Avanzando en el tiempo litúrgico vamos descubriendo los rasgos más humanos de Jesús y las exigencias que Él propone a quienes quieren seguirle. La liturgia del pasado domingo nos recordaba el valor de la misericordia y el perdón. Hoy se nos presenta la Cruz. ¡Demasiadas cruces existen ya en nuestro mundo! Lo propio del cristiano es el compromiso por eliminarlas. Para ello habrá de tomar la cruz redentora de la solidaridad y la compasión. ¡Que pesa lo suyo! Porque no se puede ser discípulo sin correr la misma suerte que el Maestro: entregar la vida, no tener miedo al dolor, asumir con valentía el reto de construir un mundo mejor.
La liturgia de este domingo nos pone ante un Jesús que nos pregunta a cada uno qué significa para nosotros, y no nos pide palabras sino hechos. Nos cuestiona ante la imagen que de Él tenemos. Y sobre todo nos sitúa ante nuestra propia identidad. Frente al que sube a Jerusalén para entregar su vida, “Traspasado por amor”, ¿quién eres tú? ¿qué dices de Él y de ti mismo?
Iª. Lectura (Zac 12, 10-11;13,1): Mirarán al que "traspasaron"
El texto de la primera lectura del día pertenece al conjunto de Za 9-14, el Deutero-Zacarías, como se conoce en el ambiente de los estudios proféticos, porque denota un contexto distinto de Za 1-8. Estamos, pues, ante una época diferente, de especial preocupación por el mesianismo; quizás ante la crisis del imperio helenista que hace reflexionar a un hombre incorporado a una corriente profética como es la del libro de Zacarías. La lectura de hoy forma parte de una serie de oráculos sobre Jerusalén, una Jerusalén signo de contradicción. Tiene unos tonos apocalípticos insdiscutibles. Pero en este oráculo, la figura es "el que traspasaron". ¿De quién se trata? Si hacemos una lectura como la de Jn 19,37, se ajustaría a Jesús crucificado de cuyo costado manaron sangre y agua: una vida nueva y un espíritu nuevo, como el mismo texto de Zacarías apunta, a su manera, sobre la casa de David y sobre la misma Jerusalén.
Bien es verdad que en el texto hebreo se dice "al que traspasaron", aunque las traducciones griega y latina (LXX y la Neovulgata) señalan "al que insultaron" (Quem confixerunt); quizás porque entendieron que los paganos que conquistaron Jerusalén "insultaron" a su Dios. No obstante, debemos mantener el misterioso "traspasaron" del texto hebreo. En la lectura teológica del judaísmo oficial, los oráculos proféticos que hablaban del sufrimiento, como Is 53, no se consideraron mesiánicos porque no podían aceptar que el Mesías sufriera. Fue el cristianismo primitivo el que aceptó su valor mesiánico y redentor. El espíritu de gracia y de súplica sobre los habitantes de Jerusalén, para contemplar al que "traspasaron", para purificarse, es un reto que sigue ahí sobre esa ciudad milenaria, simbólica, religiosa y teologal.
Los cristianos sabemos quién fue traspasado en Jerusalén para traer al mundo entero la paz y la freternidad. Pero Jerusalén no es todavía la ciudad de la paz, porque no está "traspasada" por el perdón y la gracia. Por el contrario, es ciudad discutida, centro religioso del monoteísmo, pero muy lejos de estar traspasada por el amor y la justicia. El oráculo sigue siendo un reto ecuménico también para judíos, cristianos y musulmanes..., pues sólo en el Dios vivo y verdadero es posible sentirse habitantes de una Jerusalén nueva "traspasada" por la fraternidad. El DIos monoteísta de judíos, cristianos y musulmanes, sigue "traspasado" por la violencia y más aún si esa violencia la justifican algunos desde la religión.
II.ª. Lectura (Gálata 3,26-28): "Los bautizados os habéis revestido de Cristo"
¿Qué significa revestirse de Cristo? En el texto, primeramente, significa liberarse de la esclavitud de la ley, de la pertenencia nacionalista o religiosa a un pueblo, a una raza, a un "estatus" social. Significa que todo hombre puede ser hijo de Abraham, pertenecer a Dios y ser salvado por Él. Este texto es una opción teológica sin precedentes, con todas sus consecuencias. La alternativa que Pablo plantea al judaísmo, y a los que aún siendo cristianos quieren mantener el "exclusivismo" del judaísmo, salta por los aires. La religión puede ser usada para muchas cosas que no son precisamente consecuentes con el proyecto de salvación de Dios. El bautismo, en nombre de Cristo, es un bautizarse en su vida, en su compromiso, en sus experiencias de perdón y misericordia.
