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viernes, 22 de mayo de 2009

Cuatro momentos para meditar el Evangelio: FIESTA DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Por Rogelio Narváez Martínez
I- SINFONIA INCONCLUSA

1.-Muy gentiles amigos:

¿Hay alguna persona a la que le gusten las despedidas?, ¿Quién de nosotros no ha rehuído alguna vez la ocasión de decir adiós y ha preferido mejor desaparecerse discretamente sin la necesidad de tener que justificar el porqué de nuestras momentáneas o definitivas ausencias?;...

Todavía recuerdo aquella tarde de hace 21 años en la Parroquia de la Resurrección del Señor, parroquia de mi juventud, cuando teniendo un servidor unos 22 años el padre Rafael Uribe, erudito sacerdote agustino, me pedía que me sentara junto a él en una comida de despedida que le organizó nuestra comunidad después de 8 años sirviendo a los fieles de Cristo de nuestra feligresía. Aquel hombre austero, sencillo, elocuente, de rasgos duros y en la apariencia seco e inconmovible, abogado titulado por doble partida, así en las leyes civiles como en las leyes eclesiásticas,... un hombre que me imponía siempre con su hábito negro, por su excelente dominio intelectual en diversos campos y por su carácter fuerte, formado indudablemente en la recia y antigua disciplina eclesial religiosa. Sentado junto a él le veía sonreir ante las muestras de afecto de los bautizados y en su silencio imposibilitado para contener las lágrimas de sus ojos que le traicionaron y que sin previa solicitud de permiso escapaban rodando por sus mejillas,... y me decía: “Rogelio, ¡Quién dice que no cuesta despedirse es por que nunca lo ha hecho!”... Y yo volteé a mirarlo y le dije: “y sin embargo está feliz ¿no es así?” El me dijo: lacónicamente: “sí”,... Concluí entonces: “Déjese querer, Don Rafa, ¡Déjese querer!”...

2.- Todos nosotros debemos ser conscientes de que los caminos tienen un principio e incluyen un final, que toda competencia tiene su señal de salida e incluye una meta, que todos los libros deben de tener una introducción y contemplan alegremente una conclusión, que todo prólogo promete siempre un epílogo, que los días poseen sus amaneceres y sus anocheceres, que existe en el horizonte una aurora y un ocaso, que la primavera acusará la factura del invierno, que toda obra musical posee una obertura y también tiene una nota final, que la niñez trae consigo el germen de la ancianidad y que el cansancio de la siembra trae en sus espaldas la alegría de la cosecha. El telonero en el teatro de nuestra vida apenas abre las cortinas y tiene que estar preparado para cuando deje caer el telón. ¡Debemos ser conscientes y consecuentes!

3.- No obstante, los hombres de nuestro tiempo solemos no darnos cuenta, o por lo menos vivimos de tal manera, que pareciéramos, sino en lo teórico sí en lo práctico, querer olvidar la transitoriedad que encierra nuestra vida y la medida que tiene todo aquello que se gesta en el tiempo y en el espacio.

Muchas de nuestras actuaciones en la vida diaria suelen denunciar una falta de conciencia en torno a nuestra contingencia existencial. Nuestra vida diaria se vive, las más de las veces, con tanta frivolidad e irresponsabilidad, que pareciéramos tener en un presupuesto de seguridad la certeza de la posesión de la eternidad mientras que estamos viviendo todavía en la temporalidad.

Y es entonces, que surgen tantas escenas tristes que nos hablan de nuestros fracasos humanos: edificios sin terminar en las grandes avenidas; casas residenciales a medio construir; carreteras, autopistas y anillos viales interrumpidos en su realización, obras de drenaje pluvial detenidas sin un avistamiento de su conclusión o simuladas en su inconclusión bajo el silencio de la superficie; libros diseñados que se han quedado a la mitad de su redacción; y así tantas y tantas sinfonías inconclusas de la vida humana.

Hoy, somos tantos los que cargamos con nuestra propia sinfonía inconclusa, sobre todo cuando no hemos sido capaces de prever la limitación real de nuestros recursos. Somos cada vez más, los que hemos puesto los cimientos de nuestras grandes construcciones académicas, comerciales, laborales, de inversiones y hasta familiares, pero que no hemos pensado con seriedad en la necesidad de diseñar y prever la realización sostenida de todas y cada una de las etapas de nuestros edificios, especialmente las últimas.

4.- No obstante, mi querido amigo:

Es bueno que, no te quedes discurriendo solamente en tu entorno y en esas realidades materiales,... de tal manera que puedas asumir la invitación para que trasciendas en los recursos del pensamiento, y así puedas darte cuenta de que muchas de nuestras familias y de nuestras propias vidas son esas enciclopedias inacabadas.

Somos tantas las personas que no asumimos la caducidad de nuestra vida, y que actuamos en la existencia como si fuéramos eternos, o por lo menos, cómo si tuviéramos la seguridad de que vamos a vivir cien años,... o un poquito más.

Piensa y trata de resolver, no en voz alta sino en la interioridad y en la sinceridad estas preguntas: ¿Tu familia está preparada para cuando sobrevenga tu ausencia? –Sí o no- ¡Sé sincero! ¿Si el día de mañana,... o esta misma noche, Dios te llamara a su presencia y tú ya no te encuentras junto a los tuyos, las cosas podrían continuar con su desarrollo normal? ¿Están preparados tus seres queridos para asumir el timón de la embarcación y seguir el rumbo de la vida, cuando tú no estés al frente de ellos? ¿Saben izar las velas y capitalizar la fuerza del viento? ¿Les has dado las herramientas necesarias como para que sigan trabajando en tu ausencia o te has conformado con entregarles abundantes frutos de un trabajo que ni siquiera saben cómo se realiza, y que cuándo les toque a ellos tomar el arado no serán capaces de autoproveerse?

