NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

lunes, 7 de julio de 2008

XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: Que la Palabra de Dios caiga en terreno fértil

Por Felipe Bacarreza Rodríguez
Publicado por Aciprensa

(Mt 13,1-23)

Este domingo comenzamos a leer el "discurso parabólico" que cubre todo el capítulo 13 del Evangelio de Mateo. Se presenta a Jesús sentado, en la actitud del maestro que enseña. Su cátedra es una barca: "Se sentó junto al mar; y se reunió mucha gente ante él, de manera que, subido en una barca, se sentó, y toda la gente quedaba en la orilla". El evangelista no precisa el tema del discurso que va a seguir, sino el método usado: "Les habló muchas cosas en pa-rábolas". La enseñanza es variada: "muchas cosas"; el método, en cambio, es el mismo: "en parábolas". Por eso este discurso recibe su nombre, no de su contenido, sino del método empleado: discurso parabólico. En esta ocasión leemos la "parábola del sembrador" que es la primera de una serie de siete parábolas.

Si lo que distingue el discurso es que se usa el método de la parábola, antes de entrar en él, es necesario decir en qué consiste este método. La parábola consiste en presentar una historia o una situación de la vida real cotidiana ante la cual el auditorio es llevado a tomar partido; una vez comprometido dentro de esa situación o historia de la vida real, se le hace ver su analogía con una verdad salvífica, induciendolo así, por coherencia, a asumir un compromiso análogo con esa verdad de fe. Aunque la analogía usada en la parábola sea nítida, ésta no alcanza su efecto si no se aporta la fe. Así se explica por qué Jesús, no obstante la claridad del método, concluya: "El que tenga oídos, que oiga". Esta no es una frase banal; lo que Jesús quiere decir es que hay una audición interior de fe y que sólo ella permite comprender el sentido de la enseñanza. Jesús sigue justificando el método: "Les hablo en parábolas, porque así, viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden". Se refiere a los que no aportan fe. Escuchando hoy las parábolas de Jesús debemos cerciorarnos de tener esa audición de fe.

En otras ocasiones hemos comentado la parábola del sembrador desde el punto de vista del que siembra. Hemos dicho que, a pesar del fracaso que encuentra gran parte de la semilla, vale la pena sembrar a causa de la pequeña fracción que produce abundante fruto. Esta es la conclusión a que se llega en la vida real. Por eso el sembrador sigue saliendo a sembrar. De aquí se concluye que también el que predica la Palabra de Dios debe hacerlo siempre, a pesar de saber que encontrará en la mayoría de sus oyentes indiferencia, inconstancia, desinterés; la pequeña fracción de los oyentes -aunque sea sólo uno- que la acogen, la comprenden y dan fruto justifica todo el esfuerzo.

El sembrador es perfectamente anónimo en la parábola; acerca de él no se dice nada que pueda identificarlo. Es que la diferencia no la hace el sembrador. La diferencia tampoco está en la semilla; ella es siempre la misma. Toda la diferencia está en el terreno que recibe la semilla: la orilla del camino, pedregoso, con espinas o fértil, y de esto depende todo el fruto. Así ocurre con el anuncio de la Palabra de Dios. Ella es siempre excelente y tiene siempre la misma virtud, quienquiera que la anuncie. La diferencia está en el corazón de quien la escucha. San Pablo fue ciertamente un gran predicador; pero él escribe: “¿Qué es, pues, Apolo? ¿Qué es Pablo?... ¡Servidores, por medio de los cuales habéis creído!... Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer” (1Cor 3,5-7). A la luz de esta parábola resulta falsa la actitud de algunos cristianos que justifican su falta de compromiso y de entrega echando la culpa a algún sacerdote o religiosa. La única culpa está en sí mismos.

La semilla que cae a orilla del camino y es comida por las aves se compara con el que escucha la Palabra del Reino, pero viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que ocurrió cuando San Pablo predicó la resurrección de Cristo en el Areópago de Atenas: “Al oír la resurrección de los muertos unos se burlaron y otros dijeron: ‘Sobre esto te oiremos otra vez’” (Hech 17,32). En éstos la Palabra fue arrebatada inmediatamente por el Maligno. Pero ni aun allí la predicación fue inútil: “Pero algunos hombres se adhirieron a él y creyeron, entre ellos Dionisio el Areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos otros” (Hech 17,34). Valió la pena sembrar.

En otros la Palabra ejerce su fascinación: “Oyen la Palabra y al punto la reciben con alegría”. Pero son inconstantes y ante cualquier tribulación a causa de la Palabra sucumben. Estos son los que no están dispuestos a sufrir nada por Cristo. No merecerán nunca que Cristo les diga: “Bienaventurados vosotros cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (Mt 5,11-12).

En otros, el terreno tiene espinas: las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas ahogan la Palabra. Estos están tan ocupados en los asuntos de este mundo que no tienen tiempo para pensar en la vida eterna, ni siquiera para la Eucaristía dominical; o bien son engañados por las riquezas como el joven rico. A éste le habló Jesús mismo; pero sus riquezas lo convencieron de que ellas lo harían feliz. Pero lo engañaron.

Jesús dijo esta parábola para sus contemporáneos y también para nosotros, para movernos a examinar nuestra vida y ofrecer a la Palabra de Dios un corazón como el de la Virgen María: “María guardaba cuidadosamante estas Palabras y las meditaba en su corazón” (Lc 2,19.51). En nadie ha encontrado la Palabra un terreno más fértil. En ella la Palabra se hizo carne.

+ Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo Auxiliar de Los Angeles (Chile)

No hay comentarios: