Publicado por El Blog de X. Pikaza
Domingo 1 Adviento, ciclo B. Mc 13, 33-37. Culminó el año litúrgico el domingo pasado, con la gran parábola del Pastor que recoge las ovejas y las cabras, en la noche de la historia. Comienza el nuevo año, con una voz de advertencia (cuidado) y vela (vigilad).
La historia de los hombres no se cierra en sí misma (en un círculo vicioso), ni vuelve simplemente como un bucle con un pequeño cambio a su principio, sino que se halla abierta a su destrucción (¡los hombres pueden matarse a sí mismos) o a la respuesta salvadora de la gracia: ¡Estad alerta, viene el Señor!
Pero en vez del Señor amigo puede acercarse el Gran Ladrón que nosotros mismos somos (podemos ser). Por eso es necesario que estemos vigilantes, cada uno en particular, y todos juntos, en las cuatro grandes horas (vigilias) de la noche (según el cómputo antiguo):
-- desde la caída del sol (que es ya comienzo de la noche),
-- por la media noche
-- y por el canto del gallo,
-- hasta el amanecer (hora final en que suelen suceder los grandes acontecimientos, vinculados a la muerte y resurrección).
Hay una noche personal de oscuridad, que muchos sienten (¡noche del sentido,noche del espíritu!); hay una noche social y económica (como ésta en que muchos nos sentimos ahora, año 2011); pero hay, sobre todo, una Noche de Espera..., abierta a la Gran Esperanza, es decir, hay un tiempo Adviento, pues Él está viniendo. De esa Espera en la noche, abierta a la Esperanza del Día, nos habla la liturgia de este domingo, con el evangelio de Marcos.
Buen fin de semana a todos, buen Adviento, amigos.
(Imagen tomada de F. García: http://focalfj.blogspot.com/2011_11_01_archive.html, página que recomiendo a todos los amigos del blog)
Texto. Mc. 13, 33-37. Lo que vosotros digo a todos digo: Velad
33 ¡Cuidado! Estad alerta, porque no sabéis cuándo llegará el momento. 34 Sucederá lo mismo que con aquel que se ausentó de su casa y encomendó a cada uno de los siervos su propia tarea y encargó al portero que velase. 35 Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a media noche, al canto del gallo o al amanecer. 36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros os digo, lo digo a todos: ¡Velad!
1. Estamos en la noche que precede a la aurora de salvación.
Como siervos vigilantes nos debemos mantener en este tiempo final de tiniebla, llenos de esperanza. Es evidente que esta imagen de la noche que precede al día y de los siervos que esperan al Kyrios proviene de la apocalíptica (he citado en este contexto el libro de Los Vigilantes, de 1 Hen 6-36). Pero los cristianos saben que la salvación está ya realizada en Jesús y que el Señor a quien esperan es ese mismo Jesús, que ha muerto por ellos. Eso hace que cambie su actitud: no son simples criados sometidos al capricho de un amo imprevisible, no son vigilantes al acecho para dominar o violentar a los vigilados, sino amigos, compañeros de alguien que les ha precedido en el camino de la entrega generosa de la vida y les ha dado el encargo de culminar su obra.
Sobre ese fondo puede y debe repetirse la palabra “vigilad” como última recomendación del mensaje escatológico (13, 37). Limitado y sujeto a la muerte es el mundo, como ha recordado Jesús cuando hablaba de los signos finales, desde los terremotos de 13, 8 hasta la oscuridad de 13, 24. Violento y destructivo es el mismo ser humano, dominado por el miedo de la guerra universal sobre el tortuoso camino de este cosmos (desde 13, 7 hasta la Abominación de 13, 14). Pues bien, superando ese riesgo de fragilidad y muerte, los discípulos de Jesús podrán anunciar y anunciarán el evangelio (13, 10).
A todos (especialmente a los cuatro preferidos de 13, 2: Pedro y Andrés, los dos zebedeos) les ha dejado Jesús la tarea de vigilar y servir como criados (douloi) de la casa y porteros (thyrôroi) del edificio de la iglesia (13, 34-35). Jesús les había hecho pescadores, para reunir a los hombres en el Reino (1, 16-20). Ahora les hace vigilantes, encargados de velar por los creyentes.
