Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
El dinero comprará una cama pero no sueños.
Libros pero no el cerebro.
Comida pero no apetito.
Adornos pero no Belleza.
Una casa pero no un hogar.
Medicinas pero no salud.
Lujos pero no cultura.
Diversión pero no felicidad.
Un crucifijo pero no un salvador.
Un banco en la iglesia pero no en el cielo.
Lo que el dinero no puede comprar Dios lo da libremente sin cobrar.
"Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible".
Entrar en la vida para siempre, salvarse, no es cosa de hombres, es obra de Dios. Y Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Hoy, hemos proclamado uno de los textos más hermosos del Evangelio. El encuentro de un joven y de Jesús, la única vez en el Evangelio en la que se dice que Jesús amara a alguien: "Jesús lo miró, sintió cariño por él y le dijo"…
Este encuentro está lleno de sorpresas.
Primera sorpresa. "El joven corrió a su encuentro, se arrodilló delante de Él y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
Los jóvenes de todos los tiempos corren y se arrodillan ante otros ídolos, buscan el dinero para independizarse, buscan el sexo sin compromiso, quieren triunfar sin esfuerzo, libres sin responsabilidades, no hay muchos en la iglesia, miren a su alrededor…
Este joven del evangelio nos sorprende porque, aparentemente, tiene sentimientos y preocupaciones más nobles. Quiere saber cómo heredar la vida eterna.
Nosotros hacemos cosas para matar el tiempo, para divertirnos, para ganarnos el pan, hacemos unas cosas por obligación y otras por gusto…
Para ganar la vida eterna no hay que hacer nada, es un don de Dios. Y a Dios no se le puede comprar. A Dios se le acoge y se le celebra.
¿Ha venido hoy a misa para ganarse el cielo?
Yo no. Yo estoy aquí para celebrar al Señor que me regala el cielo y para vivir aquí y ahora la liturgia del cielo.
Yo estoy aquí para darle gracias al Señor porque me mira con cariño y me quiere.
Yo estoy aquí para ganar nada y sí para responder al que es todo.
No estamos llamados a hacer cosas o encontrar la fórmula mágica de la salvación.
Sí estamos llamados, como el joven del evangelio, a ser de otra manera, a vivir el estilo de vida de Jesús.
La segunda sorpresa es la respuesta de Jesús. Ya conoces los mandamientos: no matar, no defraudar, no robar…
Jesús no menciona los cuatro primeros mandamientos, los que hacen referencia a Dios.
¿Por qué sólo los que hacen referencia a los hermanos?
Ser de otra manera, vivir de otra manera es ser fiel a las relaciones con los hermanos. El que no respeta, no sirve, no es fiel a sus múltiples relaciones, el que no ama al hermano tampoco ama a Dios. El que ama cumple toda la ley.
Jesús miró al joven, lo amó y le dijo: "Sólo te falta una cosa"…
Ser de otra manera es ser libre. Sólo una persona libre puede seguir a Jesús.
El joven no era libre, le ataban sus riquezas, era un esclavo,
No podemos seguir y aceptar a Jesús si alguien o algo nos controla.
No sabemos el nombre del joven. Pero sabemos nuestro nombre y hoy recibimos la misma invitación: "Ven y sígueme".
Ven, no a hacer, sino a ser como yo, solidario, justo, fiel y servidor como Jesús. Yo seré tu libertad, tu tesoro, tu vida eterna.
El joven rico quiere añadir a lo que ya tiene una posesión más, la vida eterna. Y busca a un Maestro Bueno para que le dé la receta mágica.
Los bienes materiales se heredan, se compran, se roban, se arriendan… pero la vida eterna, don de Dios, está en otra dimensión, no es un bien acumulable, es un camino que hay que recorrer bajo la guía del Espíritu y de la Palabra de Dios.
A lo largo del camino hay que estar atentos a "las diez palabras", los diez mandamientos, a la obediencia a Dios porque sólo Él es bueno. No se trata de amontonar nada, ni siquiera buenas obras. Si nos dejamos guiar por Dios nuestro obrar será bueno y agradable a los ojos de Dios y de los hermanos.
Muchos argumentan: por supuesto que hay que renunciar al mal bajo todas sus máscaras pero ¿por qué hay que renunciar a la riqueza y a las cosas buenas de la vida?
Renunciar no es hacer ascos de nuestra prosperidad.
Renunciar no es despreciar las bendiciones materiales que vienen de Dios.
Dios no nos quiere pobres. Pero quiere que vivamos liberados del peso y de la mordaza de la riqueza. Dios quiere que vivamos en la dimensión, no de tener cada día más, sino de ser cada día más hijos suyos y más hermanos de los hermanos y más responsables de la marcha de este mundo individualista, avaricioso, egoísta y cerrado en sí mismo.
Maestro Bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar tus bendiciones espirituales y materiales?
Reconoce mi presencia en el mundo. "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo."
En este mundo lleno de consignas, eslóganes y recetas para triunfar, escucha también las mías, estudia mi Palabra.
Me gusta tu observancia de los detalles de la ley, pero prefiero que arriesgues un poco o un mucho porque Yo no soy una ley. Yo soy el Señor. Sígueme.
Tu cuenta bancaria, grande o pequeña, no te salvará. Yo sí. Fíate de mí.
