Publicado por Fe Adulta
ANÁFORA
Señor, confesamos que Tú eres el único Dios
al que bendecimos desde todas las religiones del universo. Por eso,
uniéndonos a todos los creyentes del mundo,
te dirigimos esta plegaria para darte gracias, Padre santo,
por las maravillas de tu creación.
Creándonos y manteniéndonos en la vida,
nos muestras tu generosidad,
tu amor total, que no conoce privilegios de raza ni de religión.
Para Ti todos somos iguales, igualmente queridos.
Gracias, Padre, por señalarnos el camino del amor universal,
el que debemos seguir para identificarnos contigo.
Queremos sentirnos hijos tuyos, sintiéndonos hermanos de todos,
en especial, de los más necesitados, los desheredados de la tierra.
Orgullosos de ser parte de tu gran familia, de toda tu creación,
te cantamos agradecidos este himno de alabanza.
Santo, santo…
Santo y bueno eres, Padre Dios,
y a tu imagen y semejanza vivió Jesús, santo y bueno, haciendo el bien,
amándote en espíritu y verdad, sin más norma que el mucho amor fraterno.
Nos vino a liberar de toda religión reglamentista, de falsas seguridades,
y nos convocó a la gran tarea de hacer felices a los infelices.
Queremos ser receptivos al mensaje revolucionario de Jesús:
que no te interesan las formalidades ni los rezos superficiales,
que lo único que mancha al ser humano es actuar con mala conciencia,
que nos quieres libres y auténticos, pero comprometidos con el Reino.
Gracias, Padre, por el testimonio de Jesús. Sentimos que le costara la vida.
Epíclesis y fracción del pan
El recuerdo de la vida de Jesús, su muerte y resurrección,
nos mueve a ser otros Cristos y a difundir su mensaje liberador.
Envía, Padre santo, tu Espíritu sobre toda la humanidad.
Lo necesitamos con urgencia. Y es que hoy más que nunca,
somos conscientes de qué lejos estamos de tu proyecto de creación.
No podemos culparte por más tiempo por los males de este mundo.
Admitimos nuestra directa responsabilidad
y nos proponemos remediarlos uniendo nuestro esfuerzo
al de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Te rogamos, Señor, que ilumines y muevas
a la comunidad cristiana que lleva como abanderado a tu hijo Jesús
para que sea fiel a su palabra y dé ejemplo de entrega y fraternidad.
Te damos gracias además porque creemos que has acogido
y viven felices contigo nuestros familiares y amigos difuntos.
Por tu hijo Jesús, que nos ha convocado y nos acompaña,
te bendecimos ahora, Padre santo, como haremos por toda la eternidad.
AMÉN.
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PRINCIPIO
Alrededor de tu mesa, invitados, acogidos,
venimos a alimentarnos de tu palabra y tu pan.
Gracias, Padre, porque preparas esta mesa para nosotros.
Gracias, sobre todo, por tu mejor regalo, por Jesús, tu Hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
Nosotros esperamos muchas cosas de ti,
pero tú esperas también muchas de nosotros.
Aquí tienes, padre, nuestro pan y nuestro vino.
Son nuestra vida entera, que te ofrecemos como Jesús mismo te la ofreció.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Nos despedimos llenos de agradecimiento.
En la eucaristía encontramos fuerza y luz para caminar,
para vivir al estilo de Jesús.
Te damos gracias, Padre,
porque siempre estás con nosotros en el camino de la vida.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
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A TU MANERA
Saliste, Señor,
en la madrugada de la historia
a buscar obreros para tu viña.
Y dejaste la plaza vacía
–sin paro–,
ofreciendo a todos trabajo y vida
–salario, dignidad y justicia–.
Saliste a media mañana,
saliste a mediodía,
y a primera hora de la tarde
volviste a recorrerla entera.
Saliste, por fin, cuando el sol declinaba,
y a los que nadie había contratado
te los llevaste a tu viña,
porque se te revolvieron las entrañas
viendo tanto trabajo en tu hacienda,
viendo a tantos parados que querían trabajo
-salario, dignidad, justicia-
y estaban condenados todo el día a no hacer nada.
A quienes otros no quisieron
tú les ofreciste ir a tu viña,
rompiendo los esquemas
a jefes, patrones, capataces, obreros y esquiroles…,
a los que siempre tienen suerte
y a los que madrugan para venderse
o comprarte… ¡quién sabe!
Al anochecer cumpliste tu palabra.
A todos diste salario digno y justo,
según el corazón y las necesidades te dictaban.
Quienes menos se lo esperaban
fueron los primeros en ver sus manos llenas;
y, aunque algunos murmuraron,
no cambiaste tu política evangélica.
Señor, sé, como siempre,
justo y generoso,
compasivo y rico en misericordia,
enemigo de prejuicios y clases,
y espléndido en tus dones.
Gracias por darme trabajo y vida,
dignidad y justicia
a tu manera…,
no a la mía.
