NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

sábado, 2 de agosto de 2008

Cristo Pan. Compartir / multiplicar los panes

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
Publicado por El Blog de X. Pikaza


Mateo 14, 13-21. Lo más “espiritual” que es el Reino de Dios se vincula a lo más “material”, que es la comida. Así lo indica el evangelio de hoy, que forma parte del gran ciclo de los panes, que Marcos ha situado en el centro de su obra (Mc 6, 6b – 8, 21) y que Mateo ha reproducido también a su manera, de un modo más condensando, pero igualmente intenso (Mt 13, 53 – 15, 12). El texto de hoy pertenece a la versión evangélica de Mateo y quiero presentarlo desde la perspectiva del pan, que se comparte y multipolica, situándolo en el centro del mensaje de Jesús, como expresión del Reino de Dios, como auténtico “milagro” cristiano. Cristo es Pan, el pan compartido es evangelio, y Dios el creador de todo y toda vida.

Texto. Mt 14, 13-21

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: "Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer." Jesús les replicó: "No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer." Ellos le replicaron: "Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces." Les dijo: "Traédmelos." Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

El Reino de Dios se expresa aquí en dos signos “materiales”: curar y alimentar. Este Jesús ya no enseña, no establece una escuela de altas lecciones teóricas, sino que se limita a curar y alimentar. Ésta es su signo, ésta es su tarea. Jesús cura a los enfermos para que puedan comer, compartiendo entre todos el pan (el pan de todos) como destacaremos.
Ciertamente, Jesús ha hablado del Reino de Dios en un mundo donde se extiende el hambre y la opresión. Por eso, tras haber dicho que el hombre no sólo vive de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4, 4; Lc 4, 4), él ha debido traducir su palabra en forma de pan.. Muchos campesinos galileos vivían bajo la amenaza del hambre; por eso, la llegada del Reino de Dios (que incluía la palabra de ¡bienaventurados los hambrientos!) debía expresarse en forma de comida (¡serán saciados!: Lc 6, 21).

Pan compartido, pan de la vida

En aquel tiempo, en un plano social, la comida separaba a puros de impuros, a ricos de pobres, a nacionales (judíos) de extranjeros (gentiles), haciendo imposible una comunión universal. Pues bien, en contra de eso, Jesús quiere y promueve una comida que vincule a todos. De esa manera, el tema del reino nos introduce en el centro real de la conflictividad máxima, en un tiempo de hambre y de fuertes divisiones sociales y sacrales. Desde ese fondo queremos decir que el mensaje y camino de Reino, que Jesús ha iniciado es “mensaje y camino de pan”, como aparece en los textos de las multiplicaciones (=alimentaciones, pan compartido) y, de un modo definitivo, en la Última Cena (la misma vida hecha para los otros).

Reino de Dios, una comida.

El Reino es Banquete para los hambrientos (Lc 14, 16-24; Mt 22, 1-14; cf. Ev. Tom 64). Conforme a la Escritura de Israel, Dios había preparado desde antiguo su comida para todos, ofreciéndola de forma preferente a los buenos judíos (representantes de clases superiores, elegidas de Dios). Pero, siguiendo la inspiración y experiencia del Bautista, Jesús ha descubierto que los invitados preferentes han rechazado la llamada: no han venido, ni quieren que otros vengan. En ese contexto, él se ha sentido enviado por Dios para ofrecer la invitación a los “cojos, mancos, ciegos”, a los expulsados por razones económicas, sociales y/o religiosas (a los que vagan por plazas y caminos: cf. Lc 14, 21-23 par). Precisamente ellos, artesanos, oprimidos y negados del sistema social (los que llamamos prescindibles), son privilegiados de Dios. Los imperios se construyen partiendo de los ricos, nobles, propietarios (las clases superiores); Jesús, en cambio, ofrece la comida del Reino a los expulsados del sistema social dominante, a los enfermos e impuros que vienen a seguirle.
Ésta es la comida de Jesús, a campo abierto, sobre el ancho mundo… Es la comida que él y sus discípulos tienen que compartir con todos los que vienen, sin distinción de puros e impuros. Jesús, Mesías que da su propia vida, viene a presentarse en la Iglesia como Mesías del Pan compartido, a campo abierto, para todos los que van y vienen y de un modo especial para los enfermos (no en un ámbito cerrado de Iglesia).


Comida de Dios, un conflicto.

