Publicado por Fe Adulta
ANÁFORA
Padre santo, es nuestra mayor satisfacción
manifestarte nuestra admiración y agradecimiento
por las inefables maravillas de tu Creación.
De modo especial te agradecemos
que podamos conocerte y quererte,
ser conscientes de tu presencia en nosotros.
Pero tu maravilloso proyecto de humanidad
dista mucho de nuestra cotidiana realidad.
Aunque nos produce sonrojo reconocer
tanto desperdicio de facultades,
aún es tiempo de esperanza,
la que Tú tienes depositada en nosotros.
Confías todavía en nuestro esfuerzo personal,
en nuestra voluntad de superación.
Es hora de creer también nosotros
en nuestras posibilidades de crecimiento personal,
en que podemos superar nuestros egoísmos.
Con esta ilusión, elevamos a Ti este canto de alabanza.
No podemos olvidar, Dios y Padre nuestro,
que el fundamento de la esperanza cristiana
es la entrada de tu hijo Jesús en nuestra historia.
Te agradecemos vivamente el inmenso privilegio
de haber conocido a Jesús, contar con su ejemplo,
y conocer por su medio tu proyecto de Reino,
un mundo donde impere la justicia y reine la concordia.
Nos apuntamos ilusionados a esta ingente misión
y nos declaramos seguidores de Jesús y de su mensaje,
conscientes de la enorme responsabilidad que contraemos.
El adviento es tiempo de gestación.
Ayúdanos a honrar este estado de buena esperanza,
y confiar en la pronta llegada de una nueva humanidad,
una generación más humana, sensata y adulta,
transida de espíritu, de cordialidad,
que sepa vivir en comunión fraternal y solidaria.
Convéncenos de que ya es hora de reconciliarnos
con la tierra madre y la naturaleza,
de dar a luz un nuevo mundo digno de llamarse tu Reino.
Convéncenos de que nuestra propia esperanza se nutre
repartiendo esperanza en los otros, en los desesperados.
Infúndenos el sueño y la esperanza que inspiró a Jesús,
hacer realidad algún día la felicidad de todos en el mundo.
Brindamos con Jesús por la utopía de tu reino.
Amén.
------------------------------
EL TESTIGO
Un día apareció un hombre en el horizonte
y reavivó las ascuas de nuestra esperanza dormida.
Un día llegó un hombre que tenía magia en la voz,
calor en sus palabras y embrujo en su mensaje.
Un día vino un hombre con la esperanza en sus gestos,
con la fuerza de su ser y con un corazón grandísimo.
Yo sólo soy la voz del que clama en el desierto.
Un día vino un hombre que gritaba cual ninguno
invitándonos a convertirnos y dar un giro a nuestro destino.
Un día vino un hombre que rompió nuestros esquemas
para hacernos soñadores, tiernos y libres.
Un día vino un hombre tan recto y austero
que ningún señor, jefe y maestro lo quiso por mensajero.
Un día vino un hombre tan sencillo y humilde
que nunca se consideró el centro de sus actuaciones.
Un día vino un hombre que entabló un diálogo sincero
porque no buscaba ni engañarnos ni aprovecharse.
Un día vino un hombre que era todo voz de otro
clamando: Preparad el camino del Señor.
Un día vino un hombre que tomó la iniciativa
y abrió una brecha y una calzada recta al Mesías.
Un día vino un hombre, enviado por Dios,
para dar testimonio de la luz.
Y al ser preguntado por sus credenciales e identidad
habló humildemente, no se puso títulos ni mintió.
ANÁFORA
Padre santo, es nuestra mayor satisfacción
manifestarte nuestra admiración y agradecimiento
por las inefables maravillas de tu Creación.
De modo especial te agradecemos
que podamos conocerte y quererte,
ser conscientes de tu presencia en nosotros.
Pero tu maravilloso proyecto de humanidad
dista mucho de nuestra cotidiana realidad.
Aunque nos produce sonrojo reconocer
tanto desperdicio de facultades,
aún es tiempo de esperanza,
la que Tú tienes depositada en nosotros.
Confías todavía en nuestro esfuerzo personal,
en nuestra voluntad de superación.
Es hora de creer también nosotros
en nuestras posibilidades de crecimiento personal,
en que podemos superar nuestros egoísmos.
Con esta ilusión, elevamos a Ti este canto de alabanza.
No podemos olvidar, Dios y Padre nuestro,
que el fundamento de la esperanza cristiana
es la entrada de tu hijo Jesús en nuestra historia.
Te agradecemos vivamente el inmenso privilegio
de haber conocido a Jesús, contar con su ejemplo,
y conocer por su medio tu proyecto de Reino,
un mundo donde impere la justicia y reine la concordia.
Nos apuntamos ilusionados a esta ingente misión
y nos declaramos seguidores de Jesús y de su mensaje,
conscientes de la enorme responsabilidad que contraemos.
El adviento es tiempo de gestación.
Ayúdanos a honrar este estado de buena esperanza,
y confiar en la pronta llegada de una nueva humanidad,
una generación más humana, sensata y adulta,
transida de espíritu, de cordialidad,
que sepa vivir en comunión fraternal y solidaria.
Convéncenos de que ya es hora de reconciliarnos
con la tierra madre y la naturaleza,
de dar a luz un nuevo mundo digno de llamarse tu Reino.
Convéncenos de que nuestra propia esperanza se nutre
repartiendo esperanza en los otros, en los desesperados.
Infúndenos el sueño y la esperanza que inspiró a Jesús,
hacer realidad algún día la felicidad de todos en el mundo.
Brindamos con Jesús por la utopía de tu reino.
Amén.
Rafael Calvo Beca
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EL TESTIGO
Un día apareció un hombre en el horizonte
y reavivó las ascuas de nuestra esperanza dormida.
Un día llegó un hombre que tenía magia en la voz,
calor en sus palabras y embrujo en su mensaje.
Un día vino un hombre con la esperanza en sus gestos,
con la fuerza de su ser y con un corazón grandísimo.
Yo sólo soy la voz del que clama en el desierto.
Un día vino un hombre que gritaba cual ninguno
invitándonos a convertirnos y dar un giro a nuestro destino.
Un día vino un hombre que rompió nuestros esquemas
para hacernos soñadores, tiernos y libres.
Un día vino un hombre tan recto y austero
que ningún señor, jefe y maestro lo quiso por mensajero.
Un día vino un hombre tan sencillo y humilde
que nunca se consideró el centro de sus actuaciones.
Un día vino un hombre que entabló un diálogo sincero
porque no buscaba ni engañarnos ni aprovecharse.
Un día vino un hombre que era todo voz de otro
clamando: Preparad el camino del Señor.
Un día vino un hombre que tomó la iniciativa
y abrió una brecha y una calzada recta al Mesías.
Un día vino un hombre, enviado por Dios,
para dar testimonio de la luz.
Y al ser preguntado por sus credenciales e identidad
habló humildemente, no se puso títulos ni mintió.
Florentino Ulibarri
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