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domingo, 19 de mayo de 2013

El Papa deja en libertad al Espíritu Santo: Domingo de Pentecostés

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Se ha dicho que el Papa ha tenido al Espíritu Preso, como una paloma enjaulada (o por lo menos muy domesticada).
Pero muchos añaden que este Papa, el buen Francisco, va a dejarla en libertad,para que vuele: Miren su rostro, cómo el Papa se alegra de que la Paloma del Espíritu eleve las alas y vuele.
Ciertamente, ni el Papa ni nadie es dueño del Espíritu que vuela donde quiere y como quiere, sin que hayan podido ponerle cerrojos, como Jesús insinúa en la noche a Nicodemo (Jn 3, 8).
En esa línea, el mismo Jesús de Juan añade en el evangelio de este domingo de Pentecostés que el Padre enviará en su nombra al Espíritu Paráclito, como seguirá viendo quien lea.
Este post Pentecostés tendrá dos partes, que el sabio lector sabrá vincular, viendo sus relaciones:
‒ La primera recoge la palabra central del Evangelio de Juan, donde Jesús dice a los suyos que les mandará el Espíritu. En ese fondo recordaré las cuatro funciones del Espíritu-Paráclito.
‒ La segunda evoca cuatro rasgos de la “liberación papal” del Espíritu Santo. Ciertamente, el Papa no tiene el monopolio del Espíritu Santo, pero lo que él haga es importante en este “Nuevo Pentecostés” de la Iglesia Católica. Buen domingo a todos, con Vigilia incluida.


1. JESÚS PROMETE EL ESPÍRITU SANTO: CUATRO NOTAS DEL PARÁCLITO

Texto: Juan 14, 15-16. 23b-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor (Espíritu, Paráclito), que esté siempre con vosotros…
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho."

1. Espíritu de la Verdad: «Yo rogaré al Padre, y El os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros por siempre» (Jn 14, 16).

Jesús había defendido a sus discípulos; pero ha culminado su camino pascual y no está con ellos como antes. Por eso pide al Padre que les envíe “otro Paráclito” como presencia interior y compañía (no os dejaré huérfanos: Jn 14, 18): el Espíritu de la Verdad, que el mundo, sometido a la mentira y división, no puede acoger, ni comprender, el Espíritu del Conocimiento de Dios, que vincula en amor a todos los hombres (cf. Jn 17, 1-3) y defiende a los perseguidos en sus pruebas (cf. Mc 13, 11).

Ciertamente, los católicos tenemos un Papa; pero lo que nos define no es el Papa, sino el hecho de que Jesús nos ha ofrecido el Espíritu Santo.

2. Os lo enseñará todo: Conocer a Dios. «Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho» (Jn 14, 26).

Los hombres tienden a luchar sin fin unos contra otros, de manera que los fuertes dominan a los débiles. Pero el Espíritu de Dios enseñará a los pobres y excluidos, para que sepan, para que sean, para que se liberen. Ese Espíritu- Paráclito es Maestro interior que enseña a los fieles los dos mandamientos primeros: Conocer a Dios y amar a los hermanos. La vida cristiana recibe así un carácter carismático: sólo por experiencia interior, vinculada al magisterio personal del Espíritu (es decir, por carisma), podemos conocer a Dios, y conocer la “mentira” del mundo, y vivir en libertad.

Ciertamente, el Papa podrá enseñarnos algunas cosas y le estaremos agradecidos por ellos. Pero lo que importa es que ha “soltado” al Espíritu Santo, que quiere y puede enseñarnos. En su escuela escucharemos la Palabra.

3. Dará Testimonio. «Cuando venga el Paráclito, a quien enviaré desde el Padre el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y vosotros también daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio» (Jn 15:26-27).

Los creyentes no demuestran ni defienden a Dios con palabra racionales o teorías, sino que lo muestran con su vida: no son filósofos, sino testigos; no imponen un sistema sacral o social, sino que se presentan ellos mismos, como signo de la Vida de Dios en el Espíritu de Cristo, en experiencia de amor personal. Así, los cristianos, podremos ofrecer el testimonio de la salvación y de la justicia, del amor y de la paz sobre la tierra.

Ciertamente, el Papa puede ofrecernos (y nos ofrecerá) un buen testimonio de vida cristiana. Pero el Espíritu Santo es nuestro principal testigo, y nos hace, a nosotros también testigos de Dios. Somos Espíritu Santo para los demás.

4. Conviene que me vaya... «Pues si no me fuere el Paráclito no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré y os lo enseñará todo…» (Jn 16, 7).

Jesús se va para volver (para estar) de otra manera. Su ausencia suscita una más honda presencia en libertad y recuerdo, en plenitud personal y comunicación comunitaria. Así podemos afirmar que Jesús vuelve desde su ausencia, fundando la comunión de los creyentes, en medio de un mundo al que convence «de pecado, justicia y juicio» (cf. Jn 16, 8-11), inaugurando así una teodicea de tipo pneumatológico, que se expresa y decide a lo largo de la historia, como seguiremos indicando.

Jesús se ha ido (en un sentido), y nos ha dejado un Papa… para que nos recuerde ciertas cosas. Pero el “vicario” o representante verdadero de Jesús no es el Papa, sino el Espíritu Santo… y nosotros mismo, como portadores del Espíritu, somos testigos de Dios para los demás.