Sobriamente ha dicho Marcos lo que debía decir en este pasaje espléndido de esperanza escatológica. Externamente hablando, cuando proclama este discurso (Mc 13), Jesús no ha muerto todavía, ni se ha extendido en Galilea el mensaje de su pascua (16, 6-7). Pero sus cuatro siervos especiales conocen el fin. Saben que el evangelio ha de anunciarse a todos los pueblos (13, 10) y que Jesús ha de volver como Hijo del humano.
2. ¿Detalles?
(a) ¿Cuándo? No lo saben ellos, ni los ángeles, ni tampoco el Hijo (cf. 1, 11; 9, 7) ¡Sólo el Padre! Será cuando él lo quiera (13, 32). De esta forma ratifica Marcos la experiencia radical de la transcendencia de Dios, marcada en los lugares clave de su texto (cf. 8, 33; 10, 18.40). Al servicio de Dios ha realizado Jesús su tarea. No puede usurpar las funciones divinas.
(b) ¿Dónde? Tampoco se dice, aunque se puede suponer que en todas partes, en los cuatro extremos de la tierra (13, 27). De todas formas, es claro que Marcos rechaza la idea judía del retorno y cumplimiento mesiánico en el templo de Jerusalén. Jesús ha pedido a los discípulos que huyan de la ciudad, que no esperen allí la victoria del mesías (cf. 13, 14), pues en la antigua ciudad sagrada sólo queda un sepulcro vacío. Por eso, en la etapa final del camino, los discípulos deben salir de ella, iniciando su mensaje desde Galilea (16, 7-8). En un plano, Mc 13 ha sido un paréntesis: tras 13, 36 volvemos al relato dejado en 12, 44 (o quizá en 12, 13, si consideramos inclusión las discusiones de 12, 13-44). Pero en otro plano ha sido una ventana abierta el sentido total del evangelio y de la iglesia.
De esa forma acaba el discurso escatológico. Ésta ha sido la última palabra de enseñanza pública de Jesús: vigilar, mantenerse atentos, al servicio de los otros. Frente al templo de Jerusalén, después de haber anunciado su ruina (cumplimiento y caída de la institución israelita), Jesús nos ha invitado (por medio de los “cuatro”) a dirigir los ojos hacia el fin de toda historia. De esa forma ha introducido su palabra de esperanza creadora (anunciar el evangelio: 13, 10) y de paciencia activa (vigilad: 13, 33) en el tiempo de la espera.
3. Conclusión
Estamos en los días finales (no pasará esta generación: Mc 13,30), pero al mismo tiempo descubrimos que el tiempo de la gracia nos trasciende, y así tenemos que dejarlo en manos de Dios (sólo el Padre conoce la hora: 13,32). Sobre ese fondo puede y debe repetirse la palabra “vigilad”, como último sentido y exigencia del mensaje escatológico (13,37). Limitado y sujeto a la muerte es el mundo, como ha recordado Jesús cuando nos habla de caída del sol y terremotos. Violento y destructivo es el mismo ser humano que introduce el miedo de la guerra universal sobre el tortuoso camino de este cosmos.
Pues bien, superando ese riesgo de fragilidad y muerte, los discípulos de Jesús podrán anunciar el evangelio, según Mc 13. Anunciarán el evangelio retomando el mismo camino de Jesus en Galilea (cf. 16, 6-7). Eso significa que, al fin de su camino, apoyados en la pascua, algunos habrán aprendido la lección de Jesus, convirtiéndose en verdaderos discípulos del maestro entregado y crucificado. También ellos, seguidores del Cristo muerto, serán entregados, hallándose Impotentes en manos de los grandes poderes de este mundo, de esa forma podrán ofrecer el mismo testimonio de Jesús, recibiendo la fuerza de su Espíritu Santo.
