Así calificaría yo el Evangelio de hoy. Una mujer pagana le metió gol a Jesús. Lo sigue, lo persigue, le insiste, y Jesús como si tal cosa. Y cuando le piden la atienda, porque él se hace rogar, Jesús muestra una actitud insólita. La llama prácticamente “perra”.
“No está bien echar a los perros el pan de los hijos”.
Aquí pareciera que el árbitro da por terminado el partido. Pero la mujer no es de las que se da por vencida. Acepta que puede pasar por ser un perrito, pero reclama sus derechos de perrito.
También los que están bajo la mesa tienen sus derechos.
Los derechos a las migajas para que no se pierdan.
¿Qué no tienen derecho al pan de la mesa?
Pero ¿por qué se han de perder las migajas que caen?
¿Será que Jesús se puso realmente duro con ella?
¿Será que Jesús quiso demostrar que los que están fuera de la institución, también pueden tener más fe que los que se creen dentro?
¿Será que Jesús quiso poner de manifiesto la verdad de la fe como constancia y perseverancia incluso cuando todo parece contradecirla?
Porque al fin, esa parece ser la conclusión de Jesús: “Mujer, qué grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas”.
Nosotros estamos demasiado habituados a una fe fácil.
A una fe de tradición.
A una fe más intelectual que del corazón.
A una fe facilona y sin crisis personales.
A una fe que todo lo soluciona al primer timbrazo.
A una fe que no conoce esperas.
A una fe superficial, que al primer obstáculo se derrumba.
A una fe que no nos complique demasiado la vida.
Y la fe es la actitud del que se fía y confía hasta el final.
La fe es la actitud del que, aún ante la oscuridad, descubre la luz.
La fe es la actitud del que, aún sintiendo la ausencia, sigue sintiendo la presencia.
La fe no es solo para los días de sol, sino también para los cargados de nubarrones.
La fe no es solo para cuando todo nos sale bien, sino para cuando todo nos sale al revés.
La fe no es solo para cuando todo está claro, sino para cuando no vemos nada.
Esta mujer cananea nos marca y señala los verdaderos caminos de la fe.
¿En qué creía de verdad?
¿Cuál pudiera ser el marco de sus ideas y doctrinas?
Es posible que su cabeza estuviese vacía de creencias.
Pero su corazón estaba lleno de confianza.
No eran sus ideas las que la hacían segura en su petición.
Era la verdad de su corazón que cría en la persona y la bondad de Jesús.
Podemos tener la cabeza llena de teologías y tener una fe muy débil.
Podemos saber mucho y creer poco.
Son importantes las ideas.
Pero el que decide nuestras vidas es el corazón.
Vivimos lo que amamos y no siempre lo que sabemos.
Jesús no la felicita por su saber, sino por su confianza.
Jesús no la felicita por sus conocimientos, sino por los sentimientos de su corazón.
En esta mujer no gritan las ideas, sino que grita su seguridad y su confianza en Jesús.
Podemos resistirnos a las ideas y creencias de los otros.
Pero resulta difícil resistirnos a los sentimientos del corazón de los demás.
Las ideas pueden convencer.
Pero el corazón termina por ganarnos.
Se diría, Señor, que comenzaste con un juego un tanto brusco con esta pobre mujer.
Tú sabrás las razones. ¿Qué era una mujer pagana? ¿Qué tú solo habías venido para restaurar la vida de los descarriados de Israel?
Posiblemente tenías razón y razones.
Pero ¿no sabías que las mujeres nos ganan siempre por el corazón?
Por eso terminaste perdiendo el partido. Fue ella la que te metió gol. No con sus patadas y pataletas. Te metió un gol con el corazón y que entró por la puerta del tuyo.
Amigos tenéis una invitación a formar parte del Club Amigos de la Esperanza.
Tenemos que ser luz para los que no ven.
Tenemos que llevar una esperanza a quienes ya la han perdido.
