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sábado, 7 de febrero de 2009

Desde Buenafuente comentario al 5º Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B.

Por Angel Moreno

Te invito a encontrarte con la Palabra de Dios como se hace en la lectio divina: invoca al Espíritu Santo; haz un poco de silencio en tu mente y en tu corazón, apartándote, como hizo Jesús, a un lugar descampado, solitario (Mc 1, 35), o lo que es lo mismo, pacifica tu interior, a pesar de que tengas muchas cosas que hacer y te estén esperando para que resuelvas algunas dificultades o realices algunas tareas. Después podrás hacer todo con otra referencia más luminosa.

Toma las tres lecturas que nos propone la Liturgia de este domingo y ten un primer encuentro orante con los textos. Puedes fijarte en las expresiones coincidentes que encuentres en ellos. Una vez que has descubierto algunos paralelismos, subráyalos e intenta comprender la posible interrelación entre ellos. La Sagrada Escritura hay entenderla desde ella misma. Yo he hecho lo que te propongo y comparto contigo mi oración.

Al ver las tres lecturas, me he encontrado con las siguientes coincidencias: “El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio” (Job 7, 1). “Me han encargado este oficio” (1 Cor 9, 17). “Se puso a servirles” (Mc 1, 31). Seguro que hay otras posibles coincidencias. En éstas he encontrado una luz para este tiempo ordinario, en el que el invierno, el trabajo, las dificultades, lo costoso de lo cotidiano, pueden imponerse y cabe que produzcan tedio, cansancio, agravio comparativo... En estas posibles circunstancias, es un don tener la referencia del lema de tu propio obispo: SERVIR.

En principio, es una suerte hacer lo que a uno le gusta. Trabajar en lo que da satisfacción y produce el sentimiento de realización personal es un privilegio. Sin embargo, hoy se nos indica que, si uno recibe un oficio, si es llamado a una tarea, su ejercicio debe tener razones exentas de lo meramente afectivo: “Porque me gusta”. “Los días del hombre son los de un jornalero” (Job 7, 2). “Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso sería mi paga” (1 Cor 9, 17). Es bueno, sin duda, disfrutar en lo que uno hace, pero es mejor que sea por una razón superior a lo que pide la naturaleza. El gozo y la satisfacción más profundos nos vienen por lo que nos han ido indicando los textos de los domingos anteriores, por obedecer la llamada, por realizar la misión y la tarea a la que eres enviado.

En el discernimiento espiritual es muy importante descubrir la rectitud de intención en lo que se hace. Es posible agotarse en mil afanes por algo que no aprovecha, o por proyección de afanes egoístas, intereses económicos, búsqueda de rentabilidades materiales, de honor, fama, prestigio...

Todavía resuenan la respuesta de Jesús: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”. Y de María: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”, de los domingos anteriores. Hoy la primera lectura nos recuerda la actitud que nos corresponde: “Como el esclavo, suspira por su sombra, como el jornalero, aguarda su salario” (Job 7, 2). La suegra de Pedro se puso a servirles.

Quien plantea su vida como el ejercicio de una misión que se le ha confiado, aunque tenga los matices de un servicio, que supone la entrega total, canta con el salmista: “Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas” (Sal 147 [146], 1.3). Se nos ha llamado a servir, a tender la mano, como Jesús, para ayudar a los demás, y a ser así testigos de la Buena Noticia, como Pablo: “Hago todo esto por el Evangelio” (1 Cor 9, 23).

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