Publicado por Trigo de Dios
En la primera lectura correspondiente a esta celebración eucarística, San Lucas nos da entender que, después de resucitar de entre los muertos, nuestro Señor instruyó a sus Apóstoles durante cuarenta días: "A estos mismos apóstoles se presentó después de su muerte, y les dio pruebas abundantes de que estaba vivo apareciéndose a ellos y hablándoles del Reino de Dios durante cuarenta días. Con ocasión de una comida que tuvo con ellos, les ordenó: -No os marchéis de Jerusalén; esperad a que el Padre cumpla la promesa de que os hablé; porque Juan bautizaba con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días" (Hch. 1, 3-5). La promesa de la que Jesús les habló a sus discípulos es la siguiente: "Mirad, voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad (Jerusalén) hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto" (Lc. 24, 49). Jesús no quería que sus amigos íntimos salieran de la ciudad para evitar su dispersión, porque, a pesar de que ellos lo habían visto varias veces después de su Resurrección, aún eran víctimas de su miedo a los enemigos del Mesías. Por otra parte, Jesús les dijo a sus discípulos que, el bautismo de Juan el Bautista era diferente del Bautismo de la Iglesia, dado que, el bautismo de Juan simbolizaba el Bautismo de Jesús, que, desde la institución de la Iglesia, es administrado por los sacerdotes de la misma, y, por orden expresa de la Iglesia, sólo puede ser administrado por laicos, en casos de gravedad extrema, en los que ningún sacerdote puede socorrer a los enfermos cuya vida corre grave peligro de muerte. San Juan Bautista les decía a sus oyentes: "Yo os bautizo con agua para que os convirtáis, pero detrás de mí viene uno que es más poderoso que yo. Yo ni siquiera soy digno de llevarle las sandalias. él os bautizará con Espíritu Santo y fuego" (Mt. 3, 11). "El que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y permanece sobre él, ese es quien ha de bautizar con Espíritu Santo"" (Jn. 1, 33). Todos recibimos el Espíritu Santo cuando fuimos bautizados, pero, si no vivimos en conformidad con los Mandamientos de Dios, al no obedecer los impulsos del Espíritu, vivimos como si el amor de Dios no permaneciera en nuestros corazones, así pues, los cristianos, además de pedirle a nuestro Criador que nos haga entender que su Espíritu mora en nuestros corazones, le vamos a pedir a nuestro Padre común que nunca tengamos la sensación de que nuestra fe flaquea, y de que, por ello, su Espíritu no permanece en nuestros corazones, por consiguiente, el Espíritu Santo actúa impulsándonos a cumplir la voluntad de nuestro Señor.
2. Sigamos meditando la primera lectura de hoy: "Los que le acompañaban (a Jesús) le preguntaron: -Señor, ¿vas a restablecer ahora el reino de Israel? él les contestó: -No es cosa vuestra saber la fecha o el momento que el Padre se ha reservado fijar" (Hch. 1, 6-7). Muchas veces, cuando oramos, le decimos a nuestro Padre y Dios: Señor, ¿hasta cuándo permitirás que soportemos nuestras miserias? ¿Hasta cuándo permitirás que carezcamos de trabajo? ¿Por qué permites que vivamos sumidos en la incertidumbre de no querer dormirnos durante la noche con el miedo de no despertar mañana por causa de nuestras enfermedades? Jesús nos responde estas y otras súplicas diciéndonos que Dios no quiere que conozcamos el tiempo en que nuestros problemas se resolverán positiva o negativamente, para que nunca dejemos de luchar para alcanzar nuestros propósitos. ¿Es justo que luchemos por el puesto de trabajo que no conseguiremos jamás? Nuestra última meta es la vivencia en la presencia de nuestro Señor, eindependientemente de lo que nos suceda, es importante que celebremos nuestros triunfos, y que aprendamos a afrontar y confrontar con buen ánimo las dificultades que han de ayudarnos a mantenernos despiertos, y con ansias de tener experiencias que fortalezcan nuestro carácter. El día en que Jesús ascendió al cielo, sus amigos estaban muy tristes, porque, aunque él les instaba a esperar la recepción del Espíritu Santo por su parte, ellos sólo pensaban en que se iban a sentir solos si el Maestro no estaba con ellos. Jesús les dijo a sus amigos: "Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que os capacitará para que deis testimonio de mí en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta el último rincón de la tierra" (Hch. 1, 8). "Hid, pues, y haced discípulos de entre todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, delHijo y del Espíritu Santo" (Mt. 28, 19). "-Id por todo el mundo y anunciad el mensaje de la salvación" (Mc. 16, 15). Jesús dijo: "-Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas... Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo" (Lc. 24, 46-48. 50-51). "Y, dicho esto, le vieron elevarse, hasta que una nube le ocultó de su vista. Estaban aún contemplando sin pestañear cómo se alejaba en el cielo, cuando dos personajes vestidos de blanco se presentaron ante ellos y les dijeron: -Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Estad seguros de que el mismo Jesús que acaba de subir de vuestro lado al cielo, igual que le habéis visto marcharse, volverá" (Hch. 1, 9-11). Quizá nosotros nos quedamos estancados muchas veces contemplando nuestros problemas, y, lo único que hacemos para solventar las citadas dificultades, es orar. Dios quiere que hablemos con él, pero también quiere que nos pongamos a trabajar para resolver nuestros problemas, para que rindamos los dones y virtudes que él nos ha concedido al infundirnos en nuestros corazones la luz de su Santo Espíritu.
3. Jesús les dijo a sus discípulos antes de orar en Getsemaní y de entregarse a sus enemigos: "Después de mi resurrección iré delante de vosotros camino de Galilea" (Mt. 26, 32). Los discípulos siguieron las instrucciones de Jesús, y vieron cómo el Hijo de María fue ascendido al cielo por el poder del Espíritu Santo, después de que Jesús les dijera lo que nos atañe a todos, es decir, que hagamos discípulos entre nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y otros conocidos, que les prediquemos también a quienes no conocemos, que seamos misioneros en todo el mundo aprovechando los medios de comunicación de que disponemos, para que, el día en que acontezca la Parusía o segunda venida de Jesús Cristo, toda la humanidad, haya sido bautizada, en el nombre de la Santísima Trinidad.
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