La misión del evangelio invierte todas las perspectivas que nosotros conocemos No se expande el Reino a través de la victoria, por el triunfo de los grandes, sino todo lo contrario Jesus presenta ante los suyos la misión y triunfo de los derrotados, de los perdedores de la tierra. Los evangelizadores escato1ógicos, amenazados como su maestro, seguirán ofreciendo el testimonio de su gracia (reino) sobre un mundo que les conmuta persiguiendo
De esa forma, el sermón apocalíptico de Mc 13 ha venido a convertirse en promesa de asistencia creadora de Jesús (por medio su Espíritu) y motivo de confianza transformante Los nuevos misioneros asumen y expanden el gesto de su maestro, abriéndose a todas las naciones de la tierra, en camino que les lleva a los confines del mundo Sobre la fragilidad cósmica y la violencia humana viene a desvelarse de esta forma el poder nuevo de los testigos del Hijo del Hombre que mantienen y expanden su palabra sobre el mundo.
oooooooooooo
Los pescadores primeros (Mc 1, 16-20) aparecen así como guardianes finales, atentos a los signos del Hijo del Hombre. Vigilan los cuatro, como portadores del secreto escatológico de Marcos y testigos de una misión que debe abrirse a todos los pueblos (puntos cardinales) de la tierra (cf. 13, 10). Pero no están solos; lo que ellos hacen han de hacerlo todos: lo que Jesús les dice se dice a todos (ho de hymin legô pasin legô).
Eso significa que esos cuatro son (somos) el conjunto de la Iglesia, la humanidad entera Es evidente que ellos no han fracasado para siempre, a pesar del relato posterior del abandono (cf. 14, 27-31.50). La iglesia (y la humanidad) sigue estando fundada en el testimonio que Jesús nos han transmitido por ellos, en este momento de vigilancia mesiánica, que es el tiempo del evangelio y de la vida de los hombres.
Algunos cristianos posteriores han podido tomar esta revelación escatológica como principio de un evangelio secreto, de una búsqueda de sabidurías especiales de iniciados, en una línea apocalíptica y/o gnóstica. Pero estos cuatro dialogantes de Jesús son receptores y guías de una palabra dirigida a toda la iglesia. Su mensaje no es palabra oculta, propia sólo de iniciados. Es mensaje y palabra que Marcos transmite a todos los cristianos. Los lectores de Marcos, personificados en estos testigos del principio y final, no están a oscuras. Conocen los signos decisivos (13, 28-31), pueden mantenerse en vigilancia.
La historia de los hombres no se cierra en sí misma (en un círculo vicioso), ni vuelve simplemente como un bucle con un pequeño cambio a su principio, sino que se halla abierta a su destrucción (¡los hombres pueden matarse a sí mismos) o a la respuesta salvadora de la gracia: ¡Estad alerta, viene el Señor!
Pero en vez del Señor amigo puede acercarse el Gran Ladrón que nosotros mismos somos (podemos ser). Por eso es necesario que estemos vigilantes, cada uno en particular, y todos juntos, en las cuatro grandes horas (vigilias) de la noche (según el cómputo antiguo):
-- desde la caída del sol (que es ya comienzo de la noche),
-- por la media noche
-- y por el canto del gallo,
-- hasta el amanecer (hora final en que suelen suceder los grandes acontecimientos, vinculados a la muerte y resurrección).
Hay una noche personal de oscuridad, que muchos sienten (¡noche del sentido,noche del espíritu!); hay una noche social y económica (como ésta en que muchos nos sentimos ahora, año 2011); pero hay, sobre todo, una Noche de Espera..., abierta a la Gran Esperanza, es decir, hay un tiempo Adviento, pues Él está viniendo. De esa Espera en la noche, abierta a la Esperanza del Día, nos habla la liturgia de este domingo, con el evangelio de Marcos.
Buen fin de semana a todos, buen Adviento, amigos.
(Imagen tomada de F. García: http://focalfj.blogspot.com/2011_11_01_archive.html, página que recomiendo a todos los amigos del blog)
Texto. Mc. 13, 33-37. Lo que vosotros digo a todos digo: Velad
33 ¡Cuidado! Estad alerta, porque no sabéis cuándo llegará el momento. 34 Sucederá lo mismo que con aquel que se ausentó de su casa y encomendó a cada uno de los siervos su propia tarea y encargó al portero que velase. 35 Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a media noche, al canto del gallo o al amanecer. 36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros os digo, lo digo a todos: ¡Velad!