Todo esto significa, pues, según Gal 3,28, que todo hombre o mujer, esclavo o libre, creyente o ateo, tienen una dignidad inigualable en Cristo. Es uno de los textos cuyas consecuencias todavía no se han dejado sentir radicalmente en la Iglesia y en la sociedad. Cristo ha hecho posible lo imposible: todos sois hijos de Dios en Cristo Jesús mediante la fe. Si Pablo interpretó en su momento el acontecimiento cristiano, expresado bajo la imagen del bautismo, como una ruptura con los esquemas sociales y religiosos del judaísmo, ahora debemos expresarlo y vivirlo así en la Iglesia que es una "comunión" y está guiada por el Espíritu. Todo lo que sea perder de vista este misterio de comunión, para privilegiar el aspecto de la Iglesia institución, es cortar las raíces por donde se alimenta ese misterio de liberación y de gracia.
Evangelio (Lucas 9,18-24): Perder, en el cristianismo, es vivir
La escena de la confesión mesiánica, en Lucas, es semejante a los otros evangelios, pero con matices propios de este evangelista. Jesús está en oración, está viviendo una experiencia muy personal, muy humana, está preguntándose por su vida, por su misión, por lo que hace en este mundo. La oración, en Lucas, siempre subraya momentos importantes. La confesión de Pedro de que Jesús es el Mesís tiene su correctivo en la escena del "traspasado" del texto de Zacarías. Un Mesías que ha de sufrir ¿puede ser el Mesías? Oficialmente no. Y es que Jesús no se presenta con los papeles en regla para el judaísmo oficial. Y quiere sacar a sus discípulos de cierto equívocos: No basta simplemente la confesión mesiánica y religiosa, porque ello puede quedar en un simple nacionalismo.
La vida de Jesús es una vida profética y, como tal, no concuerda con la ley y la tradición. Ni su Dios, ni su predicación, ni sus ideas son oficiales. La oración le enseña otra cosa, otra forma de ser Mesías: está dispuesto a perderlo todo. Jesús es un hombre de opciones fuertes y sus seguidores deben saberlo: en la vida del Reino, perder es ganar. El mundo social se construye de otra manera y los verbos "subir" y "ganar" se convierten en la garantía de haber logrado el "estatus" necesario. En la construcción del Reino los verbos que debemos tener muy presente son "bajar" y "perder". El mesianismo de Jesús que la comunidad reconoció después de la resurrección ya no era nacionalista, sino profético y por eso cabía la renuncia, el sufrimiento y la muerte.
El mesianismo de jesús encuentra su "estatus" en los marginados, los pecadores, los débiles, los que no tienen derechos... y que con toda seguridad no son los mejores; pero para ellos, antes que para nadie, el evangelio es anuncio de liberación y de salvación. Los buenos de verdad se alegrarán de ello, porque es como un acto de justicia divina. Aunque de esta propuesta salvadora de jesús nadie, absolutamente nadie, queda excluido.
Entre las grandes cuestiones que nos plantea la actual crisis que vivimos, una de ellas afecta especialmente a la identidad, personal y social: ¿quién soy yo ahora, cuando se me derrumban seguridades y valores, o me encuentro perdiendo en tantos ámbitos de la vida, o sencillamente escucho el clamor de mis hermanos? ¿Quién y cómo es esta sociedad en la que vivimos, qué nos aporta o hacia dónde va cambiando? En los grandes momentos de la Historia, el gran reto para el ser humano es definirse, hablar de sí mismo y hacerlo en comunión con otros. Definirse es siempre una aventura fascinante.
Jesús se pregunta y te pregunta
Jesús también necesita definirse y ajustarse cuando está a punto de comenzar la subida a Jerusalén, que le llevará a su pasión y muerte. Para decidir tiene que escuchar, y replantear su existencia en torno a su proyecto de vida. Para ello pregunta a los suyos, que se hacen eco de voces externas que no aciertan. Porque con frecuencia los demás no suelen dar con nuestra verdad más profunda. Ellos nos quieren según sus intereses y expectativas: los judíos esperaban a un profeta, a un personaje excepcional, a un mesías político. Pero Jesús es más.
Nuestra definición de Cristo va cambiando a lo largo de la vida. Aunque su pregunta sigue siendo la misma. Y Él se nos va revelando como más profundo, más personal, más Dios. Su valor no está en lo que hace por nosotros, sino en lo que es en sí mismo. Jesús necesita que volvamos a definirlo de nuevo, nuestra respuesta pide una actualización en cada momento de nuestra vida. ¿Quién es Jesús para ti hoy, en estas circunstancias concretas? ¿Cómo ha ido evolucionando tu idea de Él?
