La alegría de la salvación para todos

Mt 22,1-14
XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
Publicado por Misioneros Monfortanos

La primera lectura nos ha abierto una perspectiva maravillosa: el Señor ofrece en el monte un festín generoso de “manjares suculentos” y de vinos de solera” a todos los pueblos liberados del velo de luto que los envolvían. (ver v.7) Esta imagen nos señala la alegría desbordante a la que el Señor nos invita. Y esa alegría no acabará ya que él “aniquilará la muerte para siempre” y “enjugará las lágrimas de todos los rostros en todo el país”. Esta es la meta que nos ofrece el Señor.

El texto de Isaías tiene una dimensión comunitaria. El salmo 22 desarrolla esta misma idea de la solicitud atenta del Señor que da lo que necesitan a todos siendo su pastor, pero como dentro de una visión personalizada. Esos dos aspectos no deben ser olvidados. Esos textos siguen siendo actuales y han de alimentar hoy nuestra esperanza, como lo han hecho en el pasado para el pueblo de Israel.

La invitación a la boda

La parábola del Evangelio se refiere se refiere al Reino de los cielos, y nos habla también de una comida de fiesta: se trata de la boda de un hijo de rey, y los invitados son muy numerosos. ¿De qué rey se trata? Para los con-temporáneos de Jesús, ya que se trata del Reino de los cielos, el rey ha de ser forzosamente el mismo Dios. ¿Quién será su hijo? Jesús ya ha pretendido serlo. Por su Encarnación, ha realizado con la humanidad un lazo tan fuerte que la misma Biblia compara a unos esponsales.

Los primeros invitados son los miembros del pueblo judío… pero se excusan unos tras otros pretendiendo


tener unas ocupaciones o intereses más urgentes para ellos. Peor algunos llegan hasta maltratar y dar muerte a los servidores inoportunos que les recuerdan lo que tendrían que hacer.

De nuevo Jesús intenta que sus contemporáneos tomen conciencia de la urgencia de una respuesta a la llamada que Dios les hace: acogerle a él que es el Hijo de Dios, para entrar en el Reino. Y les anuncia la catástrofe que van a provocar por su rechazo. A mismo tiempo, ese rechazo va a ser la oportunidad para la universalización de la invitación, una multitud de gente que antes parecía excluida. Y eso es lo que ha ocurrido en los comienzos de la Iglesia.

El traje de fiesta

La sala del banquete se llenó de comensales. Para entrar no debió haber muchas exigencias, según parece; y eso nos señala cuánta es la generosidad del Señor que quiere invitar a todos los hombres al festín del Reino. Sin embargo queda una, que se debe respetar bajo pena de verse excluido del festín y ser echado en las tinieblas: se ha de llevar el traje de fiesta.

Es difícil precisar lo que es ese traje de fiesta. Unos especialistas dicen lo siguiente: “Ese traje de fiesta ¿es el símbolo de la fe, de la alegría de la salvación, o de la justicia, o sea de las obras buenas cuya importancia señala constantemente el Evangelista Mateo? El contexto está a favor de esta última interpretación. La invitación de Dios es gratuita, pero también exigente”. Lo importante para nosotros es que estemos felices por la invitación del Señor y sepamos corresponder a ella con generosidad en nuestra vida de cada día.

Oración : Unas bodas como recuerdo

Gracias, Señor y Creador nuestro,
porque en la misma naturaleza humana
nos has ofrecido un camino para acceder a ti.
Aunque nuestros sentidos
no nos permitan verte ni palparte,
aunque haya muchos que duden de tu existencia,
has hecho que todos entiendan
que la fiesta es buena,
que da gusto compartirla con los amigos,
que el amor humano de una boda
merece una gran celebración en familia.
y nos das a entender cómo se parece tu Reino
a esta alegría desbordante aderezada con bailes
tras un banquete de platos sabrosos
y vinos selectos. Reino de alegría y de unión.
Ahora proclamas
que todos estamos invitados al banquete.
No comprendemos que Tú eres una fiesta,
que se trata de la boda de tu Hijo con nosotros,
Y todo son excusas. ¡Qué lástima!
Pero ya habrá quien se aproveche.
e Como en Caná, cuando María
-hoy María del Pilar- hizo manifestarse a Jesús.