Publicado por Pastoral SJ
Cuando ponemos un nacimiento, en nuestras casas, en las iglesias, en los escaparates, en las aulas, en los rincones… hay mucho que pensar. Los hay enormes o minúsculos. Los hay que están llenos de detalles.
Allá, el palacio, aquí, unas casas. En este sitio musgo, y por ahí ha de correr el agua que moverá aquel molino. Allá van los pastores, los magos, la molinera, el posadero, ese hombre tirando de una vaca, los gansos junto al lago… y en el lugar privilegiado, donde sea más visible, el portal (o un establo, o una casa en ruinas), donde María y José miran, con ternura, al Dios niño.
Ese es el nacimiento que puso Dios en el mundo. Una noche que ahora evocamos. El nacimiento de la esperanza, de la justicia, del Amor, así, con mayúsculas, que ahora celebramos.
«Mientras estaban allí, se cumplió el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito» (Lc 2,7)
Es empezar. Una vida por delante. Una historia que comienza a desplegarse. En Jesús nace el Dios hecho niño.
Y en su historia, que lo transforma todo para siempre, nace la esperanza de que la vida vencerá a una y mil muertes.
La justicia y la paz tendrán cancha en nuestro mundo. De algún modo todo nace de nuevo cuando nos hacemos conscientes del milagro.
Renace, también en nosotros, la capacidad de luchar, de soñar, de esperar. Renace la fuerza con que abrazamos propósitos y anhelos. Tal vez recuperemos, con este niño, un poco de ingenuidad e inocencia.
Todo es posible, de nuevo, cuando aprendemos a adorar, ante el pesebre, al Dios niño.
------> ¿Qué puede nacer en tu historia este año? ¿Qué nace, en ti, al asomarte al nacimiento de Dios-con-nosotros?
«No tengáis miedo, pues os anuncio una gran alegría, que lo será también para todo el pueblo…» (Lc 2, 10)
Del mismo modo que, a veces, en nuestros nacimientos, hay un puente que une dos laderas de arena sobrevolando un río de plata, en este otro Nacimiento navideño hay un puente mucho más hondo, que salva abismos.
Entre la vida y la Vida (la plena, la definitiva). Entre la soledad y el encuentro. Entre la pequeñez y la gloria.
Entre la navidad y la pascua. Entre el miedo y la valentía de quienes se atreven a creer. Entre la oscuridad y la luz verdadera.
Y cuando entramos a caminar por las tierras de ese misterio, entonces empezamos el viaje más importante de nuestra vida.
¿Por qué no adentrarnos ahora por esa tierra?
Allá, el palacio, aquí, unas casas. En este sitio musgo, y por ahí ha de correr el agua que moverá aquel molino. Allá van los pastores, los magos, la molinera, el posadero, ese hombre tirando de una vaca, los gansos junto al lago… y en el lugar privilegiado, donde sea más visible, el portal (o un establo, o una casa en ruinas), donde María y José miran, con ternura, al Dios niño.
Ese es el nacimiento que puso Dios en el mundo. Una noche que ahora evocamos. El nacimiento de la esperanza, de la justicia, del Amor, así, con mayúsculas, que ahora celebramos.
1. Nacer
«Mientras estaban allí, se cumplió el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito» (Lc 2,7)
Es empezar. Una vida por delante. Una historia que comienza a desplegarse. En Jesús nace el Dios hecho niño.
Y en su historia, que lo transforma todo para siempre, nace la esperanza de que la vida vencerá a una y mil muertes.
La justicia y la paz tendrán cancha en nuestro mundo. De algún modo todo nace de nuevo cuando nos hacemos conscientes del milagro.
Renace, también en nosotros, la capacidad de luchar, de soñar, de esperar. Renace la fuerza con que abrazamos propósitos y anhelos. Tal vez recuperemos, con este niño, un poco de ingenuidad e inocencia.
Todo es posible, de nuevo, cuando aprendemos a adorar, ante el pesebre, al Dios niño.
------> ¿Qué puede nacer en tu historia este año? ¿Qué nace, en ti, al asomarte al nacimiento de Dios-con-nosotros?
CUANDO NACE EL HOMBRE...
Cuando nace un hombre
siempre es amanecer aunque en la alcoba
la noche pinte negros cristales.
Cuando nace un hombre
hay un olor a pan recién cocido
por los pasillos de la casa;
en las paredes, los paisajes
huelen a mar y a hierba fresca
y los abuelos del retrato
vuelven la cara y se sonríen.
Cuando nace un hombre
florecen rosas imprevistas
en el jarrón de la consola
y aquellos pájaros bordados
en los cojines de la sala
silban y cantan como locos.
Cuando nace un hombre
todos los muertos de su sangre
llegan a verle y se comprueban
en el contorno de su boca.
