas al pueblo, y la “oía” un pueblo al que empezó a interesarle sobre todo “ver la hostia consagrada”; de ahí, que a partir del siglo XIII, las procesiones con la sagrada hostia, que hacían siempre que había tormentas o calamidades públicas, y los fieles interesados en que el sacerdote mantuviera las manos alzadas para ver la hostia el mayor tiempo posible. Además, los teólogos de entonces dijeron que lo específico del sacerdote es el poder de consagrar en la misa. Con lo que la eucaristía dejó de ser un acto de la comunidad y pasó a ser un privilegio del clero.

Así el “milagro”, el “misterio” y la “autoridad” han prevalecido. Porque son “las tres fuerzas capaces de subyugar para siempre la conciencian de los débiles” (F. Dostoyewsky). Y eso nos ha quedado: misas con las que el clero mantiene su poder y sus ventajas (también económicas), a las que asisten normalmente personas mayores a las que resulta difícil entender la misa, actos sociales para lucimiento de algunos o liturgias pomposas que nadie sabe para qué sirven.

¿No sería urgente que entre todos renovemos la experiencia original de la Cena de Jesús? Cena que recrea y enamora.

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