Publicado por El Blog de X. Pikaza
La liturgia de este día recoge la voz de Adviento de Juan Bautista (cf. Jn 1,6-8.19-28), pero hoy quiero presentar otra voz igualmente poderosa y más cercana, la de Antonio Montesinos, fraile de Santo Domingo (que profesó en el convento de San Esteban de Salamanca y estudió en el de San Pablo en Valladolid, España). Pasó después a la ciudad de Santo Domingo (en la isla que entonces se llamaba La Española, hoy Rep. Dominicana) y pronunció en diciembre del 1511 uno de los sermones más importantes de la historia moderna del cristianismo, Sermón de Adviento, en defensa de los indios.
Sigue siendo un sermón actual, una voz en el desierto (como él mismo decía), voz de nuevo Juan Bautista, anunciando el juicio de Dios sobre los representantes una sociedad "privilegiada" que ha olvidado la justicia, y mata a sus "hermanos" menos "importantes" (indios, pobres...), con tal de medrar ella misma. Éste es un sermón que debería actualizarse y proclamarse en todas las iglesias cristianas, este Domingo 3º de Adviento, a los quinientos años..., es decir, a los 19 años de la primera celebración (¿dónde queda?) del Quinto Centenario.
Para el que quiera leer más, adjunto al final, como apéndice, un texto extraordinario de Víctor Codina SJ, que presenta y sitúa, en el mundo actual, el "grito" de Montesinos. Gracias Víctor, por lo que has escrito. Me tomo la libertad de hacerlo mío
Introducción
-- Habían llegado años atrás los españoles (1492) y habían comenzado a explotar la riqueza de las tierras del Caribe y América del Sur, empleando métodos duros que causaron la muerte de la mayoría de los indios, como si no fuera personas. No todo fue culpa de los encomenderos, sino que influyeron también razones de tipo social y racial (diverso sistema inmunitario, vida anterior en libertad y sin trabajos agobiantes…). Pero las represiones militares, el abuso de la explotación y el duro trabajo impuesto a los que antes eran libres, mató a la mayoría de la población autóctona, antes pacífica y tranquila.
-- Hubo, sin duda, otras voces que se alzaron contra aquel sistema de exploración, pero la más alta la dijo fray Antonio Montesinos, religioso dominico, que pronunció aquel año 1511, un famoso Sermón de Adviento, recogido por fray Bartolomé de las Casas. Sus palabras centrales sonaron como un mazazo en la conciencia de conquistadores de entonces… y así deben sonar en los oídos de colonizadores y explotadores actuales, que persiguen sus negocios (dineros) olvidando la vida y derecho de los pobres:
-- ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas…?
-- ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados... y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día?
-- ¿Éstos, no son hombres? ¿No tienen almas racionales?
-- ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos?
Se cumplen este Adviento 500 años, pero las palabras que Fray Montesinos dirigió a los españoles de la Española el 1511 pueden y debe dirigirse en este año de gracia y de gran depresión (2011) a los nuevos encomenderos, finacieros y usureros, dedicados igualmente al oro (dinero, dinero, dinero…), dejando que mueran o, por mejor, decir matando a miles y millones de personas
Será bueno que nos siga hablando Montesinos, como hizo 500 atrás, como nuevo Juan Bautista, predicando “en el desierto”… a los que se seguían (siguen, seguimos) empeñados en convertir este mundo en desierto, donde sólo algunos viven y medran… sin importarles que otros muchos mueran. Buen fin de semana a todos, a los 500 años del Sermón de Montesinos, que hoy transcribo, según la versión de B. de las Casas.
Imagen, monumento a Montesinos, en Santo Domingo.
Narración de Fray Bartolomé de las Casas sobre Antonio de Montesinos
Llegado el domingo y la hora de predicar, subió al púlpito el susodicho padre fray Antón Montesino, y tomó por tema y fundamento de su sermón, que ya llevaba escrito y firmado por los demás: Ego vox clamantis in deserto (Juan Bautista). Hecha su introducción y dicho algo de lo que tocaba a la materia del tiempo del Adviento, comenzó a encarecer la esterilidad del desierto de las conciencias de los españoles de esta isla y la ceguera en que vivían; con cuánto peligro andaban de su condenación, no advirtiendo los pecados gravísimos en que con tanta insensibilidad estaban continuamente zambullidos y en ellos morían. Luego torna sobre su tema, diciendo así:
"Para dároslos a conocer me he subido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto de esta isla, y por tanto, conviene que con atención, no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual voz os será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás pensasteis oír".
Esta voz encareció por buen rato con palabras muy punitivas y terribles, que les hacía estremecer las carnes y que les parecía que ya estaban en el divino juicio. La voz, pues, en gran manera, en universal encarecida, les declaró cuál era o qué contenía en sí aquella voz:
-- "Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido?
-- ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y creador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos?
-- ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado [en] que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo".
Finalmente de tal manera se explicó la voz que antes tanto había encarecido, que
los dejó atónitos,
a muchos como fuera de sentido,
a otros más empedernidos y algunos algo compungidos,
pero a ninguno, por lo que yo después entendí, convertido.
Concluido su sermón, bájase del púlpito con la cabeza no muy baja, porque no era hombre que quisiese mostrar temor, así como no lo tenía, si se daba mucho por desagradar los oyentes, haciendo y diciendo lo que, según Dios, le parecía convenir; con su compañero se va a su casa pajiza, donde, por ventura, no tenían qué comer, sino caldo de berzas sin aceite, como algunas veces les acaecía. Salido él, queda la iglesia llena de murmullo, que, según yo creo, apenas dejaron acabar la misa.
Puédase bien juzgar que no se leyó lección de Menosprecio del mundo a las mesas de todos aquel día. En acabando de comer, que no debiera ser muy gustosa la comida, júntase toda la ciudad en casa del Almirante, segundo de esta dignidad y real oficio, D. Diego Colón, hijo del primero que descubrió estas indias, en especial los oficiales del rey... y acuerdan de ir a reprender y asombrar al predicador y a los demás, si no lo castigaban como a hombre escandaloso, sembrador de doctrina nueva, nunca oída, condenando a todos, y que había hablado contra el rey y su señorío que tenía en estas Indias, afirmando que no podían tener los indios habiéndoselos dado el rey, y éstas eran cosas gravísimas e irremisibles.
Llaman a la portería, abre el portero, le dicen que llame al vicario, y aquel fraile que había predicado tan grandes desvaríos; sale solo el vicario, venerable padre, fray Pedro de Córdoba; le dicen con más imperio que humildad que haga llamar al que había predicado. Responde, como hombre prudentísimo, que no había necesidad; que si su señoría y mercedes mandan algo, él era prelado de aquellos religiosos y él respondería... Finalmente... comenzaron a blandear humillándose, y ruéganle que lo mande llamar, porque, él presente, les quieren hablar y preguntarles cómo y en qué se fundaban para determinarse a predicar una cosa tan nueva y tan perjudicial, en deservicio del rey y daño de todos los vecinos de aquella ciudad y de toda esta isla.