Jesús te ayuda a definirte: tomar la cruz de cada día
Aquellos discípulos eran herederos de la cultura de un pueblo, de la imagen que Israel tenía del mesías venidero. Y en esa clave definían a su Maestro y a ellos frente a Él, su relación especial. Jesús les contraría con su propia autodefinición. Les introduce elementos tan poco agradables como el sufrimiento, la cruz y la salvación que viene del servicio y la entrega. Les prepara para su pasión dolorosa. Y les invita a seguirle desde esas claves que Él define como esenciales.
Ellos quedaron escandalizados. Y quizás nosotros también. Porque Jesús no es como a nosotros nos gustaría, sino que nos quiere a nosotros a su gusto. Una fe de generosidad, donación y servicio, de minoridad y desprendimiento acaba siempre trayendo sufrimiento y cruz. Quizás éste sea el centro de la Palabra de este Domingo: el Cristo al que seguimos no nos deja indiferentes, nos complica la vida. Definirlo a Él como salvador y maestro nos define a nosotros como servidores y discípulos suyos, a su estilo.
Mirarán al que traspasaron
No nos gusta la cruz. Nos aterra el sufrimiento por pequeño que sea. Pero forma parte del camino cristiano. Del camino humano. Existe una cruz exclusivamente peculiar y redentora que consiste en caminar por la vida “mirando al que traspasaron”. Seguir al Maestro significa asumir su misma suerte, subir a Jerusalén, hacerlo en solidaridad, desde la entrega total, desde el servicio más generoso. Reconocerlo en los “traspasados” de nuestro tiempo, llorarlos “como se llora al primogénito”.
Una identidad que nos hace iguales en Cristo
Mirar a los demás como hermanos, compañeros de viaje. Asumir y comprender que nos igualamos y pertenecemos, por encima de las diferencias. Que nos necesitamos para definirnos. Que en Cristo somos hermanos iguales, responsables unos de otros. “Uno en Cristo Jesús”.
Que el Crucificado-Traspasado nos salga al encuentro. Que mirándolo a Él descubramos nuestra identidad profunda, la de Hijos de Dios, hermanos en Cristo. Que sintamos cómo camina con nosotros en este momento de la Historia. Que asumamos con gozo el dolor redentor que viene de la entrega y el servicio.
La liturgia de este domingo nos pone ante un Jesús que nos pregunta a cada uno qué significa para nosotros, y no nos pide palabras sino hechos. Nos cuestiona ante la imagen que de Él tenemos. Y sobre todo nos sitúa ante nuestra propia identidad. Frente al que sube a Jerusalén para entregar su vida, “Traspasado por amor”, ¿quién eres tú? ¿qué dices de Él y de ti mismo?
Comentario bíblico
Iª. Lectura (Zac 12, 10-11;13,1): Mirarán al que "traspasaron"
El texto de la primera lectura del día pertenece al conjunto de Za 9-14, el Deutero-Zacarías, como se conoce en el ambiente de los estudios proféticos, porque denota un contexto distinto de Za 1-8. Estamos, pues, ante una época diferente, de especial preocupación por el mesianismo; quizás ante la crisis del imperio helenista que hace reflexionar a un hombre incorporado a una corriente profética como es la del libro de Zacarías. La lectura de hoy forma parte de una serie de oráculos sobre Jerusalén, una Jerusalén signo de contradicción. Tiene unos tonos apocalípticos insdiscutibles. Pero en este oráculo, la figura es "el que traspasaron". ¿De quién se trata? Si hacemos una lectura como la de Jn 19,37, se ajustaría a Jesús crucificado de cuyo costado manaron sangre y agua: una vida nueva y un espíritu nuevo, como el mismo texto de Zacarías apunta, a su manera, sobre la casa de David y sobre la misma Jerusalén.
Bien es verdad que en el texto hebreo se dice "al que traspasaron", aunque las traducciones griega y latina (LXX y la Neovulgata) señalan "al que insultaron" (Quem confixerunt); quizás porque entendieron que los paganos que conquistaron Jerusalén "insultaron" a su Dios. No obstante, debemos mantener el misterioso "traspasaron" del texto hebreo. En la lectura teológica del judaísmo oficial, los oráculos proféticos que hablaban del sufrimiento, como Is 53, no se consideraron mesiánicos porque no podían aceptar que el Mesías sufriera. Fue el cristianismo primitivo el que aceptó su valor mesiánico y redentor. El espíritu de gracia y de súplica sobre los habitantes de Jerusalén, para contemplar al que "traspasaron", para purificarse, es un reto que sigue ahí sobre esa ciudad milenaria, simbólica, religiosa y teologal.