5.- La fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda a cada uno en lo personal que, junto con la voluntad general de Dios, que consiste en la salvación de todos los hombres, actúa también en nuestra vida una voluntad específica de parte de Él: Dios nos ha enviado al mundo con una misión. ¿Te has dado cuenta de que un día tenemos que escribir la última letra en el libro de nuestra vida y de que un día entonaremos inexorablemente la última nota de nuestro canto?

Una primera actitud para asumir en la vida cristiana, debiera ser la necesidad de que aprendamos a vivir nuestra vida en perspectiva. Esto es lo que nos puede abrir los ojos hacia un futuro que en realidad no es tan distante, o que por lo menos no nos toca a nosotros determinar su arribo. Solamente en la medida de que vayamos adquiriendo la conciencia de la transitoriedad e inexorabilidad del tiempo, podremos detenernos a pensar en las consecuencias de las cosas que hacemos en el presente y de aquellas que erróneamente evitamos que hagan nuestros seres queridos. El ver las cosas en perspectiva, nos permite avistar el día de mañana y nos impulsa a ser previsores al sensibilizarnos a causa de la fugacidad de nuestra presencia al lado de los seres que más amamos.

6.- Sin embargo, cada vez somos más las personas que queremos pasarnos la vida resolviendo problemáticas que les tocaría resolver a nuestros consanguíneos, y asumiendo responsabilidades de nuestros familiares, viviendo una vida que no es la nuestra y atrofiando el campo de deberes que tienen otras personas. ¡Por favor! Te pido que pienses, antes de continuar obrando así, en ese momento en que ya no estés junto a ellos. ¡Enséñales a valerse por sí mismos!

Cuando oigo decir a los padres de familia, incluyendo a mis hermanos y hermanas, que esperan que sus hijos no vivan las dificultades que ellos padecieron, no puedo estar totalmente de acuerdo. Tales dificultades que enfrentamos se han encargado de esculpir el semblante de lo que nosotros somos ahora. En la incertidumbre de la que estamos revestidos todos los seres humanos, jamás podremos saber cuáles serán las situaciones que viviremos el día de mañana y cuáles serán nuestras desventajas. Sin embargo, ¡entiende que la peor desventaja que podrán enfrentar tus hijos en la vida estriba en el no haber aprendido a luchar!

Si realmente quieres ayudarles tienes que dejarlos enfrentar la vida por sí mismos, brindarles las herramientas pero no hacer los trabajos que a ellos les corresponden, permitir que afronten adversidades para que puedan conocer y desarrollar su fuerza y sus capacidades. Recuerda que en los mares tranquilos no se forjan buenos marineros. Si tú quisieras que tus hijos nunca experimenten la violencia de un posible naufragio, entonces no les compres un barco, cómprales una isla, y ¡créeme!, ni siquiera esto les podrá asegurar una vida totalmente tranquila.

7.- Queridos amigos:

Hoy, la liturgia nos invita a reflexionar sobre el retorno de nuestro Señor Jesucristo a la Casa del Padre, y nos hace presente esa línea divisoria que existe entre la misión de Cristo en la tierra y la que será la Misión de su Iglesia. Hoy es el día en que celebramos el que los Apóstoles hayan recibido una estafeta para iniciar la parte que les toca en la noble competición, y es que el tiempo del entrenamiento se ha terminado.

Jesucristo asciende victorioso y alegre y se sienta a la derecha del Padre,... su Iglesia ha sido preparada para asumir sus responsabilidades.

Estoy convencido de que las múltiples historias del grano de mostaza que ha subsistido en este árbol, que es la Iglesia, a lo largo de dos mil años y la de la poca levadura que ha fermentado la masa de la que se compone el mundo, van unidas a dos factores: En primerísimo lugar, la presencia del Espíritu Santo que asiste y en Segundo lugar, el que el Señor haya preparado a cada uno para sus responsabilidades. A San Pedro le confió el Primado, los Apóstoles fueron enviados a evangelizar y están al frente de las comunidades que se van fundando, y así en un movimiento apostólico ininterrumpido un día se fundó esta Iglesia de Monterrey que amamos.

8.- La historia le ha dado la razón a la forma que tuvo de proceder el Señor: lo que ocurrió en aquel ignorado rincón de Galilea, lo que inició con aquel puñado de hombres, con aquellos insignificantes pescadores se ha mantenido de pie, y sigue siendo una permanente actualidad en nuestros días. Y la pregunta que tienes que hacerte es: ¿cuándo a tí te toque despedirte, crees que las cosas y los tuyos continuarán con su curso?





II - ESTA HISTORIA CONTINUARÁ...

“En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado.

1.- Sobre la fiesta que hoy celebramos: “la Solemnidad de la Ascensión del Señor” domina una sola pregunta de fondo: ¿Se trata de una conclusión o de un principio?

Podría parecerte irrespetuoso e irreverente, el que nos preguntemos todo esto al leer la Sagrada Escritura, pero bien te podría decir que el día de hoy se nos está hablando de una Conclusión que ineludiblemente se convierte en una Introducción.

Y en esto precisamente se manifiesta el principal sentido de nuestra fiesta: Para el cristiano la Conclusión se convierte siempre en la Introducción a una nueva etapa.

2.- Regresando al texto del Evangelio podemos constatar el que la Ascensión de Jesucristo se convierte en el inicio de la vida de la Iglesia; cuando Aquel que es la Cabeza ha ascendido a lo alto de los cielos es el momento para que su Cuerpo místico inicie sus quehaceres; una vez que el Pastor habita victorioso en los prados de la eternidad es el tiempo de que su rebaño se esfuerce en llegar a donde su Pastor ha ido por delante; es ahora el tiempo de que los hijos por adopción trabajemos a ejemplo de Aquel que es el Hijo por naturaleza.