ANÁFORA
Señor, confesamos que Tú eres el único Dios
al que bendecimos desde todas las religiones del universo. Por eso,
uniéndonos a todos los creyentes del mundo,
te dirigimos esta plegaria para darte gracias, Padre santo,
por las maravillas de tu creación.
Creándonos y manteniéndonos en la vida,
nos muestras tu generosidad,
tu amor total, que no conoce privilegios de raza ni de religión.
Para Ti todos somos iguales, igualmente queridos.
Gracias, Padre, por señalarnos el camino del amor universal,
el que debemos seguir para identificarnos contigo.
Queremos sentirnos hijos tuyos, sintiéndonos hermanos de todos,
en especial, de los más necesitados, los desheredados de la tierra.
Orgullosos de ser parte de tu gran familia, de toda tu creación,
te cantamos agradecidos este himno de alabanza.
Santo, santo…
Santo y bueno eres, Padre Dios,
y a tu imagen y semejanza vivió Jesús, santo y bueno, haciendo el bien,
amándote en espíritu y verdad, sin más norma que el mucho amor fraterno.
Nos vino a liberar de toda religión reglamentista, de falsas seguridades,
y nos convocó a la gran tarea de hacer felices a los infelices.
Queremos ser receptivos al mensaje revolucionario de Jesús:
que no te interesan las formalidades ni los rezos superficiales,
que lo único que mancha al ser humano es actuar con mala conciencia,
que nos quieres libres y auténticos, pero comprometidos con el Reino.
Gracias, Padre, por el testimonio de Jesús. Sentimos que le costara la vida.
Epíclesis y fracción del pan
El recuerdo de la vida de Jesús, su muerte y resurrección,
nos mueve a ser otros Cristos y a difundir su mensaje liberador.
Envía, Padre santo, tu Espíritu sobre toda la humanidad.
Lo necesitamos con urgencia. Y es que hoy más que nunca,
somos conscientes de qué lejos estamos de tu proyecto de creación.
No podemos culparte por más tiempo por los males de este mundo.
Admitimos nuestra directa responsabilidad
y nos proponemos remediarlos uniendo nuestro esfuerzo
al de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Te rogamos, Señor, que ilumines y muevas
a la comunidad cristiana que lleva como abanderado a tu hijo Jesús
para que sea fiel a su palabra y dé ejemplo de entrega y fraternidad.
Te damos gracias además porque creemos que has acogido
y viven felices contigo nuestros familiares y amigos difuntos.
Por tu hijo Jesús, que nos ha convocado y nos acompaña,
te bendecimos ahora, Padre santo, como haremos por toda la eternidad.
AMÉN.
Rafael Calvo Beca
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PRINCIPIO
Alrededor de tu mesa, invitados, acogidos,
venimos a alimentarnos de tu palabra y tu pan.
Gracias, Padre, porque preparas esta mesa para nosotros.
Gracias, sobre todo, por tu mejor regalo, por Jesús, tu Hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
Nosotros esperamos muchas cosas de ti,
pero tú esperas también muchas de nosotros.
Aquí tienes, padre, nuestro pan y nuestro vino.
Son nuestra vida entera, que te ofrecemos como Jesús mismo te la ofreció.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Nos despedimos llenos de agradecimiento.
En la eucaristía encontramos fuerza y luz para caminar,
para vivir al estilo de Jesús.
Te damos gracias, Padre,
porque siempre estás con nosotros en el camino de la vida.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
José Enrique Galarreta
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A TU MANERA
Saliste, Señor,
en la madrugada de la historia
a buscar obreros para tu viña.
Y dejaste la plaza vacía
–sin paro–,
ofreciendo a todos trabajo y vida
–salario, dignidad y justicia–.
Saliste a media mañana,
saliste a mediodía,
y a primera hora de la tarde
volviste a recorrerla entera.
Saliste, por fin, cuando el sol declinaba,
y a los que nadie había contratado
te los llevaste a tu viña,
porque se te revolvieron las entrañas
viendo tanto trabajo en tu hacienda,
viendo a tantos parados que querían trabajo
-salario, dignidad, justicia-
y estaban condenados todo el día a no hacer nada.
A quienes otros no quisieron
tú les ofreciste ir a tu viña,
rompiendo los esquemas
a jefes, patrones, capataces, obreros y esquiroles…,
a los que siempre tienen suerte
y a los que madrugan para venderse
o comprarte… ¡quién sabe!
Al anochecer cumpliste tu palabra.
A todos diste salario digno y justo,
según el corazón y las necesidades te dictaban.
Quienes menos se lo esperaban
fueron los primeros en ver sus manos llenas;
y, aunque algunos murmuraron,
no cambiaste tu política evangélica.
Señor, sé, como siempre,
justo y generoso,
compasivo y rico en misericordia,
enemigo de prejuicios y clases,
y espléndido en tus dones.
Gracias por darme trabajo y vida,
dignidad y justicia
a tu manera…,
no a la mía.
Florentino Ulibarri
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