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domingo, 9 de junio de 2013

Viuda de Naim ¿iglesia de viudas?

Publicado por el Blog de X. Pikaza

Domingo 10 tiempo ordinario, ciclo c. Quiero presentar hoy a Jesús como Mesías de la Viuda, partiendo del evangelio (Lc 7, 11-17) y del relato sobre Elías (1 Rey 17), que la misma liturgia del domingo vincula al evangelio. Desde ese fondo evocaré brevemente el tema de una Iglesia edificada a partir de las viudas (es decir, de las mujeres marginadas).

Se trata de un texto poderoso, plenamente actual, entre cuyos puntos de interés quiero citar los siguientes:

1. Asumiendo una fuerte tradición de Israel (de la que trataré mañana), Jesús ha insistido en la importancia de las viudas, es decir, de las mujeres sin protección legal ni económica. Como dirá su «hermano» Santiago, la religión pura consiste en ayudar a las viudas, es decir, en crear un mundo donde las mujeres excluidas puedan ser valoradas, tengan dignidad. Ellas han de ser el principio y cimiento de la Iglesia (como lo sigue sabiendo de alguna forma la tradición de Timoteo)


2. Hoy como en tiempo de Jesús, estamos cayendo en el riesgo de construir un mundo de viudas-viudas, es decir, de mujeres abandonadas y utilizadas, sin otra iniciativa que la de asistir al entierro de sus hijos (defensores). Es como si hubiéramos «echado la toalla», diciendo que ya no hay remedio para mujeres como esta viuda. Iniciar un camino nuevo de vida y de Reino desde las viudas, ésa es una tarea esencial de Jesús y de su Iglesia.

3. La estrategia de Jesús no consiste en ayudar directamente a la viuda, sino el «levantar» a su hijo, en no dejar que le entierren, en dárselo de nuevo a la madre, diciéndoles (implícitamente) que no se dejen dominar por la violencia e injusticia de la viuda. Ésta es la primera «iglesia» de Jesús, una viuda con su hijo, allá a las afueras de Naim; ellos han de estar al comienzo de una transformación poderosa de la comunidad cristiana.

4. La estrategia de Jesús no es de tipo asistencial, sino liberador. No ayuda pasivamente a la viuda, dejándola sometida (metiéndola en una casa de encerramiento para viudas), sino que le da a su hijo, para que inicien un camino nuevo, activo, comprometido, en el seno de la comunidad.

5. La Iglesia actual, si quiere ser fiel a la inspiración y primera acción de Jesús, tendrá que asumir la defensa y promoción de las viudas, es decir, de las mujeres “sin fortuna”, utilizadas, solas, manejadas. Es buena la solución de Jesús (que el hijo ayude a su madre viuda), pero otras soluciones y caminos que deberán ser asumidos y desarrollados en nuestro tiempo, poniendo de relieve la creatividad de las mismas viudas. Dejar el entierro, iniciar la vida, de un modo distinto. Esa será la tarea.

6. Retomar el camino de la Iglesia desde las viudas, es decir, desde las mujeres que parecen condenadas a la soledad y al llanto ha sido y sigue siendo la primera tarea de la Iglesia. No es que la Iglesia (o sociedad) les tenga que ayudar a ellas. Serán ellas las que levanten la Iglesia, ellas, las más importantes, las iniciadoras de una nueva comunión humana, desde su conocimiento sufrido, desde su esperanza.

Desde ese fondo quiero recoger algunos rasgos de estas dos historias de viudas, la de Elías y la de Jesús. Los lectores tienen la palabra y verán en estas historias muchas cosas más, que y aquí no he destacado.

1. ELÍAS Y LA VIUDA DE SAREPTA

Unido a Eliseo, su discípulo, Elías aparece como profeta de juicio (ordalía del Carmelo, revelación en el Horeb, monte de Dios: cf. 1 Rey 18-19) y como carismático, capaz de realizar milagros a favor de los enfermos, incluso más allá de las fronteras de Israel, como cuentan sus historias, y las de Eliseo su discípulo (cf. 1 Rey 17-21 y 2 Rey 1-8).

Como he dicho, Elías es profeta del juicio y del fuego (como destacará la tradición de Juan Bautista: cf. Mt 3, 9-12), pero también es sanador carismático, que resucita al hijo de una viuda extranjera. Su discípulo Eliseo, fiel yahvista, cura la “lepra” de Naamán, general sirio, enemigo oficial de los israelitas (cf. 2 Rey 5).

Éstas y otras narraciones sobre Elías y Eliseo circulaban en tiempo de Jesús y alimentaban la imaginación y la esperanza de muchos judíos piadosos. Por eso, tenemos que recordarles no sólo al hablar de Juan Bautista, sino también de los milagros y muerte de Jesús, quien, según una tradición, expiró llamando desde la cruz a Elías (cf. Mc 15, 35-36), para que le liberara del suplicio (cf. Mal 3, 23-24; Eclo 48, 1-11). En otra tradición (Lc 4, 14-30) se dice que Jesús apeló a Elías y Eliseo para defender su ministerio, abierto más allá de las fronteras de los puros de Israel.