Es la Solemnidad de la Ascensión, y con ello ha llegado el momento de que todos aquellos que hemos seguido al Maestro nos convirtamos en infatigables pescadores de hombres, en aquellos que buscan servir y no ser servidos, en los pastores que apacientan las ovejas de aquel que le ha dicho a san Pedro: “apacienta a mi rebaño”. Es ahora el tiempo de la Iglesia, es el tiempo de los cristianos, que necesitarán la asistencia del Espíritu Santo, para continuar con la obra de Aquel que se encarnó por obra y gracia del Espíritu Santo en el vientre inmaculado de la Virgen Santísima.

3.- Cristo ha concluído su obra y ahora se ha iniciado el quehacer de los apóstoles, y así continuará la misión de una Iglesia católica, que no tiene ni veinte ni cien años de haber iniciado su caminar, sino los mismísimos veinte siglos que tiene el Señor de haber ascendido a las alturas de la gloria y la eternidad, y de una obra que si fuera de los hombres se hubiera acabado, como lo decía el rabino Gamaliel, pero que sí es de Dios aunque nos empecinemos en destruir no terminará jamás, tal cómo ha sucedido, por la gracia de Dios.

Se trata de una Iglesia que bien puede reconstruir, sin engaños, una lista ininterrumpida de sucesiones desde san Pedro y los once hasta llegar a Benedicto XVI y Don Francisco Robles, en nuestra propia ciudad, aunado al colegio episcopal.

4.- Cristo está ascendiendo a los cielos y la historia no termina, puesto que los apóstoles y sus sucesores han obedecido el mandato del Señor.

Y de esta manera la Ascensión, si bien puede ser visualizada como conclusión en la vida sobre la tierra del Señor, es también el inicio de una nueva forma de manifestarse: mediante aquellos que son su prolongación hasta nuestros días. La ausencia tiene una nueva forma de presencia.

La historia ha continuado, y allí se encuentra la religiosa que trabaja y cuida enfermos en el silencio caritativo de una casa-hogar para enfermos terminales en el norte de la ciudad de Monterrey o cuidando ancianitos en la Casa de Reposo “Nuestra Señora del Rosario”; allí están los padres de familia que soportan desvelos, desilusiones e incomprensiones luchando por inculcar los valores del Reino a través de su palabra y ejemplo en el pensamiento y la vida de sus hijos; allí están los jóvenes, los señores y las señoras dando catecismo, esforzándose día tras día por evangelizar a los niños y sembrando el amor y la paz de Cristo en sus corazones; allí están los grupos de profesionistas atendiendo apostolados intensos y cualificados.

La historia no se ha interrumpido y allí está el ministro de la Sagrada Comunión llevando con celo el Pan de la Vida a los enfermos en sus casas y en los hospitales, allí están muchos sacerdotes, ¡más de los que puedas imaginar!, cargados con sus años, pero mostrando la buena madera del árbol del que proceden, puesto que siguen soportando el peso de la jornada y continúan dando ejemplo de consagración total por amor a Cristo a favor de su Iglesia.

5.- ¿Cómo podrá nuestra ciudad dejar en el sarcófago del olvido el trabajo de un Padre Ponce o del padre Arroyito quienes desgastaron sus ojos con la única intención de mostrar el dulce rostro de Cristo a los hombres que estaban sumergidos en la oscuridad del alma, antes de que ellos mismos concluyeran su camino? ¿Cómo abandonar en el desierto de los desmemoriados a nuestro querido Monseñor Galván y del Padre Alejandro Ostos desgastados en el servicio con una entereza que solamente viene del Señor? ¿Cómo podríamos ser justos si olvidáramos las bendiciones que Él mismo ha derramado en nuestra vida a través del fructífero ministerio de Mons. Alfonso Hinojosa Berrones, ahora emérito, que se gastó y desgastó por el cuidado del rebaño de Cristo? Y como estas historias hay muchas más, puesto que tendría que hablarte de algunos que ya han fallecido como el Padre Huertita, el Padre Leoncito y el mismo Cardenal Don Adolfo Antonio Suárez Rivera, así como algunos que siguen luchando como el Padre José Luis Guzmán, el Padre Catarino, el Padre Lugo, Mons. Panchito Hernández, Mons. Garza Salinas, Mons. Peñita, el güero Martínez por sólo mencionarte unos cuántos. Y, ¿cómo no mencionar al Padre Lupito Rodríguez Martínez que el sábado 30 de Abril de 2005 fue llamado a la casa de Dios teniendo 37 años de vida y 8 de ministerio sacerdotal?

6.- La historia ha continuado y hemos tenido el privilegio de formar parte de una milécima de segundo en el día de la jornada de la vida de nuestra Iglesia, y no nos queda más que la satisfacción de haber cumplido con las indicaciones del Maestro.

Muchos hablan de crisis en la Iglesia: ¡qué superficialidad! ¡Qué visión tan ligera! ¿Crisis? La Iglesia ha vivido en crisis, siempre han existido los dramas pavorosos. La historia de la Iglesia podríamos decir que es una contínua crisis y así hemos ido hacia delante. Y es que la Iglesia está viva y participa de la vida. Y toda vida verdadera es verdadera crisis. Los únicos que no enfrentan dificultades son los muertos, ¡y yo lo dudo! Las crisis de hoy no son mejores ni peores que las del pasado. Y el Señor permite que con su gracia sigamos con la vida de una Iglesia que si bien ha pasado por momentos difíciles, su vida no depende absolutamente de nuestras miserias sino que posee vida verdadera por la gracia de Aquel que nos ha enviado al mundo.

