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sábado, 5 de junio de 2010

Fiesta de Dios, Corpus Christi. El origen de la Eucaristía


Publicado por El Blog de X.Pikaza

Voy a tratar hoy y mañana de la Eucaristía, teniendo como fondo la festividad del Corpus Christi, que originalmente se celebra el jueves después del Domingo de la Trinidad, pero que de hecho, en gran parte de las iglesias, ha pasado al domingo siguiente (es decir, este año, al 6 del VI del 2010).

En este primer post haré una breve introducción histórico, quizá discutida, teniendo como fondo los textos de Pablo y Marcos. Mañana ofreceré una visión más completa y sistemática del “sentido” de la Eucaristía, en plano devocional y doctrinal. Si el tema de de sí, la semana próxima, intercalando el tema entre los temas de las mujeres del Apocalipsis, ofreceré otro post con el sentido de las “especies” sacramentales (pan y copa), según Marcos. He elaborado está síntesis eucarística en diálogo con varios compañeros teólogos, entre los que quiere citar a Ariel Álvarez Valdés, del quien he recibido los mejores estímulos e ideas.

(Albricias, blog y blogueros: como había prometido, fielmente, como caballero, llegó ayer Hisopo a la Feria del Libro de Madrid, caseta 245. Nos hicimos unos fotos. Publico sólo dos de las suyas, una en su forma evangélicoa-vegetal y otra en su forma minero-episcopal--aunque aquí, como es costumbre va con acetre. Gracias por venir, Hisopo, a pesar del calor infinito de Madrid. Ahora, los otros amigos del blog podreis conocerle mejor).

Texto básico. Mc 14, 22-24

22 Y estando ellos comiendo, tomando pan, bendiciendo, lo partió y se lo dio y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo. 23 Y tomando (un) cáliz, dando gracias, se lo dio y bebieron todos de él. 24 Y les dijo: Ésta es la sangre de mi alianza derramada por muchos.

Jesús, predicador y promotor de reino (1, 1-8, 26), ha venido a presentarse desde 8, 27 como signo y contenido de ese reino. Así lo ratifica este pasaje, que se funda en la historia de Jesús, pero que recoge una tradición esencial de los primeros años de la iglesia cristiana . El texto ha sido probablemente utilizado en la liturgia eclesial y de ella lo ha tomado Marcos, recreándolo a la luz de su evangelio. Contiene dos signos básicos.

(a) Pan (14, 22b). Jesús retoma y condensa en el pan de la cena (bendecido, partido, dado) el gesto más profundo de su vida. Lo que ha sido antes el pan compartido y multiplicado (cf. 6, 6b-8, 26) aparece ahora como su cuerpo (sôma), ungido para la sepultura por la mujer del vaso de alabastro (cf. 14, 8).
(b) Cáliz (14, 23-24).Ratifica la entrega ya anunciada de Jesús (10, 38-39; cf. 8, 27-10, 52). Asumiendo y superando la pascua judía, él ofrece a sus discípulos la copa del agradecimiento que es la sangre de su alianza. Estos elementos constituyen el culmen de la obra de Jesús: ratifican en testamento lo que ha sido su vida y mensaje, son principio y sentido fundante de la iglesia.

1. Breve historia de la eucaristía.

Estas palabras eucarísticas de la cena, según Marcos, responden a la intención más profunda de Jesús y expresan su “ruptura mesiánica”, con la superación de la pascua nacional judía a la que le habían invitado sus discípulos. Pero sólo han podido fijarse de esa forma tras años de vida de la iglesia, en un contexto judeo-helenista, una vez que la muerte de Jesús se ha entendido de forma sagrada, como una especie de “sacrificio” al servicio del Reino. En esa línea afirmamos que Jesús fundó la eucaristía, pero que lo hizo a través de una larga experiencia eclesial, que se puede fijar, por comodidad, en cuatro momentos, que culminan en el evangelio de Marcos:

− Cena de Jesús. Parece evidente que Jesús celebró con sus discípulos una Cena de solidaridad y despedida, superando de algún modo los rituales de la pascua nacional judía (centrada en el cordero), para insistir en el signo del pan compartido (como en las “multiplicaciones”). En ese contexto puede y debe situarse el “logion escatológico” de 14, 25 (que estudiaremos en la próxima sección), que marca el sentido distintivo de la esperanza de Jesús, centrada en la ofrenda del vino (que no se identifica todavía con su sangre).