Para ellos os animo a visitar este Blog y reenviarlo a todos vuestros amigos.
http://clubdelaesperanza.blogspot.com/
“No está bien echar a los perros el pan de los hijos”.
Aquí pareciera que el árbitro da por terminado el partido. Pero la mujer no es de las que se da por vencida. Acepta que puede pasar por ser un perrito, pero reclama sus derechos de perrito.
También los que están bajo la mesa tienen sus derechos.
Los derechos a las migajas para que no se pierdan.
¿Qué no tienen derecho al pan de la mesa?
Pero ¿por qué se han de perder las migajas que caen?
¿Será que Jesús se puso realmente duro con ella?
¿Será que Jesús quiso demostrar que los que están fuera de la institución, también pueden tener más fe que los que se creen dentro?
¿Será que Jesús quiso poner de manifiesto la verdad de la fe como constancia y perseverancia incluso cuando todo parece contradecirla?
Porque al fin, esa parece ser la conclusión de Jesús: “Mujer, qué grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas”.
Nosotros estamos demasiado habituados a una fe fácil.
A una fe de tradición.
A una fe más intelectual que del corazón.
A una fe facilona y sin crisis personales.
A una fe que todo lo soluciona al primer timbrazo.
A una fe que no conoce esperas.
A una fe superficial, que al primer obstáculo se derrumba.
A una fe que no nos complique demasiado la vida.
Y la fe es la actitud del que se fía y confía hasta el final.
La fe es la actitud del que, aún ante la oscuridad, descubre la luz.
La fe es la actitud del que, aún sintiendo la ausencia, sigue sintiendo la presencia.
La fe no es solo para los días de sol, sino también para los cargados de nubarrones.
La fe no es solo para cuando todo nos sale bien, sino para cuando todo nos sale al revés.
La fe no es solo para cuando todo está claro, sino para cuando no vemos nada.
Esta mujer cananea nos marca y señala los verdaderos caminos de la fe.
¿En qué creía de verdad?
¿Cuál pudiera ser el marco de sus ideas y doctrinas?
Es posible que su cabeza estuviese vacía de creencias.
Pero su corazón estaba lleno de confianza.
No eran sus ideas las que la hacían segura en su petición.
Era la verdad de su corazón que cría en la persona y la bondad de Jesús.
Podemos tener la cabeza llena de teologías y tener una fe muy débil.
Podemos saber mucho y creer poco.
Son importantes las ideas.
Pero el que decide nuestras vidas es el corazón.
Vivimos lo que amamos y no siempre lo que sabemos.
Jesús no la felicita por su saber, sino por su confianza.
Jesús no la felicita por sus conocimientos, sino por los sentimientos de su corazón.
En esta mujer no gritan las ideas, sino que grita su seguridad y su confianza en Jesús.
Podemos resistirnos a las ideas y creencias de los otros.
Pero resulta difícil resistirnos a los sentimientos del corazón de los demás.
Las ideas pueden convencer.
Pero el corazón termina por ganarnos.
Se diría, Señor, que comenzaste con un juego un tanto brusco con esta pobre mujer.
Tú sabrás las razones. ¿Qué era una mujer pagana? ¿Qué tú solo habías venido para restaurar la vida de los descarriados de Israel?
Posiblemente tenías razón y razones.
Pero ¿no sabías que las mujeres nos ganan siempre por el corazón?
Por eso terminaste perdiendo el partido. Fue ella la que te metió gol. No con sus patadas y pataletas. Te metió un gol con el corazón y que entró por la puerta del tuyo.
Clemente Sobrado C. P.
www.iglesiaquecamina.com
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Amigos tenéis una invitación a formar parte del Club Amigos de la Esperanza.
Tenemos que ser luz para los que no ven.
Tenemos que llevar una esperanza a quienes ya la han perdido.
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http://clubdelaesperanza.blogspot.com/
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