7.- Y con todo lo anterior, debemos ser congruentes, si la crisis de la Iglesia reside en que se secan la reservas espirituales, está claro que la curación está en la búsqueda de reservas espirituales, y si hoy en día percibimos que se acerca un tiempo de escasez sacerdotal, es ahora el tiempo de redoblar la oración por las vocaciones sacerdotales, y de que los jóvenes se cuestionen sobre la generosidad que han tenido en el llamado que Cristo sigue haciendo hoy en día.

Como todavía tenemos agua para nuestro consumo, nos resulta fácil acabarnos toda el agua del depósito, sin preocuparnos por el agua de consumo de aquellos que han de venir después que nosotros. ¡Es demasiado egoísmo! Oye joven,... ¡sí tú! ¿Quién bautizará a tus nietos? Te has preguntado: ¿quién asistirá la enfermedad de tus ahora pequeños hijos si es que no redoblamos la oración por las vocaciones sacerdotales?

8.- Invito a los jóvenes y a nuestras familias para que seamos generosos con el Dios de la generosidad.

¿Sabes? Nunca se me olvida aquella escena en la que un grupo de fieles cristianos fue ante Don José de Jesús Tirado y Pedraza para solicitarle un sacerdote que atendiera a su comunidad. Y el señor Tirado y Pedraza, que de Dios goza, les dijo con esa agilidad mental y ese buen humor que le carecterizaba: “¿Quiéren un sacerdote? Les quiero preguntar: ¿cuántos seminaristas tienen en nuestro seminario?” Ellos le respondieron: “ninguno”. Y él les recalcó: “Dénme un seminarista y yo les doy un sacerdote. Los sacerdotes no se cosechan en los árboles sino que nacen en las familias cristianas”.

9.- Y la historia debe cotinuar... La Ascensión del Señor junto con el ser una conclusión será siempre un inicio.

Y esto también podríamos aplicarlo a nuestra separación temporal de aquellos a los que amamos. Para el cristiano la muerte no es algo que termina sino el punto de partida verdadero. Para nosotros la muerte no es algo que sucede sino Alguien que nos sale al encuentro. Decía san Agustín: “No teme perder a aquellos que ama, quién los ama en Aquel que no se pierde”

Estoy seguro que la muerte no debería compararse con una luz que se extingue sino con un tapiz que alguien termina de tejer con una filigrana de abundantes obras buenas.

Y lo anterior se ubica en la frontera del tiempo y la eternidad.

10.- ¡Cuánto más debe pensarse de cada etapa de nuestra vida! Todo lo que concluímos es simultáneamente un punto de partida: terminas los estudios y con la graduación inicias tu vida profesional, concluye una mujer con la etapa del embarazo y con el parto se inicia la etapa práctica de la maternidad y la paternidad, concluyen los estudios en el Seminario y con la ordenación sacerdotal se inicia la vida ministerial, se concluye el noviazgo y con el matrimonio se inicia la vida esponsal.

Lo importante será el cuadro de actitudes que tengamos en la vida.

Así por ejemplo, el matrimonio más que la llegada a una meta es la señal de salida que se da para iniciar un nuevo camino, más que al atardecer de una ilusión es el amanecer de un nuevo ideal, más que el ocaso de un proyecto es la aurora de una realidad totalmente nueva, más que la conclusión de un tomo en la historia de tu vida es la introducción a un nuevo tomo con una gran cantidad de hojas en blanco por escribir, más que cerrar una puerta es la apertura de una puerta con la incertidumbre que trae el ingreso a una nueva habitación que exige confianza en el alma.

Y el problema de muchos matrimonios es el vivir la vida esponsal como algo adquirido más que como un punto de partida, y será entonces que se deja morir aquello que necesita vida a través de los detalles y de todas aquellas cosas que los esposos conocen que le agrada a aquel que un día cortejaron o que les cortejaron. ¿Punto de partida o de llegada? He allí el dilema y,... el nacimiento de nuestros problemas.




III - BATALLA, VICTORIA Y TRIUNFO.

Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”.

1.- Muy queridos amigos:

Para el cristiano la Conclusión se convierte siempre en la Introducción a una nueva etapa y, mientras llegue la vida eterna, el final no es más que el inicio de una nueva realidad.

Los cristianos sabemos que nuestra meta definitiva es la vida eterna, y que mientras vivamos en esta tierra, Dios nos ofrecerá una nueva oportunidad.

Mientras que Dios no nos llame a la vida eterna, nuestros epílogos darán siempre pauta a una nueva vida, y se convertirán simultáneamente en prólogos de nuevas y mejores realidades.

Y es que, somos conscientes de que nuestra vida, por gracia de Dios, no esta compuesta por un sólo tomo,... sino que suelen ser varios los tomos que Dios ordinariamente nos da para escribir, y que quizá el tomo anterior no nos haya satisfecho en su totalidad, pero que el día de hoy, si Dios nos ha regalado la vida, es precisamente para que escribamos uno mejor.

¿Qué,... cuántos tomos tendrá tu vida? No lo sé ¿Con cuántos volúmenes contará mi vida? Lo ignoro. Sólo sé que, mientras tengamos la pluma en la mano debemos seguir escribiendo nuestra trama existencial.

Sabemos que en lo humano, es imposible dar marcha atrás en el reloj a las manecillas, así como pegar las hojas caídas al calendario; pero somos conscientes de que si Dios nos ha permitido develar una nueva hoja en el calendario de la vida y que le diéramos cuerda otra vez a la maquinaria de la sucesión de los instantes, ésto tenemos que aprovecharlo.

