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lunes, 22 de junio de 2009

Homilía y Recursos para la Homilía: XIII Domingo del T. O. (San Marcos 5,21-43) - Ciclo B

"TU FE TE HA CURADO"
Publicado por Agustinos España

* LAS COSAS SON COMO SON

En España estamos en pleno verano. Muchos ya disfrutan de sus vacaciones. El final de lo que llamamos "el curso" nos predispone a todos a no insistir en un ritmo intenso de trabajo.

El verano y el fin de curso, aunque no sean datos bíblicos, ni litúrgicos, ni eclesiales, son cosas que suceden en el presente domingo. Un domingo en el que recuperamos el ritmo normal de los domingos, de los que no tienen otra connotación que el "ser domingo". Esto es, que tan sólo tienen la importancia ¡que es mucha!- de ser domingo. A pesar, pues, de las intemperancias del calendario, tendremos que procurar sea la celebración una asamblea dominical gozosa; que nos aporte el gozo de la presencia del Señor resucitado y la fuerza que proviene de la comunión con su Cuerpo. Aunque no nos lo pregunten ante un tribunal, como a aquellos mártires de Abitinia del siglo IV , hemos de tener claro que la celebración del domingo siempre se ha de asegurar, porque somos cristianos y sin el domingo no podemos vivir, no podemos vivir sin la Eucaristía Dominical.

Haga frío o calor, estemos relajados o cansados, las cosas son como son y el domingo es siempre domingo para los cristianos. Venga, pues. Celebrémoslo con fe. Se trata del día del Señor. Del día de la Iglesia. El día en que fortalecemos nuestra vida cristiana, viviéndolo unidos fraternalmente con todos los que confesamos una misma fe en torno a un mismo altar: la mesa de la Eucaristía.

Respecto a la mesa de la Palabra, cabe notar que hoy recuperamos el evangelio de san Marcos, a pesar del pequeño paréntesis que habremos hecho en el texto de las parábolas sobre el Reino de Dios. Recuperamos también la lectura de la segunda carta a los corintios (aunque, en este caso, sólo sea durante dos domingos, antes de iniciar la lectura de la carta a los efesios).

* LA FE QUE NOS ACERCA A JESÚS

La narración evangélica de este domingo nos presenta, a través de dos personajes muy distintos, la actitud de fe necesaria para acercarse a Jesús. El primer personaje es el de uno de los responsables de la sinagoga. Éste, con una actitud muy distinta a la beligerancia de los escribas, se acerca a Jesús creyendo firmemente en lo que el Salvador puede hacer: no le pide tan sólo que cure a su hija de la enfermedad, sino que la salve de la muerte ("mi hija está en las últimas"). Pidiendo que su hija no muera, que "la saque del abismo" (salmo), confiesa el poder divino de Jesús. El segundo personaje es el de una mujer que, a causa de la enfermedad que sufre, es tenida por impura. A Jesús sólo se le puede acercar con disimulo. Por eso sólo se atreve a tocarle el manto. Pero, en verdad, lo hace con tanta humildad como con fe sincera.

Jesús, en ambos casos, deja claro que es la fe lo que le mueve a manifestar su poder: curando a la mujer (no porque le haya tocado, sino porque se ha acercado a él con fe) y resucitando (haciendo que se "levantara") a la hija de Jairo (que, pase lo que pase, no desfallece en su fe). En ambas ocasiones la fe de aquellos que a él se acercan es la que hace que "salga fuerza de él"' que salva. Al acercarnos a Jesús con fe, al acercarnos ahora a los sacramentos creyendo firmemente que en ellos están la presencia y la acción de Jesús, él nos manifiesta su poder, concediéndonos los dones de su gracia divina que nos salva.

Recordemos, además, al examinar con qué fe nos acercamos nosotros a Jesús, que "confirmar y fortalecer la fe y el testimonio de los cristianos" es el objetivo primordial del Jubileo (cf. Tertio Millenio Adveniente 42). Recordémoslo a la hora de orientar las diversas acciones pastorales con motivo del Jubileo.