La misma comida del Reino que Jesús ofrece a todos (que vincula de esa forma a todos) ha suscitado un conflicto que divide las poblaciones galileas. Jesús no ha querido anunciar el Reino en las ciudades (Séforis, Tiberíades…), porque su estructura social, expresada en forma de dominio de unos sobre otros, va contra del Reino, una comida que divide por rangos de riqueza y de honor a los habitantes de la tierra. Pero el evangelio supone que el tipo de banquete de Jesús y sus primeros seguidores acabó fracasando también (al menos de un modo general) en las zonas rurales de Galilea y después en Jerusalén.
El movimiento del Reino (banquete ofrecido a los expulsados del sistema) suscitó un rechazo en el conjunto de la población, como sabe Jesús cuando dice que la reina del sur y los habitantes de Nínive se alzarán contra esta generación (cf. Mt 12, 41 s; Lc 11, 31 s), porque ellos, sin ser israelitas, aceptaron a Salomón y a Jonás, mientras que ahora los israelitas galileos no han acogido el mensaje del Reino En esa línea avanza la acusación de Jesús contra las poblaciones (¡no ciudades!) de Corozain, Betsaida y Cafarnaún por no haberse convertido al mensaje del Reino (cf. Lc 10, 13-15; Mt 11, 21-24), mientras que las ciudades paganas de Tiro y Sidón lo habrían acogido, en caso de haber escuchado a Jesús.
El programa y camino de Jesús que es “pan para todos” suscita el rechazo de los privilegiados que quieren un pan para sí mismos, un pan separado, de puros y ricos, mientras los otros pasan hambre. Por eso, Jesús saca a sus discípulos del ámbito social resguardado de los sistemas sociales y económicos, para iniciar con ellos un camino de pan universal y compartido, desde fuera de la sociedad establecida (en un campo desierto….).

Respuesta de Jesús. Pan para todos.

Ese camino y programa de pan para todos suscita y despliega una utopía universal de salvación, en la que podrán integrarse zonas y personas consideradas en general como enemigas (Nínive, Tiro y Sidón), como muestra el pasaje programático de la mujer siro-fenicia que pide, para su hija, las migajas de la mesa de los hijos del reino (cf. Mc 7, 28). Avanzando en esa línea, un texto común de Mateo y Lucas (de la tradición Q) afirma que vendrán para el banquete del Reino gentes de todas las naciones (norte y sur, levante y poniente), mientras los hijos del Reino (israelitas, elegidos) quedan excluidos (Mt 8, 11-12; Lc 13, 28).
Podemos distinguir y vincular así tres rasgos.
(a) Hay banquete abierto para todos, el banquete de la vida, vinculado a la curación y al pan.
(b) Ese banquete, que ha de comenzar a campo abierto, en un lugar donde todos puedan vincularse, suscita un conflicto con la sociedad establecida de aquellos que quieren asegurar sus panes materiales y espirituales, sociales y religiosos.
(c) Desde ese fondo se establece la nueva apertura, es decir, el camino universal del pan compartido y de la curación humana.
Nosotros, miembros de una sociedad opulenta, entendemos esta experiencia con dificultad (aunque siga habiendo muchos desnutridos, que mueren por falta de alimento). En este nivel, el mensaje de Jesús es promesa de comida, como los artesanos y prescindibles de Galilea saben, pues sin pan no hay Reino, ni bienaventuranzas (Lc 6, 21-22), ni Padrenuestro (“danos hoy nuestro pan...”: Lc 11, 3).
Lo más urgente sigue siendo el pan, vinculado a la salud: que los hombres y mujeres puedan comer y beber y relacionarse, que no estén condenados al miedo perpetuo del hambre y la marginación, como los artesanos galileos. Pues bien, como acabamos de indicar, ese regalo de pan puede suscitar y ha suscitado la oposición de los acomodados, de manera que la llegada del Reino puede ser causa de rechazo para aquellos que no quieren compartir el pan. Pues bien, superando ese rechazo, la Iglesia helenista de Jerusalén descubrirá tras la pascua que el mensaje de Jesús sólo se puede mantener en línea de comunión de pan.

Conclusión. Las multiplicaciones, un “milagro distinto”.

Volvemos así al texto del evangelio de hoy, que más que multiplicación del pan debería llamarse “alimentación universal”, solidaridad mesiánica. El centro del “milagro” no es un aumento material de panes y peces, sino el aumento de la solidaridad y de la acogida humana. Los evangelios de Marcos y Mateo recorten dos “multiplicaciones”, como expresión y signo de la abundancia y bendición de la comida, en un contexto de discipulado más judío, es decir, en un contexto básicamente israelita (cf. Mc 6, 31-46; Mt 14, 13-21), o más gentil, es decir, fuera de las fronteras de Israel, como gesto de comunicación abierta a todas las naciones (Mc 8, 1-12; Mt 15, 32-39).
Ellas multiplicaciones/alimentaciones evocan la fraternidad que surge y se despliegan allí donde los hombres y mujeres son capaces de dar y compartir lo que tienen, desde la pobreza, anunciando así la llegada del Reino que será un banquete de abundancia. La conversión de las piedras en pan, que el Diablo promete a Jesús, habría un prodigio satánico de magia (cf. Mc 4, 1-4 par), pero no sería milagro, pues el milagro de Jesús consiste en comunicarse la vida con (desde) los pobres, en fraternidad mesiánica.
Según eso, el signo de las multiplicaciones no consisten en la posible reproducción o incremento material (de panes y peces), sino en la comunicación fraterna, que es anuncio del Reino. Ése es el signo de Jesús, un cambio de los hombres, no del pan; pero ese cambio de los hombres puede transformar los mismos panes, haciendo que ellos sean un medio de encuentro y bendición para los hombres..

No hay comentarios: