Muy interesante este filme del italiano Nanni Moretti, Habemus Papa, una suerte de metáfora surreal que parte de la crisis que inquieta al imaginario cardenal Melville instantes después de aceptar la elección a Papa y segundos antes de que eso sea anunciado. Abrumado ante la responsabilidad que eso supone, el prelado penetra en una profunda angustia y trata de huir de esa situación y, físicamente, del Vaticano, donde técnicamente aún no ha terminado el cónclave. No logra ayudarlo el mejor psicoanalista —que se define no creyente en la fe católica—, el mismo Nanni Moretti, ni su esposa, también psicoanalista a la que Melville recurre en forma reservada.
Más allá del tema insólito y de un filme con toques de humor, Moretti logra indicar un aspecto profundo de nuestra humanidad, y de todo ser humano, el desconcierto ante un mundo no fácil de comprender, complejo ("¿cree que debo dejar a mi marido?", lo consulta a quemarropa una mujer conocida apenas minutos antes y presentada por la psicoanalista separada de su esposo y con un novio nuevo que oculta a sus hijos...), ante el cual no es tan sencillo asumir la tarea de "conducir" a otros. Es lo que abruma al Papa electo y que lo lleva a reflexionar sobre la humildad, sobre la esencia de nuestra vida, religiosa como no.
Hay una intuición aquí que nos recuerda qué tan distinta es la Verdad que hemos recibido a través de la revelación, de los depositarios de la misma. Pablo de Tarso, lo graficaba con la imagen de un "tesoro" guardado en "vasijas barro".
Más allá del tema insólito y de un filme con toques de humor, Moretti logra indicar un aspecto profundo de nuestra humanidad, y de todo ser humano, el desconcierto ante un mundo no fácil de comprender, complejo ("¿cree que debo dejar a mi marido?", lo consulta a quemarropa una mujer conocida apenas minutos antes y presentada por la psicoanalista separada de su esposo y con un novio nuevo que oculta a sus hijos...), ante el cual no es tan sencillo asumir la tarea de "conducir" a otros. Es lo que abruma al Papa electo y que lo lleva a reflexionar sobre la humildad, sobre la esencia de nuestra vida, religiosa como no.
Hay una intuición aquí que nos recuerda qué tan distinta es la Verdad que hemos recibido a través de la revelación, de los depositarios de la misma. Pablo de Tarso, lo graficaba con la imagen de un "tesoro" guardado en "vasijas barro".
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