* LA FE QUE ACTÚA POR LA CARIDAD

El texto apostólico de este domingo nos mueve a que nuestra fe se traduzca en obras de caridad. Nos exhorta a saber compartir los dones que tenemos -sean cuales sean- con los demás. El ejemplo que se nos propone es el de la generosidad de Jesús. Puesta la mirada en Jesús aprenderemos a ser solidarios con los demás. Lo cual significa que hemos de contemplarlo a él, a la vez que nuestra caridad está atenta a descubrir las necesidades concretas de los demás.

El Año Jubilar, que nos invita a fijarnos en la generosidad de Jesús para con nosotros -manifestada en su encarnación y en su redención-, nos invita a no olvidar que, junto a los signos que nos han de acercar a la generosidad de gracia de la indulgencia, tenemos que dar vida al expresivo signo de la caridad "que nos abre los ojos a las necesidades de quienes viven en la pobreza y la marginación", una situación "que hoy afecta a grandes áreas de la sociedad y cubre con su sombra de muerte a pueblos enteros". Por ello se nos exhorta a colaborar en la creación "de una nueva cultura de solidaridad y cooperación internacionales" (Bula del Jubileo, 12). Un Jubileo vacío de caridad sería un Jubileo tan vacío de sentido como el que no nos hiciera crecer y fortalecer nuestra vida de fe.



RECURSOS PARA LA HOMILÍA

Nexo entre las lecturas

El punto de convergencia de las lecturas se sitúa en la potencia de la fe. En el Evangelio a la incapacidad de los médicos para curar a la hemorroísa responde la fuerza curativa de la fe en Jesús; a la potencia de la muerte que se ha impuesto a la vida de la hija de Jairo responde un poder mayor de Cristo para volverla a la vida en virtud de la fe. Estos dos ejemplos evangélicos evidencian que Dios (y Jesús, Mesías e Hijo de Dios) no ha creado la muerte, sino que Él es El Señor de la vida (primera lectura) y tiene, por tanto, poder sobre la misma muerte. La fuerza de la fe y el poder de Dios se manifiestan en la vida de los cristianos, pues gracias a la potencia de la fe son capaces de superar barreras étnicas y culturales, y expresar su caridad fraterna a los hermanos de Judea mediante la colecta (segunda lectura).


Mensaje doctrinal

1. La fe vence a la muerte. El poder de la muerte es universal. Es un poder inquietante, que suscita preocupación, angustia. Es un grande interrogante clavado en el corazón de la historia: ¿Quiere Dios la muerte del hombre? ¿Tiene la muerte la última palabra? ¿Tiene algún sentido el morir? Un esbozo de respuesta hallamos en la liturgia de hoy.

1) La muerte, no como paso de un estado de vida a otro, sino como pérdida de la relación con la fuente de la vida que es Dios, como ladrón que nos arranca violentamente el tesoro de la vida, no tiene en Dios su origen, sino que ha entrado en el mundo por envidia del diablo. La carga de angustia, de desesperación, de nihilismo que la muerte trae sobre sus hombros, proviene del enemigo de Dios y del hombre, del enemigo de la vida, que es el demonio.

2) El hombre ha sido creado a imagen de Dios, Señor de la vida; por ello, el hombre ha sido creado para la vida, no para la muerte; ha sido hecho inmortal, como el mismo Dios. Quien cree en Dios, Señor de la vida, cree en su poder y en la victoria de la vida sobre la muerte. 3) La potencia de la vida sobre la enfermedad y sobre la muerte encuentra dos ejemplos en el poder de la fe tanto de la hemorroísa como de Jairo.