Los cristianos sabemos quién fue traspasado en Jerusalén para traer al mundo entero la paz y la freternidad. Pero Jerusalén no es todavía la ciudad de la paz, porque no está "traspasada" por el perdón y la gracia. Por el contrario, es ciudad discutida, centro religioso del monoteísmo, pero muy lejos de estar traspasada por el amor y la justicia. El oráculo sigue siendo un reto ecuménico también para judíos, cristianos y musulmanes..., pues sólo en el Dios vivo y verdadero es posible sentirse habitantes de una Jerusalén nueva "traspasada" por la fraternidad. El DIos monoteísta de judíos, cristianos y musulmanes, sigue "traspasado" por la violencia y más aún si esa violencia la justifican algunos desde la religión.
II.ª. Lectura (Gálata 3,26-28): "Los bautizados os habéis revestido de Cristo"
¿Qué significa revestirse de Cristo? En el texto, primeramente, significa liberarse de la esclavitud de la ley, de la pertenencia nacionalista o religiosa a un pueblo, a una raza, a un "estatus" social. Significa que todo hombre puede ser hijo de Abraham, pertenecer a Dios y ser salvado por Él. Este texto es una opción teológica sin precedentes, con todas sus consecuencias. La alternativa que Pablo plantea al judaísmo, y a los que aún siendo cristianos quieren mantener el "exclusivismo" del judaísmo, salta por los aires. La religión puede ser usada para muchas cosas que no son precisamente consecuentes con el proyecto de salvación de Dios. El bautismo, en nombre de Cristo, es un bautizarse en su vida, en su compromiso, en sus experiencias de perdón y misericordia.
Todo esto significa, pues, según Gal 3,28, que todo hombre o mujer, esclavo o libre, creyente o ateo, tienen una dignidad inigualable en Cristo. Es uno de los textos cuyas consecuencias todavía no se han dejado sentir radicalmente en la Iglesia y en la sociedad. Cristo ha hecho posible lo imposible: todos sois hijos de Dios en Cristo Jesús mediante la fe. Si Pablo interpretó en su momento el acontecimiento cristiano, expresado bajo la imagen del bautismo, como una ruptura con los esquemas sociales y religiosos del judaísmo, ahora debemos expresarlo y vivirlo así en la Iglesia que es una "comunión" y está guiada por el Espíritu. Todo lo que sea perder de vista este misterio de comunión, para privilegiar el aspecto de la Iglesia institución, es cortar las raíces por donde se alimenta ese misterio de liberación y de gracia.
Evangelio (Lucas 9,18-24): Perder, en el cristianismo, es vivir
La escena de la confesión mesiánica, en Lucas, es semejante a los otros evangelios, pero con matices propios de este evangelista. Jesús está en oración, está viviendo una experiencia muy personal, muy humana, está preguntándose por su vida, por su misión, por lo que hace en este mundo. La oración, en Lucas, siempre subraya momentos importantes. La confesión de Pedro de que Jesús es el Mesís tiene su correctivo en la escena del "traspasado" del texto de Zacarías. Un Mesías que ha de sufrir ¿puede ser el Mesías? Oficialmente no. Y es que Jesús no se presenta con los papeles en regla para el judaísmo oficial. Y quiere sacar a sus discípulos de cierto equívocos: No basta simplemente la confesión mesiánica y religiosa, porque ello puede quedar en un simple nacionalismo.
La vida de Jesús es una vida profética y, como tal, no concuerda con la ley y la tradición. Ni su Dios, ni su predicación, ni sus ideas son oficiales. La oración le enseña otra cosa, otra forma de ser Mesías: está dispuesto a perderlo todo. Jesús es un hombre de opciones fuertes y sus seguidores deben saberlo: en la vida del Reino, perder es ganar. El mundo social se construye de otra manera y los verbos "subir" y "ganar" se convierten en la garantía de haber logrado el "estatus" necesario. En la construcción del Reino los verbos que debemos tener muy presente son "bajar" y "perder". El mesianismo de Jesús que la comunidad reconoció después de la resurrección ya no era nacionalista, sino profético y por eso cabía la renuncia, el sufrimiento y la muerte.