1. Estamos en la noche que precede a la aurora de salvación.
Como siervos vigilantes nos debemos mantener en este tiempo final de tiniebla, llenos de esperanza. Es evidente que esta imagen de la noche que precede al día y de los siervos que esperan al Kyrios proviene de la apocalíptica (he citado en este contexto el libro de Los Vigilantes, de 1 Hen 6-36). Pero los cristianos saben que la salvación está ya realizada en Jesús y que el Señor a quien esperan es ese mismo Jesús, que ha muerto por ellos. Eso hace que cambie su actitud: no son simples criados sometidos al capricho de un amo imprevisible, no son vigilantes al acecho para dominar o violentar a los vigilados, sino amigos, compañeros de alguien que les ha precedido en el camino de la entrega generosa de la vida y les ha dado el encargo de culminar su obra.
Sobre ese fondo puede y debe repetirse la palabra “vigilad” como última recomendación del mensaje escatológico (13, 37). Limitado y sujeto a la muerte es el mundo, como ha recordado Jesús cuando hablaba de los signos finales, desde los terremotos de 13, 8 hasta la oscuridad de 13, 24. Violento y destructivo es el mismo ser humano, dominado por el miedo de la guerra universal sobre el tortuoso camino de este cosmos (desde 13, 7 hasta la Abominación de 13, 14). Pues bien, superando ese riesgo de fragilidad y muerte, los discípulos de Jesús podrán anunciar y anunciarán el evangelio (13, 10).
A todos (especialmente a los cuatro preferidos de 13, 2: Pedro y Andrés, los dos zebedeos) les ha dejado Jesús la tarea de vigilar y servir como criados (douloi) de la casa y porteros (thyrôroi) del edificio de la iglesia (13, 34-35). Jesús les había hecho pescadores, para reunir a los hombres en el Reino (1, 16-20). Ahora les hace vigilantes, encargados de velar por los creyentes.
Sobriamente ha dicho Marcos lo que debía decir en este pasaje espléndido de esperanza escatológica. Externamente hablando, cuando proclama este discurso (Mc 13), Jesús no ha muerto todavía, ni se ha extendido en Galilea el mensaje de su pascua (16, 6-7). Pero sus cuatro siervos especiales conocen el fin. Saben que el evangelio ha de anunciarse a todos los pueblos (13, 10) y que Jesús ha de volver como Hijo del humano.
2. ¿Detalles?
(a) ¿Cuándo? No lo saben ellos, ni los ángeles, ni tampoco el Hijo (cf. 1, 11; 9, 7) ¡Sólo el Padre! Será cuando él lo quiera (13, 32). De esta forma ratifica Marcos la experiencia radical de la transcendencia de Dios, marcada en los lugares clave de su texto (cf. 8, 33; 10, 18.40). Al servicio de Dios ha realizado Jesús su tarea. No puede usurpar las funciones divinas.
(b) ¿Dónde? Tampoco se dice, aunque se puede suponer que en todas partes, en los cuatro extremos de la tierra (13, 27). De todas formas, es claro que Marcos rechaza la idea judía del retorno y cumplimiento mesiánico en el templo de Jerusalén. Jesús ha pedido a los discípulos que huyan de la ciudad, que no esperen allí la victoria del mesías (cf. 13, 14), pues en la antigua ciudad sagrada sólo queda un sepulcro vacío. Por eso, en la etapa final del camino, los discípulos deben salir de ella, iniciando su mensaje desde Galilea (16, 7-8). En un plano, Mc 13 ha sido un paréntesis: tras 13, 36 volvemos al relato dejado en 12, 44 (o quizá en 12, 13, si consideramos inclusión las discusiones de 12, 13-44). Pero en otro plano ha sido una ventana abierta el sentido total del evangelio y de la iglesia.