Primer Lectura del Domingo

(En ese contexto debemos citar y comentar la primera lectura de la liturgia de este domingo, pues ellas nos permite entender la historia de Jesús).

Le fue dirigida la palabra de Yahvé a Elías diciendo: «Levántate y vete a Sarepta de Sidón y quédate allí, pues he ordenado a una mujer viuda de allí que te dé de comer». Se levantó y se fue a Sarepta. Cuando entraba por la puerta de la ciudad había allí una mujer viuda que recogía leña. La llamó Elías y dijo: «Tráeme, por favor, un poco de agua para mí en tu jarro para que pueda beber». Cuando ella iba a traérsela, le gritó: «Tráeme, por favor, un bocado de pan en tu mano». Ella dijo: «Vive Yahvé tu Dios, no tengo nada de pan cocido: sólo tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la orza. Estoy recogiendo dos palos, entraré y lo prepararé para mí y para mi hijo, lo comeremos y moriremos».
Pero Elías le dijo: «No temas. Entra y haz como has dicho, pero primero haz una torta pequeña para mí y tráemela, y luego la harás para ti y para tu hijo. Porque así habla Yahvé, Dios de Israel: No se acabará la harina en la tinaja, no se agotará el aceite en la orza hasta el día en que Yahvé conceda lluvia sobre la haz de la tierra». Ella se fue e hizo según la palabra de Elías, y comieron ella, él y su hijo. No se acabó la harina en la tinaja ni se agotó el aceite en la orza, según la palabra que Yahvé había dicho por boca de Elías.

Después de estas cosas, el hijo de la dueña de la casa cayó enfermo, y la enfermedad fue tan recia que se quedó sin aliento. Entonces ella dijo a Elías: «¿Qué hay entre tú y yo, hombre de Dios? ¿Es que has venido a mí para recordar mis faltas y hacer morir a mi hijo?». Elías respondió: «Dame tu hijo». Él lo tomó de su regazo y subió a la habitación de arriba donde él vivía, y lo acostó en su lecho. Después clamó a Yahvé diciendo: «Yahvé, Dios mío, ¿es que también vas a hacer mal a la viuda en cuya casa me hospedo, haciendo morir a su hijo?». Se tendió tres veces sobre el niño, invocó a Yahvé y dijo: «Yahvé, Dios mío, que vuelva, por favor, el alma de este niño dentro de él». Yahvé escucho la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él y revivió. Tomó Elías al niño, lo bajó de la habitación de arriba de la casa y se lo dio a su madre. Dijo Elías: «Mira, tu hijo vive»… (1 Rey 17, 9-23).


Perseguido en Israel (quieren matarle), Elías se refugia en una ciudad de Fenicia, en tiempo de hambre y pide a una viuda pobre que le alimente y ella, que es pagana, responde a su petición, ofreciéndole todo lo que tiene para vivir. Dios premia su generosidad y tanto la viuda como su hijo y Elías (a quien ella ha ofrecido una habitación en la parte superior de la casa) pueden mantenerse en medio de la hambruna. Más tarde, cuando ha pasado el hambre, el hijo de la viuda muere y Elías se lo “resucita”.

Ésta es, sin duda, una historia popular, que recoge y reelabora recuerdos antiguos en los que se evoca la figura de Elías no sólo como profeta de Israel (en línea política dura, en contra de sus reyes, Ajab y Jezabel), sino como hombre de Dios y sanador, por encima de las fronteras de Israel.

En ese contexto, al Dios de Elías no le importa ya el triunfo del yahvismo, ni la pureza religiosa de Israel (como en los textos de la tradición más dura de 1 Rey18), sino la vida de los hombres y mujeres, y en especial la de las viudas y los huérfanos, dentro o fuera de las fronteras de la nación escogida. La viuda de Sarepta no es yahvista, ni Elías quiere “convertirla”, y sin embargo recibe la ayuda de Elías. Por su parte, Elías aparece como profeta de Dios al servicio de los necesitados, y no como mensajero de Dios para el rey. Su «milagro» incluye tres motivos principales:

(a) En la base está el «milagro de generosidad» de la viuda no israelita, que concede al profeta la comida que ella y su hijo necesitan, ofreciéndole para vivir la habitación superior de la casa.

(b) En el centro hay un «milagro de abundancia» del profeta, a favor de la viuda y de su hijo: “el cántaro de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará…”; que la viuda y su hijo puedan comer en tiempo de carestía, éste es el don de Dios, ésta la religión.

(c) Hay, finalmente, «un milagro de vida»: que el hijo de la viuda extranjeros pueda vivir, viva, como signo de bendición y presencia de Dios, precisamente en el momento en que va a comenzar el juicio del Carmelo (1 Rey 18), que, en otro sentido, va en contra de los cultos extranjeros.

Así vemos que Elías que en un sentido aparece como defensor del más duro yahvismo viene a mostrarse en otro sentido como defensor de viudas y necesitados. En ese contexto se sitúan sus milagros (multiplicar la comida, resucitar a los muertos…), fundados en la fe de una mujer extranjera, que es capaz de dar al profeta lo que ella tiene (para sí y para su hijo). Esta fe y generosidad de la mujer (que no es israelita) ofrece uno de los signos religiosos y humanos más profundos de la Biblia Judía.