− Primeras comunidades palestinas. Mantuvieron y actualizaron (celebraron) el ritual de la cena de Jesús, centrada en el pan de Jesús y, de un modo especial, en el vino de la promesa del Reino. Esas celebraciones aparecen como momentos fuertes de experiencia pascual, es decir, de presencia de Jesús resucitado, a quien descubren en la misma comida: en el pan compartido (que es el signo central de Jesús) y en el vino que se sigue tomando como anticipo y promesa de su venida escatológica. En este momento, las celebraciones eucarísticas siguen siendo básicamente las mismas comidas de la comunidad (como sabemos por Hechos), sin que existan “celebraciones sacramentales” separadas. Ésta sería la eucaristía vinculada a la comunidad de Jerusalén.

− Comunidades helenistas (Pablo). En un momento dado, que sólo conocemos bien por Pablo (1 Cor 11, 23-26), algunas comunidades helenistas “descubren” un sentido especial en los signos de la comida de memoria de Jesús, interpretando el pan como “cuerpo mesiánico” (sôma del Cristo) y el vino de la promesa del reino futuro “sangre mesiánica” (es decir como haima de la nueva alianza que Dios ha realizado con los hombres por Cristo). De un modo sorprendente, Pablo afirma que él ha recibido “del Señor” (parelabon apo tou Kyriou: 1 Cor 11, 23) esta “interpretación” de la cena de Jesús, como si ésta no fuera una doctrina transmitida por la comunidad, sino revelada por el mismo Kyrios (es decir, por Jesús resucitado). En ese sentido se podría decir que ha sido Pablo el “creador” (descubridor, propagador) de este tipo de eucaristía, con la visión del pan como “sôma” mesiánico y del vino como “sangre” de la alianza mesiánica. Esa formulación eucarística, que puede llamarse paulina (o quizá mejor antioquena, por el lugar desde donde parece haberse propagado desde el año 40-50 d C) es la que se ha impuesto después en las iglesias conocidas. Según ese modelo, la Cena del Señor tiende a separarse de la comida diaria (como la del pan y de los peces), para convertirse en ritual del pan y el vino sagrado.

− El evangelio de Marcos recoge la tradición de la eucaristía helenista (paulina) y la integra en la historia de Jesús, introduciéndola en la Cena, poniendo así de relieve la afirmación central de Pablo introduce su fórmula con una frase enigmática que, sin su contexto adecuado, resulta difícil de entender: «E Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan…» (1 Cor 11, 23). Sólo en ese contexto de “entrega” se puede entender e interpretar el signo eucarístico del pan como cuerpo mesiánico y del vino como sangre de la alianza, tal como Marcos lo ha puesto de relieve al situar la eucaristía en este momento de la “entrega” de Jesús.

De esa manera, el pan y el vino aparecen ya en Marcos como elementos centrales (básicos) de la cena, como signos rituales de celebración, más que simple comida diaria. En ese contexto, Pablo añadía la exigencia de repetir el gesto eucarístico (¡haced esto en memoria mía: 1 Cor 11, 25). Marcos (con Mateo) sitúan el relato de la cena en el conjunto de la “biografía kerigmático” de Jesús, de manera que, en sentido estricto (a diferencia de 1 Cor 11, 24-25), no ofrece el texto de un ritual, sino un recuerdo histórico; por eso, en principio, no siente la necesidad de evocar la repetición del gesto: “haced esto”. A pesar de ello, es claro que Marcos está presentando aquí el signo distintivo de Jesús, que ha entenderse desde el fondo de todo su evangelio, y en especial a partir de la sección de los panes (6, 6b-8, 26). Eso significa que la eucaristía no es un gesto aislado de la vida de Jesús, sino que ofrece el compendio y el sentido más profundo de ellas.

2. Pablo y Marcos.

Con esto podemos volver al principio de la historia. Según Marcos, Jesús ha reunido a sus discípulos en la víspera de su pasión, para mostrarse ante ellos como iniciador de una liturgia que, por un lado, se arraiga en las tradiciones judías del pan y del vino y, por otro, queda vinculada a su propia entrega, iniciando de esa forma un rito que ha culmina en la eucaristía de Pablo y de Marcos.

