Por Guzmán Pérez*
Si hay un evangelio que cuesta entender y, sobre todo, vivir, es el de este domingo. Amar a los enemigos… pero ¿qué se cree este Jesús? Hombre, por favor, que somos humanos… ¿Cómo puede pedirnos que amemos a esa gente que nos trata mal, aquellos que nos desprecian o que nos dan puñaladas por la espalda, o a aquellos que van sembrando odio y rencor a su alrededor? O en nuestra sociedad, ¿cómo podemos ser misericordiosos con asesinos, terroristas, maltratadores…? ¿Es imposible lo que nos está pidiendo Jesús? ¿No será pasarse de buenos?
«Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros» (Lc 6, 31-38)
En el fondo, la actitud que nos está proponiendo Jesús es la de devolver bien por mal, la de responder ante el mal “dándole la vuelta a la tortilla”. Porque si devolvemos mal por mal, ¿qué estamos construyendo? Nada, sólo estamos echando más leña al fuego, contribuyendo a aumentar ese mal, y por otra parte, estamos haciendo lo mismo que el que nos hizo daño. Si llevamos a cabo la ley del “ojo por ojo”, además de acabar ciegos (como decía alguno), no podemos creernos mejores que nadie, pues en el fondo estamos sembrando odio y rencor. Si miramos a la historia, especialmente a los mártires y cristianos ejemplares, no encontraremos ninguno que haya muerto odiando y condenando a nadie, sino perdonando a sus enemigos e incluso a sus asesinos…
Sin irnos demasiado lejos, pensemos por un momento en quiénes son “enemigos” en nuestra vida, qué personas cercanas nos tratan mal, o nos inspiran odio, rencor. Y tratemos ─por una vez─ de mirarles con los ojos de Dios, preguntándonos: ¿los odia Él? ¿Los castiga y condena? ¿O más bien los mira con misericordia y perdón, con el deseo de que vuelvan a Él y a su Amor? ¿Qué actitudes y gestos concretos puedo tener con estas personas para hacer real eso de “devolver bien por mal”?
Jesús, ése al que seguimos y en el que creemos, fue condenado y torturado injustamente, asesinado en una cruz, y su respuesta fue la de amar hasta el extremo, perdonar hasta el final. No se resignó, y eso que era Dios y podía haberse salvado… Fue su manera de demostrarnos que el Amor vence al mal, que el Amor es la única fuerza que puede hacer cambiar el mundo, y que en cada corazón hay una semilla de ese Amor. ¿Estamos dispuestos a hacerla germinar, o vamos a dejar que se seque?
* Guzmán Pérez es Salesiano, miembro del dúo musical Darío & Guzmán y editor de FAST
«Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros» (Lc 6, 31-38)
En el fondo, la actitud que nos está proponiendo Jesús es la de devolver bien por mal, la de responder ante el mal “dándole la vuelta a la tortilla”. Porque si devolvemos mal por mal, ¿qué estamos construyendo? Nada, sólo estamos echando más leña al fuego, contribuyendo a aumentar ese mal, y por otra parte, estamos haciendo lo mismo que el que nos hizo daño. Si llevamos a cabo la ley del “ojo por ojo”, además de acabar ciegos (como decía alguno), no podemos creernos mejores que nadie, pues en el fondo estamos sembrando odio y rencor. Si miramos a la historia, especialmente a los mártires y cristianos ejemplares, no encontraremos ninguno que haya muerto odiando y condenando a nadie, sino perdonando a sus enemigos e incluso a sus asesinos…
Sin irnos demasiado lejos, pensemos por un momento en quiénes son “enemigos” en nuestra vida, qué personas cercanas nos tratan mal, o nos inspiran odio, rencor. Y tratemos ─por una vez─ de mirarles con los ojos de Dios, preguntándonos: ¿los odia Él? ¿Los castiga y condena? ¿O más bien los mira con misericordia y perdón, con el deseo de que vuelvan a Él y a su Amor? ¿Qué actitudes y gestos concretos puedo tener con estas personas para hacer real eso de “devolver bien por mal”?
Jesús, ése al que seguimos y en el que creemos, fue condenado y torturado injustamente, asesinado en una cruz, y su respuesta fue la de amar hasta el extremo, perdonar hasta el final. No se resignó, y eso que era Dios y podía haberse salvado… Fue su manera de demostrarnos que el Amor vence al mal, que el Amor es la única fuerza que puede hacer cambiar el mundo, y que en cada corazón hay una semilla de ese Amor. ¿Estamos dispuestos a hacerla germinar, o vamos a dejar que se seque?
* Guzmán Pérez es Salesiano, miembro del dúo musical Darío & Guzmán y editor de FAST
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