Viendo el santo varón que llevaban otro camino e iban templando el brío con que habían venido, mandó llamar al dicho padre fray Antón Montesino, el cual maldito el miedo con que vino; sentados todos, propone primero el Almirante por sí y por todos su querella, diciendo que cómo aquel padre había osado predicar cosas en tan gran deservicio del rey y daño de toda aquella tierra... El padre vicario respondió que lo que había predicado aquel padre había sido de parecer, voluntad y consentimiento suyo y de todos, después de muy bien mirado y conferido entre ellos...
Poco aprovechó el habla y razones de ella, que el santo varón dio en justificación del sermón, para satisfacerlos y aplacarlos de la alteración que habían recibido al oír que o podían tener los indios tiranizados, como los tenían...
Convenían todos en que aquel padre se desdijese el domingo siguiente de lo que había predicado, y llegaron a tanta ceguera, que les dijeron, que si no lo hacían, que aparejasen sus pajuelas para embarcarse e irse a España... Finalmente..., concedieron los padres, por despedirse ya de ellos y dar fin a sus frívolas importunidades, que fuese así en buena hora, que el mismo padre fray Antón Montesino tornaría el domingo siguiente a predicar y tornaría a la materia y diría sobre lo que había predicado lo que mejor le pareciese y, en cuanto pudiese, trabajaría por satisfacerlos... esto así concertado, se fueron alegres con esta esperanza.
Publicaron ellos luego, o algunos de ellos, que dejaban concertado con el vicario y con los demás, que el domingo siguiente de todo lo dicho se había de desdecir aquel fraile; y para oír este segundo sermón no fue menester convidarlos, porque no quedó persona en toda la ciudad que no se hallase en la iglesia... Llegada la hora del sermón, subido en el púlpito, el tema que para fundamento de su retractación y desdecimiento se halló, fue una sentencia del santo Job, en el cap. 36, que comienza:
-- Repetam scientiam meam a principio et sermones meos sine mendatio esse probabo: "Tornaré a referir desde su principio mi ciencia y verdad, que el domingo pasado os prediqué y aquellas mis palabras, que así os amargaron, mostraré ser verdaderas".
Oído este su tema, ya vieron luego los más avisados a dónde iba a parar, y fue harto sufrimiento dejarlo pasar de allí.
-- Comenzó a fundar su sermón y a referir todo lo que en el sermón pasado había predicado y a corroborar con más razones y autoridades lo que afirmó de tener injusta y tiránicamente opresas y fatigadas a aquellas gentes, tornando a repetir su ciencia, que tuviesen por cierto no poder salvarse en aquel estado; por eso, que con tiempo se remediasen, haciéndoles saber que a hombres de ellos no los confesarían, más que a los que andaban asaltando, y que publicasen esto y escribiesen a quien quisiesen en Castilla; en todo lo cual tenían por cierto que servían a Dios y no chico servicio hacían al rey.
Acabado su sermón, se fue a su casa, y todo el pueblo en la iglesia quedó alborotado, gruñendo y mucho más indignado con los frailes que antes... Peligrosa cosa es y digna de llorar mucho [la condición] de los hombres que están en pecados, mayormente los que con robos y daños de sus prójimos han subido a mayor estado del que nunca tuvieron, porque más duro les parece, y aun lo es, decaer de él, que echarse de grandes barrancos abajo... de aquí es tener por muy áspero y abominable oírse reprender en los púlpitos, porque mientras no lo oyen, les parece que Dios está descuidado y que la ley divina es revocada, porque los predicadores callan. De esta insensibilidad, peligro y obstinación y malicia, más que en otra parte del mundo, ni género de gente consumada tenemos ejemplos sin número y experiencia ocular en estas nuestras Indias padecer la gente de nuestra España.
Adjunto:
1. No se conservan los textos autógrafos de los sermones. Los conocemos mediante un resumen que consigna fray Bartolomé de las Casas en su Historia de las Indias.
Cf. primera edición crítica, Transcripción del texto autógrafo por M. A. Medina, fuentes bibliográficas J.A. Barreda, estudio preliminar y análisis crítico I. Pérez Fernández, Obras Completas T. 3-5 (Madrid 1994) 5, 1761-1762., 16.
Cf. http://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_de_Montesinos
http://www.revistanotarios.com/files/Fray%20Anton%20de%20Montesinos%20un%20Humanista%20Olvidado.pdf
http://webs.advance.com.ar/pfernando/DocsIglLA/Montesinos.htm
http://blogs.ua.es/bartolomedelascasas/2010/05/03/fray-antonio-de-montesinos/
http://www.autorescatolicos.org/adolfocarretoserielosrebeldesfrayanton.htm
Agradezco el recuerdo y presentación del texto a José Antonio Nieto, quien amistosamente me ha recordado esta fecha, de los 500 años del Sermón de Montesinos.
Visité hace tiempo el lugar donde predicó Montesinos, he contemplado con gozo su estatua, hoy le recuerdo agradecido... y quiero que los amigos de mi blog le recuerden también. Buen fin de semana a todos.
Apéndice: Para el que quiera leer más
El grito de Montesinos, ayer y hoy
Víctor Codina sj, Sacerdote Jesuita. Teólogo
Christus/México 786 (2011) 18-21
Sucedió hace 500 años.
En diciembre de 1510, una pequeña comunidad de frailes dominicos desembarca en la isla caribeña de La Española (hoy territorio de República Dominicana y Haití). Esta comunidad misionera, encabezada por Pedro de Córdoba, procedía del convento de San Esteban de Salamanca, uno de los centros más famosos y más abiertos de la Orden Dominicana.
Es una comunidad pobre y que quiere anunciar la Palabra desde su contexto de inserción en la realidad de la conquista española: desde hacía 19 años los habitantes de las llamadas Indias occidentales padecían la explotación y malos tratos, porque los conquistadores sólo buscaban oro y hacerse ricos con la sangre de los indios a los que trataban como animales.
La comunidad analiza los hechos, examina a la luz del evangelio la inhumana opresión que sufren los indígenas, se pone de parte de ellos y consciente de la gravedad de la situación decide denunciarla públicamente ante los conquistadores y notables españoles, entre los cuales estaba el almirante Diego de Colón, el hijo de Cristóbal Colón. Entre todos los miembros de la comunidad elaboran el sermón que encargan pronunciar a fray Antonio de Montesinos, buen predicador. Escogen la fecha del Cuarto domingo de Adviento y toman como punto de partida la frase de Juan Bautista: “Yo soy la voz del que clama en el desierto”.
El texto de este profético discurso pronunciado el 21 de diciembre de 1511, lo conocemos gracias a Bartolomé de Las Casas, entonces cura encomendero, presente en el templo:
“Esta voz, dijo él, dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéís en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tantas infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido?
¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos de sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado en que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen o no quieren la fe de Cristo” (1).