2.- ¿Sábes? Hay dos temas adicionales que, el día de hoy tendríamos que aplicar a nuestra vida concreta: primero: no olvidar el destino de eternidad que en Cristo hemos conocido, segundo: asimilar que la Ascensión a los cielos es la manifestación del triunfo de Jesucristo.

3.- En primer lugar visualicemos nuestro destino: Para ello dirijamos nuestra mirada hacia el cielo en donde Cristo ha sido glorificado y seamos conscientes de que allá, en donde está aquel que es la cabeza esperamos estar aquellos que formamos su cuerpo, que allá en donde está aquel que es el Buen Pastor esperamos estar aquellos que formamos su rebaño.

Blas Pascal refiere que una oveja puede perderse si no hace más que pastar sin tener la capacidad de mirar hacia arriba. Y explica, aplica y suplica: “acaso esto llegue a ocurrirnos; podemos concentrarnos tanto en lo que está inmediatamente cercano a nosotros, que dejamos de ver la vida en una perspectiva amplia, nos llegamos a engolosinar con lo inmediato que olvidamos lo eterno, nos quedamos en lo efímero y se nos pierde de vista aquello que permanecerá para siempre”.

¡Dios quiera que tú y yo jamás olvidemos que esta vida no es más que un camino y que lo importante será llegar al destino, que la temporalidad no es más que la pista de la mejor de las competencias pero que la línea de meta se cruza en el umbral ubicado entre la muerte y la eternidad!

4.- Te quería comentar un hecho registrado en los anales de la historia del deporte. Conforme a los registros de la natación, la primera mujer que cruzó a nado el Canal de la Mancha fue la inglesa Florence Shardwik.... Pero, esta hazaña la obtuvo después de muchos y muy variados intentos, y por ende, después de una gran cantidad de aparentes fracasos, los cuales como en el ejercicio de la prueba y el error, le llevaron a conseguir un día la constatación de la victoria anhelada. Uno nunca sabe en cuál de los golpes se romperá la roca, pero sabemos que no fue ese golpe sino la suma de los intentos lo que consigue lo que al final se manifiesta.

Una vez que Florence Shardwik hubo cruzado ese estrecho marítimo que une el Oceano Atlántico con el Mar del Norte y que separa las islas británicas de la Francia en el continente europeo, un sinfín de reporteros le abordaron para hacerle una serie de preguntas. Uno de ellos después de felicitarle por su logro, nos hizo el favor de preguntarle lo más importante: acerca de las experiencias difíciles que hubiese tenido en sus intentos, a lo que Shardwik le respondió con sinceridad: “Había tenido ya varios intentos por conseguir, lo que hoy, gracias a Dios, conseguí. Lo había intentado de todas las formas, evitando las tormentas y evadiendo el sol desgastante, buscando la temperatura ideal y evitando las fuertes corrientes marítimas, de día y de noche, en invierno y en primavera, y en una y otra ocasión no había logrado conseguir mi objetivo. No obstante si quieres saber cuál fue el momento más difícil, te diré que fue aquél día en que después de tener una brillante idea, salí del campamento cuando apenas iniciaba la luz del día, había un poco de neblina y en mi juicio pensé que esto me favorecería, esperando que en la medida en que fuera avanzando la neblina se fuera disipando. Me zambullí en la mar, y al principio, al estar todavía oscuro podía ver la incandescencia de algunas luces muy a la distancia que me señalizaban el lugar al que me dirigía, pero grande fue mi sorpresa cuando al ir adentrándome en la mar abierta, la neblina se volvió más densa, el día fue clareando y al ir braceando empecé a tener una extraña sensación de desesperación. Repentinamente dejé de ver la costa a la que me dirigía e ignoraba si iba avanzando, si estaba nadando en círculos, sí me iba inclinando hacia el rumbo equivocado, volteé hacia atrás y tampoco veía el lugar del que había salido para iniciar mi recorrido, todo en mi derredor era agua y neblina y me sentí fatigada, insegura, sin respiración. La verdad es que el no ver la costa me provocó pánico, ¡qué me podría preocupar si faltaba mucho con tal que tuviera la certeza de ir avanzando en la dirección correcta!, al fin y al cabo podría administrar mi esfuerzo, nadar y propiciar algunos descansos flotando en la mar. Pero no veía la costa y las cosas se volvieron desesperantes, tremendamente inciertas,... y me hundí más en el remolino de mi desesperación que en el de una tormenta en alta mar. Me sacaron inconsciente, y tarde mucho en atreverme a reiniciar mis intentos en mi propósito que hoy he logrado.

5.- Muy queridos amigos:

“Dejé de ver la costa y me sumergí en la desesperación”. En realidad este es el secreto más valioso y el inicio del mejor de los consejos para nuestra vida. Siempre que tengamos un porqué en la vida encontraremos un cómo hacer las cosas. El problema es que no sabemos ni para que hacemos las cosas, ni hacia donde nos dirigimos, y por ellos ignoramos si vamos en la dirección adecuada, y entonces viene el cansancio, la sinrazón y el abandono de aquello que nos ilusionó tantas veces y que debiera seguirle dando sentido a lo que hacemos.

La Ascensión del Señor nos recuerda que nuestra mirada debe estar puesta en nuestra morada, en la costa de la eternidad, que es allá en donde está nuestra meta. Si visualizamos nuestro destino, y que se va nadando en la dirección correcta soportaremos el cansancio y la desilusión, ¡qué nos puede importar el que nos falte mucho o poco, si es que vamos nadando en el rumbo adecuado! Pero, cuándo un día dejamos de ver la costa y nuestro destino, es entonces cuando nos volvemos susceptibles a sumergimos en la más terrible de las desesperaciones. ¡Haz oración, esto te permitirá encontrar la brújula en tu vida!