2. Impotencia de los hombres y poder de la fe. El Evangelio presenta un altísimo contraste entre la incapacidad humana ante la enfermedad y la muerte, por un lado, y por otro la fuerza impresionante de la fe. La hemorroísa llevaba doce años enferma, una enfermedad de esterilidad, terrible para una mujer en tiempos de Jesús. Había recurrido a todos los medios humanos, pero todos habían resultado un fracaso. No sólo no mejoró, sino que había empeorado. La mujer, en su trágica situación, está desesperada. La incapacidad humana es manifiesta. La única actitud ante tal incapacidad es la fe. Lo que el hombre, con todos sus medios, no puede hacer, lo puede lograr el poder de la fe. Con esta convicción se acerca a Jesús, le toca con la mano y con la fe, y queda curada. A Jairo le sucede lo mismo. Su hija ha muerto. Ya no hay remedio: la muerte ha vencido. No pertenece a la experiencia humana el poder volver a la vida. Pero la fe es más fuerte que la muerte. Y por eso Jesús dirá a Jairo: "No temas. Basta con que tengas fe". Y Jairo con la fe dio por segunda vez la vida a su hija. ¡Magníficos ejemplos de la fuerza de la fe!

3. El poder de la fe se llama caridad. La segunda lectura nos habla de la colecta organizada por Pablo en algunas de las comunidades por él fundadas en favor de los hermanos necesitados de Judea. La colecta muestra el poder de la fe. Pablo y los cristianos, provenientes del mundo greco-romano, tienen que vencer prejuicios raciales muy poderosos; tienen que superar un cierto antisemitismo existente ya en la cultura helenística; tienen que sobreponerse sobre todo a obstáculos culturales: mentalidad cerrada de los cristianos de Judea, idea de que todos tienen que ser como ellos (circuncidarse, no comer alimentos impuros, observar el calendario de fiestas judío...), si quieren ser auténticos cristianos. El poder de la fe en Cristo Señor se impone sobre todos estos aspectos, y empuja a los cristianos gentiles a un gesto extraordinario de caridad, porque todos somos hermanos en Cristo, y nos debemos ayudar unos a otros.


Sugerencias pastorales

1. "La fe hace milagros". Ciertamente, la fe en Jesucristo y en las verdades que Él nos propone para creer. Pero, de modo especial, la fe como confianza y abandono en el poder de Jesucristo. No pensemos que el poder de la fe es algo del pasado, de tiempos oscuros donde la fe, la superstición y la irracionalidad caminaban al mismo paso y en mezcolanza. El poder de la fe no está limitado ni en el espacio ni en el tiempo; tampoco está limitado por el cuerpo o por el alma. El poder de la fe es total. Hoy sigue habiendo milagros, y milagros frecuentes, en gente que con una fe inmensa pide a Dios, por intercesión de la Virgen Santísima o de algún santo, la curación del cuerpo o la del alma. Si juntamos los milagros que anualmente son reconocidos por la Congregación de los Santos, suman varias decenas. Existen además esos miles de pequeños "milagros", que nadie conoce, sino los interesados, pero que ellos saben que son obra del poder de Dios. Y si la fe es tan poderosa, ¿por qué los hombres, en muchas ocasiones, tenemos tan poca fe? ¿Qué miedos hay agazapados en nuestro espíritu que nos impiden esa fe gigantesca capaz de hacer florecer el milagro, en el desierto de un mundo quizá excesivamente racional?

2. La internacional de la solidaridad. "La fe actúa mediante la caridad", nos dice san Pablo. La fe crea la solidaridad. Gracias a Dios, en la conciencia colectiva de nuestro tiempo, hay una sensibilidad mayor para con las necesidades de nuestros hermanos cristianos, y de todos los hombres. En este año jubilar, bienvenida sea la internacional de la solidaridad de los cristianos presentes en los gobiernos y en los parlamentos, para condonar en parte o totalmente la deuda externa de muchos países sobre todo de Africa y de América Latina. Bienvenida sea la internacional de la solidaridad ante las calamidades naturales que afectan sea a nuestro país, sea a otros países del mundo. Bienvenida sea la internacional de la caridad entre las diversas Iglesias cristianas, entre las diversas conferencias episcopales, entre las diversas diócesis. Bienvenida sea la internacional de la caridad entre los mismos cristianos, de modo que en lugar de aumentarse la distancia entre ricos y pobres se vea poco a poco disminuida. Es ya mucho lo que se hace, iluminados por la fe, en el campo de la solidaridad. Queda muchísimo por hacer. ¿Qué puedo hacer yo? ¿Qué puede hacer mi parroquia, mi diócesis?

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