De esa forma acaba el discurso escatológico. Ésta ha sido la última palabra de enseñanza pública de Jesús: vigilar, mantenerse atentos, al servicio de los otros. Frente al templo de Jerusalén, después de haber anunciado su ruina (cumplimiento y caída de la institución israelita), Jesús nos ha invitado (por medio de los “cuatro”) a dirigir los ojos hacia el fin de toda historia. De esa forma ha introducido su palabra de esperanza creadora (anunciar el evangelio: 13, 10) y de paciencia activa (vigilad: 13, 33) en el tiempo de la espera.
3. Conclusión
Estamos en los días finales (no pasará esta generación: Mc 13,30), pero al mismo tiempo descubrimos que el tiempo de la gracia nos trasciende, y así tenemos que dejarlo en manos de Dios (sólo el Padre conoce la hora: 13,32). Sobre ese fondo puede y debe repetirse la palabra “vigilad”, como último sentido y exigencia del mensaje escatológico (13,37). Limitado y sujeto a la muerte es el mundo, como ha recordado Jesús cuando nos habla de caída del sol y terremotos. Violento y destructivo es el mismo ser humano que introduce el miedo de la guerra universal sobre el tortuoso camino de este cosmos.
Pues bien, superando ese riesgo de fragilidad y muerte, los discípulos de Jesús podrán anunciar el evangelio, según Mc 13. Anunciarán el evangelio retomando el mismo camino de Jesus en Galilea (cf. 16, 6-7). Eso significa que, al fin de su camino, apoyados en la pascua, algunos habrán aprendido la lección de Jesus, convirtiéndose en verdaderos discípulos del maestro entregado y crucificado. También ellos, seguidores del Cristo muerto, serán entregados, hallándose Impotentes en manos de los grandes poderes de este mundo, de esa forma podrán ofrecer el mismo testimonio de Jesús, recibiendo la fuerza de su Espíritu Santo.
La misión del evangelio invierte todas las perspectivas que nosotros conocemos No se expande el Reino a través de la victoria, por el triunfo de los grandes, sino todo lo contrario Jesus presenta ante los suyos la misión y triunfo de los derrotados, de los perdedores de la tierra. Los evangelizadores escato1ógicos, amenazados como su maestro, seguirán ofreciendo el testimonio de su gracia (reino) sobre un mundo que les conmuta persiguiendo
De esa forma, el sermón apocalíptico de Mc 13 ha venido a convertirse en promesa de asistencia creadora de Jesús (por medio su Espíritu) y motivo de confianza transformante Los nuevos misioneros asumen y expanden el gesto de su maestro, abriéndose a todas las naciones de la tierra, en camino que les lleva a los confines del mundo Sobre la fragilidad cósmica y la violencia humana viene a desvelarse de esta forma el poder nuevo de los testigos del Hijo del Hombre que mantienen y expanden su palabra sobre el mundo.
oooooooooooo
Los pescadores primeros (Mc 1, 16-20) aparecen así como guardianes finales, atentos a los signos del Hijo del Hombre. Vigilan los cuatro, como portadores del secreto escatológico de Marcos y testigos de una misión que debe abrirse a todos los pueblos (puntos cardinales) de la tierra (cf. 13, 10). Pero no están solos; lo que ellos hacen han de hacerlo todos: lo que Jesús les dice se dice a todos (ho de hymin legô pasin legô).
Eso significa que esos cuatro son (somos) el conjunto de la Iglesia, la humanidad entera Es evidente que ellos no han fracasado para siempre, a pesar del relato posterior del abandono (cf. 14, 27-31.50). La iglesia (y la humanidad) sigue estando fundada en el testimonio que Jesús nos han transmitido por ellos, en este momento de vigilancia mesiánica, que es el tiempo del evangelio y de la vida de los hombres.
Algunos cristianos posteriores han podido tomar esta revelación escatológica como principio de un evangelio secreto, de una búsqueda de sabidurías especiales de iniciados, en una línea apocalíptica y/o gnóstica. Pero estos cuatro dialogantes de Jesús son receptores y guías de una palabra dirigida a toda la iglesia. Su mensaje no es palabra oculta, propia sólo de iniciados. Es mensaje y palabra que Marcos transmite a todos los cristianos. Los lectores de Marcos, personificados en estos testigos del principio y final, no están a oscuras. Conocen los signos decisivos (13, 28-31), pueden mantenerse en vigilancia.
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