Él no ha tenido que crear los signos: estaban ahí, el pan y el vino de las grandes fiestas de las primicias, celebradas a lo largo del año, el pan y vino que diversos tipos de esenios tomaban cada día, celebrando la presencia de Dios y su manifestación futura, salvadora. De esa forma ha evocado el sentido de su vida en esos signos, que pueden relacionarse con la pascua judía, pero que tienen un valor independiente, descubriendo y expresando en ellos el sentido de su entrega por el reino . Para situar mejor el tema será bueno que comparemos los textos de Pablo y de Marcos:

Pablo: 1 Cor 11, 23-25

23 Pues yo recibí del Señor lo que os he transmitido, que
el Señor Jesús, la noche en que fue entregado,

tomó pan, 24y dando gracias, lo partió y dijo:

– Esto es mi Cuerpo (dado) por vosotros.
+Haced esto en memoria mía.

25 De igual modo el cáliz, después de cenar diciendo:

– Este cáliz es la Nueva Alianza en mi Sangre.
+Haces esto, cada vez que bebiereis, en memoria mía

Marcos 14, 22-24

22Y estando ellos comiendo,
tomando pan, bendiciendo, lo partió y se lo dio y dijo

– Tomad, esto es mi Cuerpo.

23Y tomando (un) cáliz, dando gracias, se lo dio y bebieron todos de él. Y les dijo:

Ésta es la sangre de mi alianza derramada por muchos

Tanto las semejanzas como las diferencias entre Pablo y resultan significativas y nos ayudarán a situar y entender el texto de Marcos. Para Pablo, las palabras eucarísticas son la “revelación de un ritual” que se celebra en sus iglesias. Marcos, en cambio, las entiende y presenta como conclusión y compendio de toda la vida de Jesús; lo que él comenzó al proclamar su mensaje (1, 14-15) lo culmina y ratifica ahora, al identificar veladamente el Reino de Dios con su propia vida entregada como pan y vino, formando así las bases de la nueva comunidad mesiánica.

3. Trasfondo esencial: tradición y revelación paulina.

Como he dicho, quizá la mayor aportación de Pablo es que él afirma, de un modo solemne, que ha recibido del mismo Señor (egô de parelabon apo tou kyriou) la “tradición eucarística” que ha transmitido a los corintios (ho kai paredôka hymin), de manera que él quiere presentarse como “portador de una tradición propia”, pues puede ofrecer y ofrece una formulación nueva de la “Cena del Señor” (kyriakon deipnon: 1 Cor 11). Por eso, no transmite algo que ya decía la comunidad anterior, sino algo que él mismo “ha recibido del Kyrios”, por revelación pascual.

Pablo no está repitiendo, por tanto, lo que hizo el Jesús de la historia (aunque eso está en el fondo), ni lo que han dicho otros cristianos anteriores, sino que está ofreciendo su propio testimonio, como portador de una revelación pascual .Eso significaría que Pablo ha tenido una revelación eucarística especial, y que ella va en contra de lo que realizan en Corinto aquellos que vinculan la Cena del Señor con el alimento que traen de las casas y que comen en grupos separados, de manera que unos pasan hambre y otros comen hasta emborracharse (1 Cor 11, 17-23). En contra de eso, él quiere que la Cena del Señor tenga su propia dignidad, separándose de las comidas normales, de forma que todos se esperen unos a otros y compartan el mismo pan y el mismo vino del Señor, en comunión.

Esta revelación eucarística que puede llamarse paulina (aunque puede hallarse vinculada a la tradición de las iglesias helenistas) ha marcado la vida de las comunidades cristianas que mejor conocemos (las de los sinópticos y Juan), de manera que todas ellas han interpretado la presencia de Jesús de un modo “eucarístico”, a través del pan y el vino, que no aparecen ya como meros signos de comida fraterna y de anticipación escatológica (en el plano normal del judaísmo, como podía suceder en Qumrán y en otros grupos de aquel tiempo), sino como signos fuertes de la presencia mistérica de Jesús. De esa forma, por la misma dinámica de su mensaje, las iglesias helenistas (representadas por Pablo) han dado un “salto” esencial, que se puede y debe fundar en el judaísmo, pero que desborda los otros tipos de judaísmo que conocemos, al afirmar que el pan y el vino de la Cena son el cuerpo y sangre del Señor.