El impacto del sermón fue grande, “los dejó atónitos, a muchos como fuera de sentido, a otros más empedernidos y algunos como compungidos, pero a ninguno, a lo que yo entendí, convertido”, anota el cronista. Diego Colón y los notables salieron indignados y decidieron reprender al predicador por aquella doctrina nueva y escandalosa que iba contra el rey, que era quien autorizaba a los conquistadores el tener indios en las encomiendas a su servicio. Exigían una pública retractación.
También Bartolomé de Las Casas se indignó con aquel sermón que atacaba directamente su situación de encomendero. Sólo años más tarde, reflexionando sobre textos del Eclesiástico (4,1-6; 34,18-22) que afirman que Yahvé no acepta las ofrendas manchadas con sangre, Las Casas cambió de rumbo, ingresó en la Orden dominicana y nombrado obispo de Chiapas, se convirtió en el gran defensor de los indígenas.
Al domingo siguiente, Montesinos subió de nuevo al pulpito y en lugar de retractarse dijo que en adelante no confesarían a los españoles, ni les darían la absolución, y recalcó que podían quejarse ante quien quisieran, pero ellos seguirían predicando el evangelio (2).
La noticia llega a la corte española, el superior Pedro de Córdoba es llamado a declarar ante el rey Fernando el Católico de Castilla, el mismo provincial de los dominicos Alonso de Loaysa se pone de parte del rey y del gobernador de La Española, se enoja reprende a sus hermanos por tan escandalosa predicación, perjudicial a su orden. Sin duda se han dejado engañar por el demonio y les manda que nadie siga con este tipo de predicaciones, bajo pena de incurrir en pecado grave y en excomunión.
Esta denuncia profética naturalmente es conflictiva no sólo para la Corona sino también para la Iglesia. Toda denuncia profética tiene un precio a pagar. Lo mismo le pasó a Jesús de Nazaret cuando proclamó su programa mesiánico de evangelizar a los pobres en la sinagoga de Nazaret: le quisieron despeñar (Lc 4,16-30).
En realidad, como afirma Gustavo Gutiérrez, tanto Diego Colón como el rey y el mismo Laoysa no se equivocaron en su juicio, pues se dieron cuenta de que el grito de Montesinos no sólo cuestionaba el modo cómo se trataba a los indios sino que atacaba de raíz la misma conquista y el injusto sistema colonial hispánico (3). De este sermón de Montesinos de 1511 ahora se cumplen 500 años.
Pero el grito de Montesinos. aunque fue el primer grito libertario en América Latina, no fue el único. Puebla no los recuerda en un texto conocido:
“Intrépidos luchadores por la justicia, evangelizadores de la paz como Antonio de Montesinos, Bartolomé de Las Casas, Juan de Zumárraga, Vasco de Quiroga, Juan del Valle, Julián Garcés, José de Anchieta, Manuel Nóbrega y tantos otros que defendieron a los indios ante los conquistadores y encomenderos, incluso hasta la muerte, como el Obispo Antonio Valdivielso, demuestran con la evidencia de los hechos, cómo la Iglesia promueve la dignidad y la libertad del hombre latinoamericano” (4).
Líneas de fuerza del sermón de Montesinos
Quizás lo que llama la atención es que Montesinos comience arguyendo a partir de lo que hoy llamaríamos los derechos humanos: “¿con qué derecho y justicia” ”¿con qué autoridad” “¿cómo los tenéis tan opresos y fatigados?” “¿estos no son hombres?” “¿no tienen ánimas racionales?”. Sin duda la escuela dominica de Salamanca de la que provenían, donde había grandes pensadores tomistas como Soto y Vitoria, influyó en esta visión antropológica primordial. Antes de invocar valores evangélicos, acuden al sentido humano, a la humanidad, a la honestidad con lo real, al respeto a las personas humanas, a un mínimo de sentido de compasión ante el sufrimiento ajeno. La cuestión sobre Dios es ante todo una cuestión sobre la realidad.
Esto supone que la comunidad dominica tenía una cercanía al mundo de los indígenas, que le llevaba a mirar la historia desde abajo, desde su reverso, desde los que sufren sus consecuencias, lo cual les llevó a asumir lo que hoy se llama la opción por los pobres. Antes que los intereses y pretendidos derechos de los conquistadores, está el sufrimiento de los indios.
Montesinos comienza haciendo memoria de estos sufrimientos, memoria de la pasión del pueblo, memoria passionis (J.B.Metz). Los colonizadores han agredido violentamente al tener, al saber y al ser de los indígenas, ha sido “un contexto de injusta invasión y no sólo de un territorio y sus recursos, sino de las más secretas identidades; violación y negación de visiones del cosmos y sabidurías de vida, secretos e iniciativas” (5). No es posible permanecer impasibles ni neutrales ante el sufrimiento, no pueden pasar de largo, como el sacerdote y el levita de la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-35). En el sufrimiento de los indios contemplan y experimentan el sufrimiento del Señor (Mt 25,31-45).
A partir de aquí brota la denuncia de la ideología de la conquista que teóricamente se justifica para poder evangelizar a estos pueblos, pero que en realidad se ha convertido en “sacar y adquirir oro cada día” y por esto “los matáis”. Forma parte de este engaño, de este sueño letárgico en el que están dormidos, el que no se preocupen en absoluto del bien espiritual de los indios, de su evangelización, bautismo, celebración del domingo y fiestas…
Sólo después se invoca un principio cristiano, la obligación de amarlos como a ellos mismos, una máxima evangélica que seguramente los conquistadores conocían de su tradición cultural cristiana.
La consecuencia de todo ello es que los conquistadores están en pecado mortal, que no se podrán salvar mientras persistan en su actitud abusiva y en la práctica de las encomiendas. Y les pone el ejemplo de los moros o turcos que no tienen fe, que según la visión teológica de aquella época, no se podían salvar: tampoco ellos se salvarán. Por esto mismo, mientras no haya una profunda conversión, no los podrán confesar ni dar la absolución de sus pecados. Sin duda estas duras palabras debieron sacudir a sus oyentes, pues no estaban acostumbrados a tanta contundencia.
Actualidad del sermón de Montesinos
Han pasado 500 años, el contexto histórico, cultural, económico y político de América Latina ha cambiado. Pero desde América Latina sigue llegando al cielo el clamor de los indígenas y afroamericanos, de los campesinos, de las mujeres, de los mineros, de los niños, de los ancianos que piden justicia, dignidad, salud, trabajo, educación, libertad, respeto a sus culturas, el derecho a la tierra y al territorio, el poder “vivir bien”, una vida digna de seres humanos.
Ya no es el imperio hispano-luso, son las multinacionales, las estructuras económicas neoliberales, los intereses del mercado, los nuevos poderes mundiales, los que crean diferencias abismales entre los ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres, que ahora son masas desechables, insignificantes, despreciables, efectos colaterales de una economía tremendamente injusta, pero que se considera políticamente correcta (6). A los nuevos conquistadores no les mueve el sufrimiento del pueblo, ni el destrozo de la ecología, ni el avasallamiento de las culturas. Siguen dormidos en un sueño letárgico profundo.
