Publicado por Parroquia de San Vicente
PRIMERA LECTURA
El texto primero de este domingo está elegido sin duda, para provocar el eco que en el A.T. tienen las palabras de Jesús: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v.18). Pero es buena ocasión para enmarcarlo en su contexto original; dentro del Levítico, en los cap.17-26 que se ha dado en llamar el ‘Código de Santidad’, por la constante llamada a ‘ser santos como yo el Señor, vuestro Dios, soy santo” (v.2); a la vez que se concluye una y otra vez con lo que puede ser una referencia constante al primer mandamiento, fundamento y razón de todo creyente judío (y cristiano): “Anî, Ywhw” (v.3.18): “Yo, el Señor”. Es decir, ‘Yo soy Dios’; ‘Yo el Señor lo digo’; ‘Yo lo mando, el Señor’. De la carencia de un verbo que determine la acción de Dios, hay que suponer que los lectores ya están al corriente de cómo leer esa apodíctica expresión, pero ciertamente tiene que ver con el primer mandamiento. La fe en Yhwh, Adonai, el Señor es la que exige al creyente el cumplimiento de la ley. Todo mandato, toda la ley, todo comportamiento humano tiene su base y fundamento en quien hace que ‘el hombre viva’, el Señor.
El Señor es quien ha elegido al pueblo, porque lo ha liberado de Egipto, de la esclavitud, quien lo conduce por el desierto, el que permanece fiel a sí mismo, a pesar de la rebeldía del pueblo (“Pensé derramar mi cólera sobre ellos… pero actué por respeto a mi nombre” (Ez.20,8-9).
El texto que estudiamos tiene su origen en círculos sacerdotales en los que la ‘moral y la ética judías’, la ley como parte que el pueblo ha de cumplir para corresponder a su pacto, a la alianza con Dios, no está hecha solamente de ritos, sacrificios etc. sino de un obrar que refleja en el pueblo lo que Dios ha hecho por él. “Los saqué de Egipto y los llevé por el desierto. Les dí mis preceptos y les enseñé mis mandamientos que dan la vida a quien los cumple. Les dí también los sábados como señal recíproca, para que se supiera que soy yo el Señor quien los santifico” (Ez 20,12).
Por ello, también Ezequiel, profeta-sacerdote, alude constantemente a la santidad y fidelidad del pueblo con el único argumento firme y permanente de que Dios es el Señor. Hasta 10 veces repite Ezequiel en el c.20 “Yo soy el Señor”. Y hasta 15 veces repite la misma expresión este capítulo19 del Levítico de la lectura de hoy.
Dicho esto tenemos que recordar que el precepto del amor al prójimo en el Levítico tiene que ver con el prójimo judío. No se habla de gente extraña, pero ya es un paso fundamental que la ley se ocupe de nuestros sentimientos, de nuestras actitudes más profundas en el obrar con relación a los demás. En el versículo 16 ya ha afirmado que ‘no odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo para que no cargues con su pecado’. Pero con el tiempo estas dos actitudes más y menos exigentes se convirtieron en la traición oral en un ‘odiarás a tu enemigo y amarás a tu prójimo’, tal como aparece en el texto evangélico.
TOMÁS RAMÍREZ
SEGUNDA LECTURA
En este final del capítulo 3 se mezclan, un tanto desorganizadamente, los temas de la Sabiduría divina, desarrollado sobre todo en los dos anteriores y el del ministerio del predicador, mencionado en 3,1-9.
De forma algo sorprendente aparece el Espíritu de Dios en una alusión aplicable desde luego al tema de la sabiduría y de la predicación, pero también a otros muchos.
En el caso presente se pueden sacar las siguientes conclusiones:
Primera, prevalencia total del plan de Dios sobre cualquier consideración de sabiduría humana. Es una reiteración de lo anterior.
Segunda: no confiar demasiado en los seres humanos cuando se consideran aisladamente de Dios. La tentación corintia era dar más importancia a lo humano sin verlo como revelación de Dios. No que a Dios le guste la estupidez, pero hay que ver la inteligencia y el razonamiento humanos como parte del plan divino, de ningún modo separados, y menos, contrapuestos.
Tercera. Libertad. Quien se encuentra entroncado con Dios es libre y está por encima de todos. Los vv. 21-23 son una enorme proclamación de la libertad del cristiano. Posiblemente sea la proclamación de libertad más grande de todo el Nuevo Testamento. Toda la creación y el resto (iglesia incluida) está a disposición del ser humano. No hay que preocuparse de pequeñeces ni tonterías; ni tener miedo de nada ni de nadie; no hay que subordinarse a nada, ni a nadie fuera de Dios. No hay amilanarse por los fracaso ni ensoberbecerse por los éxito. Se dispone de todo, sin límites ni restricciones.
