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miércoles, 14 de enero de 2009

II Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración

Publicado por Dabar
Sobran palabras

El testimonio de Juan iba calando en sus oyentes. Quizá porque los que le oían comprobaban a la vez que su vida era en todo acorde a su mensaje, no había doblez en sus palabras, y su empeño por allanar caminos a su Señor era sincero. Cuando Juan ve pasar a Jesús, y lo señala como elegido, los que le oyeron no dudaron y se fueron detrás de El.

Y aunque Jesús tenía sus propios asuntos en que pensar se dio cuenta de que le seguían. Le preguntaron “¿Dónde vives?”. Yo creo que, más que el donde, les interesaba el cómo y el porqué de su modo de vivir. Y también sentirían curiosidad por saber qué había después de esa vida.

Y aunque a Jesús no le faltaban nunca palabras, ésta fue una de esas ocasiones en que prefirió dejarlas de lado y apelar a la experiencia personal, diciéndoles:”venid y lo veréis”. Y es que, con las cosas de la fe, poco más se puede decir.

Y hasta el presente, no han sido precisamente palabras lo que ha faltado en la dimensión religiosa de la vida humana. Tenemos tamaño complejo de superioridad que creemos que lo que nosotros no nombramos, no existe. También nos arrastra la pretensión de explicarlo todo, como si así pudiéramos dominar la tierra y cuanto contiene.

Pero en el esquema de Jesús sobran palabras, y los gestos que las sustituyen son tan elocuentes que bastan para explicar todo el sentido del evangelio de hoy. Al decir Jesús “Ven y mira”, nos está dando la mejor de las catequesis. Porque la transmisión de su mensaje se nos pierde, a menudo, en montones de palabras que nada quieren decir porque no están encarnadas. Y también porque pocas de las vidas de los que nos decimos cristianos soportarían el escrutinio cercano al que Él voluntariamente se somete. No solemos decir a nadie que nos pregunta por nuestras creencias que se acerque a nosotros para ver por sí mismo lo que suponen en nuestra vida cotidiana. Supongo que porque sabemos que cualquiera que lo intentara se iría con las manos vacías. Así que acercarnos a Jesús, además de comprometernos a compartir su vida, supone el acuerdo tácito de dejarnos mirar por los demás, y esforzarnos para que nuestra vida diga algo que pueda servir de ayuda o ejemplo.

Jesús invita a pasar el día en su compañía a los que sienten curiosidad por su persona y su mensaje. Y lo hace porque sabe que obras son amores. El amor del Señor se experimenta en su cercanía, se saborea al acortar distancias y compartir momentos de vida cotidiana. No hay palabras para describir esa experiencia, y las que se puedan encontrar se quedan cortas. Los discípulos que pasaron el día con Jesús no supieron tampoco expresar su impresión, sólo dijeron que encontraron al Señor, y llevaron a Pedro ante él.

Si dejáramos a nuestro corazón experimentar la presencia de Dios con tal intensidad, si nos quitáramos de encima el cúmulo de recelos con que nos acercamos a Él, ni siquiera tendríamos que decir a nadie que se acercara a ver cómo vivimos. Porque una vida cercana a Dios trasparenta con tanta intensidad su presencia que no necesita palabras para añadir.

Venid y veréis. Vivid y os verán. Hemos encontrado al Señor. Y no lo hemos inventado nosotros, no. Es sólo que Él estaba ahí, y nos dejamos arrastrar por la curiosidad para ver cómo vive, para experimentar cómo vivimos nosotros en Su presencia. Y es Él el que, a través de nuestra vida y nuestros actos, derrama bendiciones sobre nuestros prójimos.

Si viviéramos más, amáramos más y compartiéramos más, no necesitaríamos hablar tanto.

A. GONZALO
aurora@dabar.net



DIOS HABLA

I SAMUEL 3, 3b 10. 19
En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy». Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, vengo porque me has llamado». Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte». Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel. Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado». Respondió Elí: «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte». Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la Palabra del Señor. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado». Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”». Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!» El respondió: «Habla, que tu siervo escucha». Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.

I CORINTIOS 6, 13c 15a.17 20
Hermanos: El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

JUAN 1, 35 42
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?» Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro): ¿dónde vives?» Él les dijo: «Venid y lo veréis». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se lo quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón el hijo de Juan, tú te llamarás Cefas (que significa Pedro)».