También han surgido en estos últimos años voces proféticas, verdaderos defensores de los indios, Santos Padres de América Latina, como Proaño, Méndez Arceo, Laguna, Samuel Ruiz, Helder Camara, Lorscheider, Pironio, Silva Henríquez, Romero, Angelelli…; los documentos de Medellín y Puebla, la Teología de la Liberación, las comunidades de base, la vida religiosa inserta entre los pobres auspiciada por la CLAR… También ha habido reacciones del imperio de turno; ha habido mártires en todos los sectores de la Iglesia, desde obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas a campesinos, catequistas, indígenas, mujeres y niños, gente del pueblo… Los sucesores de Fernando, el Católico, el “sistema” no admite críticas ni cuestionamientos; nunca perdona ni olvida. La pasión de Jesús sigue presente y actual en el pueblo sufriente, en “los crucificados de la historia”.
Pero lo más doloroso ha sido que también desde las instancias eclesiales ha habido incomprensiones, críticas, condenaciones y descalificaciones, a obispos, teólogos, comunidades de base, vida religiosa inserta, la CLAR, se ha frenado a los ministerios de los diáconos indígenas…Son los herederos de Alonso de Loaysa que mientras condenaban estas voces proféticas, tildándolas de materialistas y comunistas, de subversivas, de poco cristianas y de poco eclesiales, de querer hacer una Iglesia popular y paralela del pueblo, enfrentada a la Iglesia jerárquica… no veían inconveniente en que comulgasen dictadores, aumentasen movimientos espiritualistas, prosperasen teologías neoconservadoras como la de Michael Novak que compara al capitalismo con el Siervo de Yahvé al que todos desprecian pero que es el único que salva y libera (Is 53). Mientras un nuncio italiano jugaba elegantemente a tenis los fines de semana con el dictador argentino, miles de ciudadanos eran torturados y desaparecían en Buenos Aires…
El sermón de Montesinos sigue siendo actual para la sociedad y la Iglesia de hoy.
Una reciente película española, También la lluvia de la directora Iciar Bollaín lo quiere representar.
En el guión se escenifica la conquista de América y la opresión de los indígenas con la presencia de Colón y también de la voz de protesta de Montesinos: “¿estos no son hombres?”. Pero el rodaje de esta película figura que se realiza en escenarios de Cochabamba (Bolivia) y se hace coincidir con la guerra del agua del año 2005 en la que los cochabambinos se sublevaron contra la multinacional propietaria del agua que quería elevar su precio. La policía al servicio de la multinacional reprime a los manifestantes, de modo que se reproduce la opresión de los conquistadores a los indígenas. La filmación se tiene que interrumpir, los actores defraudados regresan a España sin poder acabar su trabajo. Pero lo que queda patente es la cruda realidad del pueblo que sigue hoy sufriendo opresión. Naturalmente esta película, en muchos aspectos excelente, no fue seleccionada para los premios Oscar…No es políticamente correcto recordar que la opresión sigue hoy. Es preferible permanecer dormidos en un sueño letárgico…
Algo nuevo está naciendo
La historia nunca se repite, el contexto político, social y eclesial ha cambiado profundamente, no sólo desde tiempos de Montesinos sino también desde el final del siglo XX. Bastan algunas pinceladas impresionistas.
Vivimos en un mundo post-marxista y post-moderno. En América Latina ya no estamos en los años 80, las dictaduras han dado paso a democracias, surgen algunos gobiernos de corte popular, que en medio de mil contradicciones y ambigüedades, buscan revertir la situación de pobreza y discriminación del pueblo. El continente olvidado ahora es África que también ahora comienza despertar.
Emerge en el mundo globalizado de hoy una gran crisis económica, energética, ecológica y civilizatoria. Ha caído el muro de Berlín, pero también han caído las torres gemelas de Nueva York. El modelo económico actual naufraga, a pesar de sus continuas reflotaciones. Los desastres ecológicos son señales de alerta roja. Chernobyl y Fukushima simbolizan la crisis energética y los peligros de querer ser aprendices de brujo.
Estamos ante un cambio de época, de paradigma, los terremotos y tsunamis no son sólo desastres telúricos, sino que simbolizan la crisis de toda una civilización moderna y técnica, orgullosa de su progreso.
A nivel eclesial también hay terremotos y tsunamis. Después del carácter claramente restauracionista de los últimos pontificados y a pesar de grandes concentraciones masivas religiosas y de los show mediáticos que parecen insinuar que nada pasa, la barca de Pedro se zarandea en una crisis que desde el tiempo de la Reforma no se había visto. Los escándalos sexuales son sólo la punta del iceberg de una profunda crisis, algo huele a podrido…La cristiandad ha explotado aunque su agonía sea lenta. Jóvenes y mujeres abandonan silenciosamente la Iglesia.
En América Latina los representantes oficiales de la Iglesia ya no son, como en tiempo de Montesinos, la voz de los sin voz, pues los pobres y los indígenas ya tienen voz propia. Muchos piensan que la teología de la liberación ya ha muerto. A Roma ahora la preocupa sobre todo la teología asiática del diálogo inter-religioso.
En medio de esta caótica situación mundial y eclesial, en medio de esta crisis, en esta noche oscura, hay signos apocalípticos de que algo nuevo está naciendo, hay nuevos sujetos emergentes en la sociedad y en la Iglesia: jóvenes, pobres, indígenas y afros, mujeres. Se escucha el grito de que “otro mundo es posible”, también de que “otra Iglesia es posible”.
Como en los orígenes de la creación, en medio de la noche y del caos reinante, el Espíritu genera vida (Gn 1,2) y hace nacer un mundo nuevo, diferente. Este caos anuncia dolores de parto de la creación (Rm 8,20), los centinelas divisan que los almendros comienzan a florecer en medio del invierno mundial y eclesial. El Espíritu del Señor está activo, estos signos de muerte son preludio de resurrección, la piedra del sepulcro comienza a removerse, las mujeres son las primeras en darse cuenta y en creer en la resurrección (7).
En este nuevo contexto el grito de Montesinos también vuelve a resonar de nuevo: “¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado que estáis no os podéis salvar”. Es necesario cambiar de rumbo, despertarnos, tomar conciencia de que algo nuevo está naciendo (Is 43, 19), porque, hoy como ayer, el Señor quiere hacer todas las cosas nuevas (Apoc 21,5). En América Latina todavía estamos en tiempo de Adviento…
NOTAS:
1 Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, Libro III, c. 4
2 Víctor Codina, Opción por los pobres en la Cristiandad colonial, en De la modernidad a la solidaridad, Lima 1984, 259-282; Víctor Codina, Noé Zevallos, Vida religiosa. Historia y teología, Madrid 1987, 76-81.
3 Gustavo Gutiérrez, En busca de los pobres de Jesucristo. El pensamiento de Bartolomé de Las Casas, Lima 1992, 58.
4 Puebla 8.
5 Antonieta Potente, Eco de un sermón: entre arquetipo y realidad. Otro diálogo es posible, Yachay (Cochabamba), nº 53, 28( 2011) 47-58, cita pág 50.
