Por Josetxu Canibe
Las palabras del evangelio de este domingo no nos pueden dejar indiferentes, y si no nos remueven algo por dentro, es que no las hemos entendido o prestado atención. Habéis oído que se dice “ni olvido, ni perdono”. Habéis oído que se dijo: “amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo:”amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen”. Habéis oído que se dice:”el que me la hace, la paga”, pero yo os digo:”si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; a quien quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa”. Se da un choque frontal entre lo que nos dice Jesús (y practicó) y lo que escuchamos, reaccionamos y comentamos en nuestros ambientes.
Se suele escuchar que todas las religiones son iguales. No exactamente. Aquí no entro en si una es mejor que otra, pero sí que son diferentes. Por ejemplo la página de hoy no aparece en ninguna otra religión. Solamente Buda o el budismo se acerca en este punto concreto del perdón El domingo pasado aplicaba Jesús el “pero yo os digo” al homicidio o insulto al hermano, a la fidelidad matrimonial o al divorcio, al uso de los juramentos. Hoy lo relaciona con el perdón, con la caridad, con el amor fraterno. No es que Jesús desprecie las leyes de una sociedad o se las salte sistemáticamente. Respeta, por ejemplo, la ley del talión: “ojo por ojo y diente por diente”. Una ley que, aunque parezca extraño, supuso un avance notable, ya que puso freno, límite a una venganza desmesurada, desproporcionada. Pues en aquel entonces quien podía responder con 10 muertes del enemigo por una del propio grupo o partido lo realizaba. En una palabra, la ley del talión, aunque suene muy duro, humanizó la vida. Pero Jesús sobrepasó dicha ley.
¿Nos propone algo imposible?. ¿Denota ingenuidad al recomendar amar al enemigo? Jesús no fue un ingenuo. Él cumplió y hay personas que han puesto en práctica este consejo. Ciertamente no todos, ni tampoco muchos, pero sí algunos. Podemos comparar con otros espacios: si en la zona centro de Bilbao, según cálculos fidedignos, de 50.000 habitantes, 4.000 acuden a la misa dominical y 450 están incorporados a grupos parroquiales, no nos debe sorprender que estos planteamientos de Jesús no tengan una respuesta general.
Jesús no descartó las leyes. Él conocía el corazón humano y por eso advertía a sus seguidores que tenían que ser “cándidos como palomas y prudentes como serpientes”. En ningún momento mezcló los leopardos con las gacelas, ni la zorra con las gallinas. No se trata de tomar los ejemplos al pie de la letra. Tenemos que fijarnos en el sentido y el sentido nos dice que apunta más allá de la ley, que apunta al amor. Propone una forma de vivir que desborda, supera lo legal. Cuando en casa de Anás Jesús recibió una bofetada en la mejilla por parte de uno de los soldados, no le presentó la otra (tampoco le devolvió el sopapo), pero sí le dijo dignamente:”si he hecho mal, si he hablado mal, dime en qué y si no ¿por qué me pegas?
Amar al enemigo implica buscar su bien, aceptarle, respetarle, descubrir lo que hay en él de amable. Para ello tal vez hay que empezar por saludar o por poner buena cara. Una base fundamental es haber entrado en lo que Jesús llama Reino de Dios, es decir, cuando me siento hijo de dios y hermano de los hombres. Una madre, un padre, un hermano sí pueden reaccionar respecto a los suyos tal como señala Jesús en el evangelio. De cualquier forma, en este punto estoy con lo que confesaba un personaje del cine:”Yo no puedo explicártelo, si tú no lo sabes”.
Una invitación a vivir el sentimiento del perdón y del amor nos la recuerda la conocida oración atribuida a San Francisco de Asís:”Haz de mí, Señor, un instrumento de tu paz. Donde haya odio, ponga yo amor. Donde haya ofensas, ponga yo perdón, donde haya discordias, ponga yo la unión … Porque perdonando es como se obtiene el perdón”.
Se suele escuchar que todas las religiones son iguales. No exactamente. Aquí no entro en si una es mejor que otra, pero sí que son diferentes. Por ejemplo la página de hoy no aparece en ninguna otra religión. Solamente Buda o el budismo se acerca en este punto concreto del perdón El domingo pasado aplicaba Jesús el “pero yo os digo” al homicidio o insulto al hermano, a la fidelidad matrimonial o al divorcio, al uso de los juramentos. Hoy lo relaciona con el perdón, con la caridad, con el amor fraterno. No es que Jesús desprecie las leyes de una sociedad o se las salte sistemáticamente. Respeta, por ejemplo, la ley del talión: “ojo por ojo y diente por diente”. Una ley que, aunque parezca extraño, supuso un avance notable, ya que puso freno, límite a una venganza desmesurada, desproporcionada. Pues en aquel entonces quien podía responder con 10 muertes del enemigo por una del propio grupo o partido lo realizaba. En una palabra, la ley del talión, aunque suene muy duro, humanizó la vida. Pero Jesús sobrepasó dicha ley.
¿Nos propone algo imposible?. ¿Denota ingenuidad al recomendar amar al enemigo? Jesús no fue un ingenuo. Él cumplió y hay personas que han puesto en práctica este consejo. Ciertamente no todos, ni tampoco muchos, pero sí algunos. Podemos comparar con otros espacios: si en la zona centro de Bilbao, según cálculos fidedignos, de 50.000 habitantes, 4.000 acuden a la misa dominical y 450 están incorporados a grupos parroquiales, no nos debe sorprender que estos planteamientos de Jesús no tengan una respuesta general.
Jesús no descartó las leyes. Él conocía el corazón humano y por eso advertía a sus seguidores que tenían que ser “cándidos como palomas y prudentes como serpientes”. En ningún momento mezcló los leopardos con las gacelas, ni la zorra con las gallinas. No se trata de tomar los ejemplos al pie de la letra. Tenemos que fijarnos en el sentido y el sentido nos dice que apunta más allá de la ley, que apunta al amor. Propone una forma de vivir que desborda, supera lo legal. Cuando en casa de Anás Jesús recibió una bofetada en la mejilla por parte de uno de los soldados, no le presentó la otra (tampoco le devolvió el sopapo), pero sí le dijo dignamente:”si he hecho mal, si he hablado mal, dime en qué y si no ¿por qué me pegas?
Amar al enemigo implica buscar su bien, aceptarle, respetarle, descubrir lo que hay en él de amable. Para ello tal vez hay que empezar por saludar o por poner buena cara. Una base fundamental es haber entrado en lo que Jesús llama Reino de Dios, es decir, cuando me siento hijo de dios y hermano de los hombres. Una madre, un padre, un hermano sí pueden reaccionar respecto a los suyos tal como señala Jesús en el evangelio. De cualquier forma, en este punto estoy con lo que confesaba un personaje del cine:”Yo no puedo explicártelo, si tú no lo sabes”.
Una invitación a vivir el sentimiento del perdón y del amor nos la recuerda la conocida oración atribuida a San Francisco de Asís:”Haz de mí, Señor, un instrumento de tu paz. Donde haya odio, ponga yo amor. Donde haya ofensas, ponga yo perdón, donde haya discordias, ponga yo la unión … Porque perdonando es como se obtiene el perdón”.
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