Libros pero no el cerebro.
Comida pero no apetito.
Adornos pero no Belleza.
Una casa pero no un hogar.
Medicinas pero no salud.
Lujos pero no cultura.
Diversión pero no felicidad.
Un crucifijo pero no un salvador.
Un banco en la iglesia pero no en el cielo.
Lo que el dinero no puede comprar Dios lo da libremente sin cobrar.
"Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible".
Entrar en la vida para siempre, salvarse, no es cosa de hombres, es obra de Dios. Y Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Hoy, hemos proclamado uno de los textos más hermosos del Evangelio. El encuentro de un joven y de Jesús, la única vez en el Evangelio en la que se dice que Jesús amara a alguien: "Jesús lo miró, sintió cariño por él y le dijo"…
Este encuentro está lleno de sorpresas.
Primera sorpresa. "El joven corrió a su encuentro, se arrodilló delante de Él y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
Los jóvenes de todos los tiempos corren y se arrodillan ante otros ídolos, buscan el dinero para independizarse, buscan el sexo sin compromiso, quieren triunfar sin esfuerzo, libres sin responsabilidades, no hay muchos en la iglesia, miren a su alrededor…
Este joven del evangelio nos sorprende porque, aparentemente, tiene sentimientos y preocupaciones más nobles. Quiere saber cómo heredar la vida eterna.
Nosotros hacemos cosas para matar el tiempo, para divertirnos, para ganarnos el pan, hacemos unas cosas por obligación y otras por gusto…
Para ganar la vida eterna no hay que hacer nada, es un don de Dios. Y a Dios no se le puede comprar. A Dios se le acoge y se le celebra.
¿Ha venido hoy a misa para ganarse el cielo?
Yo no. Yo estoy aquí para celebrar al Señor que me regala el cielo y para vivir aquí y ahora la liturgia del cielo.
Yo estoy aquí para darle gracias al Señor porque me mira con cariño y me quiere.
Yo estoy aquí para ganar nada y sí para responder al que es todo.
No estamos llamados a hacer cosas o encontrar la fórmula mágica de la salvación.
Sí estamos llamados, como el joven del evangelio, a ser de otra manera, a vivir el estilo de vida de Jesús.
La segunda sorpresa es la respuesta de Jesús. Ya conoces los mandamientos: no matar, no defraudar, no robar…
Jesús no menciona los cuatro primeros mandamientos, los que hacen referencia a Dios.
¿Por qué sólo los que hacen referencia a los hermanos?
Ser de otra manera, vivir de otra manera es ser fiel a las relaciones con los hermanos. El que no respeta, no sirve, no es fiel a sus múltiples relaciones, el que no ama al hermano tampoco ama a Dios. El que ama cumple toda la ley.
Jesús miró al joven, lo amó y le dijo: "Sólo te falta una cosa"…
Ser de otra manera es ser libre. Sólo una persona libre puede seguir a Jesús.
El joven no era libre, le ataban sus riquezas, era un esclavo,
No podemos seguir y aceptar a Jesús si alguien o algo nos controla.
No sabemos el nombre del joven. Pero sabemos nuestro nombre y hoy recibimos la misma invitación: "Ven y sígueme".
Ven, no a hacer, sino a ser como yo, solidario, justo, fiel y servidor como Jesús. Yo seré tu libertad, tu tesoro, tu vida eterna.
El joven rico quiere añadir a lo que ya tiene una posesión más, la vida eterna. Y busca a un Maestro Bueno para que le dé la receta mágica.
Los bienes materiales se heredan, se compran, se roban, se arriendan… pero la vida eterna, don de Dios, está en otra dimensión, no es un bien acumulable, es un camino que hay que recorrer bajo la guía del Espíritu y de la Palabra de Dios.
A lo largo del camino hay que estar atentos a "las diez palabras", los diez mandamientos, a la obediencia a Dios porque sólo Él es bueno. No se trata de amontonar nada, ni siquiera buenas obras. Si nos dejamos guiar por Dios nuestro obrar será bueno y agradable a los ojos de Dios y de los hermanos.
Muchos argumentan: por supuesto que hay que renunciar al mal bajo todas sus máscaras pero ¿por qué hay que renunciar a la riqueza y a las cosas buenas de la vida?
Renunciar no es hacer ascos de nuestra prosperidad.
Renunciar no es despreciar las bendiciones materiales que vienen de Dios.
Dios no nos quiere pobres. Pero quiere que vivamos liberados del peso y de la mordaza de la riqueza. Dios quiere que vivamos en la dimensión, no de tener cada día más, sino de ser cada día más hijos suyos y más hermanos de los hermanos y más responsables de la marcha de este mundo individualista, avaricioso, egoísta y cerrado en sí mismo.
Maestro Bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar tus bendiciones espirituales y materiales?
Reconoce mi presencia en el mundo. "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo."
En este mundo lleno de consignas, eslóganes y recetas para triunfar, escucha también las mías, estudia mi Palabra.
Me gusta tu observancia de los detalles de la ley, pero prefiero que arriesgues un poco o un mucho porque Yo no soy una ley. Yo soy el Señor. Sígueme.
Tu cuenta bancaria, grande o pequeña, no te salvará. Yo sí. Fíate de mí.
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