6.- Quiero no agotar este espacio en la fiesta de la Ascención del Señor, sin que nos demos la oportunidad de referir el segundo factor: Hoy celebramos el triunfo de Jesucristo, es la fiesta litúrgica de Aquel que entra triunfante al cielo, una vez que ha vencido al pecado, al mal y a la muerte.

Para llegar al triunfo se tuvo que ser beligerante contra los enemigos del hombre y de Dios, pasar por el desgastante campo de batalla y obtener la victoria después de derramar el sudor y la sangre, sólo después de la victoria en el lugar de la batalla se puede gozar de la corona triunfal.

Te explico la diferencia entre la batalla, la victoria y el triunfo con el acontecimiento de la salvación en Cristo: la batalla fue toda una vida en donde el viernes-santo no fue un momento aislado sino el espacio culminante, la cruz se convierte en la señal de la contienda; la resurrección nos manifiesta la victoria, es Jesucristo quien ha lidiado en singular batalla con la muerte y al resucitar glorioso se levanta con la victoria, aunque trae en sus manos, sus pies, su frente y su costado las huellas del combate. Pero hasta aquí contemplamos solamente la victoria, el triunfo se obtiene en su entrada gloriosa entre voces de júbilo por el arco de la eternidad.

7.- Te lo explico rápidamente con un ejemplo para que lo entendamos: en la cercanía de las olimpiadas de Beijing sabemos que un atleta y un equipo tienen su batalla en la cancha, en la pista, en el ring, en el campo, en la fosa o en las albercas,… es allí en donde cada persona y los miembros de un equipo deben vencer a todos y vencerse a sí mismos para no claudicar en su intento, la victoria se obtiene cuando se cruza la meta, se concluye el tiempo reglamentario con el resultado a favor o al sumar los puntos, pero el triunfo es el momento en el que en el podium ve ondear el lábaro patrio de su nación y escucha la solemnidad del himno de su pueblo, se coloca entonces una corona de laurel en la frente o un collar de flores, se le entrega un ramo de flores o se le coloca una medalla en el pecho, se le entrega un trofeo o un documento simbólico... ¿Percibes la diferencia entre la batalla, la victoria y el triunfo?

En las guerras así sucedía, el soldado en la batalla luchaba cuerpo con cuerpo, derramando sudor, lágrimas y sangre. Cuando escuchaba un toque especial de trompeta o se veían ondear banderolas blancas sabía que la victoria se había obtenido y la guerra había terminado. Pero el triunfo era catalogado como el momento en que solemnemente regresaban entre vítores a su ciudad cruzando un arco de triunfo construído para los que habían vencido en el campo de batalla, y que en su cuerpo traen las señales del combate.

8.- Concluyamos: La ascensión es el triunfo de aquel que luchó en la vida, en la cruz y en el sepulcro, y que obtuvo la victoria en la resurrección, pero ahora vencedor se levanta glorioso y asciende para cruzar el arco de la eternidad. No obstante, no olvidemos que Aquel que asciende, es el mismo que estaba en la cruz y que se apareció en el cenáculo a los apóstoles, y por lo tanto, es Aquel que trae en sus manos, en sus pies, en su frente y en su costado los escaños de la contienda.

Y todavía, hay quienes queremos obtener la victoria y el triunfo sumergidos en la mediocridad y sin hacer el mínimo de los esfuerzos.

Sólo se puede gozar del triunfo cuando hayamos gozado de la victoria. No existe forma alguna para que el cristiano pueda gozar de Dios y del triunfo sino a partir de la lucha y del vencer en la disputa de lo cotidiano.




IV -PERMANECER MARCHÁNDOSE.

El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían”.

1.- Muy gentiles amigos:

La Solemnidad de la Ascensión del Señor que el día de hoy celebramos nos mueve a pensar y a meditar en torno al misterio de la Sagrada Eucaristía, don de la benevolencia divina.

Es cierto que el día de hoy las palabras del Señor nos invitan a meditar en torno al sacramento del Bautismo y en torno al Misterio de la Santísima Trinidad, pero también es cierto que el texto del día de hoy nos hace referencia a ese mecanismo divino que el Señor encontró para seguir manifestándonos su presencia en nuestra vida.

2.- Y es que el amor pide presencia, cercanía, proximidad, estar lo más posible junto al ser querido. Y cuando la estancia física se hace imposible, por imperativos del deber, por motivos insalvables, entonces el amor recurre a mil estratagemas para suplir esa ausencia, larga o corta, de la persona amada. Ahí está la fotografía enmarcada y puesta en el lugar de honor o de mirada más fácil. Ahí está el regalo, el ramo de flores, la carta desde la otra orilla, el telegrama puntual, el e-mail, para que la caligrafía conocida, los rasgos queridos en el papel suplan pobremente la separación involuntaria. Ahí está el teléfono, el video-teléfono. Para que la voz y la imagen telecercana sacien por unos minutos el hambre de la presencia personal.

3.- El Dios de la Revelación no es sólo el Dios Altísimo, sino el muy próximo, el Dios cercano (Sal 119,151).

No es un ser supremo que su perfección lo aísle del mundo, pero tampoco se confunde con el mundo.

Dios como creador está presente en su obra (Sab 11,25; Rom 1,20), un Dios salvador que entra en contacto con su pueblo (Ex 19,4ss).

Utiliza los signos para manifestar su presencia: en la zarza ardiente (Ex 3,1ss); en el Sinaí por la tormenta, el trueno, el fuego y el viento (Ex 20,18ss), aparece en un clima de paz, donde sopla una brisa ligera (Gen 3,8).