Esa “novedad” nos sitúa en un contexto helenista, que puede compararse (al menos de un modo lejano) con el culto de los misterios, donde hay un “dios” que (en la línea de Dionisio o Deméter) se hace presente en la comida, pero sin perder la base “judía”, que viene dada por una referencia histórica esencial (la memoria de un hecho: la última cena de Jesús y su muerte), vinculada con un hombre concreto (Jesús) y con su programa de reino, siempre en referencia apocalíptica (esta Cena no evoca simplemente el más allá divino, sino el futuro anunciado y promovido por Jesús).

En este contexto resulta esencial la referencia a la “noche de la entrega” con la que empieza la fórmula paulina, que él (Pablo) no ha desarrollado, pero que es esencial en Marcos, como hemos visto en el comentario a la sección anterior (Mc 14, 17-21). Eso significa que el Señor de la Cena (cuyo cuerpo-sangre se hace presente en el pan y vino) es el mismo Jesús entregado por sus compañeros. Como conviene en este comentario, debo detenerme en la fórmula de Marcos, pero antes he querido destacar sus semejanzas con la tradición de Pablo.

Pablo emplea esa misma palabra (recibí, parelabon) en otras dos ocasiones muy significativas.

(a) En un caso, en esta misma carta, él afirma que ha transmitido a los corintios lo que había recibido (también con parelabon), pero sin añadir “del Señor” (apo tou kyriou), refiriéndose a la proclamación pascual (que Cristo había muerto, que había sido enterrado, que resucitó, etc.: 1 Cor 5, 3), suponiendo así que esa “recepción” había podido tener unos mediadores humanos.

(b) En el otro caso, de fondo polémico, asegura que él no ha recibido (parelabon) el evangelio a través de los hombres, sino por revelación de Jesucristo (Gal 1, 12). Ese mismo parece el sentido que él ha dado a esa palabra (parelabon) en el caso de la eucaristía: lo que él dice no lo ha recibido de los hombres, sino “del Señor”, es decir, por revelación de Jesucristo (1 Cor 11, 23).

Todo nos permite suponer que la formulación de Marcos depende (de un modo directo o indirecto) de la de Pablo (o de los cristianos helenistas), que debe haberse extendido muy rápidamente por las iglesias, sin haber alcanzado ninguna dificultad básica, lo que indica que entre las formulación más judía (cena como recuerdo de Jesús y como esperanza escatológica) y la más helenista (cena como presencia del cuerpo y la sangre del Cristo) debieron darse intermedios. Por otra parte, la misma formulación paulina constituye un intermedio porque, como he dicho, no identifica el cáliz de vino con la sangre, sino con la “alianza” en su sangre. Eso significa que la sangre (la muerte) de Cristo es importante y un elemento central del recuerdo de Jesús, pero ella no se identifica con el vino que beben los que participan en el rito.

Conclusión. Marcos.

Marcos acepta básicamente el modelo eucarístico de Pablo, pero introduce varios elementos nuevos.

(a) Relaciona el aspecto “sacrificial” (el “hyper”, por vosotros o por muchos) con la sangre, no con el cuerpo, como Pablo. (b) Identifica ya directamente el cáliz con la sangre, y no con la alianza.

(c) Relaciona el pan con el cuerpo (sôma) en sentido absoluto, sin matizaciones.

(d) Interpreta todo gesto no sólo desde la “entrega” de Jesús, entendida de un modo general, como Pablo (la noche de que fue entregado), sino con la entrega y traición concreta de los discípulos, como hemos visto en 14, 17-21 y como veremos en 14, 26, 31.

(e) De la relación de la eucaristía con la venida final del Señor, de que Pablo trata en 11, 26 nos ocuparemos al comentar Mc 14, 25, en la próxima sección. Y con esto podemos pasar ya al texto de Marcos.

(Seguirá, Dios mediante)

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