2. JESÚS Y LA VIUDA DE NAIM

Es evidente que Jesús se ha situado en la línea de Elías, como sabe bien la tradición cristiana, que le presenta como aquel que ha culminado el camino (y ha recibido el testimonio de Elías y Moisés, en este orden, en Mc 9: Transfiguración). Jesús quiso continuador de Elías, y lo fue en dos rasgos principales:

a. Por un lado quiso recrear la experiencia israelita de Dios, apelando a su experiencia y figura de Padre, lo mismo que hizo Elías. En ese sentido podemos afirmar que Jesús un «luchador» de Dios, al servicio de su Reino.

b. Por otro lado, Jesús, Jesús fue como Elías, un profeta de los pobres y enfermos, de las viudas y de los hambrientos, un hombre del pueblo, capaz de superar las fronteras de un tipo de ley cerrada de Israel, iniciando un camino potencialmente abierto a los gentiles.

En ese contexto aparece como mesías de las viudas, es decir, de las personas (especialmente mujeres) sometidas a la fatalidad de la vida, a la violencia del ambiente, a la imposibilidad de vivir. Desde ese fondo ha de entenderse este relato capital de Lucas, que no tiene paralelo en los otros evangelios, pero que remite al origen y principio de la historia de Jesús:

Evangelio del domingo: Lucas 7, 11-17

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: "No llores."
Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!". El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: "Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo." La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

1. Historicidad. Posiblemente, este pasaje no es histórico en el sentido material (externo) de ese término, aunque es difícil asegurarlo. La mención de Naim (no justificada por ninguna otra causa) puede referirse al recuerdo de algún gesto sanador de Jesús en aquella aldea, cerca del Tabor.

2. Fondo histórico. Dejando a un lado el carácter literal del milagro (descrito en forma solemne y ejemplar), el gesto recoge la mejor tradición de Jesús que se ha ocupado de un modo especial de los “marginales” de la sociedad y de un modo especial de las viudas. Para él, igual que para su “hermano” Santiago, la religión verdadera consiste en asistir a las viudas en su tribulación (Sant 1, 27).

3. Jesús rompe el tabú de la muerte: Toca el féretro, grita al muerto y le dice que se levante. Ésta es la palabra clave de Jesús: Que el hijo de la viuda se levante... que retome su camino. Jesús no tiene miedo de la impureza de la muerte, sino todo lo contrario; quiere luchar y lucha en contra de ella, a favor de la vida (del Reino de la resurrección).

4. Los asistentes reacciones diciendo que un Gran Profeta ha surgido en el pueblo… evocando la figura de Elías. Jesús no aparece aquí con rasgos cristológicos posteriores, ni como Mesías, ni como Hijo de Dios… sino simplemente como profeta, pero como profeta grande, en la línea de Elías.

5. Éste es, como he dicho, un milagro para la viuda (no directamente para el muchacho muerto). Jesús quiere que la viuda pueda vivir, que tenga alguien que le acompañe. Por eso el texto termina diciendo que Jesús entregó el muchacho a su madre. Son ellos los que tienen que terminar la historia.

Bibliografía, Para situar el tema de Elías, cf.

A. González Núñez, Profetas, sacerdotes y reyes en el Antiguo Israel, Casa de la Biblia, Madrid 1962.
M. Alvarez Barredo, Las narraciones sobre Elías y Eliseo en los libros de los Reyes: Formación y Teología, Carthaginensia, 12 (1996) 1-124; La iniciativa de Dios. Estudio literario y teológico de Jueces 9-21, Instituto T. Franciscano, Murcia 2004;
L. Bronner, The Stories of Elijah and Elisah als polemic against Baal Wohsip, Brill, Leiden 1968;
G. Fohrer, Elia (ATANT 31), Zürich 1957;
A. J. Hauser y R. Gregory, From Carmel to Horeb. Elijah in Crisis (JSOT SuppSer 85), Sheffield 1990;
G. Hentschel, Die Elijaerzählungen (Erfurt ThSt 33), Leipzig 197O;
S. Otto, Jehu, Elia und Elisa. Die Erzählung von der Jehu-Revolution und die Komposition der Elia-Elisa-Erzählungen (BWANT152), Stuttgart 2001;
H. H. Rowley, Elijah in Mount Carmel, BJRL 43 (1960) 190-216;
O. Steck, Uberlieferung und Zeitgeschichte in der Elia-Erzählungen (WMANT 26), Neukirchen 1968;
J. Vermeylen, Elie le prophète, Leuven 1988. Sobre la visión teológica vinculada a Elías cf. J. Briend, Dieu dans l'Ecriture (LD 10), Cerf, Paris 1992, 13-40.

Sobre Jesús y Elías he tratado en La historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2013. El tema lo ha desarrollado de un modo casi exhaustivo J. P. Meier, Un judío marginal I-IV, Verbo Divino, Estella 1994 ss.

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