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domingo, 31 de julio de 2011

Domingo XVIII del tiempo ordinario: Compartir, no despedir

Publicado por Entra y Verás

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La vida cristiana podemos explicarla desde muchos puntos de vista pero el esencial, el que no admite confusiones ni medias tintas es el de compartir. Podemos caer en la tentación de mirar para otro lado, de "despedir" pero nos estaríamos alejando de lo que Jesús nos enseñó con su vida.

Dice Pedro Casaldáliga: Primero es el pan, después la libertad. La libertad con hambre es una flor encima de un cadáver. Donde hay pan allí está Dios. Dios se hace pan. La tierra es un plato gigantesco de arroz, un pan inmenso y nuestro para el hambre de todos. La Biblia es un menú de pan fraterno. Jesús es el pan vivo. El universo es nuestra mesa.

Después de unos domingos en que Jesús ha ido explicando por medio de sencillas parábolas en qué consiste el Reino de Dios, llega la hora de irlo poniendo en práctica. El evangelista nos explica como Jesús después de la muerte de Juan Bautista decide “tomarse unas vacaciones” pero eso no significa mirar para otro lado y desentenderse de todo. De igual manera podemos ver los días de descanso no como unos días de mirarme el ombligo aunque el año haya sido muy duro sino para compartir mi tiempo, para dedicarlo a la familia, a los amigos, a conocer…

Pero vayamos al punto fundamental que nos quieren trasladar las lecturas de hoy. Lo importante no está en la multiplicación sino en el compartir el pan y la pobreza, el que los discípulos rompan los circuitos de la propiedad para un compartir que satisface tanto a tanta gente. Es experimentar en concreto la presencia de Dios en medio del “hambre” y la necesidad. A ese Dios que se hace pan que nos acaba de decir Casaldáliga. Partir el pan expresaba fraternidad, unidad, compromiso igualdad. Un detalle fundamental está en ver cómo Jesús se coloca en el puesto de anfitrión, Él es quien bendice y parte le pan, lo da y manda distribuirlo. Jesús toma la iniciativa al invitar a todos compartir la mesa poniendo en práctica el modelo de Banquete del Reino que había anunciado. Por tanto la imagen que Jesús escoge para hablarnos de lo que es central en el Reino no es una visión estática y beatífica rodeada de ñoñería sino un banquete, una comida festiva. La única forma de glorificar a Dios es creando comunión entre nosotros, compartiendo cuanto somos y tenemos. Esta es la verdadera eucaristía donde Jesús se hace presente y sacia por su abundancia como nos ha dicho el profeta Isaías. Si no lo vemos así, la eucaristía llenará la panza del cumplimiento pero no el estómago de la vida que implica y compromete.

Para llevarlo a la vida os sugiero que nos coloquemos ahora en la posición de los discípulos que contemplan tanta gente hambrienta, al igual que nosotros hoy vemos tantísima gente que carece de lo fundamental. Podemos caer como ellos en la tentación de “despedir a la gente” y mirar para otro lado o de querer solucionarlo con dinero comprando más pan. Mientras ellos piensan en todo lo que les falta, sólo tienen cinco panes y dos peces, Jesús cuenta con lo que tiene, es suficiente. Jesús no habla ni de despedir ni de comprar sino de compartir.

Esta es la gran lección que todos estamos llamados a aprender y a llevar a la vida pues es la única manera de que la eucaristía sirva en verdad para la transformación del mundo, de esa gran mesa alrededor de la que todos nos sentamos.


Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)

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