6 Aparecida 65.
7 J. Moingt, Les femmes et l´avenir de l´Eglise, «Etudes» (Paris), janvier 2011, 67- 76, que concluye con esta predicción profética: “La mujer es y será el futuro de la Iglesia”.
Sigue siendo un sermón actual, una voz en el desierto (como él mismo decía), voz de nuevo Juan Bautista, anunciando el juicio de Dios sobre los representantes una sociedad "privilegiada" que ha olvidado la justicia, y mata a sus "hermanos" menos "importantes" (indios, pobres...), con tal de medrar ella misma. Éste es un sermón que debería actualizarse y proclamarse en todas las iglesias cristianas, este Domingo 3º de Adviento, a los quinientos años..., es decir, a los 19 años de la primera celebración (¿dónde queda?) del Quinto Centenario.
Para el que quiera leer más, adjunto al final, como apéndice, un texto extraordinario de Víctor Codina SJ, que presenta y sitúa, en el mundo actual, el "grito" de Montesinos. Gracias Víctor, por lo que has escrito. Me tomo la libertad de hacerlo mío
Introducción
-- Habían llegado años atrás los españoles (1492) y habían comenzado a explotar la riqueza de las tierras del Caribe y América del Sur, empleando métodos duros que causaron la muerte de la mayoría de los indios, como si no fuera personas. No todo fue culpa de los encomenderos, sino que influyeron también razones de tipo social y racial (diverso sistema inmunitario, vida anterior en libertad y sin trabajos agobiantes…). Pero las represiones militares, el abuso de la explotación y el duro trabajo impuesto a los que antes eran libres, mató a la mayoría de la población autóctona, antes pacífica y tranquila.
-- Hubo, sin duda, otras voces que se alzaron contra aquel sistema de exploración, pero la más alta la dijo fray Antonio Montesinos, religioso dominico, que pronunció aquel año 1511, un famoso Sermón de Adviento, recogido por fray Bartolomé de las Casas. Sus palabras centrales sonaron como un mazazo en la conciencia de conquistadores de entonces… y así deben sonar en los oídos de colonizadores y explotadores actuales, que persiguen sus negocios (dineros) olvidando la vida y derecho de los pobres:
-- ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas…?
-- ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados... y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día?
-- ¿Éstos, no son hombres? ¿No tienen almas racionales?
-- ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos?
Se cumplen este Adviento 500 años, pero las palabras que Fray Montesinos dirigió a los españoles de la Española el 1511 pueden y debe dirigirse en este año de gracia y de gran depresión (2011) a los nuevos encomenderos, finacieros y usureros, dedicados igualmente al oro (dinero, dinero, dinero…), dejando que mueran o, por mejor, decir matando a miles y millones de personas
Será bueno que nos siga hablando Montesinos, como hizo 500 atrás, como nuevo Juan Bautista, predicando “en el desierto”… a los que se seguían (siguen, seguimos) empeñados en convertir este mundo en desierto, donde sólo algunos viven y medran… sin importarles que otros muchos mueran. Buen fin de semana a todos, a los 500 años del Sermón de Montesinos, que hoy transcribo, según la versión de B. de las Casas.
Imagen, monumento a Montesinos, en Santo Domingo.
Narración de Fray Bartolomé de las Casas sobre Antonio de Montesinos
Llegado el domingo y la hora de predicar, subió al púlpito el susodicho padre fray Antón Montesino, y tomó por tema y fundamento de su sermón, que ya llevaba escrito y firmado por los demás: Ego vox clamantis in deserto (Juan Bautista). Hecha su introducción y dicho algo de lo que tocaba a la materia del tiempo del Adviento, comenzó a encarecer la esterilidad del desierto de las conciencias de los españoles de esta isla y la ceguera en que vivían; con cuánto peligro andaban de su condenación, no advirtiendo los pecados gravísimos en que con tanta insensibilidad estaban continuamente zambullidos y en ellos morían. Luego torna sobre su tema, diciendo así:
"Para dároslos a conocer me he subido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto de esta isla, y por tanto, conviene que con atención, no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual voz os será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás pensasteis oír".
Esta voz encareció por buen rato con palabras muy punitivas y terribles, que les hacía estremecer las carnes y que les parecía que ya estaban en el divino juicio. La voz, pues, en gran manera, en universal encarecida, les declaró cuál era o qué contenía en sí aquella voz:
-- "Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido?
-- ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y creador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos?
-- ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado [en] que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo".
Finalmente de tal manera se explicó la voz que antes tanto había encarecido, que
los dejó atónitos,
a muchos como fuera de sentido,
a otros más empedernidos y algunos algo compungidos,
pero a ninguno, por lo que yo después entendí, convertido.
Concluido su sermón, bájase del púlpito con la cabeza no muy baja, porque no era hombre que quisiese mostrar temor, así como no lo tenía, si se daba mucho por desagradar los oyentes, haciendo y diciendo lo que, según Dios, le parecía convenir; con su compañero se va a su casa pajiza, donde, por ventura, no tenían qué comer, sino caldo de berzas sin aceite, como algunas veces les acaecía. Salido él, queda la iglesia llena de murmullo, que, según yo creo, apenas dejaron acabar la misa.
Puédase bien juzgar que no se leyó lección de Menosprecio del mundo a las mesas de todos aquel día. En acabando de comer, que no debiera ser muy gustosa la comida, júntase toda la ciudad en casa del Almirante, segundo de esta dignidad y real oficio, D. Diego Colón, hijo del primero que descubrió estas indias, en especial los oficiales del rey... y acuerdan de ir a reprender y asombrar al predicador y a los demás, si no lo castigaban como a hombre escandaloso, sembrador de doctrina nueva, nunca oída, condenando a todos, y que había hablado contra el rey y su señorío que tenía en estas Indias, afirmando que no podían tener los indios habiéndoselos dado el rey, y éstas eran cosas gravísimas e irremisibles.
Llaman a la portería, abre el portero, le dicen que llame al vicario, y aquel fraile que había predicado tan grandes desvaríos; sale solo el vicario, venerable padre, fray Pedro de Córdoba; le dicen con más imperio que humildad que haga llamar al que había predicado. Responde, como hombre prudentísimo, que no había necesidad; que si su señoría y mercedes mandan algo, él era prelado de aquellos religiosos y él respondería... Finalmente... comenzaron a blandear humillándose, y ruéganle que lo mande llamar, porque, él presente, les quieren hablar y preguntarles cómo y en qué se fundaban para determinarse a predicar una cosa tan nueva y tan perjudicial, en deservicio del rey y daño de todos los vecinos de aquella ciudad y de toda esta isla.
Viendo el santo varón que llevaban otro camino e iban templando el brío con que habían venido, mandó llamar al dicho padre fray Antón Montesino, el cual maldito el miedo con que vino; sentados todos, propone primero el Almirante por sí y por todos su querella, diciendo que cómo aquel padre había osado predicar cosas en tan gran deservicio del rey y daño de toda aquella tierra... El padre vicario respondió que lo que había predicado aquel padre había sido de parecer, voluntad y consentimiento suyo y de todos, después de muy bien mirado y conferido entre ellos...