Es un Dios cercano que se pone a conversar con sus amigos: Abraham (Gen 18,23-33), Moisés (Ex 33,11) y Elías (1Re 19,11ss).

No obstante el elemento del misterio se conservará (Sal 104,2); guía a su pueblo en una columna de nube y de fuego (Ex 13,21), llena su gloria en la tienda mediante el arca de la alianza (Ex 40,34) y más tarde en el Templo con el Santo de los Santos (1Re 8,10ss)

Un Dios que se manifestará como Padre presente en su Hijo (Jn 8,29) y que a todos los vivifica con el Espíritu de su Hijo y que lo aman filialmente (Rom 8,14.28).

En el Verbo del Padre encarnado, Dios ha venido a habitar con los hombres (Jn 1,14) y nos hace presente su gloria, del que su cuerpo es el Templo (Jn 2,21). Una vez acabada su misión promete que su presencia estará con nosotros para siempre (Mt 28,20). Tal es la presencia que ofrece como don a todo creyente: “Mira que estoy a la puerta y llamo” (Ap 3,20).

Por el Espíritu Santo Cristo no tan sólo está entre los creyentes sino en los creyentes (Hch 9,5). El Espíritu los habita, los anima (Rom 8,9.14) y hace de ellos el Templo de Dios (1Cor 3,16ss) y los miembros de su cuerpo (1Cor 12,21s.27).

En este ámbito tiene un lugar muy especial la vida que Jesús ofrece a los que comen su cuerpo y beben su sangre (Jn 6,56s.63).

4.- Y será en este contexto de la presencia del Dios con nosotros como podremos entender el sacramento de la Sagrada Eucaristía.

Una de las pruebas más grandes de que Cristo ama a los hombres está en el hecho de que cuando el Maestro ha concluido su obra y tiene que volverse al lado del Padre, porque ha terminado su misión terrestre, y urge recibir el abrazo de recompensa por la obra realizada entre los hombres, Cristo no se resigna a dejar para siempre a los seres queridos. Y hallará, entre las riquezas insondables de su omnipotencia, la fórmula de permanecer marchándose, de irse sin desaparecer. No será una foto borrosa ni un objeto recordatorio, sino su presencia real, aunque bajo otra apariencia: la Eucaristía.

Cristo se queda libre lúcidamente. Y no tanto porque Él necesite nuestra compañía, que tan mal le fue durante su vida mortal, y menos aún teniendo la del Padre, sino porque los hombres íbamos a necesitarla. Presencia de Jesús en la Eucaristía para esas “horas bajas” que todos registramos en la esfera de nuestro reloj personal. Y para ese camino de Emaús que todos recorremos, cansados de ser buenos, huyendo de los demás que aún creen, cuando oscurece y necesitamos exclamar: “Quédate con nosotros, Señor, porque anochece”; porque no vemos con claridad, le decían los discípulos de Emaús.

5.- Jesús se ha quedado con nosotros para siempre en la Sagrada Eucaristía con una presencia personal y sustancial. Jesús es el mismo en el Cenáculo y en el Sagrario. En aquella noche los discípulos habían gozado de la presencia palpable de Jesús, que se había entregado a ellos en la intimidad del Cenáculo: había estado a su disposición solícito y emotivo para todos. Su presencia en aquellos momentos era de un valor excepcional para ellos: la del Amigo que se despide para siempre de sus íntimos. Pero Jesús se queda. En el Cenáculo y en el Sagrario está igualmente presente.

Y nos ofrece una lección de convivencia que nos debe proyectar hacia nuestros hermanos. Porque si Cristo quiere compartir nuestras horas hasta el fin de los siglos, también nosotros debemos convivir con nuestros hermanos. Presencia eucarística de Cristo que nos habla de muchos granos de trigo para formar un solo pan, y nos repite la muda y elocuente lección de nuestra unión a pesar de todas las diferencias, que nunca deben ser superiores a la convivencia pacífica entre cristianos. “Donde haya dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.” Y si son dos o tres mil, o dos o tres millones, es igual.

6.- La presencia eucarística de Cristo nos debe recordar también la otra presencia suya bajo las “especies” humanas. Si tenemos fe para traspasar los velos sacramentales y llegar hasta reconocer a Jesús, debemos también un suplemento de fe suficientemente largo como para descubrir a Cristo tras el velo humano de los hombres. Si tenemos suficiente vista espiritual para ver a Cristo Cabeza en la Eucaristía, también debemos tenerla para contemplar a Cristo Cuerpo Místico.

No se trata de una conmiseración “piadosa”, sino de la entraña misma de la solidaridad de Cristo con la humanidad. “Saulo, ¿por qué me persigues?”, le pregunta Jesús a san Pablo, antes de convertirse al cristianismo, cuando perseguía a los cristianos. Y en la hora de la verdad, cuando se nos juzgue definitivamente, Cristo aplicará este baremo sorprendente: “lo que hicisteis con ellos, lo hicisteis conmigo.” Hay una presencia de Jesús en los hombres que nunca meditaremos bastante.

El Señor Jesús se nos da para fortalecer nuestra esperanza, para despertar nuestro recuerdo, para acompañar nuestra soledad, para socorrer nuestras necesidades, y como un testimonio de nuestra salvación y de las promesas contenidas en el Nuevo Testamento.

7.- Es en este contexto en el que debemos hacer una referencia al nuevo documento llamado Sacramentum Caritatis, y que hemos recibido. Se trata de esta bella exhortación apostólica que se nos ha ofrecido en torno al tema de la Sagrada Eucaristía y que fue presentada el pasado 22 de Febrero del año 2007.

