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lunes, 28 de julio de 2008

Encontrar a Dios en la sexualidad

Por Luis Valdez Castellanos, S.J.
Publicado por Mirada Global

La sexualidad, en algunos ambientes religiosos, ha estado muy ligada a lo prohibido, al pecado y reducida a la genitalidad (órganos genitales, reproducción, etc.). Y por eso sorprende que pueda ser relacionada con la espiritualidad y con Dios.

En este artículo quiero aportar caminos para que la sexualidad humana sea vivida como un camino de comunión también con Dios y como un aporte a la vivencia de la religión.

ALGO BÁSICO

1. La sexualidad en el ser humano funciona de un modo muy distinto a la del animal. En el animal todo es más automático y más mecánico, es decir, que si tiene ganas de una relación sexual la busca, y si la encuentra y la tiene, se siente satisfecho y ya. Para nosotros el asunto es mucho más complejo. La sexualidad humana, que en parte es animal, es superior a ella pues tiene que ver con el amor y los valores humanos.

La sexualidad humana abarca cuatro dimensiones:

· Dimensión biológica.

· Dimensión psicológica.

· Dimensión sociológica (ética).

· Dimensión espiritual.

Con esto vemos que la sexualidad humana está relacionada no sólo con la reproducción (mundo animal) sino también con el género y la identidad sexual, con la manera de sentir, de ver el mundo, de vestir, caminar, amar, relacionarse con los demás y con Dios. Todo el día la persona vive su sexualidad y por eso puede dar y recibir cariño, afecto, presencia, apoyo y escucha. Madurar sexualmente es trabajar estas dimensiones.

2. El complejo mundo de la sexualidad humana comienza desde que nacemos.

La niña y el niño, aunque no tengan relaciones sexuales, son también seres sexuados. Y de un modo tan fuerte que gran parte de lo que vivimos los adultos en la sexualidad depende de nuestras primeras experiencias infantiles al respecto. De ahí que sea tan importante educar bien a las y los niños de esta dimensión integrando las cuatro dimensiones.

Por ello también es importante recuperar nuestra historia sexual desde la infancia para poder conocernos mejor.

3. La felicidad y plenitud sexual implica cultivarlas.

En la mayoría de las personas, la sexualidad es como lo que vemos en los terrenos baldíos: matas, yerbas secas, gusanos, piedras, resequedad, ¿Por qué? Porque ese terreno no ha sido cuidado, cultivado ni respetado. Cuando atendemos nuestra sexualidad ésta llega a ser un jardín tan bello que los demás admiran, disfrutan y refleja la vida de Dios. Creemos que estamos destinados a ser terrenos baldíos tanto por la falsa creencia de que la sexualidad no se cultiva, como por la carga negativa de ciertos ambientes religiosos que creen que la sexualidad es pecado. Se tiene una visión negativa, pero la realidad es que somos tierra fértil que puede dar frutos si nos responsabilizamos de ella.

Revisando el trabajo de cultivar mi sexualidad les comparto algunas de las tareas que he tenido que realizar:

· Revisar y cuestionar lo que aprendí sobre sexualidad: lo que me dijeron que era malo y bueno, lo que significaba ser varón, ser una mujer, lo que era el placer, etc.

· De todo lo que me enseñaron, desaprender lo que me daña a mí y a los demás.

· Reaprender a expresar mis sentimientos y mis ideas sobre la sexualidad y así reconocerme.

· Recuperar mi historia psico-sexual. Entrar en el banco de datos de mi vida afectiva sexual para entenderme en mi ser actual.

· Perdonar a otros y perdonarme.

· Conocer completamente mi cuerpo para perder el miedo y valorarlo y cuidarlo. También reconciliarme con algunas partes que no me gustaban.

· Construir otra imagen de mí mismo basada en la autoestima y no en la desestima y el compararme con los demás.

· Curar mis heridas sexuales.

Hasta aquí estas tres reflexiones que me parecen básicas. Ahora pasemos a ver la conexión de la sexualidad con la espiritualidad.

LA ESPIRITUALIDAD ES UN DINAMISMO MÁS QUE DEVOCIONES

Muchas veces se ha confundido la espiritualidad y la religión con devociones antiguas e impuestas que tienen que ver poco con la vida actual de los creyentes. Pero espiritualidad cristiana es el dinamismo (energía,) que el Espíritu de Jesús estimula en nuestro interior para hacer lo mismo que él: dar vida y recibirla, para entrar en común unión (comunión) con las personas. Jesús recibía constantemente vida de parte de su Padre (Abbá) y la daba especialmente a los que más sufrían.

Muchas espiritualidades no toman en cuenta la vida de Jesús y por eso se desvían y terminan en lo estéril. La vida de Jesús es central para que la espiritualidad cristiana dé vida y sea fecunda.

La espiritualidad de Jesús es la que nos hace superar el miedo o la flojera para hacer las tareas que vienen señaladas más arriba y así cultivar y trabajar nuestra sexualidad.

La espiritualidad nos ayuda a descubrir que entre el placer y el compromiso hay lazos muy estrechos.

Gracias a la espiritualidad podemos reconocer que el amor sexual tiene que ver más con una vida fructífera que con la fertilidad; que la sexualidad es un eco de la creación; que en las caricias del compartir sexual nos descubrimos a nosotros mismos y somos llevados a descubrir una amorosidad que no conoceríamos por nosotros mismos. ¿QUÉ NOS PUEDE ENSEÑAR JESÚS SOBRE LA SEXUALIDAD?

Tomamos el Nuevo Testamento y nos ponemos a pasar página tras página a ver qué encontramos sobre la sexualidad. Es la primera sorpresa que encontramos. Sólo encontramos alguna referencia suelta y meramente ocasional, siempre de pasada que uno acaba concluyendo que el Evangelio "pasa" de sexo y que, desde luego, el Dios que nos presenta Jesús no es morboso.

Al preguntarnos cómo afrontó Jesús la sexualidad, lo que hay que dejar claro es que Jesús sintió todo el mundo rico y complejo de la sexualidad y ni le tuvo miedo ni se dejó atrapar por ella. Tuvo amistad intima tanto con hombres como con mujeres. No era un misógino con miedo a la mujer. Hay varias escenas donde se cuenta que Jesús se dejaba tocar y ungir por una prostituta y Él no se lo prohibió. A Jesús le solían acompañar no sólo los apóstoles sino también algunas mujeres como María Magdalena, otra llamada Juana y otra Susana (Lc. 8, 1-3). No las utilizó para su placer sino que las valoró en su dignidad en un contexto machista.

Jesús sabía que lo fundamental de la amistad es el auto descubrimiento que no es simplemente compartiR las ideas, el trabajo o el descanso. El hecho de tener sexo tampoco produce por sí mismo la amistad ni la sostiene. La amistad brota porque alguien comienza la ardua tarea, del auto descubrimiento, del comunicar la interioridad, e invita al otro a hacer lo mismo (1).

Cuando se comparten los sentimientos, cuando se vendan las heridas y los errores se dan a conocer sin temor a represalias, cuando las lágrimas no tienen que esconderse y la risa es auténtica, cuando se pone nombre a los corajes y el afecto es sincero, la desnudez psicológica está empezando a nacer y se vive la sexualidad.

La vida de Jesús reta a solteros y a casados a lograr, más que un amor genital o una familia biológica, una vida fructífera que va más allá de la fecundidad biológica.

(1) Ideas tomadas del libro Tu ser sexual de Fran Ferder y John Heagle.

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Luis Valdez Castellanos, S.J., es director de revista Mirada, Guadalajara, México: www.revistamirada.com.

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