Poco aprovechó el habla y razones de ella, que el santo varón dio en justificación del sermón, para satisfacerlos y aplacarlos de la alteración que habían recibido al oír que o podían tener los indios tiranizados, como los tenían...
Convenían todos en que aquel padre se desdijese el domingo siguiente de lo que había predicado, y llegaron a tanta ceguera, que les dijeron, que si no lo hacían, que aparejasen sus pajuelas para embarcarse e irse a España... Finalmente..., concedieron los padres, por despedirse ya de ellos y dar fin a sus frívolas importunidades, que fuese así en buena hora, que el mismo padre fray Antón Montesino tornaría el domingo siguiente a predicar y tornaría a la materia y diría sobre lo que había predicado lo que mejor le pareciese y, en cuanto pudiese, trabajaría por satisfacerlos... esto así concertado, se fueron alegres con esta esperanza.
Publicaron ellos luego, o algunos de ellos, que dejaban concertado con el vicario y con los demás, que el domingo siguiente de todo lo dicho se había de desdecir aquel fraile; y para oír este segundo sermón no fue menester convidarlos, porque no quedó persona en toda la ciudad que no se hallase en la iglesia... Llegada la hora del sermón, subido en el púlpito, el tema que para fundamento de su retractación y desdecimiento se halló, fue una sentencia del santo Job, en el cap. 36, que comienza:
-- Repetam scientiam meam a principio et sermones meos sine mendatio esse probabo: "Tornaré a referir desde su principio mi ciencia y verdad, que el domingo pasado os prediqué y aquellas mis palabras, que así os amargaron, mostraré ser verdaderas".
Oído este su tema, ya vieron luego los más avisados a dónde iba a parar, y fue harto sufrimiento dejarlo pasar de allí.
-- Comenzó a fundar su sermón y a referir todo lo que en el sermón pasado había predicado y a corroborar con más razones y autoridades lo que afirmó de tener injusta y tiránicamente opresas y fatigadas a aquellas gentes, tornando a repetir su ciencia, que tuviesen por cierto no poder salvarse en aquel estado; por eso, que con tiempo se remediasen, haciéndoles saber que a hombres de ellos no los confesarían, más que a los que andaban asaltando, y que publicasen esto y escribiesen a quien quisiesen en Castilla; en todo lo cual tenían por cierto que servían a Dios y no chico servicio hacían al rey.
Acabado su sermón, se fue a su casa, y todo el pueblo en la iglesia quedó alborotado, gruñendo y mucho más indignado con los frailes que antes... Peligrosa cosa es y digna de llorar mucho [la condición] de los hombres que están en pecados, mayormente los que con robos y daños de sus prójimos han subido a mayor estado del que nunca tuvieron, porque más duro les parece, y aun lo es, decaer de él, que echarse de grandes barrancos abajo... de aquí es tener por muy áspero y abominable oírse reprender en los púlpitos, porque mientras no lo oyen, les parece que Dios está descuidado y que la ley divina es revocada, porque los predicadores callan. De esta insensibilidad, peligro y obstinación y malicia, más que en otra parte del mundo, ni género de gente consumada tenemos ejemplos sin número y experiencia ocular en estas nuestras Indias padecer la gente de nuestra España.
Adjunto:
1. No se conservan los textos autógrafos de los sermones. Los conocemos mediante un resumen que consigna fray Bartolomé de las Casas en su Historia de las Indias.
Cf. primera edición crítica, Transcripción del texto autógrafo por M. A. Medina, fuentes bibliográficas J.A. Barreda, estudio preliminar y análisis crítico I. Pérez Fernández, Obras Completas T. 3-5 (Madrid 1994) 5, 1761-1762., 16.
Cf. http://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_de_Montesinos
http://www.revistanotarios.com/files/Fray%20Anton%20de%20Montesinos%20un%20Humanista%20Olvidado.pdf
http://webs.advance.com.ar/pfernando/DocsIglLA/Montesinos.htm
http://blogs.ua.es/bartolomedelascasas/2010/05/03/fray-antonio-de-montesinos/
http://www.autorescatolicos.org/adolfocarretoserielosrebeldesfrayanton.htm
Agradezco el recuerdo y presentación del texto a José Antonio Nieto, quien amistosamente me ha recordado esta fecha, de los 500 años del Sermón de Montesinos.
Visité hace tiempo el lugar donde predicó Montesinos, he contemplado con gozo su estatua, hoy le recuerdo agradecido... y quiero que los amigos de mi blog le recuerden también. Buen fin de semana a todos.
Apéndice: Para el que quiera leer más
El grito de Montesinos, ayer y hoy
Víctor Codina sj, Sacerdote Jesuita. Teólogo
Christus/México 786 (2011) 18-21
Sucedió hace 500 años.
En diciembre de 1510, una pequeña comunidad de frailes dominicos desembarca en la isla caribeña de La Española (hoy territorio de República Dominicana y Haití). Esta comunidad misionera, encabezada por Pedro de Córdoba, procedía del convento de San Esteban de Salamanca, uno de los centros más famosos y más abiertos de la Orden Dominicana.
Es una comunidad pobre y que quiere anunciar la Palabra desde su contexto de inserción en la realidad de la conquista española: desde hacía 19 años los habitantes de las llamadas Indias occidentales padecían la explotación y malos tratos, porque los conquistadores sólo buscaban oro y hacerse ricos con la sangre de los indios a los que trataban como animales.
La comunidad analiza los hechos, examina a la luz del evangelio la inhumana opresión que sufren los indígenas, se pone de parte de ellos y consciente de la gravedad de la situación decide denunciarla públicamente ante los conquistadores y notables españoles, entre los cuales estaba el almirante Diego de Colón, el hijo de Cristóbal Colón. Entre todos los miembros de la comunidad elaboran el sermón que encargan pronunciar a fray Antonio de Montesinos, buen predicador. Escogen la fecha del Cuarto domingo de Adviento y toman como punto de partida la frase de Juan Bautista: “Yo soy la voz del que clama en el desierto”.
El texto de este profético discurso pronunciado el 21 de diciembre de 1511, lo conocemos gracias a Bartolomé de Las Casas, entonces cura encomendero, presente en el templo:
“Esta voz, dijo él, dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéís en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tantas infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido?
¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos de sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado en que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen o no quieren la fe de Cristo” (1).
El impacto del sermón fue grande, “los dejó atónitos, a muchos como fuera de sentido, a otros más empedernidos y algunos como compungidos, pero a ninguno, a lo que yo entendí, convertido”, anota el cronista. Diego Colón y los notables salieron indignados y decidieron reprender al predicador por aquella doctrina nueva y escandalosa que iba contra el rey, que era quien autorizaba a los conquistadores el tener indios en las encomiendas a su servicio. Exigían una pública retractación.