Este documento nos presenta en modo accesible al hombre contemporáneo las grandes verdades sobre la fe eucarística, trata varios aspectos de actualidad en su celebración y exhorta a un renovado compromiso en la construcción de un mundo más justo y pacífico en el que el pan partido para la vida de todos sea cada vez más causa ejemplar en la lucha contra el hambre y contra todo tipo de pobreza.

8.- La exhortación se basa "en el nexo inseparable de tres aspectos: misterio eucarístico, acción litúrgica y nuevo culto espiritual" y "está estructurada en tres partes, cada una de las cuales profundiza una de las tres dimensiones de la Eucaristía", es decir: "Eucaristía, misterio que se ha de creer; Eucaristía, misterio que se ha de celebrar y Eucaristía, misterio que se ha de vivir".

"La enseñanza del documento ilustra con claridad como la acción litúrgica (misterio que se ha de celebrar) sea aquella acción específica que hace posible la conformación de la vida cristiana (misterio que se ha de vivir, nuevo culto) por parte de la fe (misterio que se ha de creer)".

La institución de la Eucaristía en relación con la cena pascual judía" en un "pasaje decisivo para iluminar el "novum", o aspecto novedoso radical que Jesús aporta a la antigua cena ritual".

"Efectivamente nosotros en el rito no repetimos el acto cronológicamente situado de la Última Cena de Jesús, sino que celebramos la Eucaristía como "novum" radical del culto cristiano". Jesús "nos llama al misterio de muerte y resurrección, principio innovador de transformación de toda la historia y del entero cosmos".

9.- En la segunda parte, "Eucaristía, misterio que se ha de celebrar", se ilustra, "el desarrollo de la acción litúrgica en la celebración, indicando los elementos que merecen una mayor reflexión y ofreciendo algunas sugerencias pastorales de gran importancia".

En la tercera y última parte del documento, dijo el cardenal, "se muestra la capacidad del misterio creído y celebrado de constituir el horizonte último y definitivo de la existencia cristiana".

Al inicio y al final del documento, se subraya la relación entre la Eucaristía y la Virgen: "En María Santísima vemos perfectamente realizado el modo sacramental con que Dios, en su iniciativa salvadora, se acerca e implica a la criatura humana. De Ella hemos de aprender a convertirnos en personas eucarísticas y eclesiales".

Si san Mateo en el mismo pasaje nos recuerda las palabras de promesa del Señor: “y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”, el Evangelista san Marcos nos ofrece la crónica de la realización de esta promesa divina: Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían”.

El Señor actuaba con ellos,… se trata de la vida de la Iglesia de todos los tiempos y se trata de la lealtad de un Señor que efectivamente en la Sagrada Eucaristía nos ofrece la vitalidad de la gracia y nos sigue enviando al mundo a evangelizar y a hacer los milagros de lo cotidiano, puesto que Él actúa en cada uno de nosotros.


SINFONIA INCONCLUSA

A nadie nos gustan las despedidas, y sin embargo, todos debemos ser conscientes de que los caminos tienen un principio e incluyen un final, que toda competencia tiene su señal de salida e incluye una meta, que todos los libros deben tener una introducción y contemplan una conclusión, que todo prólogo promete un epílogo, que los días tienen amaneceres y anocheceres, que existe una aurora y un ocaso, que la primavera acusa el invierno, que toda obra musical posee una obertura y tiene una nota final.

No obstante, los hombres de nuestro tiempo vivimos de tal manera, que pareciéramos querer olvidar la transitoriedad que encierra la vida y de todo aquello que se gesta en el tiempo. Nuestras actuaciones diarias denuncian una falta de conciencia en torno a nuestra contingencia existencial. Nuestra vida diaria se vive, en ocasiones, con tanta frivolidad, que pareciéramos tener como presupuesto la eternidad mientras vivimos en la temporalidad.

Y es entonces, que surgen las escenas tristes que nos hablan de nuestros fracasos humanos: edificios sin terminar en las grandes avenidas, casas residenciales a medio construir, carreteras interrumpidas en su realización, sinfonías inconclusas de la vida.

Hoy, somos tantos los que cargamos con nuestra propia sinfonía inconclusa, cuando no somos capaces de prever la limitación de nuestros recursos. Somos cada vez más, los que hemos puesto los cimientos de nuestras grandes construcciones, pero no hemos pensado en la necesidad de diseñar y prever las últimas etapas de nuestros edificios.

Es bueno que, no te quedes discurriendo solamente en el entorno material, y que transcendiendo el pensamiento, puedas darte cuenta de que muchas de nuestras familias y de nuestras vidas son esas enciclopedias inacabadas. Somos tantas las personas que no asumimos la caducidad de la vida y que actuamos como si fuéramos eternos.

Piensa y trata de resolver estas preguntas: ¿Tu familia está preparada para cuando sobrevenga tu ausencia? ¿Si el día de mañana Dios te llamara, y tú ya no te encuentras junto a los tuyos, las cosas podrían continuar con su desarrollo normal? ¿Están preparados tus seres queridos para asumir el timón de la embarcación y seguir el rumbo de la vida, cuando tú no estés al frente de ellos?

La fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda a cada uno en lo personal que, junto con la voluntad general de Dios, que consiste en la salvación de todos los hombres, actúa también en nuestra vida una voluntad específica de parte de Dios: Dios nos ha enviado al mundo con una misión. ¿Te has dado cuenta de que un día tenemos que escribir la última letra en el libro de nuestra vida?

Los cristianos, por la Ascensión comprendemos la esperanza de lo que obramos, alcanzamos a contemplar que nuestra vida es un camino que tiene como destino el cielo. ¿Y cuando a tí te toque despedirte, crees que las cosas y los tuyos continuarán con su curso?

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