Leyendo estas expresiones se cae en la cuenta de que ser cristiano de veras puede ser difícil y que solemos estar lejos de ello. La clave está en las dos últimas frases “vosotros de Cristo y Cristo de Dios”. Cuando más cierto sea esto último, tanto más lo será lo anterior. La única manera de vivir adecuadamente esta libertad es estar unidos con Cristo de forma total.
FEDERICO PASTOR
EVANGELIO
1. Aclaraciones al texto
V.38 Ojo por ojo, diente por diente. Se trata de formulaciones concretas de la ley del talión, que pueden leerse en Ex.21,24; Lev.24,20; Deut.19,21. La ley del talión pertenecía al derecho penal y consistía en hacer sufrir al delincuente un daño igual al causado por él. La ley del talión respondía a situaciones socio-culturales en las que la justicia era asunto de los particulares y trataba de introducir un criterio de objetividad en el ejercicio de esa justicia.
V.39 Pues yo os digo; v.44 Yo, en cambio, os digo. En el original la formulación es siempre la misma y siempre con un matiz acumulativo: Y yo os digo. Posible formulación sinónima: Habéis oído que se dijo… Y yo añado. En la formulación de Jesús hay énfasis y autoridad.
V.40 Túnica: prenda interior de vestir; capa: prenda exterior. Túnica y manto eran todo el vestido que se llevaba en tiempos de Jesús.
V.41 A quien te requiera. Esta requisición se remonta a los portadores de mensajes de los monarcas persas, quienes podían exigir a cualquiera la prestación que les fuera útil para cumplir su cometido. Prácticas análogas, en derecho o en abuso, se practicaban en tiempos de Jesús. Milla (romana): equivalente a kilómetro y medio.
V.43 Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Estaba mandado amar al prójimo, pero no estaba mandado amar al enemigo, lo que en la práctica se traducía en aborrecimiento y odio. Prójimo: el que compartía raza y religión; sinónimo de compatriota. Enemigo: el que deseaba, buscaba o hacía el mal a otro; sinónimo de pecador y extranjero.
V.46 Publicano: sinónimo de pecador.
V.47 Hermano: sinónimo de prójimo, compatriota; antónimo de pagano, gentil.
V.48 Sed perfectos. El término griego empleado remite a la plenitud proclamada por Jesús el domingo pasado en 5,17. Perfecto es sinónimo de pleno, y denota lo que se encuentra más allá de la letra de la ley, lo que se encuentra en la hondura y la riqueza del espíritu de la ley.
2. Texto
Jesús sigue hablando a los mismos alumnos de los tres domingos anteriores, sentados en el suelo alrededor de él. Lo hace en el mismo tono franco y directo; sigue con la enumeración de ejemplos prácticos de plenitud de la ley. A los cuatro del domingo pasado, el texto de hoy añade dos más.
Ojo por ojo, diente por diente (vs.38-42). Jesús va más allá del derecho penal y ofrece a sus alumnos una vía menos conocida, la de una actitud de espíritu generadora de paz en la relación con el otro, actitud que concreta en cuatro auténticos latigazos, difícilmente olvidables; casos todos ellos a cual más gráfico, hiperbólico, paradójico y chocante; cuatro aciertos sublimes de pedagogía, al servicio de un nuevo modo de ser y de superar conflictos, de hacer paz, de relacionarse con el otro. No responder con la misma moneda, llámese ésta vejación, pleito, coacción, exigencia inoportuna. Abnegación positiva y generosa. Interpretar a la letra los casos propuestos sería reducirlos a una casuística sin sentido ni provecho.
Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo (vs.43-48). La ley era clara en el amor al compatriota, pero la práctica no se correspondía con ella. Jesús avanza por combinación del verbo amar con el sustantivo enemigo, superando la incompatibilidad de ambos términos: Amad a vuestros enemigos. Nadie jamás en la historia había pronunciado palabras semejantes.
Jesús las pronuncia basado en Dios, de quien habla a sus alumnos en los siguientes términos: Vuestro Padre Dios hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos. Los alumnos sentados alrededor de Jesús saben desde ahora que tienen que imitar a su Padre Dios como hijos suyos que son. Puesto que su Padre Dios ama a buenos y malos, justos e injustos, también ellos tienen que amar a amigos y enemigos, compatriotas y extranjeros, justos y pecadores. Así serán hijos de su Padre Dios, de quien les vendrá la energía para amar sin distingos y poder así participar de la perfección misma de Él.
3. Comprensión actualizante
Del rigor justiciero frente a las injurias a la abnegación positiva y generosa en aceptarlas.
Del amor al prójimo con condiciones al amor al prójimo sin condiciones, por imitación del Padre Dios.
El Padre Dios es el referente que explica la diferencia entre quien es cristiano y quien no lo es. Gracias a Él sus hijos poseen una sensibilidad y una creatividad especiales para descubrir modos inéditos de ser y de relacionarse y para ser hacedores de paz.
ALBERTO BENITO
No hay comentarios:
Publicar un comentario