EXEGESIS

PRIMERA LECTURA
Pasado el tiempo de Navidad, primera etapa del Año Litúrgico, retornamos a la ‘vida ordinaria’. El tiempo ordinario que nos ofrece una larga y variada reflexión sobre el camino del cristiano.

La narración de elección, vocación y misión del pasado domingo en la figura del Siervo de Yavé, como otras vocaciones o llamadas de profetas que de tan diversas formas se nos narran, vienen descritas en las lecturas de hoy por los caminos llanos y el mensaje sencillo y ejemplar del andar por casa. Lo que vemos, lo que nos sucede o nos ha sucedido a nosotros.

Una escena de vocación ingenua y a la par vigorosa. Unos personajes cercanos a ese camino de la tradición en la que unos aceptan su vocación y ayudan a otros a encontrar la propia. Unos tiempos, cercanos, en que un niño era ‘consagrado a Dios’ por la agradecida decisión de sus padres. Samuel había sido un don de Dios a una mujer, Ana, que no tenía hijos. No encuentra su madre mejor don que no rescatarlo sino dejarlo al servicio del altar en Silo junto al sacerdote Elí. Éste aparece cercano, amable y siguiendo de cerca el crecimiento y maduración de Samuel. Está claro en estos capítulos del 1Samuel la predilección con que le trata el sacerdote. Su decepción con unos hijos, Jofní y Pinjás, que han roto toda honestidad y han quebrantado el servicio del templo y por ello han sido apartados del sacerdocio de su padre, hace que Elí se vuelque con Samuel a quien trata como verdadero sucesor suyo (1 Sa2,18-20). Se vuelca sobre Samuel ‘su hijo’ (v.6) y en él descubre al elegido por el Señor.

Percibe ya que la vocación no es una herencia (a la que sus hijos han renunciado por su comportamiento), ni un apellido (Samuel es regalo hecho por Dios a su madre, Ana. Elcaná, el padre, ya tenía otros hijos), sino la libre voluntad de Dios que elige lo más débil, como sucederá luego con David (1 Sam.16).

Elí percibe estos caminos del Señor y guía a Samuel como a ‘su hijo’ y sucesor. Ya ha escuchado de labios de Dios la sentencia que cambia la elección hacia otro ‘sacerdote fiel, que obre según mi corazón y mis deseos’ (2,35). Por eso, ciego y al fin de sus días, sabe indicar a Samuel que la verdadera vocación está en responder con prontitud y obediencia a la llamada del Señor: “Si te llama dirás: ‘Habla, Señor, que tu siervo escucha’.

La llamada es personal, pero el instrumento es con frecuencia otra persona que nos señala la presencia del Señor. Tal en esta escena, y tal la escena del Evangelio de hoy. En la vocación de Samuel se engarzan las circunstancias y las personas que atraviesan la vida del joven Samuel para llevarle ‘providencialmente’ al seguimiento del Señor. Como de la mano pasará Samuel de su madre a Silo, del servicio al discipulado, cuando a Elí le fallan sus hijos; del discipulado a la llamada. Y la llamada le lleva a la obediencia que lo constituye en el profeta más significativo en un momento clave de la historia de Israel


TOMÁS RAMÍREZ
tomas@dabar.net



SEGUNDA LECTURA
No se comprende muy bien desde un punto de vista exegético, la supresión de los vv. 15b y 16, bastante importantes para colocar la perícopa en su contexto real. Quizás un prurito de pudor excesivo ha llevado a tal supresión. Pero en todo caso se hace el comentario al antero párrafo.
Yendo a lo central en un primer lugar la tesis de Pablo es que el campo de la actividad sexual humana también tiene que ver con la relación con Dios. Es decir que no es algo simplemente neutro o de “tejas abajo” como pretendían algunos corintios y aparece en los versículos 12 y 13 cuyo sentido más obvio es que era lo que decían los corintios que consideraban la prostitución algo aparte de tal relación de poca no ninguna importancia para ella. Actitud en la que coinciden con no pocos de nuestros contemporáneos.
Pablo argumenta de diferentes maneras. Sus razonamientos se pueden resumir de este modo: el trasfondo es la creación humana y el señorío divino que ello implica sobre todos los aspectos humanos. Dios es el creador de los seres humanos, es decir, sexuados y, a juzgar del relato del Génesis, lo sexual de modo muy particular. Además Pablo tiene en la mente la unión de las personas con Cristo, forma concreta en la que Dios realiza su señorío. El cristiano se une con Cristo y el Espíritu de modo que todo su ser vive conforme a esa unión. No sólo con su espíritu o interioridad sino también con su cuerpo y su sexo.
Un importante presupuesto antropológico de la argumentación es que la unión sexual, según el plan de Dios, presente en el aludido relato de la creación, implica comunicación, reconocimiento y amor mutuos que, si falta, como es el caso de la prostitución, hace que esa unión, comercial y superficial quede degrada y no sea humana en su más hondo sentido y, por ende, no compatible con la unión con el Señor y con Dios.
Hay aquí principios no sólo aplicables a la prostitución – desde el punto de vista por ejemplo, feminista, atentado y menosprecio de lo femenino – sino para cualquier banalización de lo sexual, que ha de recibir su aprecio más profundo como parte integrante del plan de Dios como muestra, por ejemplo, el Cantar de los Cantares.

FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net



EVANGELIO
Texto. Comienza en términos de Epifanía: Este es el Cordero de Dios. La revelación corre a cargo de Juan Bautista, de la pluma de Juan Evangelista. Cordero de Dios es una designación metafórica, una imagen figurada. La imagen remite al cordero de Pascua, que se sacrificaba en Jerusalén, en el Templo, entre doce y tres de la tarde-víspera de la cena de Pascua. Justamente cuando, según Juan evangelista, Jesús estará en la cruz y morirá.
La revelación la hace Juan Bautista a dos de sus discípulos, quienes, sin solución de continuidad, pasan a ser discípulos de Jesús: siguieron a Jesús. Seguimiento físico, buscando el lugar donde el Maestro vive.
Llegados al lugar, el evangelista narra lacónico: vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. ¡Esperando conocer un espacio, lo que conocemos es un tiempo! Esperábamos como lectores un lugar y, a cambio, se nos informa de una hora: serían las cuatro de la tarde. El desarrollo de la escena quiebra la expectativa del lector, quien se ve sor-prendido por el desenlace, por cuanto que en él se le ofrece un dato que no esperaba, hurtándosele el dato que esperaba.
La mención de esa hora cobra sentido si se la relaciona con el cordero de Pascua. Las cuatro de la tarde remiten al cordero ya sacrificado; representan el tiempo siguiente a su muerte. Re-feridas a Jesús, las cuatro representan el tiempo del Padre, remiten a la casa del Padre.
En su tramo final, el relato se centra en Pedro, conducido a presencia de Jesús por Andrés, uno de los dos discípulos. Narrativamente, todo es rápido, esquemático y dominado por la honda mirada de Jesús a Pedro.
En su tramo inicial, el relato estaba también dominado por otra honda mirada, la de Juan a Jesús. El resultado de ambas miradas es una declaración solemne, una definición, podríamos decir, de la persona objeto de la mirada: Cordero de Dios, Pedro.
El texto pertenece a las primeras páginas del evangelio, en las que el autor va introduciendo a los protagonistas de la obra, ofreciendo de ellos aquellos rasgos que les van a caracterizar en su actuación posterior.

Comentario. Estamos probablemente ante uno de los relatos con más capacidad evocadora de toda la literatura evangélica. El silencio predomina en él sobre el habla. Incluso lo poco que de habla hay es hijo del silencio.
Miradas sostenidas con fijeza. Caminar callado hacia no se sabe a dónde y, sin embargo, con un dónde cierto, capaz de sor-prender más allá de toda previsión.
Dominándolo todo, una persona: Objeto de honda mirada y su-jeto de honda mirada. Una persona que imana, que arrastra. Mirándola quedas fascinado; si te mira, te transforma. Seguir a Jesús se convierte en una fantasía que disipa las dificultades del camino, incluida la misma muerte, y que culmina en el abrazo con el Padre.

ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net



NOTAS PARA LA HOMILIA

También la liturgia de este domingo le toma prestado el texto del evangelio al evangelio de Juan. En el primer versículo se dice que Jesús pasaba. El caminar, el ir marchando de un lugar a otro, nos indica actividad. Jesús ha comenzado ya, según el cuarto evangelio, su actividad misionera. Juan, al verlo, vuelve a señalarlo como el cordero de Dios. Esa expresión se refiere al sacrificio de Jesús, a su muerte en la Pascua y a su resurrección. En los propios escritos de Juan el evangelista, el Cordero, aparecerá en el libro del Apocalipsis como Aquél que reina y a los que todos rinden tributo en el reino de la gloria. La expresión cordero de Dios indica también su procedencia divina y el plan divino de la salvación. Jesús es de Dios porque posee el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo. Por el testimonio de Juan, dos discípulos suyos dejan atrás al Bautista y siguen a Jesús. En realidad, el propio Jesús les invita a ir con él. La comunidad de Jesús se nutre, pues, en parte, de la comunidad del Bautista y, a su vez, éste favorece la continuidad de su comunidad en la de Jesús. Seguir a Jesús es aquello para lo que Juan les ha venido preparando. Y ese momento ha llegado. Hay que dar el paso de seguir al cordero de Dios. La referencia a la cuatro de la tarde, que equivale a la hora décima, es el declinar del día. En el evangelio de Juan es signo del declive del judaísmo. El momento de Jesús no ha hecho más que empezar, pero ya ha llegado; el judaísmo camina, irreversible hacia su propio ocaso. Andrés, que ha pertenecido a la comunidad del Bautista, hace de comunicador con Simón, su propio hermano: Hemos encontrado al Mesías. Andrés ha hecho el descubrimiento de quién es Jesús. Simón no dice nada, pero ha llamado la atención de Jesús y se ha dirigido a él: Tú te llamarás Cefas (que significa Pedro). En Pedro no se da ninguna respuesta aunque tampoco Jesús le ha invitado a seguirle. No obstante, ahí quedará ese primer encuentro, necesario para lo que más tarde se iba a convertir en una relación muy especial de Jesús con Pedro y de Pedro con Jesús.

La buena noticia de Jesús llega por los oídos. Predicada, anunciada, proclamada, es también escuchada y puede recibir una respuesta. Para definirse frente al Evangelio ha habido antes que escucharlo. Para definirse frente a Jesús ha habido antes que oír hablar de él. Y uno lo comunica a otro, y otro a otro, y así sucesivamente. Pero Jesús sabe que eso no puede resultar sin la implicación de otros que lo hagan. Así, Jesús forma su comunidad y va llamando a formar parte de ella. Ahora igual que entonces. El Evangelio de Jesús se ha presentado como la buena noticia de parte de Dios, como la superación de todos los males y sufrimientos, como la prueba irrefutable de que Dios nos ama, como garantía de una felicidad para siempre. Pero Jesús necesita que esto lo crean muchas personas, y que ellas lo enseñen a otras, y éstas, a su vez, a otras, para que, así, todo el mundo se defina ante lo que Jesús nos propone y puedan acoger y abrazar la enseñanza del Nazareno.

Un elemento que es importante en las lecturas de hoy es el de la llamada, junto con el de la escucha-respuesta. La lectura del libro de Samuel que recoge hoy la liturgia en primer lugar es una de las que más se utilizan para desarrollar esta temática. Samuel está receptivo, abierto, se levanta, se pone en marcha... pero no sabe quién le ha llamado. Sólo descubrirá la voz de Dios por la palabra de Elí. Ante la insistencia, Samuel no se echa atrás, continúa respondiendo. La obediencia a su maestro es absoluta, tal que responde así como él le ha enseñado: Habla, Señor, que tu siervo te escucha. Nosotros, no por ser cristianos veteranos, nos lo sabemos todo. El Señor nos sigue hablando cada día y requiere por nuestra parte disposición, apertura, ganas de oírle; pararnos en lo que estamos haciendo, hacer un alto, escuchar sólo al Señor. Y, si además de escucharlo, le hacemos caso a lo que nos diga, la comunicación quedará completada. No lo olvidemos: Dios sigue queriendo comunicarse con nosotros cada día, a cada hora. ¿Hay alguien ahí?

JUAN SEGURA
juan@dabar.net



PARA LA ORACION

Señor, Dios bueno y clemente, que cuentas con nuestra colaboración para establecer tus designios en el mundo, auxilia a tus fieles para sean dóciles a tus inspiraciones y aviva en ellos el deseo de cumplir tu voluntad en el mundo.
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Esta ofrenda que te presentamos recoge la largueza de tu generosidad y el fruto de nuestro esfuerzo; que esta colaboración del hombre contigo no se trunque a causa del pecado y que lo que ahora te ofrecemos nos ayude en el camino de la santidad.
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Es bueno darte gracias y deber nuestro glorificarte. Porque realmente toda nuestra vida es fruto de tus dones y toda ella debería estar orientada a la búsqueda de tu gloria. Así, viviendo siempre en tu presencia, seríamos ante el mundo testigos de tus maravillas y comunicaríamos a otros las excelencias de tu bondad. Por eso, nos unimos a quienes te alaban en el cielo cantando siempre el himno de tu gloria.
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Alimentados con el sacramento admirable de la Eucaristía, haz, Señor, que nos unamos de tal modo a ti que percibamos ya en la tierra las primicias de los bienes eternos.