El mesianismo de jesús encuentra su "estatus" en los marginados, los pecadores, los débiles, los que no tienen derechos... y que con toda seguridad no son los mejores; pero para ellos, antes que para nadie, el evangelio es anuncio de liberación y de salvación. Los buenos de verdad se alegrarán de ello, porque es como un acto de justicia divina. Aunque de esta propuesta salvadora de jesús nadie, absolutamente nadie, queda excluido.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Pautas para la homilía
A vueltas con la identidad
A vueltas con la identidad
Entre las grandes cuestiones que nos plantea la actual crisis que vivimos, una de ellas afecta especialmente a la identidad, personal y social: ¿quién soy yo ahora, cuando se me derrumban seguridades y valores, o me encuentro perdiendo en tantos ámbitos de la vida, o sencillamente escucho el clamor de mis hermanos? ¿Quién y cómo es esta sociedad en la que vivimos, qué nos aporta o hacia dónde va cambiando? En los grandes momentos de la Historia, el gran reto para el ser humano es definirse, hablar de sí mismo y hacerlo en comunión con otros. Definirse es siempre una aventura fascinante.
Jesús se pregunta y te pregunta
Jesús también necesita definirse y ajustarse cuando está a punto de comenzar la subida a Jerusalén, que le llevará a su pasión y muerte. Para decidir tiene que escuchar, y replantear su existencia en torno a su proyecto de vida. Para ello pregunta a los suyos, que se hacen eco de voces externas que no aciertan. Porque con frecuencia los demás no suelen dar con nuestra verdad más profunda. Ellos nos quieren según sus intereses y expectativas: los judíos esperaban a un profeta, a un personaje excepcional, a un mesías político. Pero Jesús es más.
Nuestra definición de Cristo va cambiando a lo largo de la vida. Aunque su pregunta sigue siendo la misma. Y Él se nos va revelando como más profundo, más personal, más Dios. Su valor no está en lo que hace por nosotros, sino en lo que es en sí mismo. Jesús necesita que volvamos a definirlo de nuevo, nuestra respuesta pide una actualización en cada momento de nuestra vida. ¿Quién es Jesús para ti hoy, en estas circunstancias concretas? ¿Cómo ha ido evolucionando tu idea de Él?
Jesús te ayuda a definirte: tomar la cruz de cada día
Aquellos discípulos eran herederos de la cultura de un pueblo, de la imagen que Israel tenía del mesías venidero. Y en esa clave definían a su Maestro y a ellos frente a Él, su relación especial. Jesús les contraría con su propia autodefinición. Les introduce elementos tan poco agradables como el sufrimiento, la cruz y la salvación que viene del servicio y la entrega. Les prepara para su pasión dolorosa. Y les invita a seguirle desde esas claves que Él define como esenciales.
Ellos quedaron escandalizados. Y quizás nosotros también. Porque Jesús no es como a nosotros nos gustaría, sino que nos quiere a nosotros a su gusto. Una fe de generosidad, donación y servicio, de minoridad y desprendimiento acaba siempre trayendo sufrimiento y cruz. Quizás éste sea el centro de la Palabra de este Domingo: el Cristo al que seguimos no nos deja indiferentes, nos complica la vida. Definirlo a Él como salvador y maestro nos define a nosotros como servidores y discípulos suyos, a su estilo.
Mirarán al que traspasaron
No nos gusta la cruz. Nos aterra el sufrimiento por pequeño que sea. Pero forma parte del camino cristiano. Del camino humano. Existe una cruz exclusivamente peculiar y redentora que consiste en caminar por la vida “mirando al que traspasaron”. Seguir al Maestro significa asumir su misma suerte, subir a Jerusalén, hacerlo en solidaridad, desde la entrega total, desde el servicio más generoso. Reconocerlo en los “traspasados” de nuestro tiempo, llorarlos “como se llora al primogénito”.
Una identidad que nos hace iguales en Cristo
Mirar a los demás como hermanos, compañeros de viaje. Asumir y comprender que nos igualamos y pertenecemos, por encima de las diferencias. Que nos necesitamos para definirnos. Que en Cristo somos hermanos iguales, responsables unos de otros. “Uno en Cristo Jesús”.
Que el Crucificado-Traspasado nos salga al encuentro. Que mirándolo a Él descubramos nuestra identidad profunda, la de Hijos de Dios, hermanos en Cristo. Que sintamos cómo camina con nosotros en este momento de la Historia. Que asumamos con gozo el dolor redentor que viene de la entrega y el servicio.
Fr. Javier Garzón Garzón
Convento de Scala Coeli (Córdoba)
Convento de Scala Coeli (Córdoba)
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