También Bartolomé de Las Casas se indignó con aquel sermón que atacaba directamente su situación de encomendero. Sólo años más tarde, reflexionando sobre textos del Eclesiástico (4,1-6; 34,18-22) que afirman que Yahvé no acepta las ofrendas manchadas con sangre, Las Casas cambió de rumbo, ingresó en la Orden dominicana y nombrado obispo de Chiapas, se convirtió en el gran defensor de los indígenas.
Al domingo siguiente, Montesinos subió de nuevo al pulpito y en lugar de retractarse dijo que en adelante no confesarían a los españoles, ni les darían la absolución, y recalcó que podían quejarse ante quien quisieran, pero ellos seguirían predicando el evangelio (2).
La noticia llega a la corte española, el superior Pedro de Córdoba es llamado a declarar ante el rey Fernando el Católico de Castilla, el mismo provincial de los dominicos Alonso de Loaysa se pone de parte del rey y del gobernador de La Española, se enoja reprende a sus hermanos por tan escandalosa predicación, perjudicial a su orden. Sin duda se han dejado engañar por el demonio y les manda que nadie siga con este tipo de predicaciones, bajo pena de incurrir en pecado grave y en excomunión.
Esta denuncia profética naturalmente es conflictiva no sólo para la Corona sino también para la Iglesia. Toda denuncia profética tiene un precio a pagar. Lo mismo le pasó a Jesús de Nazaret cuando proclamó su programa mesiánico de evangelizar a los pobres en la sinagoga de Nazaret: le quisieron despeñar (Lc 4,16-30).
En realidad, como afirma Gustavo Gutiérrez, tanto Diego Colón como el rey y el mismo Laoysa no se equivocaron en su juicio, pues se dieron cuenta de que el grito de Montesinos no sólo cuestionaba el modo cómo se trataba a los indios sino que atacaba de raíz la misma conquista y el injusto sistema colonial hispánico (3). De este sermón de Montesinos de 1511 ahora se cumplen 500 años.
Pero el grito de Montesinos. aunque fue el primer grito libertario en América Latina, no fue el único. Puebla no los recuerda en un texto conocido:
“Intrépidos luchadores por la justicia, evangelizadores de la paz como Antonio de Montesinos, Bartolomé de Las Casas, Juan de Zumárraga, Vasco de Quiroga, Juan del Valle, Julián Garcés, José de Anchieta, Manuel Nóbrega y tantos otros que defendieron a los indios ante los conquistadores y encomenderos, incluso hasta la muerte, como el Obispo Antonio Valdivielso, demuestran con la evidencia de los hechos, cómo la Iglesia promueve la dignidad y la libertad del hombre latinoamericano” (4).
Líneas de fuerza del sermón de Montesinos
Quizás lo que llama la atención es que Montesinos comience arguyendo a partir de lo que hoy llamaríamos los derechos humanos: “¿con qué derecho y justicia” ”¿con qué autoridad” “¿cómo los tenéis tan opresos y fatigados?” “¿estos no son hombres?” “¿no tienen ánimas racionales?”. Sin duda la escuela dominica de Salamanca de la que provenían, donde había grandes pensadores tomistas como Soto y Vitoria, influyó en esta visión antropológica primordial. Antes de invocar valores evangélicos, acuden al sentido humano, a la humanidad, a la honestidad con lo real, al respeto a las personas humanas, a un mínimo de sentido de compasión ante el sufrimiento ajeno. La cuestión sobre Dios es ante todo una cuestión sobre la realidad.
Esto supone que la comunidad dominica tenía una cercanía al mundo de los indígenas, que le llevaba a mirar la historia desde abajo, desde su reverso, desde los que sufren sus consecuencias, lo cual les llevó a asumir lo que hoy se llama la opción por los pobres. Antes que los intereses y pretendidos derechos de los conquistadores, está el sufrimiento de los indios.
Montesinos comienza haciendo memoria de estos sufrimientos, memoria de la pasión del pueblo, memoria passionis (J.B.Metz). Los colonizadores han agredido violentamente al tener, al saber y al ser de los indígenas, ha sido “un contexto de injusta invasión y no sólo de un territorio y sus recursos, sino de las más secretas identidades; violación y negación de visiones del cosmos y sabidurías de vida, secretos e iniciativas” (5). No es posible permanecer impasibles ni neutrales ante el sufrimiento, no pueden pasar de largo, como el sacerdote y el levita de la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-35). En el sufrimiento de los indios contemplan y experimentan el sufrimiento del Señor (Mt 25,31-45).
A partir de aquí brota la denuncia de la ideología de la conquista que teóricamente se justifica para poder evangelizar a estos pueblos, pero que en realidad se ha convertido en “sacar y adquirir oro cada día” y por esto “los matáis”. Forma parte de este engaño, de este sueño letárgico en el que están dormidos, el que no se preocupen en absoluto del bien espiritual de los indios, de su evangelización, bautismo, celebración del domingo y fiestas…
Sólo después se invoca un principio cristiano, la obligación de amarlos como a ellos mismos, una máxima evangélica que seguramente los conquistadores conocían de su tradición cultural cristiana.
La consecuencia de todo ello es que los conquistadores están en pecado mortal, que no se podrán salvar mientras persistan en su actitud abusiva y en la práctica de las encomiendas. Y les pone el ejemplo de los moros o turcos que no tienen fe, que según la visión teológica de aquella época, no se podían salvar: tampoco ellos se salvarán. Por esto mismo, mientras no haya una profunda conversión, no los podrán confesar ni dar la absolución de sus pecados. Sin duda estas duras palabras debieron sacudir a sus oyentes, pues no estaban acostumbrados a tanta contundencia.
Actualidad del sermón de Montesinos
Han pasado 500 años, el contexto histórico, cultural, económico y político de América Latina ha cambiado. Pero desde América Latina sigue llegando al cielo el clamor de los indígenas y afroamericanos, de los campesinos, de las mujeres, de los mineros, de los niños, de los ancianos que piden justicia, dignidad, salud, trabajo, educación, libertad, respeto a sus culturas, el derecho a la tierra y al territorio, el poder “vivir bien”, una vida digna de seres humanos.
Ya no es el imperio hispano-luso, son las multinacionales, las estructuras económicas neoliberales, los intereses del mercado, los nuevos poderes mundiales, los que crean diferencias abismales entre los ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres, que ahora son masas desechables, insignificantes, despreciables, efectos colaterales de una economía tremendamente injusta, pero que se considera políticamente correcta (6). A los nuevos conquistadores no les mueve el sufrimiento del pueblo, ni el destrozo de la ecología, ni el avasallamiento de las culturas. Siguen dormidos en un sueño letárgico profundo.