2. EL PAPA LIBERA AL ESPÍRITU: CUATRO NOTAS DEL NUEVO PENTECOSTÉS

He supuesto que el Espíritu estaba un poco encarcelado en el Vaticano. Ciertamente estaba bien aposentado, en buen palacio. Pero a él le gusta salir y volar, como a la paloma que Noé liberó tras el diluvio (Gen 8, 8-12). La paloma salió y voló y después (en contra del cuervo que sólo se ocupó de sí mismo) volvió para contar a Noé y a su familia (al resto de los animales) que había cesado el diluvio, que había llegado la libertad.

Pues bien, igual que Noé tras los cuarenta días y cuarenta noches de diluvio, este Papa Francisco tiene que liberar a la paloma, para que a todos nos traiga noticias de libertad, por pentecostés.

1. Liberar la paloma significa ponerse al servicio de la comunión católica (universal), superando fronteras y guetos, en la estela de Pedro, que fue hombre de esperanza para los pobres y de comunión (de gracia) para los diversos grupos cristianos.

Conforme a las palabras de Jesús (¡no os preocupéis, no os afanéis por muchas cosas!: Mt 6, 25-34 par), la función del Papa no será resolver los problemas de cada iglesia, diciendo a todos los fieles del mundo aquello que han de hacer (como si fuera subordinados), sino mantener la primacía de los pobres, diciendo a todos que vivan en libertad, según el evangelio Eso significa que el verdadero cambio del papado no empieza en el papado, sino en el conjunto de las iglesias, que han de empezar asumiendo la dinámica de evangelio, de tal forma que después (¡sólo después!) podrá hablarse de un cambio del Papa.

2. El Papa no puede aprovechar su poner actual para reformar por la fuerza las instituciones de la iglesia, pues de esa forma pasaríamos de un tipo de constantimismo a otro igualmente impuesto por la fuerza. El Papa ha de creer en el Espíritu Santo, la paloma que vuela en libertad sobre las iglesias y los pueblos.

La primera tarea del Papa será la de animar a las comunidades (regiones eclesiales, diócesis, congregaciones religiones...) para que ellas mismas asuman su responsabilidad cristiana y respondan con libertad al evangelio, a fin de que el mensaje y vida de Jesús se expanda generosamente. La tarea del Papa es ofrecer espacios de diálogos para las diversas comunidades puedan compartir experiencias y caminos desde la diversidad, recibiendo el vuelo de la Paloma. Sólo así podrá presentarse como representante y portavoz de esa comunión de las iglesias, pero siempre en línea de gracia, no de leyes o méritos.

3. Queremos que el Papa libere al Espíritu-Paloma para que él mismo viva en libertad, un Papa no afanoso, que no se afana por hacerlo todo, sino que deja y quiere que todos y cada uno asuman su propio camino en libertad.

En esa línea, quiero repetir que la función real del Papa no es hacer cosas, que terminan separando a unos de otros, no es escribir documentos, trazar leyes, sino suscitar espacios de distensión (de presencia del Espíritu) en gratuidad. Para ello no necesita dinero, ni zonas de poder, ni dignidades, sino sólo fe en el hombre, que es hijo de Dios, en solidaridad con los más pobres, en cuyo lugar se quiere situar, dejando que ellos (los pobres) le acepten, pues son ellos los que le reconocen y dan autoridad de Papa, siempre que le vean como signo de evangelio. Queremos un Papa que devuelva el Espíritu Santo a las Iglesias. La función del Papa no es promover el progreso y crecimiento del sistema (ni de su diócesis de Roma, ni del conjunto de las iglesias católicas), sino expresar la gratuidad que hace posible el diálogo y el encuentro de todos (incluso de los no cristianos), a partir de los pobres.

4. Queremos que el Papa libere al Espíritu santo y vaya con los excluidos de la sociedad (hambrientos, exilados, encarcelados...), y con aquellos que le ayudan a vivir, conviviendo con ellos.

Este servicio de amor sin jerarquías puede y debe unir a los cristianos con los hombres y mujeres de otras religiones, e incluso con los no creyentes, de manera que sólo en este contexto se puede hablar del Papa (Amigo/a, Hermano/a...), como posible símbolo de solidaridad y presencia, de unidad y comunión, al servicio de los pobres. El Papa del que hablamos no tiene que ser un gestor eficiente, ni un director de empresa de servicios sociales, con poder superior para ello, pues su autoridad se identifica con la vida de los mismos pobres a quienes Jesús hace destinatarios del reino. Su tarea anunciar y vivir el evangelio con los pobres,en gesto de testimonio personal (cf. Mt 11, 5; Lc 4, 18-19).

En esa línea debe superarse todo constantinismo (de derechas o de izquierdas, tradicional o revolucionario...), propio de aquellos que dicen estar, y muchas veces han estado, al servicio de los pobres, pero lo han hecho y lo hacen normalmente desde arriba, en forma directiva, como si tuvieran poderes superiores, pues el evangelio implica siempre un contacto personal con los enfermos y hambrientos, con los pobres y expulsados de la sociedad. Éste es quizá el mayor descubrimiento cristiano: Jesús puede llamarse Hijo de hombre (hombre universal) porque ha compartido la vida de los siervos y se ha unido por ellos al conjunto de la humanidad. Por eso, sólo puede hablar en nombre de Jesús y de los pobres alguien que sea de ellos (cf. Flp 2, 6-11).

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