Por José María Maruri, SJ
1.- Una ancianita sufría en el lecho de la enfermedad con el miedo a la muerte y el pobre cura le dice:--Pero, hija, si se va a la Casa del Padre.
Y la ancianita le contesta con viveza:
--Mire, Padre, como en la propia casa no se está en ninguna
En este día de la Ascensión, el Señor Jesús, nuestra cabeza, nos abre las puertas de la Casa del Padre. Y aunque los ángeles les dicen a los apóstoles: “Pasmarotes, por qué miráis al cielo”, yo como ángel tentador me atrevo a deciros: “Cristianos, no hagáis caso, por una vez vamos a mirar al cielo que, al fin y al cabo, el cielo es el fin de nuestra peregrinación, ¿por qué no pensar en él?
2.- El primero que hizo un intento de describir el cielo fue San Juan. La Ciudad Santa es un recinto 12.000 estadios de lado, toda de oro transparente, rodeada de murallas de jaspe con doce puertas siempre abiertas y las murallas se posan en cimientos hechos de jaspe, zafiro, esmeralda, topacio, jacinto y amatista. ¿Os imagináis así las murallas y la ciudad de Ávila?
Un río de aguas transparentes como cristal llega a la plaza y árboles frondosos con hojas curativas crecen a sus orillas. Es el río de la Vida que cura toda enfermedad…En la Ciudad Santa no hay noche, si sol, ni luna, porque Dios y el Señor Jesús son su luz. Sus moradores son 144.000, una multitud que nadie puede contar, de toda raza, nación y lengua, que se miran en el rostro de Dios.
No habrá allí luto, ni lágrima, ni lamento, ni dolor, porque allí no tienen entrada los embaucadores, los que han producido este última crisis económica terrible, los que llenaron de terror a los pueblos, los sin Dios, los que hacen gala de su impureza.
Loable esfuerzo de San Juan describiendo un cielo donde Dios con su luz lo llena todo, donde no hay muerte ni dolor, donde se junta todo lo hermoso y bello del mundo.
“Como en la propia casa no se está en ninguna”, porque a ninguno nos gustaría vivir en el Palacio Real de Madrid, en el Palacio de Oriente, donde no hay un mesita para poner mi destartalada máquina de escribir, ni un viejo aparador para preparar un bocadillo de queso, ni un butacón donde sentarme descuidadamente junto al balcón.
3.- En el cielo tenemos que encontrarnos como en casa, no de visita. Es verdad que ese mundo nuevo no es un sitio, sino un estado nuevo de vida. No está arriba ni abajo. Ni antes, ni después… ¿Y por qué no? ¿Quién pudo pensar que en el espacio no hay peso? Y hoy vemos a los astronautas flotando en los transbordadores espaciales. ¿Por qué no puede haber un mundo sin espacio, ni tiempo? Pero eso sí, ese mundo nuevo no puede estar desconectado por completo de nuestro mundo actual
--Dios está empujando el mundo de hoy hacia ese mundo nuevo que saldrá de este viejo y podrido como sale la espiga del grano podrido en el surco.
--Dios esta llevando a plenitud todo lo que es vida, felicidad, belleza y bondad en esta vieja creación.
--¿Es qué Dios hará borrón y cuenta nueva del amor de los esposos, de padres y madres, de hijos, de hermanos? ¿Es que la amistad entre amigos, el amor sacrificado de los que viven para los más pobres y débiles quedará? ¡El amor no pasa nunca, dice San Pablo, ese amor entre seres humanos no pasará!
--¿Es que el Creador del nuevo mundo abandonará a Mozart en alguna esquina como pordiosero con su organillo? ¿Es que Shakespeare quedará arrumbado como charlatán y sacamuelas? ¿Y Cervantes como dueño ambulante del teatrillo de papel que distrae a los niños?
--Toda esa belleza como la de pintores, escultores y arquitectos, todo lo que ha sido participación del hombre en la creación de Dios continuará para gozo de esa multitud que nadie puede contar.
--Esa multitud que nunca fue anónima para Dios tampoco lo será para los conciudadanos del cielo, porque cada uno tendrá su nombre, su rostro, su sonrisa.
San Ignacio de Antioquia dejo dicho: “cuando llegue al cielo seré hombre de verdad”. No ángel, ni espíritu puro, hombre en plenitud como lo es el Señor Jesús.
Lo que no habrá es falsía, mentira, engaño, odio o terror, ni enfermedad, dolor o muerte, sino verdad, sinceridad, gozo y vida sin fin.
Allí podremos decir: “Como en la casa propia no se está en ninguna, porque la Casa del Padre será la nuestra, porque nos encontraremos en casa.




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