LA MISA DE HOY

MONICIÓN DE ENTRADA
Al iniciar los domingos del Tiempo Ordinario, veremos hoy a Jesús en el evangelio comenzando a llevar adelante la misión encomendada por el Padre. Jesús heredará la comunidad de Juan el Bautista e irá incorporando otros nombres a su lista de discípulos. Reconocer a Jesús como el Mesías se convertirá en un hecho determinante para seguirle. En realidad, el que da el paso de seguir a Jesús da el paso hacia lo nuevo hacia la ruptura con la religión judía oficial. Bienvenidos a la novedad de Jesús. Bienvenidos a su Eucaristía dominical.

ACTO PENITENCIAL
- Tú, el Cordero de Dios. Señor, ten piedad.
- Tú, el Mesías prometido. Cristo, ten piedad.
- Tú, el que realiza la misión encomendada por el Padre. Señor, ten piedad.

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
La llamada del Señor. El Señor llama a las personas. A veces, la persona responde y otras veces no. En otros casos, uno puede creer que el Señor le ha llamado y no ser verdad. Samuel muestra la disponibilidad a escuchar a Dios, a hacer como él diga, a obedecer porque le reconoce como su Señor.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 39)
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito; me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Entonces yo digo: «Aquí estoy como está escrito en mi libro para hacer tu voluntad». Dios mío, lo quiero y llevo tu ley en las entrañas.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios; Señor, tú lo sabes.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Resulta un poco complicado el planteamiento de San Pablo en este pasaje de su carta a los Corintios, pero lo que sí entendemos bien es que el ser humano completo, cuerpo y espíritu, pertenece a Dios y posee carácter sagrado; y quien acepta seguir a Jesús lo hace con todo su ser, por tanto, eso habrá de tenerlo en cuenta también en su conducta con respecto a su cuerpo.

MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
Jesús comienza ya su misión y va formando un grupo de discípulos. Los primeros proceden de la comunidad de Juan, que reconocen a Jesús por su testimonio. Ellos serán también testigos que comuniquen a otros la identidad de Jesús. Finalmente, el reconocimiento de Jesús como Mesías será determinante a la hora de seguirle.

ORACIÓN DE LOS FIELES
Unamos ahora nuestras voces para suplicar a Dios nuestro Padre.
- Por el Papa, los obispos y los ministros sagrados de la Iglesia, para que sigan la llamada del Espíritu en todo momento de su actuar. Roguemos al Señor.
- Por los evangelizadores, por los misioneros, por los que viven su llamada hacia la evangelización como un regalo de Dios. Roguemos al Señor.
- Por los que son llamados y no se dan cuenta, por los que no quieren responder a esa llamada, por aquellos a los que les falta generosidad en su entrega. Roguemos al Señor.
- Por los que participamos en esta celebración, para que estemos siempre dispuestos para Dios, para acoger su palabra y para hacer su voluntad. Roguemos al Señor.
Oración: Señor, escucha nuestra oración y que nuestra necesidad te lleve a conceder a tus hijos aquello que te han pedido confiados. Por JCNS.

DESPEDIDA
Permanezcamos atentos a la voz de Dios en nuestras vidas. La podemos encontrar donde menos lo esperamos. Y veamos si espera nuestra respuesta. Podemos ir en paz.


CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada. Cerca está el que trae el mensaje (disco “Ven y sígueme”); Juntos como hermanos; Día de fiesta en tu altar (disco “12 Canciones religiosas y litúrgicas para el siglo XXI”).
Salmo. LdS.
Aleluya. 2CLN-E 3.
Ofertorio. Llevemos al Señor (disco “16 Cantos para la Misa”); Te ofrecemos, Señor (de Palazón, 2CLN-H 8); Donde moras, Señor (disco “15 nuevos cantos sobre Jesucristo”, de Erdozáin).
Santo. 1CLN-I 2.
Comunión. Tú has venido a la orilla; Tú, Señor, me llamas; El Señor nos ha reunido junto a Él (de Kairoi); El Señor es mi pastor (de Gelineau).
Final. Anunciaremos tu reino.


Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net

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