Cuando nace un hombre
hay una estrella detenida
al mismo borde del tejado
y en un lejano monte o risco
brota un hilillo de agua nueva.
Cuando nace un hombre
todas las madres de este mundo
sienten calor en su regazo
y hasta los labios de las vírgenes
llega un sabor a miel y a beso.
Cuando nace un hombre
de los varones brotan chispas,
los viejos ponen ojos graves
y los muchachos atestiguan
el fuego alegre de sus venas.
Cuando nace un hombre
todos tenemos un hermano
Cuando nace un hombre
siempre es amanecer aunque en la alcoba
la noche pinte negros cristales.
Cuando nace un hombre
hay un olor a pan recién cocido
por los pasillos de la casa;
en las paredes, los paisajes
huelen a mar y a hierba fresca
y los abuelos del retrato
vuelven la cara y se sonríen.
Cuando nace un hombre
florecen rosas imprevistas
en el jarrón de la consola
y aquellos pájaros bordados
en los cojines de la sala
silban y cantan como locos.
Cuando nace un hombre
todos los muertos de su sangre
llegan a verle y se comprueban
en el contorno de su boca.
Cuando nace un hombre
hay una estrella detenida
al mismo borde del tejado
y en un lejano monte o risco
brota un hilillo de agua nueva.
Cuando nace un hombre
todas las madres de este mundo
sienten calor en su regazo
y hasta los labios de las vírgenes
llega un sabor a miel y a beso.
Cuando nace un hombre
de los varones brotan chispas,
los viejos ponen ojos graves
y los muchachos atestiguan
el fuego alegre de sus venas.
Cuando nace un hombre
todos tenemos un hermano
Angela Figueira Aymerich
2. Tender puentes
«No tengáis miedo, pues os anuncio una gran alegría, que lo será también para todo el pueblo…» (Lc 2, 10)
Del mismo modo que, a veces, en nuestros nacimientos, hay un puente que une dos laderas de arena sobrevolando un río de plata, en este otro Nacimiento navideño hay un puente mucho más hondo, que salva abismos.
Entre la vida y la Vida (la plena, la definitiva). Entre la soledad y el encuentro. Entre la pequeñez y la gloria.
Entre la navidad y la pascua. Entre el miedo y la valentía de quienes se atreven a creer. Entre la oscuridad y la luz verdadera.
Y cuando entramos a caminar por las tierras de ese misterio, entonces empezamos el viaje más importante de nuestra vida.
¿Por qué no adentrarnos ahora por esa tierra?
NAVIDAD [Fragmentos]
Es difícil detectar El Anuncio
entre tantos anuncios que nos invaden.
¿Existe aún la Navidad?
¿Navidad es Buena Nueva?
¿Navidad es también Pascua?
Sabemos que «no hay lugar para ellos».
Sabemos que hay lugar para todos,
hasta para Dios.
(…)
Todo puede ser mentira,
menos la verdad de que Dios es Amor
y de que toda la Humanidad
es una sola familia.
Dios continúa entrando por abajo,
pequeño, pobre, impotente,
pero trayéndonos su Paz.
Doña María y el señor José
continúan en la comunidad.
La sangre de los mártires
continúa fecundando la primavera alternativa.
Los cayados de los pastores,
(y del Parkinson también),
las banderas militantes,
las manos solidarias
y los cantos de la juventud
continúan alentando la Caminada.
Las estrellas sólo se ven de noche.
Y de noche surge el Resucitado.
«No tengan miedo».
En coherencia, con tesón y en la Esperanza,
seamos cada día Navidad,
cada día seamos Pascua.
Amén, Axé, Awire, Aleluia.
Es difícil detectar El Anuncio
entre tantos anuncios que nos invaden.
¿Existe aún la Navidad?
¿Navidad es Buena Nueva?
¿Navidad es también Pascua?
Sabemos que «no hay lugar para ellos».
Sabemos que hay lugar para todos,
hasta para Dios.
(…)
Todo puede ser mentira,
menos la verdad de que Dios es Amor
y de que toda la Humanidad
es una sola familia.
Dios continúa entrando por abajo,
pequeño, pobre, impotente,
pero trayéndonos su Paz.
Doña María y el señor José
continúan en la comunidad.
La sangre de los mártires
continúa fecundando la primavera alternativa.
Los cayados de los pastores,
(y del Parkinson también),
las banderas militantes,
las manos solidarias
y los cantos de la juventud
continúan alentando la Caminada.
Las estrellas sólo se ven de noche.
Y de noche surge el Resucitado.
«No tengan miedo».
En coherencia, con tesón y en la Esperanza,
seamos cada día Navidad,
cada día seamos Pascua.
Amén, Axé, Awire, Aleluia.
Pedro Casaldáliga
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