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viernes, 22 de mayo de 2009

La Ascensión de Jesús. ¿Está de vacaciones ahora?


Por Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona

Los cristianos tenemos que mirar siempre a Jesús. En esta fiesta lo contemplamos como Señor resucitado que, tras manifestarse glorioso ante los apóstoles y discípulos, es glorificado y está sentado a la diestra de Dios Padre -así lo proclamamos en el credo- más arriba que todos los gobernantes y cuantos tienen autoridad, poder y señorío, sobre todo y sobre todos.
Algunas dificultades para vivir la fiesta de la Ascensión:
- La imaginación. Imaginar la Ascensión como si se tratase de un viaje de Jesús al cielo, allá donde se pasean los astronautas, al cosmos, a modo de traca final para impresionarnos. Todavía recuerdo una declaraciones famosas del primer astronauta soviético, Yuri Gagarin, que, tras regresar de su primer viaje espacial, argumentaba que no había visto ni a Dios ni a Jesús.
- Remarcar la ausencia de Jesús. Pensar que la Ascensión significa la ausencia de Jesús de nuestra historia, ya que ha finalizado sumisión y ahora está de vacaciones, razón por la cual ya solo nos queda esperar para irnos con él. Vivir esperando únicamente el cielo.
- Olvidar que Jesús es el Señor siempre, también ahora, y prescindir de él para vivir, para construir nuestra propia vida y edificar nuestro mundo.
¿ Cómo podemos expresar, utilizando un lenguaje humano, esta dimensión de Jesús como Señor glorificado?
San Lucas se sirve de imágenes: elevarse, llevado a los cielos, hasta que los suyos lo pierden de vista, se alejó de ellos, está sentado a la derecha del Padre por encima de todos los poderes y títulos.
¿ Qué se nos quiere decir con ello?
Que Jesús ya no es un hombre terrenal, que no lo hallaremos como hombre en la tierra ni en la historia, sino que es el Señor Glorificado con Dios.
Ello es motivo de una gran esperanza y motivo de alegría.
Con frecuencia nos abruman los poderes del mundo, parece que son los señores de la vida y de la muerte y que disponen caprichosamente de las personas.
Nosotros solo tenemos un único Señor a quien adorar, Él que es el Señor de la historia y quiere que participemos de su gloria. Los primeros cristianos morían diciendo: el César de Roma no es el Señor; actualmente algunos cristianos también mueren diciendo: el dinero no es el Señor, no lo es el dictador de turno, ni lo es la violencia.
La Ascensión de Jesús significa una nueva manera de estar presente entre nosotros.
No, Jesús no está de vacaciones.
La Ascensión es, al mismo tiempo, el inicio de la misión de la Iglesia.
El Espíritu Santo hace posible que nos convirtamos en testigos suyos en todo lugar.
Ahora nos toca a nosotros continuar su misión, contando que Él está a nuestro lado, todos los días, hasta el fin del mundo.
No ha empezado el tiempo del triunfo, ni el de la ausencia, sino el de dar testimonio.
Se inicia el tiempo de la Iglesia que, llena del Espíritu ha de ser testigo de Jesús en cada uno de los momentos de la historia.
He ahí el sentido de nuestra misión como Iglesia y de nuestros trabajos pastorales: prestar el rostro, las manos, la voz, el corazón… a Jesús para hacerlo transparente.
Necesitamos la fuerza del Espíritu. El próximo domingo lo vamos a recordar y a celebrar. Será Pentecostés, la Pascua del Espíritu.

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