Publicado por Entra y Verás
En el tiempo del adviento se nos llena la boca de teorías y palabras acerca de la esperanza. Pero eso en vez de avivar adormece y fatiga la esperanza. La palabra sin gesto fatiga la esperanza, el horizonte sin presente, fatiga la esperanza; la pureza sin compromisos, fatiga la esperanza; la profecía sin compromiso histórico, social, cultural y político, fatiga la esperanza. La esperanza se nutre de la acción, de lo cotidiano, de las preocupaciones. Esperar no es sentarse ni sólo arrodillarse y empacharse de piedad. Esperar a Dios es hacerle cuerpo en el mundo y en la historia por medio del amor y la solidaridad, pues el amor a las personas es visible, la disponibilidad para el servicio es visible, el coraje de resistir y profetizar es visible. Una cosa tenemos que tener clara: Sólo podremos hablar de que vivimos en esperanza, en continua actitud de Adviento ante este Dios que continuamente viene si trabajamos por aquellos que nos necesitan. Al adviento perenne de Dios corresponde, por nuestra parte, la perenne actitud de esperanza. Vivir en adviento no es fácil, porque hoy no es fácil la esperanza. Pues sólo quien puede entristecerse es capaz de alegrarse. Sólo quien puede secar las lágrimas está acreditado para esperar con alegría. Como decía Merton: La esperanza vacía nuestras manos para que podamos trabajar con ellas; nos muestra que tenemos algo porqué trabajar y nos enseña cómo trabajar por ese algo. Es mejor encontrar a Dios en el umbral de la desesperación que arriesgar la vida en una complacencia que nunca ha sentido la necesidad de perdón. La vida sin problemas puede ser más sin esperanza que aquella que siempre está al borde de la desesperación.
Las lecturas de hoy nos exhortan a permanecer firmes y vigilantes, atentos a los signos de la presencia de Dios en la vida diaria. Me gustaría que nos centrásemos un poco en la primera lectura, en la preciosa oración de Isaías que a pesar de encontrarse en el exilio, considerado como un castigo por las infidelidades, se dirige a Dios como a su padre y creador, nosotros somos arcilla y tú nuestro alfarero. Este es el Dios goel, que tiende siempre su mano familiar y cercana en ayuda de los hombres. No es un Dios que actúe puntualmente sino que está comprometido totalmente con su pueblo como pone de manifiesto el gran acontecimiento que nos disponemos a celebrar y para el que hoy comenzamos a prepararnos. El Adviento es un tiempo precioso para prepararnos a re-encontrar a Dios en nuestra vida y en la vida de todos aquellos que nos rodean. Es un tiempo para dejar que Dios nazca en nosotros y encuentre un lugar para quedarse.
El Adviento huele a comienzo, a camino, a esperanza. El adviento es un tiempo fuerte para darle a Dios el derecho de hablar. Un camino para aprender a ser sus testigos, para descubrirlo y anunciarlo ¿Cómo callar lo que uno oye, ve, toca y palpa acerca de la vida? Un anuncio gozoso sale a nuestro encuentro: ¡Dios quiere comunicarse con nosotros y el lugar escogido no es otro que nuestras propias vidas!
Ojalá nuestra esperanza, nuestro ardiente deseo de encuentro con Dios nos lleve a pedir como Isaías que se rasgue el cielo y baje el Señor. Que este Adviento no se quede en rutina sino que lo vivamos de verdad sin dejar que se duerma y fatigue nuestra esperanza. El color morado puede hacer serio nuestro Adviento pero es un tiempo de espera gozosa y nerviosa. de forma que el corazón se ensancha por la alegría, los pies deben corren ligeros hacia delante, hacia este encuentro con Dios que ya se presiente.
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)
Las lecturas de hoy nos exhortan a permanecer firmes y vigilantes, atentos a los signos de la presencia de Dios en la vida diaria. Me gustaría que nos centrásemos un poco en la primera lectura, en la preciosa oración de Isaías que a pesar de encontrarse en el exilio, considerado como un castigo por las infidelidades, se dirige a Dios como a su padre y creador, nosotros somos arcilla y tú nuestro alfarero. Este es el Dios goel, que tiende siempre su mano familiar y cercana en ayuda de los hombres. No es un Dios que actúe puntualmente sino que está comprometido totalmente con su pueblo como pone de manifiesto el gran acontecimiento que nos disponemos a celebrar y para el que hoy comenzamos a prepararnos. El Adviento es un tiempo precioso para prepararnos a re-encontrar a Dios en nuestra vida y en la vida de todos aquellos que nos rodean. Es un tiempo para dejar que Dios nazca en nosotros y encuentre un lugar para quedarse.
El Adviento huele a comienzo, a camino, a esperanza. El adviento es un tiempo fuerte para darle a Dios el derecho de hablar. Un camino para aprender a ser sus testigos, para descubrirlo y anunciarlo ¿Cómo callar lo que uno oye, ve, toca y palpa acerca de la vida? Un anuncio gozoso sale a nuestro encuentro: ¡Dios quiere comunicarse con nosotros y el lugar escogido no es otro que nuestras propias vidas!
Ojalá nuestra esperanza, nuestro ardiente deseo de encuentro con Dios nos lleve a pedir como Isaías que se rasgue el cielo y baje el Señor. Que este Adviento no se quede en rutina sino que lo vivamos de verdad sin dejar que se duerma y fatigue nuestra esperanza. El color morado puede hacer serio nuestro Adviento pero es un tiempo de espera gozosa y nerviosa. de forma que el corazón se ensancha por la alegría, los pies deben corren ligeros hacia delante, hacia este encuentro con Dios que ya se presiente.
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)
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