También han surgido en estos últimos años voces proféticas, verdaderos defensores de los indios, Santos Padres de América Latina, como Proaño, Méndez Arceo, Laguna, Samuel Ruiz, Helder Camara, Lorscheider, Pironio, Silva Henríquez, Romero, Angelelli…; los documentos de Medellín y Puebla, la Teología de la Liberación, las comunidades de base, la vida religiosa inserta entre los pobres auspiciada por la CLAR… También ha habido reacciones del imperio de turno; ha habido mártires en todos los sectores de la Iglesia, desde obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas a campesinos, catequistas, indígenas, mujeres y niños, gente del pueblo… Los sucesores de Fernando, el Católico, el “sistema” no admite críticas ni cuestionamientos; nunca perdona ni olvida. La pasión de Jesús sigue presente y actual en el pueblo sufriente, en “los crucificados de la historia”.
Pero lo más doloroso ha sido que también desde las instancias eclesiales ha habido incomprensiones, críticas, condenaciones y descalificaciones, a obispos, teólogos, comunidades de base, vida religiosa inserta, la CLAR, se ha frenado a los ministerios de los diáconos indígenas…Son los herederos de Alonso de Loaysa que mientras condenaban estas voces proféticas, tildándolas de materialistas y comunistas, de subversivas, de poco cristianas y de poco eclesiales, de querer hacer una Iglesia popular y paralela del pueblo, enfrentada a la Iglesia jerárquica… no veían inconveniente en que comulgasen dictadores, aumentasen movimientos espiritualistas, prosperasen teologías neoconservadoras como la de Michael Novak que compara al capitalismo con el Siervo de Yahvé al que todos desprecian pero que es el único que salva y libera (Is 53). Mientras un nuncio italiano jugaba elegantemente a tenis los fines de semana con el dictador argentino, miles de ciudadanos eran torturados y desaparecían en Buenos Aires…
El sermón de Montesinos sigue siendo actual para la sociedad y la Iglesia de hoy.
Una reciente película española, También la lluvia de la directora Iciar Bollaín lo quiere representar.
En el guión se escenifica la conquista de América y la opresión de los indígenas con la presencia de Colón y también de la voz de protesta de Montesinos: “¿estos no son hombres?”. Pero el rodaje de esta película figura que se realiza en escenarios de Cochabamba (Bolivia) y se hace coincidir con la guerra del agua del año 2005 en la que los cochabambinos se sublevaron contra la multinacional propietaria del agua que quería elevar su precio. La policía al servicio de la multinacional reprime a los manifestantes, de modo que se reproduce la opresión de los conquistadores a los indígenas. La filmación se tiene que interrumpir, los actores defraudados regresan a España sin poder acabar su trabajo. Pero lo que queda patente es la cruda realidad del pueblo que sigue hoy sufriendo opresión. Naturalmente esta película, en muchos aspectos excelente, no fue seleccionada para los premios Oscar…No es políticamente correcto recordar que la opresión sigue hoy. Es preferible permanecer dormidos en un sueño letárgico…
Algo nuevo está naciendo
La historia nunca se repite, el contexto político, social y eclesial ha cambiado profundamente, no sólo desde tiempos de Montesinos sino también desde el final del siglo XX. Bastan algunas pinceladas impresionistas.
Vivimos en un mundo post-marxista y post-moderno. En América Latina ya no estamos en los años 80, las dictaduras han dado paso a democracias, surgen algunos gobiernos de corte popular, que en medio de mil contradicciones y ambigüedades, buscan revertir la situación de pobreza y discriminación del pueblo. El continente olvidado ahora es África que también ahora comienza despertar.
Emerge en el mundo globalizado de hoy una gran crisis económica, energética, ecológica y civilizatoria. Ha caído el muro de Berlín, pero también han caído las torres gemelas de Nueva York. El modelo económico actual naufraga, a pesar de sus continuas reflotaciones. Los desastres ecológicos son señales de alerta roja. Chernobyl y Fukushima simbolizan la crisis energética y los peligros de querer ser aprendices de brujo.
Estamos ante un cambio de época, de paradigma, los terremotos y tsunamis no son sólo desastres telúricos, sino que simbolizan la crisis de toda una civilización moderna y técnica, orgullosa de su progreso.
A nivel eclesial también hay terremotos y tsunamis. Después del carácter claramente restauracionista de los últimos pontificados y a pesar de grandes concentraciones masivas religiosas y de los show mediáticos que parecen insinuar que nada pasa, la barca de Pedro se zarandea en una crisis que desde el tiempo de la Reforma no se había visto. Los escándalos sexuales son sólo la punta del iceberg de una profunda crisis, algo huele a podrido…La cristiandad ha explotado aunque su agonía sea lenta. Jóvenes y mujeres abandonan silenciosamente la Iglesia.
En América Latina los representantes oficiales de la Iglesia ya no son, como en tiempo de Montesinos, la voz de los sin voz, pues los pobres y los indígenas ya tienen voz propia. Muchos piensan que la teología de la liberación ya ha muerto. A Roma ahora la preocupa sobre todo la teología asiática del diálogo inter-religioso.
En medio de esta caótica situación mundial y eclesial, en medio de esta crisis, en esta noche oscura, hay signos apocalípticos de que algo nuevo está naciendo, hay nuevos sujetos emergentes en la sociedad y en la Iglesia: jóvenes, pobres, indígenas y afros, mujeres. Se escucha el grito de que “otro mundo es posible”, también de que “otra Iglesia es posible”.
Como en los orígenes de la creación, en medio de la noche y del caos reinante, el Espíritu genera vida (Gn 1,2) y hace nacer un mundo nuevo, diferente. Este caos anuncia dolores de parto de la creación (Rm 8,20), los centinelas divisan que los almendros comienzan a florecer en medio del invierno mundial y eclesial. El Espíritu del Señor está activo, estos signos de muerte son preludio de resurrección, la piedra del sepulcro comienza a removerse, las mujeres son las primeras en darse cuenta y en creer en la resurrección (7).
En este nuevo contexto el grito de Montesinos también vuelve a resonar de nuevo: “¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado que estáis no os podéis salvar”. Es necesario cambiar de rumbo, despertarnos, tomar conciencia de que algo nuevo está naciendo (Is 43, 19), porque, hoy como ayer, el Señor quiere hacer todas las cosas nuevas (Apoc 21,5). En América Latina todavía estamos en tiempo de Adviento…
NOTAS:
1 Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, Libro III, c. 4
2 Víctor Codina, Opción por los pobres en la Cristiandad colonial, en De la modernidad a la solidaridad, Lima 1984, 259-282; Víctor Codina, Noé Zevallos, Vida religiosa. Historia y teología, Madrid 1987, 76-81.
3 Gustavo Gutiérrez, En busca de los pobres de Jesucristo. El pensamiento de Bartolomé de Las Casas, Lima 1992, 58.
4 Puebla 8.
5 Antonieta Potente, Eco de un sermón: entre arquetipo y realidad. Otro diálogo es posible, Yachay (Cochabamba), nº 53, 28( 2011) 47-58, cita pág 50.
6 Aparecida 65.
7 J. Moingt, Les femmes et l´avenir de l´Eglise, «Etudes» (Paris), janvier 2011, 67- 76, que concluye con esta predicción profética: “La mujer es y será el futuro de la Iglesia”.
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