Publicado por Para la Oración
Sin Espíritu Santo no hay Iglesia. Sin Iglesia no hay comunión. Necesitas al Espíritu Santo. El realiza la unidad de la misma, contra todos los afanes de poder y tendencias ideológicas que pueda haber en ella. El hace presente a Jesús en tu corazón y te da valor, coraje y capacidad de resistir en la fe en medio de las dificultades de la vida.
Y sin embargo, qué olvidado se encuentra el Espíritu Santo en la vida de todos nosotros. Al no tener una imagen personal detrás (como El Padre o el Hijo), es difícil dirigirse a él. No sabes cómo buscarlo. Sin embargo, hay una manera sencilla de encontrarlo. El Espíritu Santo es Dios presente en ti, en cada uno de nosotros. Y Dios presente es siempre Dios actuante. Puedes, de alguna manera, contemplar al Espíritu contemplando su acción en cada uno de los hombres y mujeres que tienes a tu alrededor, en los cercano y en los anónimos. Deberías hacer la prueba. ¿Por qué no?
Si deseas seguir ejemplarmente a Jesús, debes hacerlo impulsado por el Espíritu de Jesús, que es el Espíritu Santo. Si ayudas al prójimo, "sin que su mano izquierda sepa lo que hace la derecha", hazlo actuando con la fuerza del Espíritu. Si resistes en la fe y en la acción comprometida con los pobres, entre críticas, marginación, incomprensiones, y persecución, hazlo porque el Espíritu te proporciona el coraje y la profundidad humana para ello.
Los santos, los mártires, los profetas, fueron dóciles al Espíritu. Por eso son lo que son. Los que le dieron a Dios palabras mientras buscaban el triunfo personal saltándose el Evangelio, estaban muy lejos del Espíritu de Jesús, aunque tuvieran con frecuencia el nombre de Dios en la boca. Hoy también ocurre esto.
Algunos autores gustan con certeza de hablar de los "pobres con Espíritu". Se refieren precisamente a esa presencia del Espíritu Santo en los más pobres y despreciados de este mundo que produce el milagro de la manifestación de la fuerza de Dios en los que "no son nada" (1Cor 1, 28).
Más importante que creer en el Espíritu Santo es reconocerlo. ¿Lo reconoces en tus hermanos? ¿Eres capaz de discernir su fuerza, su capacidad de romper esquemas, su presencia en un amor que supera prejuicios y fronteras? ¿Ves su actividad en los que se hacen pobres con los pobres, en aquellos que desde su pobreza resisten en su lucha por un mundo más solidario en vez de doblegarse a las ofertas individuales para salir del hoyo?
El Espíritu Santo está más presente en el mundo de lo que crees. Verlo, discernirlo en toda obra humana que lleve hacia una mayor solidaridad, justicia y fraternidad entre los hermanos, es tu tarea de todos los días. Y condición previa para la manifestación en la Iglesia de un renovado y diario Pentecostés.
¿TANTAS PRISAS TIENES, SEÑOR, POR MARCHARTE?
Es tu último Misterio, Señor,
después de haber estado en medio de nosotros.
Te vimos Niño, y ante Ti nos arrodillamos
Te vimos en huída forzada hacia Egipto,
y conmovidos te acompañamos
Fuiste adorado por pastores
y, entre ellos,
dejamos ante Ti mil y un presentes.
¿Y ahora? ¿Por qué te vas, Señor?
Hemos contemplado asombrados
la hondura y el crecimiento de tu obra divina;
Hemos visto como tu mano curaba a cientos de heridos
cómo resucitabas a jóvenes,
y como levantaste…. hasta tu mejor amigo.
Hemos visto multiplicarse los panes y los peces
y, a continuación, a amigos y enemigos
con tanto alimento hartarse.
¿Y, ahora? ¿Dónde te vas, Señor?
Te acogimos Niño y, como joven que fuiste,
nos hablaste de altos ideales:
del amor sin horizontes y gratuito
de la verdad sin medias tintas
del cariño sin farsa ni contraprestaciones,
de la pobreza como fuente de riqueza
y de la riqueza como espoleta de pobreza
¿Y, ahora? ¿Tanta necesidad de marcharte tienes, Señor?
Nuestros oídos, Jesús,
siguen reteniendo el sonido de tu voz de profeta:
¡Convertíos! ¡Allanad el camino! ¡Perdonad!
Los caminos del Palestina de nuestro corazón
siguen iluminados por tu Verdad y por tu Gracia
Los caminos de la Jerusalén de nuestra alma
buscan y reverdecen al calor de tu Pasión y de tu Muerte.
¿Y, ahora? ¿Por qué, Señor, has de marcharte?
Déjanos, por lo menos, el sendero de tu Ascensión
iluminado por el resplandor del Espíritu
Fortalecido, con el auxilio de tu Espíritu
Asegurado, con la presencia de tu Espíritu
Indicado, por el consejo de tu Espíritu
Amén.
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