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lunes, 15 de agosto de 2011

Acerca DEL SILENCIO



SILENCIO CREATIVO CRISTIANO.
Imagínense a un hombre a un grupo de personas, solas o juntas en un lugar tranquilo donde no se puede oír la radio ni música de fondo, sentados simplemente una hora, o media hora, en silencio. No hablan. No rezan en voz alta. No tienen en sus manos papeles ni libros. No están escribiendo ni leyendo. No se ocupan en nada. Se limitan a penetrar en sí mismos, pero no para pensar de modo analítico, ni para examinarse, organizarse o planificar algo; simplemente para ser. Quieren estar juntos en silencio. Quieren sintetizar, integrarse a sí mismos, redescubrirse ellos mismos en una unidad de pensamiento, voluntad, entendimiento y amor que vaya más allá de las palabras, más allá del análisis, incluso más allá del pensamiento consciente. Quieren rezar, pero no con los labios sino con sus corazones silenciosos, y más allá aun, con el verdadero fundamento último de su ser. ¿Qué podría mover a la gente de nuestro tiempo a hacer una cosa así? ¿Lo hacen movidos por un sentido de humana necesidad de silencio, de reflexión, de búsqueda interna? ¿Quieren alejarse del ruido y la tensión de la vida moderna, al menos durante un rato, para relajar sus mentes y voluntades, y buscar un sentido bendito y saludable de unidad interior, reconciliación e integración?
Estos son, ciertamente, un buen número de motivos suficientes. Pero para un cristiano aún hay motivos más profundos que estos. Un cristiano puede realizarse a sí mismo, si es llamado por Dios a periodos de reflexión y silencio, de meditación reflexiva y de “escucha”. Nosotros tal vez somos demasiado habladores, demasiado activos en nuestro concepto de la vida cristiana. Nuestro servicio a Dios y a la Iglesia no consiste sólo en hablar y hacer, sino también en períodos de silencio, en los que escuchamos y esperamos. Quizá sea muy importante, en nuestra época de violencia e intranquilidad, redescubrir la meditación, el rezo intuitivo, íntimo y silencioso, el silencio creativo cristiano. (Thomas Merton, Amar y Vivir).


Un lugar silencioso en el mercado:
“Guarda silencio y reconoce que yo soy Dios” (Salmo 46, 10) Estas son palabras para que las llevemos con nosotros en nuestras vidas trajinadas. Podremos pensar en el silencio, en contraste con nuestro mundo ruidoso. Pero quizá podamos ir más allá y mantener un silencio interior aun mientras seguimos en nuestro quehacer cotidiano. Es importante mantener un lugar silencioso en el “mercado”. Ese es el lugar donde Dios puede morar y hablarnos. También es un lugar desde donde nosotros podemos hablar de manera sanadora con todas las personas con que nos encontramos en nuestro ocupado día. Sin ese lugar silencioso empezamos a dar vueltas como un trompo. Nos convertimos en personas aceleradas, que corren de un lugar a otro sin dirección determinada. Pero con ese silencio Dios puede ser nuestro guía en todo lo que pensamos, decimos o hacemos. (Henri NOUWEN).

TERESA HABLA DEL SILENCIO: ‘También se pueden imitar los santos en procurar soledad y silencio y otras muchas virtudes, que no nos matarán estos negros cuerpos que tan concertadamente se quieren llevar para desconcertar el alma”/ “Dice la primera Regla nuestra que oremos sin cesar. Con que se haga esto con todo el cuidado que pudiéremos, que es lo más importante, no se dejarán de cumplir los ayunos y disciplinas y silencio que manda la Orden; porque ya sabéis que para ser la oración verdadera se ha de ayudar con esto; que oración y regalo no se compadecen”/ “En silencio y esperanza procurar vivir siempre, que el Señor tendrá cuidado de sus almas”.

JUAN DE LA CRUZ HABLA DEL SILENCIO: “Lo que falta, si algo falta, no es el escribir o el hablar, que esto antes ordinariamente sobra, sino el callar y el obrar. Porque, demás de esto, el hablar distrae, y el callar y obrar recoge y da fuerza al espíritu… porque es imposible ir aprovechando, sino haciendo y padeciendo virtuosamente, todo envuelto en silencio”.

ISABEL DE LA TRINIDAD habla del silencio: “El silencio infinito reina en nuestra vida y permite a nuestras almas franquear el Infinito para perdernos, como si se tratase de un cielo anticipado, en el amor de Aquel que es nuestro Todo”.


ESCUCHAR CON FACILIDAD.
¿Alguna vez se ha sentado usted muy silenciosamente, no con la atención fija en algo, no haciendo un esfuerzo para concentrarse, sino con la mente muy quieta, realmente silenciosa? Entonces escucha todo, ¿no es así? Escucha tanto los ruidos lejanos como los que están más próximos, y también los sonidos inmediatos, muy cercanos a usted, lo cual significa que presta atención a todo. La mente no está restringida a un solo canal estrecho y pequeño. Si puede escuchar de este modo, con facilidad, sin esforzarse, hallará que dentro de usted se produce un cambio extraordinario, un cambio que adviene sin que ponga voluntad en ello, sin que lo pida; en ese cambio hay gran belleza y profundidad de discernimiento. (K)

LA PRÁCTICA DEL SILENCIO.
En lugar de hablar desde el primer momento de la meditación, es conveniente hacer previamente ejercicios de silencio asociándolos constantemente a la vida meditativa, para dejar que el espíritu, el alma y el cuerpo se sosieguen. El esfuerzo que se realiza para llegar a la calma física implica, de una parte, cuidar el funcionamiento armónico de todos los órganos, y también un ejercicio específico de total inmovilidad del cuerpo. La calma tiene dos formas: una es la de la vida y otra la de la muerte. La calma de la muerte reina allí donde ya nada se mueve. La de la vida se hace cuando nada estorba o detiene el movimiento de transformación. Por eso el cuerpo vivo está en paz cuando nada impide el movimiento de todas las funciones, como por el ejemplo la de la respiración. La calma del cuerpo supone también la inmovilidad de todos los miembros. Se puede practicar de pie o tumbado, pero preferentemente en posición sentada. El orante se niega todo movimiento, por ligero que sea, y soporta esta inmovilidad el mayor tiempo posible. Esta inmovilidad es ya una energía que ayuda a la meditación. (K.G. Dürckheim

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